A propósito del debate de junio de 2022: algunas reflexiones

Nuestro Movimiento Nacional y Popular, que tiene como centro la matriz peronista, alberga en su seno muchas influencias e intereses de sectores y clases sociales. Por lo tanto, es perpetua su interrogación: ¿qué somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Somos una masa sin forma y sin cerebro, solo sensaciones y pulsiones? ¿Puros sentimientos? ¿O somos orgánicos, militaristas, obedientes, amantes del orden y la disciplina? ¿Somos encuadrados?

El peronismo originario constituyó una masa laboral que pensó y atendió la actitud de Perón frente a la justicia social. Ese nexo llevó a la masa a la plena actividad política de tomar las calles rumbo al 17 de octubre de 1945. Esa matriz, que miraba el futuro desde un presente incierto, generó propuestas y una filosofía del hacer comunidad. La idea de comunidad organizada se transpiró paso a paso por las fábricas, calles, plazas y aulas: los llamados ladrillos del peronismo. No necesitó de intermediarios, gestores o punteros. Arrolló con el ímpetu que genera el pueblo, como concepto y como práctica de soñar juntos un modelo de sociedad libre y justa.

¿Por qué es pueblo? Porque participa de la solidaridad y la justicia social, porque ampara a los más necesitados, porque sueña en conjunto. Comparte esos valores de la misma forma que los cristianos primitivos compartían las comidas comunitarias. Así crecieron, sin templo y sin dirección unificada, orgánica o encuadrada. Y fue el crecimiento geométrico más inusitado de la antigüedad en materia religiosa. Marechal primero, y luego el padre Mugica, me hablaron de los cristianuchos como fuente inagotable de ideas y sentimientos. Así creció el peronismo. Solidificó la comunidad cuando Evita consagró que en cada necesidad nace un derecho, integró a las mujeres a la política y las empoderó como nunca en nuestra historia.

Ese movimiento del 40 y del 50 generó dos planes quinquenales, con una integración federal y de sectores económicos, productivos, culturales y educacionales nunca vista en América Latina. Y conquistó la Constitución Social en 1949. En el II Plan Quinquenal (1953-1958) había un capítulo de “acción agraria” que definía: “Objetivo fundamental de la Nación será procurar la elevación del nivel de vida social, material y cultural de la población rural… cordial armonía entre productores y obreros, bases esenciales de la economía agraria, a fin de lograr una máxima y mejor producción que satisfaga el consumo interno y proporcione convenientes saldos exportables, contribuyendo a asegurar la independencia económica de la Nación. La tierra es un bien individual en función social. Sobre este principio de la Doctrina Peronista serán reglados: su propiedad, su distribución y su uso. La tierra es un bien de trabajo y no de renta o especulación. El Estado promoverá el acceso de los arrendatarios a la propiedad de la tierra que trabajan. La tierra fiscal y las de propiedad privada que no cumplan con su función social serán progresivamente redistribuidas en unidades económicas indivisibles”.

Después del 55 el peronismo de la Resistencia constituyó un aguante y una tenacidad que vencieron a la dispersa organización que lo generaba. No fue solo el alzamiento del general Valle que, con toda la valentía de sus subordinados, entre civiles y militares, inició el combate contra el gorilaje. Fueron miles de atentados al Estado, a sus empresas y a todo lo que representaba el poder de la dictadura militar hasta llegar al 58. Con la vuelta a las elecciones y proscripto el peronismo no se da marcha atrás a la Resistencia, ni a evocar a Perón y Evita como los símbolos de aquellos años donde reinaba la felicidad del pueblo como objetivo conjunto del Estado y la comunidad. La Resistencia civil peronista no estuvo unificada, ni tuvo mando vertical alguno. Eran las organizaciones libres del pueblo las que en forma horizontal debatían y encaraban acciones de protesta en todo el territorio. Solo en la táctica electoral se reconocía a Perón como líder y se acataban sus decisiones.

