El sector forestal y su potencial para dinamizar las economías regionales

“La solución empieza por comprender y aceptar una simple verdad: nuestras economías están incrustadas en la naturaleza, no son externas a ella (Partha Dasgupta, 2021).

La salida de la crisis actual requiere, entre otros factores, dinamizar la producción y el trabajo, generando valor agregado local con arraigo e inclusión social. La relación dialéctica virtuosa entre ambiente y desarrollo tiene el potencial de transformar las economías regionales para avanzar hacia una Patria libre, justa y soberana. La biodiversidad y los servicios ecosistémicos proporcionan beneficios a la sociedad que están invisibilizados en las medidas que se emplean actualmente para medir el éxito económico, como el PBI (Dasgupta, 2021).

Se estima que cerca del 50% del PBI mundial depende de manera moderada o alta de la naturaleza, esto es, de los bienes y servicios ecosistémicos (Deutz et al, 2020). El valor anual de estos servicios se ha calculado entre 125 a 140 mil billones de dólares: una vez y media el tamaño del PBI mundial, un valor que, como se dijo, está invisibilizado (OCDE, 2019). A pesar de su importancia, la biodiversidad de nuestro planeta atraviesa una situación crítica y tiene una vinculación estrecha con el desafío del cambio climático (PNUMA-WCMC, 2020). Por este motivo, se busca generar sinergias entre ambas agendas, en el entendimiento que el avance en la implementación del Convenio sobre la Diversidad Biológica y su Marco Mundial posterior a 2020 podría catalizar las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático.

Una de las acciones promovidas es la restauración de ecosistemas, así como su conservación y uso sustentable, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero derivados del cambio del uso del suelo y su uso no sustentable. Así, en 2021 comenzó el Decenio de las Naciones Unidas sobre la restauración de ecosistemas, cuyo objeto es “poner fin a la degradación de los ecosistemas y restaurarlos para cumplir los objetivos mundiales. Contar con ecosistemas saludables es la única forma de mejorar los medios de subsistencia de las personas, contrarrestar el cambio climático y detener la pérdida de la biodiversidad” (PNUMA-FAO, 2022).

En este contexto, es preciso concretar el potencial del sector forestal que, por décadas, ha permanecido adormecido, a excepción de las provincias del litoral. Hay que recordar que ya en 1948, la Ley 13.273 de Defensa de la Riqueza Forestal declaró de interés público la defensa, el mejoramiento y la ampliación de los bosques. La ley contemplaba la clasificación de los bosques en protectores, permanentes, experimentales, montes especiales y de producción. La definición de bosques de producción abarca tanto bosques nativos como cultivados, siempre que sea posible “extraer periódicamente productos o subproductos forestales de valor económico mediante explotaciones racionales”. Se promovía el manejo forestal a perpetuidad, a cuyo fin, entre otras medidas, se incluyeron instrumentos fiscales de promoción.

Nuestro país posee unos 50 millones de hectáreas de bosques nativos –estimado tomando datos del inventario inicial y declaraciones del ordenamiento territorial de bosques nativos (OTBN) formuladas por las provincias– y alrededor de 1,2 millones de hectáreas de bosques cultivados. Corrientes y Misiones alcanzan el 31% y el 29% del total de bosques cultivados. En 2015, las actividades vinculadas con la silvicultura, la extracción de madera y servicios conexos daban cuenta del 0,2% del PBI y cerca del 2% del PBI del sector agropecuario, con unos 10.000 puestos de trabajo formales (OIT, 2019). La Figura 1 muestra la cadena de valor forestal en Argentina. En comparación, el sector forestal constituye el 4,2% del PBI uruguayo (4% de las exportaciones mundiales), el 1,2% en Chile (con el 7,7% del empleo nacional y el 9,1% de las exportaciones, equivalentes al 8% de las exportaciones mundiales), el 1,2% del PIB brasileño (6,9% del PIB industrial, 513.000 empleos directos y 3,8 millones de personas con participación directa e indirecta, y 22% de las exportaciones mundiales) (IBA, 2020; INFOR, 2020; Morales Olmos, 2021).

