Sindicatos: la mejor defensa es un buen ataque

Hace unos días participé de una charla debate que se llevó a cabo en un stand intersindical en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El tema que nos convocó fue cuáles son los desafíos que tiene el sindicalismo ante la actual crisis. La finalidad del presente artículo es repasar algunos de los puntos sobre los que estuvimos reflexionando e intercambiando opiniones.

 

¿Qué hacer ante la crisis?

En primer lugar, es importante recordar que el término crisis –en su origen helénico– hace referencia a una “separación”, a una “distinción”. En particular, está ligado a la división de la paja del trigo: se vincula a la tarea de quitar lo inútil, lo perjudicial, para quedarse con lo bueno y valioso.

Ante la actual situación no faltan voces contrarias al movimiento obrero que pretenden culpar a los sindicatos de los problemas. Ambicionan anular toda su capacidad apreciable para generar un orden social justo. Según esta mirada, las leyes laborales son la causa de la falta de empleo, y las paritarias son responsables de la inflación. Hace pocos días, una precandidata presidencial calificó de “robo” al régimen indemnizatorio laboral, siendo coherente con una actuación que viene desplegando desde hace más de dos décadas en contra de los trabajadores. Es evidente que hay sectores interesados en querer borrar a las organizaciones gremiales. Anhelan que la crisis suprima la acción sindical. Pero a la voluntad de los detractores del movimiento obrero nacional se le debe oponer una acción contundente de reivindicación de lo mejor y más valioso del sindicalismo argentino.

 

Cuatro aspectos del sindicalismo argentino

Ante encrucijadas como las planteadas, es importante destacar toda la potencialidad del movimiento obrero argentino. Consideramos que son cuatro los aspectos principales de la actividad del sindicalismo nacional:

a) Negociación colectiva. Esta faceta está estrictamente vinculada con su naturaleza gremial y comporta la defensa cotidiana de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Incluye la disputa por las remuneraciones y las condiciones generales de trabajo. Apunta a la dimensión material, aunque habitualmente la excede. Lo sintetizamos en la negociación colectiva, toda vez que entendemos –siguiendo a Rodolfo Capón Filas– que representa un instrumento de lucha para lograr condiciones válidas de justicia social.

b) Aspecto espiritual y moral. Esta segunda faceta excede lo material. Va más allá de la cuestión remunerativa y de las condiciones laborales o de higiene. Perón siempre se encargó de señalarles a los trabajadores que los bienes económicos constituían apenas la base material de la felicidad humana y un medio, ya que el fin del ser humano se encuentra en el destino superior de los valores eternos y espirituales (Mensaje a la Asamblea Legislativa, 1952). En particular, inició su diálogo con las organizaciones sindicales remarcándoles insistentemente que era necesario elevar el nivel cultural de los trabajadores y las trabajadoras. Así se comprende, entre otros, el impulso a los valores religiosos; el estímulo al mejoramiento moral que contenía la recreación semanal; la capacitación en diversas disciplinas; el aliento a las prácticas deportivas; el turismo social para aprovechar el descanso anual y descubrir diversos paisajes de la geografía nacional; las publicaciones y las bibliotecas sindicales; la protección a la familia.

Hasta aquí hemos repasado lo que constituye el núcleo central de las conquistas del movimiento obrero organizado en nuestro país. Eso se ha logrado y debe continuarse con la defensa de esas conquistas. Pero es imprescindible avanzar más. Incluso en estos momentos críticos y de múltiples embestidas, el sindicalismo argentino debe aspirar a más. Marechal decía que de los laberintos se sale por arriba. Sun Tzu aconsejaba realizar ataques inesperados como un buen método de defensa. Ante la crisis, el movimiento obrero organizado debe sostener lo logrado, pero debe ir más allá y apuntar a ser un actor todavía más importante en la escena política nacional. Los últimos dos aspectos están orientados en esa dirección.

