Cambios de gabinete

División y problemas de liderazgo en el peronismo

Apenas unos meses después del contundente triunfo logrado por el Frente para la Victoria (FPV) –expresión hegemónica dentro del peronismo de esos tiempos– en las elecciones presidenciales de 2011, se inició un proceso de fragmentación dentro de la fuerza gobernante que se extendió durante años y describimos en su oportunidad en el primer número de Movimiento, en junio de 2018. La división del peronismo trajo como resultado una serie de reveses electorales en 2013, 2015 y 2017.

 

Frente de Todos: victoria electoral, pero ausencia de liderazgo

La decisión de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) de elegir como candidato a presidente de la Nación a Alberto Fernández (AF) y la posterior construcción del Frente de Todos (FDT) lograron reunificar electoralmente a la gran mayoría del justicialismo y permitieron el triunfo en las elecciones presidenciales de 2019, pero no solucionaron el asunto del liderazgo interno. Fue una alianza entre diferentes sectores peronistas, pero de la que no emergía una nueva conducción. CFK demostró presidir un sector imprescindible pero insuficiente para concretar una victoria electoral. Que no pudiera encabezar ella misma la fórmula presidencial dejaba en evidencia sus limitaciones.

A su vez, fue una estrategia que resultó exitosa, pero la política no se reduce a las cuestiones electorales. Un éxito de este tipo es una etapa de un asunto más amplio. El general Perón enseñaba que la política estaba constituida por dos procesos: un proceso cuantitativo –tener votos– para llegar al gobierno y uno cualitativo –personas capaces y organización– para gobernar (Perón, Discurso pronunciado el 24 de mayo de 1974 en el Teatro Nacional Cervantes ante el Congreso Nacional Justicialista). Este segundo aspecto no logró tener el mismo nivel de efectividad. Al inicio del gobierno del FDT se hizo una extraña división de los cargos. Se hizo común hablar de “loteo” y se privilegió el componente “cuantitativo”, cuando para la gestión –si nos ceñimos a lo aconsejado por Perón– es preciso seguir un criterio cualitativo.

En general, se suele caracterizar al FDT como una alianza basada en tres partes. En ese sentido, podría interpretarse la llegada de Sergio Massa (SM) a cierto lugar de predominio en la gestión presidencial como un arribo de la tercera “pata” de la coalición. Pero consideramos que más preciso sería decir que el FDT ha sido una alianza entre diversas agrupaciones políticas, pero, sobre todo, entre dos grandes sectores: por un lado, se encuentra el grupo –actualmente mayoritario– del peronismo y otras tradiciones que reconoce el liderazgo de CFK; por el otro, se ubican diferentes líneas del peronismo con poder territorial que no lo reconocen –tampoco tienen uno alternativo y están en búsqueda de una conducción desde hace años– pero que tampoco logran construir un polo de poder de semejante representación. Entendido así, podemos ver la incorporación de SM al gabinete como una nueva etapa de gestión del sector aliado a CFK. Es más, en buena medida la conformación del FDT tuvo como principal objetivo sumar a SM. Eso era claro para varios dirigentes, especialmente del peronismo bonaerense, que pensaban en los primeros meses de 2019 que era fundamental hacer un acuerdo con él para sumar “los puntitos que faltan” para ganar las elecciones. Este interés es fácil de explicar: al inicio de este artículo se recordó las derrotas de 2013, 2015 y 2017, y en todas ellas SM se ubicó por fuera del armado principal peronista, lo que hacía necesario su retorno. Asimismo, la misma CFK, en el acto de Resistencia del 5 de mayo de 2022, al hablar de “disputas de poder”, señaló que no podría existir tal situación con AF, porque cuando lo había elegido “no representaba a ninguna fuerza política”. En cambio, mencionó implícitamente a SM y expresó que él sí contaba con un partido político y con legisladores, legisladoras y gobernadores que le respondían. Según la misma vicepresidenta, AF no tenía poder y sí lo poseía el conductor del Frente Renovador.

