Dos términos equivalentes

I

A partir del 17 de octubre de 1945, en la República Argentina, la “gente” –expresión habitual y desafortunada que alude a un sujeto indeterminado que deja más dudas que certezas– sabe que hablar de pueblo y de peronismo equivale a hablar de lo mismo, porque ambos términos son equivalentes. Por este motivo, las “cosas”, en general, no resultan de una manera provechosa –independientemente del sentido y de la amplitud de esta calificación– cuando el peronismo se distancia del pueblo, es decir, cuando el peronismo no lo escucha, no lo entiende, no lo interpreta y, en consecuencia, no lo representa de una forma adecuada. El peronismo –el fenómeno político y social que ostenta tal denominación– no es un “partido” y, aún menos un “partido de oficina”. Es un “movimiento” de carácter popular –y, por ello, masivo– que tiene un instrumento partidario con el propósito de intervenir en los procesos electorales y participar en el funcionamiento institucional. El peronismo no constituye –ni remotamente– la creación exclusiva de Juan Domingo Perón; ni de María Eva Duarte; ni de las fracciones de la Unión Cívica Radical que preservaban las banderas históricas de Hipólito Yrigoyen; ni de las líneas del nacionalismo que denunciaban la dominación política, económica y cultural del Reino Unido; ni de las expresiones del anarquismo, el socialismo y el comunismo que enfrentaban el orden injusto y deshumanizante de la oligarquía local; ni de las filas de la clase trabajadora que reivindicaban las conquistas laborales y sociales del gobierno que había surgido de la Revolución de 1943; ni de los sectores del empresariado que aprovechaban el aislamiento económico de la República Argentina como resultado de la Segunda Guerra Mundial; ni de los círculos del Ejército que repudiaban la corrupción generalizada de la clase política; etcétera. El peronismo constituye el invento, la creación, la construcción inacabada de un colectivo, de una totalidad, de una multiplicidad de individuos, sectores y clases. En otras palabras, es la obra del pueblo.

 

II

En la conferencia denominada Los enemigos del pueblo argentino, Raúl Scalabrini Ortiz sostuvo que el peronismo –eso que apareció el 17 de octubre de 1945, eso que fundó el “Día de la Lealtad”, eso que respondió a la soledad y al desconsuelo de El hombre de Corrientes y Esmeralda y, por ende, del ser humano que, sin saberlo, esperaba dicha aparición– consistía en el “subsuelo de la patria sublevado”, en el “cimiento básico de la nación”, en el “substrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas”. En el discurso pronunciado cinco años más tarde, con motivo de tal acontecimiento, Juan Domingo Perón estableció como “Primera Verdad Fundamental” que el peronismo o justicialismo era “esencialmente popular”. Y en Peronismo y revolución, John William Cooke afirmó que el peronismo consistía en la “antítesis de la Argentina liberal”: una antítesis que, según la biografía de Perón de Norberto Galasso, adoptó la forma de un “frente de liberación nacional”. Esta particularidad convierte al peronismo en la manifestación del pueblo o, expresado de un modo diferente, en la manifestación de aquello que –según La razón populista de Ernesto Laclau– requiere que una parte de la sociedad asuma la representación de la totalidad y, por lo tanto, genere una “fractura” o “frontera” que excluya al resto. Tales referencias –no necesito recurrir a más– alcanzan para señalar que el peronismo –desde su inicio– prolonga la historia del federalismo y del yrigoyenismo y, por otro lado, comparte el ideario de los movimientos que siguieron a Pancho Villa, Emiliano Zapata, Getúlio Vargas, Augusto César Sandino, Lázaro Cárdenas y Jacobo Arbenz, entre otros.

 

III

En concordancia con lo dicho, el peronismo –el verdadero peronismo– no representa a los sectores minoritarios que usufructúan las riquezas de la nación, ni a las empresas extranjeras que reproducen el comportamiento de esos sectores, ni a los gobiernos extranjeros que defienden los intereses de esas empresas, ni a los organismos internacionales que exteriorizan las posiciones de esos gobiernos. El peronismo representa al pueblo. Es el pueblo mismo. Es la encarnación de la “viuda”, el “huérfano”, el “extranjero” y el “pobre”: cuatro ejemplos de abandono y desamparo que aparecen reiteradamente en las páginas de la Biblia, demostrando que la “injusticia social” existe desde el comienzo de los tiempos. Su historia comprende, sintetiza y resignifica la biografía de las personas que transformaron la Plaza de Mayo en el escenario de una democracia directa; que construyeron la Argentina “justa, libre y soberana”; que resistieron el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires; que enfrentaron las dictaduras cívico-militares; y que padecieron la difamación, la persecución, la privación ilegítima de la libertad, la tortura y la muerte. Que nadie se engañe. Sin el peronismo, el pueblo es una entidad sin voz y sin esperanza. Y sin el pueblo, el peronismo es una realidad sin alma y sin vida. Por algo, en Mi mensaje, la “abanderada de los humildes” dice sin ninguna clase de rodeo que nadie puede hacer nada “sin el pueblo” y, luego, agrega que nadie puede hacer nada que él “no quiera”.

