Repensar la fraternidad

Reseña del libro de Enrique Del Percio: Ineludible Fraternidad: Conflicto, Poder y Deseo. Buenos Aires, CICCUS, 2014, 240 páginas

Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera”, recita un clásico de la literatura nacional, estrofa en la cual podemos vislumbrar un elemento idealista sobre la fraternidad, un deber ser. Analizando el contexto, advertimos el elemento realista que se esconde en ella: las relaciones horizontales estimulan el conflicto. Enrique Del Percio da cuenta de esto en su obra, con su característica impronta: desde los orígenes de la humanidad existieron conflictos entre hermanos –Caín y Abel, Rómulo y Remo, Atenas y Poseidón, entre otros– que reflejan ese conflicto latente entre Fraters.

Definir la fraternidad no es tarea sencilla, pero, tal como ejemplifica el autor, uno sabe cuándo se está frente a ella. Al pensar la fraternidad, uno es conducido hacia una analogía con los hermanos en el seno familiar, pero al referírsela como catacresis nos habla de la radicalidad del conflicto como constitutivo de la vida social, debiendo ser tratada como una categoría política.

La Revolución Francesa ha empuñado sus banderas en búsqueda y defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque esta última no ha tenido el mismo desarrollo que las otras. El Derecho da muestra de ello: existen regulaciones que garantizan el respeto y la exigibilidad de los dos primeros postulados, pero esto no sucede con la fraternidad. La fraternidad es anterior al Derecho y debe ser asumida como ineludible, o –de lo contrario– la legislación generaría injusticias estructurales. Esta aceptación de la condición fraterna de ningún modo refiere a la imposición de lo que es justo o bueno de unos sobre otros. Del Percio aclara que este universal alude al universal situado, término acuñado y desarrollado por Mario Casalla, que no debe entendérselo como una mera tolerancia hacia la diferencia. Asimismo, el autor del libro invita a pensar desde las víctimas, no solamente desde la ética, sino más bien para obtener una mayor comprensión de los conflictos –no solo históricos, sino también los actuales–, eliminando así aquellas limitaciones impuestas por el discurso hegemónico occidental.

Para el desarrollo de sus ideas, Del Percio toma distancia de las corrientes que dan preeminencia al individuo por sobre la sociedad o de la sociedad por sobre el individuo, señalando que debemos concebir al individuo y a la sociedad como relación, esto es: en clave fraterna. Con ello, apunta a una resignificación de la libertad y la igualdad, como liberación y justicia social, respectivamente.

Como ya se ha hecho mención, las relaciones horizontales estimulan el conflicto. Conforme a su contenido, los conflictos han sido categorizados como protagonismo –cuando las partes poseen un objetivo en común– y como antagonismo –cuando el móvil inmediato es vencer o eliminar al otro. El conflicto como protagonismo puede ser canalizable o articulable. En el primero es posible un acuerdo por un objetivo en común para todas las partes del conflicto, mientras que el segundo sucede entre sectores subalternizados que articulan sus demandas frente a un enemigo en común. A su vez, en el conflicto como antagonismo no hay acuerdo posible. Puede darse como litigio, cuando un sector le imputa a otro una falta y éste puede defenderse porque existe un lenguaje común. En cambio, cuando sucede con sectores subalternos, éstos siquiera son escuchados o visibilizados, resultando en el diferendo. En este último caso, no se refiere a “los que no tienen voz”: la tienen, pero son inaudibilizados, siendo la tarea del intelectual –en términos de fraternidad– oficiar como una suerte de traductor.

Del Percio señala que la labor de una política fraterna conduce a lograr una transformación del diferendo en litigio, para luego –tarea nada sencilla– pasar a un protagonismo canalizable.

Toda la temática desarrollada en esta obra surge de un contexto social e histórico que no es dejado de lado. El surgimiento de la burguesía es parte importante de este proceso. La misma fue acompañada de la elaboración de sus propias teorías por los clásicos autores que se sucedieron durante los orígenes y el desarrollo de los Estados naciones, los cuales propiciaban las banderas de la libertad, la igualdad (formal) y de una fraternidad en desmedro tanto del paternalismo de las monarquías, como de las aristocracias, pero prescindiendo de la condición fraterna del otro. En este marco, resulta imposible la noción de una fraternidad originaria.

Estos temas y más –que por razones de brevedad no han sido aquí tratados– se encuentran en extenso claramente explicados en la obra: la considero un valioso e interesante aporte, no solo por generar en el lector una visión desde una perspectiva original –produciendo así una apertura intelectual–, sino además por otorgar una herramienta sumamente útil de análisis para una mayor comprensión del ayer y el hoy.

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