Movimiento Obrero Argentino: hacia el movimiento de trabajadores

Visión sindical: proyecto a futuro

El sindicalismo argentino transita una etapa histórica particular. Sigue siendo uno de los movimientos mejor organizados, más representativos y con mayores derechos laborales y sociales de América Latina y de gran parte del mundo. Solo en los países industrializados de Europa, y en especial en los Nórdicos, el sindicalismo mantiene –a partir del proceso de reconstrucción como resultado de la segunda gran guerra– un nivel de participación en el diálogo como contraparte social. El sindicalismo allí es parte fundamental del proyecto del Estado de Bienestar.

El Modelo Sindical Argentino cumple el principio de “unidad” y la propuesta estratégica de que “solo la organización vence al tiempo”, después de que el coronel Perón impusiera desde la Secretaría de Trabajo y Previsión que el sindicato es “una organización de bien público”. Los trabajadores y las trabajadoras se organizaron por rama o sector de la economía, lo que consiguió que todos los trabajadores y las trabajadoras del sector fueran del mismo gremio y en consecuencia miembros de la misma organización, representados por la organización más numerosa y administradora del Contrato Colectivo de Trabajo. Esto formalizó la representación y la participación de las trabajadoras y los trabajadores organizados en la actividad política y económica de la sociedad.

A partir de 1955, con el derrocamiento del gobierno del presidente Perón, los trabajadores, las trabajadoras y el sindicalismo vienen sufriendo un ataque sistemático con la intencionalidad de los sectores económicos concentrados nacional e internacionalmente de –si fuera posible– hacer desaparecer al sindicato como contraparte social. A pesar de notables retrocesos –entre los que hay que contar que se haya posibilitado la inscripción de más de 3.000 organizaciones, entre ellas, algunas mini-organizaciones sin ningún tipo de poder; la penetración de infiltrados; o el arribo de individuos oportunistas y corruptos– no han logrado desplazar a la CGT como eje y representación mayoritaria de las trabajadoras y los trabajadores organizados.

Algunos suponen que sus creencias ideológicas –a veces puristas– son el camino, al margen del conjunto del colectivo que pretenden representar. Con frecuencia quedan al margen de las soluciones, atrapados en un refinamiento estéril. Otros, muchas veces alejados de los rigores del trabajo físico, suponen que los sindicalistas son todos corruptos, sin comprender que también son sindicalistas miles de trabajadores y trabajadoras que todos los días, junto a sus representados y representadas, bregan desde sus lugares de trabajo para lograr que la armonía de las buenas costumbres y el respeto a los deberes sindicales y sociales permitan el buen desempeño de sus tareas.

El tema es que toda la dirigencia, en función de los intereses fundamentales, debe comprender que el desafío es trabajar por la unidad del conjunto. Las organizaciones y dirigentes de la CGT, de las CTA y de las y los trabajadores organizados en estructuras de la economía popular y de excluidos y excluidas, deben ser parte de una misma organización, ya que todos, incluidos los desempleados y las desempleadas, son trabajadores y trabajadoras. Ellas y ellos, nucleados en la CGT como estructura madre, deben darse una política para el conjunto. Solo así podremos lograr retomar el protagonismo que nunca debieran haber perdido.

 

Carlos Pancho Gaitán es vicepresidente de la Fundación Promoción Humana.

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