A modo de introducción, comienzo con un par de aclaraciones. La primera es el origen y finalidad del texto que sigue, surgido de mi urgencia de adquirir conocimientos del tema para hacer frente a las obligaciones que surgieron en mi tarea profesional de representar al sector industrial argentino en actividades y negociaciones en el marco de organizaciones internacionales como OMC, OIT, UNEP, OPAQ, etcétera, en el marco del Mercosur y sus negociaciones del ALCA, Mercosur-UE, Ronda de Tokio de la OMC y otras. En este sentido, este texto –que fui redactando según avanzaba en las lecturas– me sirvió como una suerte de “caja de herramientas” a la que podía recurrir cada vez que necesitaba entender las razones de las posturas, tanto de mis colegas como de mis contrapartes. La segunda aclaratoria refiere a la oportunidad de difundirlo, cuestión que me pareció de utilidad luego de tener que recurrir nuevamente a mi “caja de herramientas” para tratar de entender la actual crisis internacional que, según creo, ya lleva varios años de desarrollo, pero que fue brutalmente puesta de manifiesto con el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Aunque creo que la cuestión requiere un análisis más detallado, estimo que la crisis que estamos viviendo tiene dos causas principales: por una parte, el desafío al poder omnímodo de Estados Unidos que representa el poder emergente de China; por la otra, la evidencia de la crisis del neoliberalismo que –pandemia de por medio– puso en evidencia que ese sistema beneficia a menos del 1% de la población a costas del empobrecimiento de más del 99% restante, lo que a corto o mediano plazo lo haría totalmente inviable, al menos en su versión presente. Dicho esto, espero que esta “caja de herramientas” resulte de alguna utilidad.
Alcance y origen de las teorías de las relaciones internacionales
El término “relaciones internacionales” refiere a toda manifestación del comportamiento humano que, nacido del lado de una frontera política nacional, ejerce una acción sobre el comportamiento humano del otro lado de esa frontera (Manning, 1954). Las relaciones internacionales constituyen una actividad humana a través de la cual entran en relación personas pertenecientes a más de una nación, de modo individual o colectivo (Alger, 1976) y abarcan una amplia gama de actividades, ideas y bienes que cruzan fronteras nacionales. Incluyen, en consecuencia, intercambios sociales, culturales, económicos y políticos que se dan tanto en situaciones ad hoc como en contextos institucionalizados (Rosenau, 1993). En relación con el alcance del concepto, es necesario distinguir entre la realidad social y política que describe y su consideración como disciplina científica u objeto de estudio. Sin embargo, bajo cualquiera de estos aspectos, es importante considerar algunas de sus características fundamentales: multiplicidad de actores internacionales; multiplicidad de interacciones entre esos actores; y multiplicidad de problemáticas involucradas. En síntesis, todo esto define el carácter fuertemente transdisciplinario de las relaciones internacionales, en las que se verifican aportes de diversas disciplinas que fueron configurando sucesivas teorías de las relaciones internacionales: economía, geografía, filosofía, historia diplomática, derecho internacional, estrategia y geopolítica, entre otras.
