La soberanía argentina en peligro: consecuencias de perderla y cómo afianzarla

Estamos viviendo una situación absolutamente inédita desde la consolidación definitiva del Estado Argentino en 1853: por primera vez existen candidatos con chances de llegar a la presidencia que en su campaña electoral proponen explícitamente renunciar a la soberanía nacional. Por ello no es cierto que en las próximas elecciones estemos decidiendo entre dos modelos de país, sino que estaremos decidiendo entre un modelo de Patria y volver al modelo de colonia que alguna vez fuimos. Esta encrucijada obliga a ampliar y profundizar lo publicado anteriormente sobre la relación entre soberanía y desarrollo, que en aquella ocasión tomó como ejemplo central la cuestión de la Hidrovía y el Canal Magdalena.

En verdad, existen varios antecedentes palpables de la renuncia a la soberanía, cuyas consecuencias todavía estamos padeciendo: tal el caso de las dictaduras cívico-militares y, más recientemente, las del gobierno macrista. Pero en ningún caso esos propósitos se expusieron a un escrutinio democrático, sino que se hicieron efectivos en modo subrepticio, al punto que esos gobiernos cayeron tan pronto el grueso del pueblo argentino se percató de los resultados ocasionados por las pérdidas de soberanía: aumento de la pobreza y del nivel de desempleo, caída del consumo, endeudamiento externo y fuga de capitales que terminamos y terminaremos pagando todos los argentinos.

Las propuestas de pérdida de la soberanía de los candidatos de LLA son absolutamente claras: ceder las Islas Malvinas a los habitantes implantados por el imperio inglés; cerrar el Banco Central y renunciar a la moneda nacional, reemplazándola por el dólar estadounidense; y alinearnos en modo automático y subalterno a los intereses de los Estados Unidos. También arrasar con derechos conquistados, privatizando la salud y la educación pública, que dejaría de ser gratuita y obligatoria, así como poner fin al ejercicio y al respeto de los derechos humanos y su memoria; y a la aplicación de una justicia que permite mantenerlos vigentes. Más claro, imposible.

Existe una profunda y en buena parte justificada insatisfacción con los resultados de los últimos 40 años de democracia, insatisfacción que alimenta el deseo de arrasar con todo. LLA aprovecha esta situación para ocultar el significado y los resultados de la pérdida de soberanía que resultará de sus propuestas y sus efectos devastadores sobre la angustiante situación que ya padece la gran mayoría de nuestro pueblo.

Las propuestas de JxC son algo más veladas, aunque su candidata presidencial ya propuso en su oportunidad cambiar Malvinas por vacunas y Macri en 2015 propuso cerrar la oficina Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores para mejorar las relaciones con Gran Bretaña. En materia económica queda totalmente claro, aunque sin nombrar a los Estados Unidos, ni el alineamiento también automático y subalterno a los intereses de los fondos de inversión internacionales y a los poderes económicos concentrados.[1]

 

¿Qué significa la pérdida de la soberanía nacional?

Perder la soberanía nacional significa renunciar a ser artífices de nuestro propio destino y delegar ese poder a otros que lo construirán según sus propios intereses e ignorando los nuestros y los de nuestros hijos. Conocemos cuáles son los intereses de los poderes hegemónicos, los de sus sectores económicos concentrados y los de sus representantes autóctonos, cuyo proyecto limita a nuestro país a ser un proveedor a bajo precio de lo que ellos necesitan: recursos naturales, materia prima para sus alimentos y para sus industrias, incluyendo la energía y los minerales que requieren para producir bienes y servicios de alto valor agregado, generando empleo en sus países, y que puedan exportarnos al mayor precio posible.

Ese modelo colonial significa renunciar al desarrollo de cualquier actividad que resulte innecesaria para sus propios objetivos, con las consecuentes pérdidas de puestos de trabajo: así no será necesaria nuestra propia industria, ni cualquier energía que no esté destinada a la exportación. Tampoco serán necesarios niveles educativos o desarrollos tecnológicos que den respuestas y soluciones a nuestras necesidades actuales, tanto las que están todavía pendientes como las de generaciones futuras, en tanto no se correspondan con sus propias finalidades. Por el contrario, para los poderes coloniales sí resultará necesario retener el control de cualquier actividad necesaria para el funcionamiento de su modelo, tal como el control de nuestras vías navegables, del agua potable y de cualquier otro recurso natural que necesiten. En definitiva, la pérdida de soberanía conduciría a un país socialmente desintegrado, sólo viable para 20 o 30 millones de habitantes. El resto tendría libertad para prostituirse, o para vender sus órganos, o sus hijos.