 

IV

Muchas personas hablan en nombre del pueblo. Eso es sencillo. Cualquiera puede hacerlo. Pero, ¿cuántas hablan con él? ¿Cuántas? Quienes no lo hacen y, con más razón, quienes no lo hacen teniendo la oportunidad para hacerlo, suelen recibir un golpe contundente cuando el pueblo expresa su opinión en las calles o en los procesos electorales. El pueblo es así. Idolatra a quienes retribuyen su amor con más amor. Sigue a quienes comparten sus sueños y sus sacrificios. Respeta a quienes hablan con la verdad, aunque ésta sea terrible, dolorosa y agobiante. E, incluso, justifica a quienes tienen errores humanos y, por ende, comprensibles y excusables. Mas no disculpa a quienes demuestran con sus palabras, sus silencios, sus acciones y sus omisiones que no merecen su reconocimiento. Esto último es central. Y el peronismo –que lo sabe– lo lleva gravado con fuego en su estructura genética.

 

V

En el discurso pronunciado el 10 de diciembre de 2019, a raíz de la asunción de nuestro presidente, Cristina Fernández dijo con relación al pueblo que éste “nunca” abandonaba a quienes se jugaban por él, exteriorizando una verdad que explica la devoción del pueblo por el “General”, por “Evita”, por el “Tío”, por “Néstor” y por ella. El pueblo –artífice esencial e indiscutido de la historia que posibilitó la constitución de la confederación israelita, la polis ateniense y la república romana, la independencia de los Estados Unidos, los sucesos de la Revolución Francesa, la resistencia de los ejércitos españoles y rusos que enfrentaron la invasión napoleónica, la independencia de las naciones hispanoamericanas, los sucesos de la Revolución Rusa, la Revolución China y la Revolución Cubana, etcétera– es, en definitiva, quien impulsa la mayoría de los acontecimientos que jalonan el camino ascendente de la humanidad. El peronismo tiene conciencia plena de esto. Sin embargo, a veces lo olvida. A veces considera que no necesita dialogar con el pueblo para determinar qué es lo más conveniente para él. Y, por ello, a veces siente que es más que el pueblo mismo, más que “aquello” que es en “realidad”, como el medio pelo de Arturo Jauretche: un individuo que siente que encarna a la oligarquía, en lugar de sentir que encarna al pueblo de su nación. Hace seis décadas, en La formación de la conciencia nacional, Juan José Hernández Arregui explicó que el pueblo tiene una lucha: la lucha por su liberación. Esa lucha –que tiene dos siglos de vida– conserva la totalidad de su vigencia. La misma permanece incólume, tan incólume como en los instantes de su inicio. Por ende, procuremos que el peronismo –posiblemente, el movimiento político y social más importante de América Latina– siga estando asociado a su desarrollo y, en especial, a su concreción exitosa.

 

Referencias

Cooke JW (1973): Peronismo y revolución. El peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases. Buenos Aires, Granica.

Fernández C (2019): Discurso del 10 de diciembre de 2019. En www.infobae.com, 10-12-2019.

Galasso N (2005): Perón. Buenos Aires, Colihue.

Hernández Arregui JJ (1973): La formación de la conciencia nacional (1930-1960). Buenos Aires, Plus Ultra.

Jauretche A (1987): El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional). Buenos Aires, Peña Lillo.

Laclau E (2005): La razón populista. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Perón E (2012): Mi Mensaje. En Mi Mensaje. Escritos y discursos, Gualeguaychú, Tolemia.

Perón JD (2002): Discurso del 17 de octubre de 1950. En Perón y el 17 de Octubre, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación.

Scalabrini Ortiz R (1972): Los enemigos del pueblo argentino. Conferencia pronunciada en el Instituto Hipólito Yrigoyen de la ciudad de Mercedes, 3 de julio de 1948. En Yrigoyen y Perón, Buenos Aires, Plus Ultra.

Share this content:

Deja una respuesta