¡Cuidado del ambiente, sí! ¡Subdesarrollo o vivir como menonitas, no!

“Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo” (Juan Domingo Perón).

 

Los peronistas luchamos por un mundo más justo, donde todas y todos tengan acceso a la educación, la salud y un trabajo digno con buenos salarios en términos universales, y donde haya trato igualitario entre naciones. Sabemos que para lograr estas condiciones para toda la sociedad debemos dejar de ser un país subdesarrollado y exportador de materias primas sin valor agregado, ya que esto nos condena a la pobreza y a altos índices de desocupación, informalidad y desigualdad.

En el mundo, en virtud de los avances tecnológicos, han ido mejorando los estándares de vida de la población en general, pasando de un promedio de vida de 35 o 40 años en el medioevo a los 70 actuales. Está claro que los beneficios de toda índole de que disfruta la humanidad han sido alcanzados con un costo ambiental muy grande. En función de ello, el crecimiento que logremos no debería atravesar por el periodo que pasó en Europa y Estados Unidos de altos índices de contaminación y sobreexplotación de la clase obrera. Debemos bregar por el cuidado de nuestros ríos, acuíferos, bosques y glaciares. Sin embargo, esto no implica impedir cualquier desarrollo, sino todo lo contrario. Estar en contra de la minería, de la energía nuclear, del desarrollo industrial o de la generación hidroeléctrica nos condenaría a ser un país exportador de materia prima sin valor agregado que importa todo lo demás.

Por ello debemos superar las condiciones de subdesarrollo en que estamos sumergidos, donde un sector social minoritario se enriquece a expensas de la gran mayoría de nuestro pueblo. Es posible para eso lograr un desarrollo armonioso y amigable con el ambiente. Pero la necesidad de cuidar nuestros recursos no puede llevar al extremo de las propuestas del “ultraecologismo” funcional a los intereses de los grupos concentrados del hemisferio Norte. El cuidado del ambiente y los recursos naturales no pueden llevarnos a vivir como hace siglos, ni podemos someternos a un “colonialismo ambiental” que nos condene a un subdesarrollo eterno. Una forma de proteger nuestros recursos es incorporarles valor en origen. Algunos incluso deberán ser declarados estratégicos para el desarrollo nacional. Nadie podría afirmar que Noruega no es un país cuidadoso del medio ambiente, a pesar de que su economía y su excelente estándar de vida se deben al desarrollo de la explotación offshore de los hidrocarburos de su plataforma marítima.

Para lograr un desarrollo armonioso y beneficioso para nuestro pueblo deberemos planificar y ejecutar políticas de un riguroso control ambiental y de extracción e incorporación de valor agregado en nuestro suelo, y no como sucede hoy en la actividad minera e hidrocarburífera, donde un margen de beneficio irrisorio permite a las empresas dejar tierra arrasada en nuestro suelo, llevándose toda la riqueza.

Estar en contra del desarrollo tecnológico vinculado a la energía nuclear, la minería o la hidroelectricidad es ser “oscurantista”, medieval. Perón decía que lo único permanente es el cambio, la evolución. No podemos oponernos a ella. Debemos cabalgarla, y la montura para cabalgar esa evolución son las doctrinas.

Nadie se imagina en el siglo 21 una casa sin televisor o celular, o que en el barrio nadie tenga auto, o que los bomberos anden a caballo y sin autobombas, o que no tengamos computadoras, ni Facebook o Instagram. Menos pensable es que no podamos hacernos estudios por imágenes, o tratamientos con bombas de cobalto, o radioterapia para salvar la vida de enfermos de cáncer, o los diagnósticos que se logran gracias a la producción de radioisótopos producidos en un reactor nuclear –mal llamado reactor de investigación– que funciona gracias a la minería del uranio, cobre, plata, etcétera. Sabrán quienes que bregan por la energía solar que es imposible fabricar un panel solar sin el aporte de la industria minera de níquel y plata, además del silicio, o de la minería del litio para las baterías que almacenan esa energía. Sabrán quienes bregan por la energía eólica que para hacer un aerogenerador se necesita de la minería del hierro, cobre, plata, oro y tierras raras para los PLC (Controlador Lógico Programable). Sabrán que todas las energías renovables para garantizar el funcionamiento de la industria y evitar apagones en las grandes ciudades necesitan de generación térmica, hidráulica y nuclear de soporte, llamada energía de base. Es imposible vivir en el siglo 21 con la calidad de vida que exigen los sectores medios de donde proviene la mayoría de las y los ambientalistas sin los aportes de la industria minera e hidrocarburífera.

Los menonitas me merecen todo el respeto, dado que no hay contradicción entre lo que predican y cómo viven. Pero el mundo no va a ir para atrás, para vivir todos como ellos. La cuestión es si seguimos como hasta ahora, exportadores de materia prima, como cuando éramos colonia de España y luego de Inglaterra, a quien le vendíamos cueros y le comprábamos zapatos y carteras. Si queremos terminar con el subdesarrollo, generar empleo de calidad y superar la pobreza y la desigualdad, no hay discusión para las y los peronistas: tenemos que desarrollar la industria minera y energética, para sustituir importaciones y generar las divisas que necesitamos, transformándonos en un país exportador de productos de alto valor agregado, con férreos controles y cuidado del ambiente.

Propongo que escribamos artículos con fundamento científico sobre mitos y verdades de las discusiones sobre el desarrollo sustentable, haciéndonos preguntas sobre el porqué de ciertas tendencias y campañas. Por ejemplo, si Europa promovería tanto las energías renovables si no fuese dependiente del gas ruso; o cómo hace Alemania para dar deposición final a las más de 10.000 Tn de silicio que cumplen su ciclo de vida por año; o qué produce mas óxido nitroso: ¿la biomasa, los biocombustibles o los derivados de hidrocarburos?

Tener una matriz equilibrada, cuidar el ambiente y agregar valor a nuestros productos primarios no son –ni fueron nunca– premisas contradictorias, salvo para los terraplanistas y los antivacunas. O para quienes piensan un país para pocos en una patria dependiente y profundamente injusta.

 

Fernando Lisse es asesor del secretario de Energía de la Nación, y profundamente peronista.

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