Si bien recién en 1929 las relaciones internacionales adquirieron estatus académico propio,[1] a lo largo de la historia se han desarrollado posiciones bien diferenciadas. Las teorías modernas de las relaciones internacionales, tal como se han explicitado en el siglo XX, se inscriben en las principales escuelas o tradiciones del pensamiento político: el realismo (Hobbes),[2] el racionalismo (Kant), el estructuralismo (Marx)[3] y el transnacionalismo (Grotius).[4] Posiblemente, el primer antecedente histórico de las relaciones internacionales es la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides (año 404 AC), considerado como el primer análisis científico sobre historia y relaciones internacionales. En particular, el Diálogo de Melos describe, con precisión y dramatismo, las discusiones entre los embajadores de Atenas, cuyas fuerzas militares eran muy superiores y se disponían a conquistar a los melios –en ese entonces, habitantes de la actual isla de Milo y que en el decimosexto año de la guerra del Peloponeso (416 a 414 AC) estaban aliados con los lacedemonios. Ese diálogo constituye una excelente descripción del debate todavía vigente entre las dos principales teorías de las relaciones internacionales: el realismo político y el idealismo o racionalismo. Por ello vale la pena transcribir algunas partes. Se inicia con la invitación de los embajadores atenienses para que los representantes melios expongan y debatan ampliamente sus ideas frente a la posible dominación ateniense. “Melios: [tras aceptar la mecánica del debate señalan que] ‘la realidad de la guerra parece estar en desacuerdo con esta propuesta, [porque] el debate nos traerá con toda probabilidad el siguiente resultado: si logramos imponernos en el campo del derecho, y por ello no cedemos, la guerra, y si nos dejamos convencer, la esclavitud’. Atenienses: ‘si habéis venido a este coloquio (…) para cualquier otra cosa que no sea deliberar acerca de la salvación de vuestra ciudad, partiendo de la situación presente y de la realidad (…) podemos levantar la sesión. [En caso contrario,] podemos seguir hablando’. (…) Melios: [aceptan que] ‘este encuentro (…) ha de versar sobre nuestra salvación’. (…) Atenienses: [no perdamos tiempo en] ‘una extensa y poco convincente retahíla de argumentos. [Se trata] de alcanzar lo posible de acuerdo con lo que unos y otros verdaderamente sentimos [y sabemos] (…) que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los más débiles lo aceptan’. Melios: [creemos que es útil que] ‘nosotros no acabemos con el bien común [sino que podamos] contar con la asistencia de derechos de equidad y justicia. (…) Esto no es menos ventajoso para vosotros’. (…) Atenienses: ‘estamos aquí para provecho de nuestro imperio [y les haremos unas propuestas para] la salvación de vuestra ciudad, porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de utilidad para ambas partes’. Melios: ‘¿Y cómo puede resultar útil para nosotros convertirnos en esclavos, del mismo modo que para vosotros lo es ejercer el dominio?’. Atenienses: [ustedes] ‘en vez de sufrir los males más terribles, seríais súbditos nuestros, y nosotros al no destruiros, saldríamos ganando’. (…) Melios: ‘¿no aceptaríais que, permaneciendo neutrales, fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados de ningunos de los dos bandos?’. Atenienses: ‘No, porque vuestra enemistad no nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que están bajo nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro odio se interpretaría como una prueba de nuestra fuerza’. (…) Melios: [tratando de convencer a los atenienses] ‘¿cómo no convertiréis en enemigos [a todos los pueblos que ahora son neutrales] cuando dirijan su mirada a lo que está pasando aquí y se pongan a pensar que un día también marcharéis contra ellos?’. Atenienses [después de descartar estos argumentos]: ‘este no es para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones. (…) Se trata más bien de una deliberación respecto de vuestra salvación, a fin de que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros’. Melios [apelando a sus alianzas]: ‘abrigamos la mayor confianza [en los lacedemonios], que en su propia conveniencia no querrán traicionar a los melios, que somos colonos suyos, (…) y prestar así un servicio a sus enemigos’. Atenienses: ‘¿Y no creéis que la conveniencia es compañera de la seguridad, y que lo justo y lo honroso comportan peligros en que los lacedemonios por lo general muestran escasísima audacia?’. Melios: ‘Pensamos que por nuestra causa arrostrarán incluso esos peligros, y que los verán con mayor seguridad que si los corrieran por otros [y por vecindad, sentimientos y por] afinidad de raza somos más dignos de confianza que otros’. (…) Atenienses: ‘la garantía de seguridad para quienes han de combatir en auxilio de otros no reside en los sentimientos de amistad de quienes solicitan ayuda, sino en si el aliado se destaca (…) por la potencia de sus efectivos’. (…) Atenienses
[terminando el diálogo después de otras hipótesis de los melios]: ‘Estamos observando que a pesar de haber afirmado que ibais a deliberar sobre vuestra salvación, en todo este largo debate no habéis dado ni una sola razón con la que (…) puedan contar para creer que van a salvarse; por el contrario, vuestros más fuertes apoyos están en las esperanzas y en el futuro, [mientras que] los recursos a vuestra disposición son muy escasos para que podáis sobrevivir frente a las fuerzas que ya están alineadas frente a vosotros. Evidenciaréis la enorme irracionalidad de vuestra actitud si después de habernos despedido no tomáis una decisión que demuestre mayor sensatez. (…) No consideréis indecoroso doblegaros ante la ciudad más poderosa cuando os hace la moderada propuesta de convertiros en aliados suyos, pagando el tributo, pero conservando vuestras tierras, ni dejar de porfiar por tomar el peor partido cuando se os da la oportunidad de elegir entre la guerra y la seguridad. Porque aquellos que no ceden ante sus iguales, que se comportan razonablemente con los más fuertes y que se muestran moderados con los más débiles son los que tienen mayores posibilidades de éxito’.