c) Elaboración de un programa político. Una de las características centrales del Modelo Sindical Argentino es su aspiración política, que amplía los objetivos meramente gremiales. Esto es consecuencia de la prédica de Perón. El 12 de septiembre de 1945, el entonces secretario de Trabajo y Previsión expresó a los trabajadores que “no hay que creer que reclamar un salario es todo cuanto debe hacerse, ni que la tarea está terminada con la sola obtención de las conquistas materiales a que el trabajo da derecho. No: es necesario pensar que hay un programa integral que cumplir”. A lo largo de la historia las organizaciones sindicales expresaron sus posiciones políticas. No sólo en los años del gobierno peronista. También sucedió con el peronismo depuesto y en la resistencia. Son famosos los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), en los cuales se planteaban asuntos como la integración latinoamericana, la diversificación del mercado internacional, una política internacional independiente, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, entre otras propuestas políticas, excediendo –en mucho– lo estrictamente gremial. Esa es la auténtica tradición del sindicalismo peronista y debe ser honrada.

d) Participar en la realización del programa político. Pero hay todavía algo más relevante que elaborar un programa político: concretarlo, hacerlo realidad efectiva. Apenas unas semanas después del discurso citado en el apartado anterior, el mismo Perón firmó, a inicios de octubre de 1945, el célebre decreto 23.852 que dio nacimiento al modelo de unidad promocionada que define a la organización sindical de nuestro país hasta hoy. En aquella norma trascendental para la historia del movimiento obrero argentino se estipuló –en el artículo 33, inciso 4– la facultad exclusiva para los sindicatos con personería gremial de intervenir en la negociación colectiva y celebrar convenios de esa índole. Hasta ahí lo más sabido y divulgado, pero mucho menos conocido es el inciso siguiente, el 5, donde se estableció que era otro derecho exclusivo de los sindicatos con personería gremial “colaborar con el Estado, como órganos técnicos y consultivos, en el estudio y solución de los problemas concernientes a su profesión”. Nos encontramos aquí con la clara intención de Perón de convertir a los sindicatos en elementos centrales de la gestión gubernamental. Entendemos que la participación del movimiento obrero en la administración política es esencial, debido a los grandes saberes que cada sindicato tiene sobre cada una de sus actividades, profesiones u oficios. El sindicalismo argentino puede y debe ser parte de la acción del gobierno. Tiene mucho para ofrecer al país y para servir al bien común de la Patria. Con sus conocimientos técnicos sobre cada una de las áreas de su incumbencia, puede asistir y ayudar a la resolución y el arreglo de diversos asuntos. No negamos la importancia de ocupar cargos legislativos en el nivel municipal, provincial o nacional, pero evaluamos mucho más importante cumplir un rol predominante en tareas de índole ejecutiva.

Los cambios tecnológicos que se vienen produciendo en el mundo no afectan estas premisas. Al contrario, los saberes específicos que posee cada una de las organizaciones sindicales sobre la materia que les compete las hace actores todavía más necesarios. De hecho, existen experiencias que comprueban tal afirmación. Esta situación debe extenderse a la mayor cantidad de ámbitos posibles para fortalecer a los gremios y mejorar la gestión de la República.

Para finalizar, querría efectuar una breve analogía con la selección nacional de fútbol que ha conmovido a todos los argentinos. La “Scaloneta” ha probado que es muy importante tener un gran arquero como “Dibu” Martínez y defensores aguerridos como Otamendi y “Cuti” Romero. También es importante para los sindicatos defender las conquistas de orden material y espiritual. Pero para ser campeones del mundo no alcanza con proteger el arco propio. Es preciso elaborar juego, como hacían los mediocampistas, y concretar las situaciones de gol en el arco contrario. Sin los goles de Messi no habríamos sido campeones del mundo. El sindicalismo argentino recién va a llegar al máximo de sus capacidades cuando planifique políticas y –lo más importante, toda vez que mejor que decir es hacer– cuando intervenga activamente para que ese programa sea puesto en práctica y sea una realidad efectiva y concreta que beneficie a los argentinos y las argentinas, otorgándole felicidad al pueblo y grandeza a la Nación. Que así sea.

Share this content:

Deja una respuesta