Entre las organizaciones cabe destacar las sindicales y las comisiones internas de algunas grandes fábricas o empresas, que constituyeron un duro hueso que la dictadura no pudo ni contener ni suprimir. El plan del retorno de 1964 estuvo casi en su totalidad en manos de la dirigencia sindical y la incipiente Juventud Peronista (JP) que reunió, por primera vez, a una decena de organizaciones de distintas corrientes en la Comisión de la JP por el retorno de Perón. Muchas de ellas no eran amigables entre sí. El Comando de Organización era violento con las agrupaciones de Cooke y otras de la izquierda peronista, con lo cual se mantenía un equilibrio solo por la insistencia de Perón y su enviada Isabel. La huelga de la CGT por el fallido viaje del General contó con la asistencia masiva de estos jóvenes. El acto en Plaza Once para el 17 de octubre nos encontró a todos amontonados por el retorno. Con las puebladas de 1968-1969 el peronismo, bastante disperso, formó parte activa de estas rebeliones y surgió una CGT de los argentinos que se puso a la cabeza de las reivindicaciones políticas y económicas. No obstante, las masas siempre sobrepasaron la capacidad de movilización de sus dirigentes. El mismo Gringo Tosco me decía en 1970 que ellos organizaron algunas molotov para cortar algunas arterias y en un momento estaban estallando más de 4.000 en el centro de Córdoba… la gente se volcó a las calles y a las estaciones de servicio y armó las barricadas.

Ya a mediados de los 60 surgen debates entre el peronismo y las corrientes marxistas. Primero entre algunos destacados pensadores y profesores universitarios. Luego hubo debates en asambleas estudiantiles, a la vez que la izquierda tradicional comenzaba su deslizamiento hacia corrientes maoístas que van a encabezar las protestas universitarias masivas. El surgimiento de los Curas del Tercer Mundo viene a consolidar otro debate sobre el socialismo nacional y el camino de la liberación. El viejo marxismo gorila del PC va perdiendo posiciones frente a esta oleada revolucionaria y latinoamericana. Su pesado fundamento estalinista –que los frentes populares y nacionales en el tercer mundo eran neofascistas– desconcertaban a sus bases. Mao y su China comienzan a irradiar su liderazgo tercermundista.

El peronismo de los 70 ya se encuentra en otra etapa ideológica, acorde con las nuevas corrientes del pensamiento latinoamericano y las rupturas en el seno de las izquierdas europeas: el Manifiesto Italiano, la guerrilla alemana, el mayo francés, etcétera. En las jornadas bolivarianas de 1983, el profesor argentino y filósofo Conrado Eggers Lan anticipó estas definiciones de pueblo: “Volvamos ahora a la advertencia hecha sobre que el concepto de ‘pueblo’ implica, por definición, la posibilidad de que no todos los habitantes de un país participen o deseen participar en la búsqueda de una meta común. Inclusive, añadamos ahora, puede darse el caso de que, dentro de la ‘población’, haya ‘individuos’ o grupos que se opongan al proyecto nacional del ‘pueblo’. Abarcaremos en el concepto de ‘no pueblo’ a los individuos o grupos que, sin oponerse a dicho proyecto, no participan ni desean participar del destino común. Incluiremos, en cambio, en el concepto de ‘antipueblo’ a los individuos o grupos que se oponen al ‘pueblo’ en la consecución de sus objetivos”.