Además de la profundidad conceptual de ambas partes, el diálogo, el sitio y la posterior rendición de Melos, seguida por la muerte de todos los hombres adultos, la esclavitud de mujeres y niños y la recolonización con nueva población de los propios atenienses, muestra el dramático final de este episodio que en su momento repercutió sobre todos los pueblos del Peloponeso. No menos dramático es el hecho de que el diálogo de Melos parece aplicable a la totalidad de los acontecimientos bélicos de los siglos XX y XXI.
Las teorías de las relaciones internacionales en la actualidad
Como ya se mencionó, las teorías modernas de las relaciones internacionales se inscriben en las principales escuelas o tradiciones del pensamiento político: el realismo, el racionalismo, el estructuralismo y el transnacionalismo.
El realismo
Además de los antecedentes de la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, otras obras contribuyeron a la explicitación de la teoría realista. Tales los casos de El Príncipe, de Maquiavelo (1532); Leviatán, de Hobbes (1651); Estado de Guerra, de Rousseau (1750); y más recientemente, Política entre las Naciones, de Morgenthau (1948).
El realismo político visualiza las relaciones internacionales centradas en los estados, que estarían en situación anárquica de guerra de todos contra todos, sin más limitaciones ni restricciones morales o legales que los propios objetivos del Estado. El único principio que rige en la conducta internacional es la prudencia, el cálculo previo a las acciones. Por ello, los acuerdos internacionales se respetan solamente si responden al interés en un momento dado. La expresión práctica del realismo político es la paz mediante el ejercicio del equilibrio del poder.
La esencia del realismo se basa en tres aspectos fundamentales: estatismo, supervivencia y autarquía. El estatismo refiere a la unidad central y casi excluyente para el análisis de las relaciones internacionales que, según la óptica realista, es el Estado-Nación. Las cuestiones que hacen a la supervivencia concentran la prioridad absoluta de la agenda internacional de los Estados-Nación. Finalmente, la autarquía refiere al hecho de que, en última instancia, a la hora de establecer el recuento para el balance de fuerzas definitorio, cada Estado sólo puede contar con sus propias fuerzas y recursos.
Con los antecedentes de Tucídides y Maquiavelo, Hans J. Morgenthau explicitó la teoría del realismo político en el siglo XX. En Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz, establece los principios del realismo político: la política, al igual que toda la sociedad, obedece a leyes objetivas que arraigan en la naturaleza humana: la teoría consiste en la verificación de los hechos y en darles sentido a través de la razón; el elemento principal del realismo político es el concepto de interés definido en términos de poder; ésta es una categoría objetiva de validez universal, pero no tiene un significado inmutable; los principios morales universales no pueden aplicarse a los actos de los estados en una formulación abstracta, sino que deben ser filtrados a través de las circunstancias concretas de tiempo y lugar; el realismo político considera la prudencia como la principal virtud política; se niega a identificar las aspiraciones morales de una nación en particular con los preceptos morales que gobiernan el universo; y considera imposible hablar de contradicción entre actitudes intelectuales y morales en materia política.
El realismo político mantuvo su plena vigencia desde la posguerra y durante el período de la Guerra Fría, que se extendió hasta la caída del Muro de Berlín, por lo que permite explicar en términos consistentes el comportamiento de las superpotencias neutralizadas mutuamente por su poder nuclear. Durante esa época, el realismo político contribuyó en modo sustantivo a la elaboración de políticas de mantenimiento de la paz mediante la construcción de un cuidadoso equilibrio de fuerzas entre las dos superpotencias nucleares. A pesar de una cierta desactualización del realismo frente a las nuevas problemáticas emergentes, la realpolitik continúa siendo esencial para la comprensión de las formas de actuación de los estados, no sólo en sus relaciones internacionales, sino también en sus acciones de política nacional. El actual unilateralismo de Washington y su doctrina de “guerra preventiva” constituyen ejemplos de esa vigencia.[5]
El racionalismo
El racionalismo –desde la vereda opuesta a la del realismo– plantea relaciones internacionales basadas en relaciones sociales que unen individuos de diferentes nacionalidades. El Estado pierde relevancia frente al individuo, y las relaciones internacionales poseen carácter cooperativo puro. Los conflictos surgen a nivel de dirigentes estatales, pero no al nivel de los individuos, quienes finalmente harán innecesarios a los estados. La actividad internacional predominante es el conflicto ideológico que, a través de las fronteras, divide a la sociedad humana en bloques antagónicos. Según esta escuela, la conducta internacional está dictada por imperativos morales que dividen a la humanidad en elegidos y réprobos, en oprimidos y opresores. Las cuestiones nacionales, tales como la independencia o la soberanía de los estados, no se plantean. Los determinantes de la paz mundial son la libertad individual, el libre comercio, la prosperidad y la interdependencia. En este marco, las naciones, guiadas por la autodeterminación de los pueblos, son responsables de una seguridad colectiva, cuya construcción conducirá a un gobierno mundial con capacidad de mediación y, en última instancia, de imposición de decisiones.