 

La necesidad de ejercer la soberanía

El ejercicio efectivo de la soberanía tiene una relación directa e indispensable con las posibilidades de un desarrollo económico y social en nuestro país: sin soberanía no hay desarrollo nacional posible. Sin soberanía no es posible desarrollar la industria con sentido federal y según las necesidades del mercado interno. Tampoco será necesario un sistema educativo y un desarrollo científico y tecnológico que respondan integralmente a nuestras necesidades. Las únicas excepciones serían los desarrollos regionales, industriales, educativos y tecnológicos que resulten imprescindibles para asegurar la competitividad de las actividades primarias asignadas a nuestra colonia y el menor precio para adquirirlas. Las provincias y las actividades que no respondan a esas necesidades quedarán relegadas al subdesarrollo o a su completa desaparición.

La relación inversa también es indispensable, toda vez que sin desarrollo económico y social integral e inclusivo no hay soberanía posible. Para ejercer una soberanía plena hace falta un desarrollo económico del sector agroforestal y pesquero, la minería, los hidrocarburos, la industria y los servicios con capacidad de generar empleos bien remunerados en la totalidad del territorio nacional, eliminando la miseria de nuestro país, con capacidad de abastecer las necesidades de nuestro pueblo, generar las divisas necesarias para importar los bienes que no producimos y de liberarnos del yugo del endeudamiento externo que nos dejaron y que actúa limitando el ejercicio de nuestra soberanía.

Por eso es válido aquello de que sin soberanía no hay desarrollo, y sin desarrollo no hay soberanía posible.

 

El ejercicio de la soberanía

Las necesidades de un desarrollo económico y social consistente e inclusivo requieren del crecimiento armónico, competitivo, económica y ambientalmente sostenible en el tiempo de todos los sectores que integran las cadenas de nuestro sistema productivo, desde la producción de las materias primas hasta los bienes finales destinados al consumo interno o a la exportación. Al respecto resulta notoria la necesidad de evitar la apropiación de la renta en cada una de esas cadenas por las empresas monopólicas u oligopólicas que proveen insumos difundidos, tales como energía, acero y aluminio y plásticos en sus formas primarias, así como de desarrollar un mercado interno vigoroso. Ese crecimiento de los sectores económicos trae aparejadas otras necesidades que resultan imprescindibles, toda vez que su carencia imposibilita su desarrollo o no nos permite desarrollar una adecuada competitividad.

Lo más evidente es la disponibilidad de servicios e infraestructura física a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional para el transporte de materias primas y productos elaborados: energía, rutas, vías de navegación, puertos, comunicaciones, internet, etc. Entre lo evidente también se destaca la preparación educativa de nuestro pueblo en todos sus niveles. No tan conocida, pero de la mayor importancia, es la disponibilidad de un sector científico y tecnológico acorde a nuestras necesidades, tal como el que hoy disponemos, pero que se encuentra amenazado con el desmantelamiento que propone LLA, o con su insignificancia, como lo verificamos durante el gobierno macrista. El desarrollo nuclear, satelital, biotecnológico, de la medicina y de la industria en general, dependen en gran medida de las universidades públicas y del sistema científico y tecnológico del Estado nacional. Similar importancia guarda la disponibilidad de crédito orientado a la producción y los demás servicios necesarios. Asimismo, existen otros condicionantes importantes de la soberanía, pero cuya importancia no son tan evidentes para la opinión pública: tal el caso de la necesidad de mantener relaciones internacionales de carácter multilateral que respondan a nuestros legítimos intereses, así como la necesidad de mantener el control soberano de nuestros recursos naturales: agua, hidrocarburos, minerales y medio ambiente.