La militancia que abrazó la guerrilla urbana o rural en América Latina fue un rotundo fracaso estratégico y táctico. Y un error político trascendente al enfrentar con clandestinidad a un gobierno elegido por el pueblo. Solo las cúpulas de esos grupos armados, que no tenían militancia peronista, tomaron el camino equivocado. La Tendencia dentro del peronismo, que sumó a miles de jóvenes a partir de 1972, fue llevada con estos errores políticos a su desintegración: la alejaron de las masas, la militarizaron y después la aniquilaron. Nadie con militancia peronista podía enfrentar a Perón, burlarse y enfrentarlo como si fuera un muñeco. Perón no se equivocó. Si tenía ministros no acordes a la hora de los pueblos, era una cuestión de debate político. Ya en 1975 una movilización de trabajadores y trabajadoras consiguió la renuncia y la salida del país del temible brujo López Rega. Siempre el peronismo, como movimiento, depuró sus filas con las masas movilizadas y sin apelar a ninguna vanguardia armada. Un razonamiento para admitir que esta experiencia armada no era de raíz peronista y tenía fuertes vínculos con teorías foráneas era el rol del actor principal: el 17 de octubre no necesitó de ninguna vanguardia, ni tampoco la Resistencia o el Cordobazo, ni todas las puebladas que atacaron a las dictaduras militares y empresariales.

Llegamos hoy a este Frente. Hubo otros donde el peronismo hegemonizó su dirección y programa político. Pero los actores fueron cambiando. El movimiento obrero organizado tiene sus propias contradicciones y divisiones en sus cúpulas y propuestas. Como resultado de los gobiernos neoliberales y el capitalismo financiero global, el capital privado no crea empleo a la misma velocidad que el crecimiento de la población económicamente activa –o fuerza laboral. Esto genera no solo una fuerza de trabajo suplementaria que, como lo demostró Marx, opera como reserva y debilita la lucha salarial, sino que golpea la cultura del trabajo, debilita los fondos sociales que se nutren del trabajo nominal –salud, jubilación, etcétera–: maltrata la seguridad social en su conjunto. Si en un tiempo decíamos que necesitábamos cinco activos para poder pagar una jubilación, ese cálculo se fue al demonio. ¿Cómo lograr una tasa de desempleo baja sin inversión privada? ¿Cómo garantizar un ingreso real para todas las trabajadoras y todos los trabajadores? ¿Cómo fortificar los fondos sociales para garantizar jubilaciones dignas para todos y todas?

Con estos interrogantes comenzamos el año 2000 y una gran crisis de representación política. Néstor inició su mandato con el propósito de resolver algunos de estos interrogantes, y al mismo tiempo fortalecer su pobre representación electoral. Por ello inició un gobierno de transición, apeló a todos los recursos posibles que garantizaran la paz social con ingresos por planes o cooperativas, y recurrió a organizaciones de construcción política para solidificar la representación. Néstor cumplió con esos objetivos. Pero ya no estamos en esa situación. Ya desde 2007 y en 2011 CFK logró una amplia representación política en materia electoral. La crisis energética y alimentaria, sumada al deterioro y la contaminación ambiental nos obligan a replantear una estrategia económica y social diferente: utilizar todos los mecanismos del Estado nacional, provincial, municipal para desplegar un plan quinquenal federal con varios objetivos, entre ellos, garantizar un ingreso a las personas en edad activa; cambiar la matriz productiva y distributiva de alimentos frescos e industrializados; estatizar con participación mixta el Comercio Exterior, y la soberanía efectiva en puertos y ríos navegables; y otras propuestas ya consensuadas en el ámbito popular. Ahora podemos apelar a otras soluciones: por un lado, movimientos sociales que puedan gestionar ingresos dignos por medio de cooperativas, mutuales y otras organizaciones sin fines de lucro. Por el otro lado, organizaciones políticas que con su propia financiación y adhesión voluntaria se integren a este frente político en una hora crucial para el mundo. No es momento de girar alrededor de algunos dirigentes y sus errores o corruptelas. Es tiempo de que den un paso al costado y dejen la conducción de los movimientos sociales en mujeres representativas del trabajo social. Y que no haya altas y bajas de subsidios o ingresos en manos de dirigentes políticos o territoriales. La vocación y la participación política es voluntaria, y el trabajo social también. El ingreso universal será una necesidad mientras se desarrolle el Plan Quinquenal.

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