Del Parlamento del Mercosur y la representación

La representación política en el siglo XXI está en crisis, como lo está la política, la democracia y el Estado-Nación. La diversidad y el empoderamiento de las sociedades actuales está poniendo en jaque a la manera de organizarnos, y aunque la pandemia global desnudó algunas de las necesidades que explicaban por qué queríamos –y es necesario– organizarnos y vivir juntos, el sistema aun está en proceso de digerir –y encontrar– sus nuevas formas. ¿Cómo asegurar representación en la dirigencia de una sociedad cada vez más diversa? ¿Qué forma tiene que adoptar la democracia para que esa sociedad empoderada participe y se sienta parte de los destinos de la bandera a la que dice pertenecer? ¿Cómo se organiza un mundo de ciudadanías múltiples y actores poderosos que no siempre son Estados? ¿Quién se hace cargo de quienes quedan fuera del sistema y a quién le importan? ¿Cómo lidiamos con amenazas globales como las pandemias y el cambio climático, con representaciones débiles en las conducciones del los estados y actores poderosos que no representan a nadie, o solo a una parcialidad? Son muchos los interrogantes de este tiempo de transición humanitaria. Hay que saber que existen y laten ahí, cada vez que tratamos un tema, para no olvidar que caminamos en arenas movedizas, sin un camino ni límites marcados.

Somos parte del Sur Global o la periferia. No logramos aun acordar un modelo de desarrollo, y convivimos con vecinos en situaciones parecidas. Por razones estructurales o por propia incompetencia de nuestras elites, o por ambas, estamos en ese lugar incómodo de querer salir y sentir que cada vez es más difícil. En ese mundo caótico de muchos actores y nuevos espacios, al Sur no le queda otra que tratar de combinar voz propia. Podemos elegir ir solos a la cola de algún poderoso, pero es difícil pensar que esos poderosos se van a ocupar de nuestras debilidades, ya que no son las propias. En general elegimos, queremos elegir: la llamada “autonomía estratégica”, que es tener la posibilidad de elegir nuestro rumbo, pudiendo sopesar costos y beneficios de cada decisión. Autonomía que los países europeos –desarrollados y en desarrollo– decidieron trabajar juntos y que a nuestra región le está costando muchísimo, tanto como acordar domésticamente su propio destino, pendulando de un lado a otro sin ponernos de acuerdo.

Todo esto para decir que la necesidad de acordar es inherente a la vocación de autonomía. Por eso, el reto es tomar las organizaciones que nos unen y dotarlas de herramientas propias de este siglo, a fin de hacerlas efectivas para nuestros pueblos. El Parlasur se creó en 2005, sustituyendo la Comisión Parlamentaria Conjunta. Es un órgano unicameral que pretende un espacio común para la representación de los pueblos de los países que integran el Mercosur. Incluye a todos los territorios y los partidos políticos de cada país. Esa es su riqueza. Si bien en su Protocolo Constitutivo dispone la elección de sus miembros, tuvo inicialmente 18 representantes por país de los legisladores nacionales. En Argentina se aprobó la ley para su elección directa en 2014, siendo hasta ahora el único que cumple con esa disposición, por eso cuenta con 43 –19 nacionales, más uno por cada distrito. Cuando lo hagan directamente el resto de los países –el plazo es hasta 2030– habrá 75 por Brasil, y Paraguay y Uruguay mantendrán 18. Venezuela, si volviera, tendría 33.

Como ocurrió con el Parlamento Europeo, la posibilidad de incidir es evolutiva. Hoy no es vinculante, pero en la medida que robustecemos las instituciones de participación, está en el horizonte convertirse en órgano legislativo del Mercosur. Por supuesto, la desconfianza de nuestros pueblos sobre la política y todo lo que organiza sus propios estados se traslada a este tipo de instituciones, que las ven lejanas y poco efectivas para sus problemas reales y concretos. Sin embargo, reconstruir esa confianza es responsabilidad de la dirigencia, y es ella la primera que tiene que volver a creer en que necesitamos instituciones robustas, que aseguren la representación de sus sociedades y que tengan capacidad de incidir en decisiones que marcan los rumbos de sus naciones.

El actual presidente del Parlamento del MERCOSUR es el uruguayo Mario Colman. Al asumir adelantó que durante su presidencia propondrá que en todos los temas de agenda regional el PARLASUR tendrá iniciativa legislativa y podrá sancionar normas subordinadas a la aprobación de los parlamentos de los países miembros, combinando así la necesaria coordinación internacional en temas comunes con las potestades de las instituciones nacionales. Tiene 16 comisiones, que incluyen un Observatorio de la Democracia, que participa en las elecciones de los países, y una de seguimiento del acuerdo Mercosur-Unión Europea.

Hay varios temas de la agenda regional y muchos otros de la agenda global que requieren el compromiso de todas las sociedades. Los globales incluyen desde el debate medioambiental por el calentamiento global y los estándares que empiezan a exigirse –tanto comerciales como de inversión– hasta el Tratado Pandémico, el reglamento Sanitario Internacional y la Declaración de Prevención y Preparación de Pandemias. Son temas de alto impacto en nuestros países que no pueden quedar solo en manos de países y actores poderosos –como los laboratorios. Pero también tenemos las vinculaciones con las empresas de datos y comunicaciones, y el manejo de áreas vinculadas al ciberespacio o al espacio exterior.

En la agenda regional hay muchos pendientes: los corredores bioceánicos; la guarda y explotación del Atlántico Sur; la ciudadanía común; la articulación y formalización de Pymes y el cooperativismo; la integración militar y de capacidades de defensa; la urgente necesidad de agilizar mecanismos de procedimientos comunes aduaneros y migratorios; y la homologación directa de los títulos educativos en todos sus niveles, para mencionar solo algunos temas.

Las palabras importan. Unen o lastiman. El diccionario dice que parlamentar es entablar conversaciones con la parte contraria para zanjar cualquier diferencia. El Parlasur debe dar esa conversación indispensable sobre nuestras diferencias y coincidencias. Para crear oportunidades y minimizar amenazas. Pero, sobre todo, para revitalizar una agenda del Mercosur que necesita actualizarse, y nada le da más legitimidad a ese cambio que la participación genuina de sus pueblos.

 

María Lourdes Puente es directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Católica Argentina. Fue precandidata por CABA al Parlasur de la lista “Hacemos por nuestro País”.

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