Por último, una cuestión ocultada por los grandes medios de comunicación y que aflora sólo de tanto en tanto: el control de nuestro territorio hoy vulnerado por inversores extranjeros, pese a la ley 26.737 que limita la propiedad de la tierra a extranjeros en zonas de seguridad de frontera o en tierras con recursos de agua, como es el caso de Joe Lewis, detenido por la justicia norteamericana, pero protegido por la justicia de Río Negro y de otros que con argucias legales han asumido el control absoluto de importantes superficies del territorio nacional, incluyendo lagos, ríos y glaciares.

 

Construyendo soberanía nacional

Como se desprende de lo anterior, la soberanía no se construye en un solo acto ni con una única decisión, sino con un entramado consistente de decisiones y realizaciones efectivas. En estas reflexiones no se pretende agotar la cuestión, pero sí poner sobre la mesa la necesidad de continuar avanzando en la construcción de la soberanía mediante algunas decisiones y realizaciones que parecen importantes, entre ellas –y sin que el listado que sigue signifique un orden de importancia o prioridad cronológica:

  • poner fin a las argucias legales que permiten el control territorial de extranjeros en las zonas de frontera y retrotraer las violaciones ya existentes;
  • dar continuidad al Plan Nuclear, incluyendo la finalización del reactor CAREM y el inicio de la construcción de la cuarta central nuclear;
  • concluir la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz;
  • continuar el plan federal de infraestructura de transporte, incluyendo la reconstrucción de la red ferroviaria, comenzando por el Belgrano Cargas;
  • reasumir el control de puertos y vías navegables y avanzar con la construcción del Canal Magdalena;
  • reconstruir nuestra Marina Mercante, actor fundamental para nuestro comercio nacional e internacional y para la proyección de la soberanía sobre el Mar Argentino, la Antártida e islas del Atlántico Sur;
  • continuar el desarrollo de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta e iniciar el de Palermo Aike en Santa Cruz y el de la cuenca Norte frente a las costas de Mar del Plata;
  • licitar y desarrollar la red de 5G con alcance a la totalidad del territorio nacional;
  • continuar el programa de desarrollo satelital;
  • convocar y promover la participación de las MiPyMEs, del movimiento cooperativo, los actores de la economía social y de otros integrantes del empresariado nacional para que se constituyan como actores políticos en defensa de los intereses del sector productivo nacional.

 

Estas líneas intentan mostrar el contenido de los debates mantenidos en una serie de encuentros presenciales entre integrantes del Movimiento Productivo 25 de Mayo (MP25M), la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (FIPCA), el Centro de Estudios de la Energía (CEDEN), el Instituto de Energía Scalabrini Ortiz (IESO), el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEX), de la Comisión de Desarrollo Productivo del Instituto Patria y otros militantes preocupados por los ataques a la soberanía nacional, cuestión que para bien o para mal será resuelta en las próximas elecciones presidenciales. Mucho agradezco los intercambios mantenidos en esos debates con Daniel Selser, Carlos Norryh, Carlos Cleri, José Cudina, Julio César Urien, Gerardo y Sebastián Ferreyra, Bruno Capra, Jose Sbatella, Sergio Echebarrena, Andrés Repar, Nicolás Canosa, Manuel Valenti y Ricardo Capdevila, así como las opiniones y las contribuciones al texto recibidas de Stella Martini, Jorge Gaggero, Manuel Pedreira, Rubén Lamas, Sylvia Schulein, Mónica Hobert, Miguel Ángel López y Carlos Fumagalli. En todos los casos, los conceptos intercambiados en los debates presenciales y las opiniones y contribuciones recibidas fueron incorporadas al texto según mi propio criterio, que no necesariamente coincide con el de quienes me los hicieron llegar. Por ello el texto final no compromete la opinión de los consultados y consultadas, y mucho menos la opinión de las organizaciones o instituciones a las que pertenecen. También mucho agradeceré su difusión a quienes todavía no están conscientes de las implicancias de la pérdida de soberanía y cualquier aporte o comentario que hagan llegar mi correo josemafumagalli@gmail.com.

 

[1] Tardíamente, las empresas monopólicas de capital nacional vienen percatándose del peligro que representa el imperio de los fondos de inversión para su propia existencia.

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