 

Figura 1. La cadena de valor forestal

Fuente: OIT, 2019.

 

Ahora bien, en la ilustración de la cadena de valor forestal hay un ilustre ausente: la construcción con madera. Se trata de un sector con un importante efecto multiplicador, al traccionar no sólo a los sectores asociados a la construcción, sino también a la producción de maquinaria y equipamiento para tecnificar a los aserraderos y mejorar la calidad de sus productos con destino a esta actividad. Merece destacarse la labor señera del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) EEA Concordia en el desarrollo de capacidades para la construcción en madera, especialmente de viviendas, incluyendo la autoconstrucción.

La construcción en madera va mucho más allá de los prejuicios que la asocian a viviendas prefabricadas de mala calidad. Por el contrario, se trata de una alternativa a los materiales tradicionales con una mayor sustentabilidad ambiental, ya que contribuye a mitigar el cambio climático, además de ser ambientalmente amigable y renovable, y tener un mejor desempeño térmico, lo que ahorra energía. Además, resulta una alternativa valiosa para abordar el déficit habitacional que padece nuestro pueblo. Cabe señalar que hay una tendencia creciente a emplear este material tanto en Europa como en América del Norte y, últimamente, en Chile, Brasil e incluso en Argentina, si bien en menor escala.

Una barrera al avance de la construcción en madera en nuestro país fue la falta de normativa regulatoria. La puesta en vigencia del Reglamento Argentino de Estructuras de Madera CIRSOC 601/2016 y la Resolución 3-E/2018 de la Secretaría de Vivienda y Hábitat que determinó que el sistema de construcción de entramado de madera para uso de estructuras portantes de edificios es un sistema constructivo “tradicional” constituyen un avance fundamental para el desarrollo del sector. La expansión de este método constructivo requiere de un apoyo decidido por parte del Estado, a fin de brindar asistencia a los aserraderos para mejorar su equipamiento y capacitar al personal, de manera de contar con materiales de buena calidad. Asimismo, se requiere incrementar las actividades de capacitación técnica y profesional, tanto de grado como de postgrado, para contar con recursos humanos calificados para desarrollar este tipo de construcción. Todas estas medidas deben ser llevadas a cabo a lo largo y a lo ancho del país, con una mirada federal e inclusiva. De esta manera, se agregará valor localmente, se fomentará la creación de empleo genuino, el arraigo, la inclusión social y el desarrollo endógeno con calidad ambiental y justicia social. ¡La oportunidad es ahora!

 

Referencias

AFOA (2022): La madera y su aporte a la mitigación del cambio climático y la economía circular. www.afoa.org.ar/destacados_detalle.php?p=255.

Dasgupta P (2021): The Economics of Biodiversity: The Dasgupta Review. London, HM Treasury.

De Lamo X et al (2020): Strengthening synergies: how action to achieve post-2020 global biodiversity conservation targets can contribute to mitigating climate change. Cambridge, UNEP-WCMC.

Deutz A, G Heal et al (2020): Financing Nature: Closing the global biodiversity financing gap. The Paulson Institute, The Nature Conservancy, and the Cornell Atkinson Center for Sustainability.

IBA (2020): Relátorio 2019. https://iba.org.

INFOR (2020): El Sector Forestal Chileno 2019. Santiago, Instituto Forestal.

Morales Olmos V (2021): Análisis de la cadena de valor forestal. Santiago, CEPAL.

OCDE (2019): “Biodiversity: Finance and the Economic and Business Case for Action”. G7 Environment Ministers’ Meeting, 5 y 6 de mayo.

OIT (2019): Estimación del Empleo Verde en Argentina. Sector forestal. Ginebra.

PNUMA-FAO. (2022): Sobre el Decenio de las Naciones Unidas. www.decadeonrestoration.org.

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