 

Massa ministro: una nueva etapa

La asunción de SM como ministro de Economía ha provocado diversas manifestaciones. Por un lado, se verifica la sensación que se está en presencia de una nueva etapa. Pero no faltan quienes piensan que lo que se viene es “más de lo mismo”. Lejos de caer en esa polaridad, es posible rescatar algo de ambas posturas. Por un lado, el anuncio de medidas (3 de agosto de 2022) del nuevo ministro basadas en los principios del “orden fiscal, superávit comercial, fortalecimiento de las reservas y desarrollo con inclusión social” muestra cierta –mucha– continuidad con lo establecido por Martín Guzmán y que había confirmado Silvina Batakis. Asimismo, se ha ratificado la política tarifaria y la quita relativa de subsidios –la llamada “segmentación energética”–, la mirada “fiscalista” y, sobre todo, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que fueron los puntos que generaron más tensión entre el sector político liderado por la vicepresidenta de la Nación y el anterior ministro. En el mismo sentido, el nuevo secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, planteó (el 4 de agosto) que en su área habría continuidad de las políticas llevadas adelante por el ministro Julián Domínguez. Pero también está claro que la figura de Massa tiene mayor densidad política que los ministros anteriores, y la política, se sabe, no se reduce a la enunciación de objetivos o medidas, sino a la capacidad de implementarlas.

 

Incógnitas: nuevo liderazgo o más poder de veto

El profundo avance del sector de Massa en el gabinete nacional corre paralelo a la merma de poder presidencial. Eso está claro. El presidente AF amagó varias veces, pero nunca pudo construir un poder propio –o no quiso: el pasado 19 de julio, en Pila, manifestó que no quería liderar, porque eso significaría romper con CFK. El llamado “albertismo” nunca dejó de ser una mera potencialidad. Hace pocas semanas quedó en evidencia la disminución de su margen de maniobra, cuando con menos de un mes de diferencia –entre el 6 de junio y el 2 de julio– fueron desplazados del gabinete dos de sus principales colaboradores: Matías Kulfas y Martín Guzmán, que habían sido blanco de críticas por parte de la vicepresidenta en un acto público que tuvo lugar en la capital chaqueña el 5 de mayo pasado (ver Movimiento, 40).

Pero la gran incógnita es determinar cómo será la vinculación entre la vicepresidenta de la Nación y el ministro de Economía. Desde el inicio del mandato presidencial existieron tensiones entre AF y CFK. En una primera etapa se mantuvieron en silencio o disimuladas, pero se percibían en algunas ocasiones. Por ejemplo, se hicieron evidentes luego del acto de celebración de un nuevo aniversario del día de la Independencia nacional del 9 de julio de 2020. En aquella oportunidad, el presidente hizo partícipes del acto, entre otros, a representantes del llamado “Grupo de los Seis”: Cámara Argentina de la Construcción, Sociedad Rural Argentina, Cámara Argentina de Comercio, Asociación de Bancos Argentinos, Bolsa de Comercio de Buenos Aires y Unión Industrial Argentina. Horas después, CFK recomendó por la red social Twitter un artículo escrito para Página/12 por Alfredo Zaiat, “La conducción política del poder económico”, en donde se criticaba la elección de los actores empresariales invitados y la inconsistencia de buscar un proyecto de desarrollo nacional en conjunto con esos grupos. Mucho más notorias y públicas fueron las diferencias luego de la derrota en las elecciones legislativas de 2021, y se hicieron patentes en críticas a diversos funcionarios y en un claro cuestionamiento al arreglo acordado con el FMI.

Durante toda la gestión de AF –pero especialmente ante las negociaciones y el posterior acuerdo recién mencionado– la vicepresidenta emergió como una figura con poder de veto. Entendemos que no rigió los destinos del gobierno, pero mostró su oposición y empleó su capacidad para vetar toda política que consideraba mal orientada o mal ejecutada. CFK no buscó gobernar, solo se limitó a vetar. Con respecto a este tema, creemos necesario hacer una breve reflexión. George Tsebelis (1995) ha aportado elementos para evaluar el modo en que se pueden modificar las políticas públicas en los sistemas políticos democráticos. Sugiere que se debe clasificar a los sistemas políticos nacionales según su número de “puntos de veto”, cuyos titulares tengan la capacidad de bloquear –vetar– el cambio de política. Inspirados en ese autor, Leslie Elliot Armijo y Philipe Faucher (2005) indican que Tsebelis y otros distinguen entre “puntos de veto” (veto points) y “jugadores con veto” (veto players): aquellos actores cuyos titulares deben aceptar explícitamente el cambio de política para que se haga efectiva, porque, si no lo hacen, tienen la facultad de vetarlo. Armijo y Faucher (2005) analizan diversos escenarios posibles, pero no es mi finalidad reseñar todo ese complejo entramado. Sí es dable indicar que los autores señalan que cuando hay actores que ponen en acto su capacidad potencial de veto se genera una fuerte restricción sobre el encargado del poder ejecutivo: el presidente requiere de ese consentimiento si pretende llevar adelante una política pública. Repetimos: cuando los jugadores con poder veto no están de acuerdo con alguna política anhelada por el presidente, se hace extremadamente difícil implementarla. Por último, los autores manifiestan que el jugador con capacidad de veto –aquel que es capaz de bloquear, pero no de iniciar un cambio de política– puede llegar a producir –en alguno de los escenarios posibles– polarización, estancamiento de las políticas y, habitualmente, un declive en la legitimidad política. En el caso que nos ocupa, consideramos que la utilización por parte de la vicepresidenta de su poder de veto ha generado cierta disfuncionalidad en la gestión del gobierno nacional. ¿Seguirá CFK ejerciendo ese poder de veto sobre las decisiones del nuevo ministro de Economía? No son pocos los temas en los que pueden llegar a tener diferencias… En última instancia, no era el plan de CFK apoyar a SM. Tampoco lo era ceder el primer lugar en la fórmula presidencial en 2019. CFK cede de acuerdo a sus necesidades y limitaciones. Entendemos que el apoyo que CFK le otorga a SM es similar al que le ofreció a AF al inicio de su mandato.

