No es el movimiento lo que duele, sino la falta de ejercicio

Desde el primer número de esta quinta etapa –a mediados de 2018– la revista Movimiento impulsa un llamado a la unidad del campo nacional y popular, sobre la base de una serie de ideas que podrían resumirse en unas pocas premisas:

  1. la unidad por sí sola no alcanza para ganar, pero sí es un requisito indispensable;
  2. la unidad también es necesaria para hacer un buen gobierno;
  3. la diversidad es indefectible para que la unidad sea duradera, para que sume más votos de los que resta, y para que los sectores con más poder no terminen fagocitando a los más chicos;
  4. en los debates internos hay que tener la razonabilidad de quienes saben que los adversarios de hoy pueden ser los aliados de mañana, y viceversa;
  5. aunque es obvio que no todas las opiniones reflejan similares cantidades de votos, lo más eficaz para llegar a acuerdos que satisfagan nuestros objetivos es debatir –y escucharnos– abiertamente entre todos y todas;
  6. para ganar una elección –y un debate– suele dar mejores resultados convencer a las y los demás que putearlos;
  7. para que haya unidad no hace falta que vayamos todos juntos y juntas en dulce montón, sino que ningún candidato o candidata vaya por fuera, y en lo posible que nadie juegue a perder;
  8. aunque las diferencias internas parezcan grandes, es más lo que tenemos en común que lo que nos diferencia;
  9. la única alternativa actual al Frente de Todos es el macrismo;
  10. quienes más se perjudican cuando gana el macrismo son las y los que menos tienen;
  11. para construir un país más justo, libre y soberano la única conducta realista y responsable es entender que es preferible “perder la interna” y que conduzca otro sector del campo nacional y popular, antes que facilitar la vuelta del macrismo.

Hay una premisa más que conviene analizarla por separado: para lograr y mantener la unidad hay que poner la mirada en el futuro y no en el pasado. Es más fácil ponernos de acuerdo sobre qué políticas proponemos para el país que queremos, que pretender un dictamen unísono sobre quién estuvo mejor o peor en algún momento del pasado. Con ese espíritu –y en la medida de nuestras capacidades– intentamos impulsar debates sobre políticas públicas y la organización de equipos técnicos. Esa fue la lógica predominante con que militamos la victoria de 2019: queríamos llevar adelante las políticas que permitieran edificar un país mejor. No solamente queríamos ser mejores que el macrismo, sino que queríamos ser mejores que nuestras propias versiones anteriores, por más perfectas que hubieran podido ser. La generosidad de distintos dirigentes del peronismo –principalmente de Cristina y de Massa– permitió que se probara la eficacia de esa estrategia.

Pero llegó la pandemia que generó una crisis mundial inédita y nos sumergió en una parálisis casi absoluta. El tiempo se detuvo y se nos volaron los papeles. Todo era nuevo, y nos costó volver a proyectarnos hacia el futuro.

De alguna manera, las últimas PASO reflejaron eso: llegamos con un movimiento desmovilizado que no debatía ni proponía políticas concretas, más preocupado por no cometer errores –que tampoco es la especialidad de la casa– que por señalarle un horizonte deseable a una parte importante de la sociedad que pedía que le mostráramos una salida. En parte lo intentamos, pero no lo logramos, y la oposición también hizo mucho por impedirlo.

¿Qué hacer? La unidad no alcanza para ganar. Así como debemos dejar de criticar todo lo que el gobierno hace o no hace –desde lo más mínimo a lo menos máximo– lo concreto es que tenemos que ayudarlo a mejorar sus políticas. En lugar de cuestionarlo, hay que hacerle propuestas concretas y factibles para el presente y el futuro. Para eso hacen falta dos cosas: ampliar los espacios de propuesta y discusión que hoy tenemos; y abrir la gestión del gobierno a la discusión con compañeros y compañeras. Si algún funcionario o funcionaria no quiere, no importa: en estos últimos años –en el PJ y en diversos institutos– demostramos que podemos debatir con responsabilidad. Los errores que cuestan votos no están viniendo precisamente de este lado.

No sabemos si la pandemia terminó, pero ya no es excusa para dejar de pensar en el futuro. Llegó el momento de ponernos en movimiento. La apuesta sigue siendo la misma: la unidad con la mirada hacia adelante y los pies en la tierra; la utopía y la rebeldía que insuflan la mística; la organización del pueblo; la capacidad de reproducir y canalizar contradicciones; los debates y los acuerdos sobre políticas concretas para un país mejor. Llegó el tiempo de demostrar que podemos seguir militando con responsabilidad y generosidad: la unidad implica sacrificar algo para no perder todo.

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