Además de las raíces kantianas del racionalismo, se destacan los aportes de Richard Cobden, creador del libre mercado, de Woodrow Wilson, promotor del panamericanismo con Latinoamérica, y de J.A. Hobson, fuerte crítico del imperialismo. Dentro de la tradición racionalista, se destacan el pensamiento idealista y el liberalismo. Entre los aportes del racionalismo se puede mencionar la constitución de la Liga de las Naciones en 1920, base del actual sistema de la Organización de Naciones Unidas creado en 1945 al término de la Segunda Guerra Mundial. Esta tradición también realizó aportes importantes para los procesos de integración regional, como la Unión Europea.
El estructuralismo
Si bien se fundamenta históricamente en el marxismo, el contexto predominante para el desarrollo del estructuralismo fue el proceso de descolonización que se inició a fines de la década del 50. La temática principal bajo análisis es el funcionamiento del sistema económico capitalista, y los problemas prioritarios que abordaron los estructuralistas fueron las relaciones entre centro y periferia y los mecanismos que generaron subdesarrollo o aquellos que lo impidieron. Ejemplos típicos de la visión estructuralista son la “teoría de la dependencia” de Raúl Prebisch (1964); los análisis de la “problemática centro-periferia” de Fernando Henrique Cardoso (1979); o las “teoría del sistema mundial” de Immanuel Wallerstein (1974).
El estructuralismo plantea que todas las relaciones políticas, sean nacionales o internacionales, tienen lugar en el marco de la economía capitalista. En coincidencia con el racionalismo, plantea que los estados no son actores realmente importantes. Pero este enfoque se diferencia cuando reemplaza al individuo por las clases sociales. La visión de Wallerstein se basa en una estructura de la economía mundial dominada por países centrales o desarrollados, que someten a los países periféricos o subdesarrollados. Los países semiperiféricos o en vías de desarrollo actúan como una suerte de amortiguador que aporta estabilidad al sistema mundial. La evolución de este sistema a lo largo del tiempo se caracteriza por la existencia de ciclos, tendencias y crisis recurrentes que ponen de manifiesto las contradicciones del sistema.
El transnacionalismo
Finalmente, la corriente trasnacionalista encontró un acelerado desarrollo a favor del proceso de distensión en las relaciones internacionales que se originó a partir de la disolución del modelo bipolar tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Con el cambio de la agenda, luego del fin de la Guerra Fría, perdieron importancia relativa las cuestiones de “alta política” –característica intrínseca de la seguridad militar– y el statu quo nuclear de la Guerra Fría, a favor de temas de “baja política”, como la cooperación internacional para el desarrollo, el medio ambiente, la lucha contra el crimen organizado, etcétera. En este marco, el análisis trasnacionalista se concentra en los problemas derivados de la actividad del ser humano en un mundo cada vez más complejo, donde la problemática prioritaria se concentra en los global issues relacionados con el medio ambiente, el desarrollo, la disponibilidad de recursos, los problemas de seguridad vinculados con el narcotráfico, la salud, entre otros. Estas temáticas hacen evidente el planteo sobre la pluralidad de actores que impulsan los trasnacionalistas. Así, los Estados-Nación, pese a su importancia, no son ya considerados los únicos actores de las relaciones internacionales. Entre otros, se agrega la actividad desplegada por empresas, ONGs, etcétera. Esta pluralidad de relaciones también pone de manifiesto otra característica a la que los trasnacionalistas prestan especial atención: la interdependencia de los actores, incluso los de distintas categorías. En este marco adquieren importancia las actividades de organismos supranacionales, las OIGs, que con sus reglas y convenciones limitan la actividad puramente estatal.