Otra incógnita es ver si podrá SM ejercer algún tipo de liderazgo en la gestión. No parece sencillo que logre solucionar la crisis de liderazgo en la que se encuentra inmerso el Movimiento Nacional desde hace una década. Consideramos que la falta de liderazgo es la principal causa de la crisis de gestión que observamos desde el comienzo mismo del actual mandato presidencial.

 

Una mala experiencia

La historia electoral argentina ostenta un dato realmente llamativo: en cinco oportunidades un exministro de Economía de la Nación alcanzó el tercer puesto en una elección presidencial: Álvaro Alsogaray en 1989, Domingo Cavallo en 1999, López Murphy en 2003 y Roberto Lavagna en 2007 y 2019. En cambio, es menos frecuente que alguien llegue a ser ministro de Economía luego de obtener esa misma tercera ubicación. SM repite ahora un hecho que sólo se ha dado una vez en la historia argentina: Domingo Cavallo, tercero en las presidenciales de 1999, recaló en el Palacio de Hacienda en marzo de 2001. La experiencia fue pésima. Llegó con la expectativa de acomodar la situación económica, pero renunció apenas nueve meses después, en medio de caos y protestas de todo tipo.

 

Fernando Henrique Cardoso: ¿el espejo deseado?

No pocos creen que el anhelo de Massa es seguir el ejemplo exitoso de Fernando Henrique Cardoso, nombrado ministro de Hacienda por el presidente Itamar Franco hacia mayo de 1993. A fin de detener la alta inflación –que había llegado a casi 1.200% en 1992– se emprendieron diversas medidas. La más notable de ellas fue el llamado Programa de Acción Inmediata (PAI), lanzado en junio de 1993 por el flamante ministro. La finalidad fue detener la hiperinflación en base a la contención de gastos públicos, e implicaba seguir con las privatizaciones. También postulaba un control y una fiscalización rígida de los bancos estaduales y el saneamiento de los bancos federales. Sobre la apertura comercial y el papel del Estado, el PAI expresaba que el gobierno seguiría con el proceso de apertura del comercio exterior brasileño. También ya existía la percepción de la necesidad de efectuar una reforma monetaria en la óptica del equipo económico. Esto implicaba la formulación de un plan más amplio. En este sentido, ya en diciembre de 1993, el ministro Cardoso presentó las líneas generales del Plan Real, cuyo éxito –que se verificó en una reducción abrupta de la inflación durante 1994– decidió al presidente Itamar Franco para apoyar a su antiguo ministro de Hacienda en las elecciones presidenciales de octubre de 1994. Fernando Henrique Cardoso resultó ganador.

Controlar la inflación es para Massa –como lo fue para Cardoso hace casi 30 años– la más urgente demanda de la sociedad. Está claro que hay diferencias notables y de todo tipo entre ambas situaciones. No parece sencilla la tarea, pero es probable que una buena gestión en estas cuestiones le sirva de plataforma electoral al nuevo ministro, y ahí deben radicar las expectativas de Massa, quien siempre se caracterizó por poseer una personalidad audaz. Hoy por hoy, el exintendente de Tigre apenas conserva una mínima cuota del caudal electoral que supo tener. El desafío que tiene es grande. Que Dios lo inspire.

 

Referencias

Armijo LE y P Faucher (2005): When do countries cope well with external shocks? The politics of bouncing back an Argentina and Brazil. https://citeseerx.ist.psu.edu.

Perón JD (1988): Perón. Discursos completos. Tomo IV. Buenos Aires, Megafón.

Tsebelis G (1995): “Decision Making in Political Systems: Veto Players in Presidentialism, Parliamentarism, Multicameralism and Multipartyism”. British Journal of Political Science, 25.

Share this content:

Deja una respuesta