De alguna forma, puede considerarse que el transnacionalismo resulta del debate entre las teorías realista, racionalista y estructuralista, y de las crisis de esas teorías frente a los procesos de globalización. Autores como Joseph Nye (2004), cofundador junto con Robert Keohane de la teoría del neoliberalismo de las relaciones internacionales, entre otros, son los referentes de esta corriente.
Las teorías de las relaciones internacionales frente a lo institucional
Resulta interesante destacar las posiciones que cada una de estas teorías establece en relación con los procesos institucionales. Para el realismo político, centrado prioritariamente en los problemas de seguridad, por el equilibrio de fuerzas entre los que considera únicos actores determinantes de las relaciones internacionales, lo institucional está totalmente determinado o regulado por la acción estatal. Los realistas, concentrados en definir la mejor forma de administrar los conflictos, son escépticos frente la acción institucional de los sectores no gubernamentales.
Por su parte, los racionalistas centran en las instituciones sus esperanzas de lograr su objetivo de establecer un sistema internacional supranacional guiado por principios e ideales de validez universal que permitan alcanzar un estado de paz permanente.
Los transnacionalistas, que intentan una mediación de los conflictos surgidos en relación con el crecimiento económico, los problemas sociales, ambientales, y en consideración de la aparición de nuevos e importantes actores en continua interdependencia con los Estados-Nación, plantean –sin prejuicios a favor o en contra– que los procesos institucionales pueden ser aprovechados en todo lo posible para mejorar la gobernabilidad mundial.
Bibliografía
Alger CF (1976): “Relaciones Internacionales”. En Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, volumen 9, Madrid, Aguilar.
Cardoso FH y E Faletto (1979): Dependency and Development in Latin America. Berkeley, University of California.
Manning CAW (1954): Les sciences sociales dans l’enseignement supérieur. Relations Internationales. París, UNESCO.
Morgenthau HJ (1992): Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano.
Nye J (2004): Soft Power. The means to success in world politics. Nueva York, Public Affairs.
Prebisch R (1964): Towards a New Trade Policy for Development. Nueva York, United Nations.
Rosenau J (1993): “International Relations”. En The Oxford Companion to Politics of the World, Nueva York, Oxford.
Wallerstein I (1974): The Modern World-System. San Diego, Academy Press.
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[1] Constitución de la Cátedra Woodrow Wilson en la Universidad de Gales, seguida por la creación del Royal Institute of International Affairs en Londres y el Council on Foreign Relations en Nueva York.
[2] Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés, publicó Elementos de la ley natural y de la política (1640); De civie (1642) y Leviatán (1651), obra donde defiende el poder absoluto. Según él, toda sustancia es corporal y todos los fenómenos se reducen a movimientos mecánicos: niega así la existencia del alma; considera al espacio y al tiempo como representaciones imaginarias; considera que todas las personas tienen derecho a todo; que, percatados de que la paz es el mayor de los bienes, ponen todos sus derechos en manos de un soberano; deshace la teoría de la monarquía por derecho divino; y hace descansar el despotismo y el absolutismo sobre la base de un contrato.
[3] Carlos Marx (1818-1883), filósofo y político alemán, en 1845 publicó junto con Federico Engels el Manifiesto Comunista, fundante del socialismo científico o comunismo. En 1867, 1885 y 1894 se publicaron los tres tomos de El Capital, obra en la que realizan un análisis histórico y sistemático del sistema capitalista. Las ideas de Marx no sólo influyeron en la Revolución Rusa, sino que trascendieron al campo social y a los métodos de análisis utilizados en las distintas ramas de las ciencias sociales hasta nuestros días.
[4] Huig van Groot, llamado Hugo Grotius o Grocio (1583-1645), jurista y diplomático holandés, en 1609 publicó Mare Liberum, donde defiende el principio de la libertad de los mares frente a españoles, portugueses e ingleses. En De iure belli ac pacis (1625) combate la esclavitud e intenta prevenir y reglamentar las guerras, y constituye un verdadero código de derecho público internacional.
[5] Rusia, luego de sufrir un atentado checheno, anunció su adhesión a esta nueva doctrina preventiva. La actual guerra con Ucrania demuestra su puesta en práctica.