Análisis histórico de la dicotómica alienación política de la sociedad ucraniana

Desde una definición etimológica que ahonda en el eslavo antiguo, Ucrania significa tierra de frontera o zona fronteriza, conceptos que sin duda captan el espíritu de la historia del país en cuestión. El conflicto bélico actual ha hecho resurgir divergencias políticas de antaño existentes entre las regiones occidentales y las orientales. Sin embargo, las raíces se hallan varios siglos atrás. Para comprenderlo de manera completa es necesario remontarse al siglo XII de la Edad Media, período en el cual el Reino Rus de la Kyiv[1] entró en decadencia y se dividió. Por un lado, en las cuencas de los ríos Volga y Oka se formó el Principado de Suzdal, y más al oeste, sobre la cuenca del río Dniéster, se formó el Principado Halych-Volyñ. A partir de este proceso y a lo largo de muchos años, las tierras que constituyen el país de Ucrania fueron recibiendo influencias orientales u occidentales respectivamente, lo que condicionó las estructuras políticas y culturales de la sociedad. Posteriormente, tales influencias conllevaron concretas manifestaciones en diferentes contextos históricos.

Por cuestiones de espacio, en este trabajo nos proponemos abordar esas dicotómicas influencias a partir del siglo XVIII, partiendo de la división de los territorios polacos-ucranianos entre el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Zarista, profundizando en las políticas socio-económicas implementadas por cada uno. Luego continuaremos con el abordaje de los procesos del siglo XIX y XX –Primera Guerra Mundial, Revolución Rusa, formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Segunda Guerra Mundial– puntualizando en las repercusiones que éstos tuvieron en los territorios eslavos. En cuanto a las expresiones de las divergencias entre el este y oeste, serán indagadas las que tuvieron lugar a partir de la desintegración de la URSS hasta la actualidad. La selección no hace referencia a que anteriormente no hubiera tales acontecimientos, ni que fueran menos relevantes, sino a la adecuación de los requisitos formales.

 

Siglos XVIII y XIX: la gestación de la discordia

En la segunda mitad del siglo XVIII el Imperio Zarista y Austria se dividieron los territorios que hoy constituyen los países de Polonia y Ucrania. El zar se apoderó de todas las “tierras ucranias y bielorrusas, a excepción de las regiones ubicadas más al oeste, Halychyna, Bukovyna y Zakarpattia, las cuales pasaron a formar parte de la dominación austríaca” (Wasylyk, 1991: 78) y posteriormente del Imperio Austro-Húngaro. La explotación de los campesinos ucranios fue una variable común en ambos imperios. Sin embargo, las políticas socioeconómicas implementadas por cada uno tuvieron marcadas divergencias que en cierta medida conllevaron a recalcar las diferencias. Por una parte, el Imperio Zarista mantenía estrechas relaciones políticas con los ucranianos de la zona Este desde la firma del Tratado de Periaslav (año 1654), en el cual se establecía la protección del Hetmanato[2] por el Imperio ante los constantes ataques de los polacos. Según Granados (2007: 153) a partir de esto, los rusos comenzaron a “reducir lentamente la autonomía del Hetmanato y a integrarlo en sus estructuras sociales, políticas y económicas con cambios en la administración, la educación, leyes y con la llegada de numerosos emigrantes procedentes de otras zonas del Imperio”. Wasylyk (1991) denomina a este proceso como “rusificación”, y explica que tenía como objetivo asimilar las poblaciones incorporadas al imperio. Estaba dirigido principalmente a las instituciones públicas y eclesiásticas, luego a los sectores altos de la sociedad, en parte a los habitantes de las zonas urbanas, y finalmente a los campesinos no se les prestó demasiada atención.

En el año 1762, luego de la muerte del zar Pedro III, ocupó el trono su esposa, la Emperatriz Catalina II, una princesa alemana de Ahnalt Zerbst. Ella no solamente continuó con las políticas de rusificación del Hetmanato, sino que las profundizó. Demetrio Doroshenko (1962: 423) para ilustrar las intenciones de la zarina cita en su libro algunos fragmentos de las cartas que ella enviaba a sus allegados: “A esas provincias,[3] lo mismo que a Somolensk, hay que hacerlas llegar a sentirse rusas con métodos suaves y cuidadosos, y luego domarlas. (…) La palabra hetmán debe desaparecer; y sobre todo nadie debe ser elegido para ocupar ese cargo”.

En este sentido, el Hetmanato, como símbolo de la autonomía ucraniana, fue eliminado a fines del año 1764, siendo reemplazado por la Junta de la Pequeña Rusia, un organismo compuesto por cuatro ucranios, cuatro rusos y un gobernador moscovita como dirigente principal. Al año siguiente asumió en ese cargo Pedro Rumiantsev –propietario de extensos fundos– quien en términos generales protegió e incentivó el desarrollo de la economía, pero en cuestiones de políticas referidas a la propiedad de la tierra y la servidumbre “privó de su libertad personal a los campesinos rutenos y dio a sus señores jurisdicción sobre ellos” (Doroshenko, 1962: 428). Esto fue llevado adelante con el apoyo de la nobleza ucraniana, quienes cedieron la pérdida de su autonomía antes que sus privilegios.

Además, a mediados del año 1785, la Carta de privilegio de la libertad de los nobles rusos se aplicó de igual forma en Ucrania, estableciendo una serie de exenciones para tal grupo social, lo que conllevó al fortalecimiento de la rusificación de los cosacos. En cuanto a la religión, como el poder e influencia de la Iglesia Ortodoxa también era interés del Imperio Zarista, la misma pudo consolidarse en estas regiones, como en las anexadas posteriormente.

Mientras tanto, la ribera derecha del río Dniéper[4] y las regiones más occidentales, como Galitzia, se encontraban bajo dominio del Reino de Polonia. La servidumbre, condiciones de vida intolerables y la imposición de la religión cristiana católica por los nobles polacos contra los campesinos ucranianos ortodoxos y uniatos ya habían provocado una serie de revueltas. Pero la sublevación campesina del año 1768 –también llamada Kolíivshchyna– fue organizada en un contexto diferente. En ese mismo año la szlachta o nobleza polaca también se había sublevado contra el rey –por otros motivos– por lo que éste solicitó la intervención del ejército zarista. La ayuda llegó al territorio polaco y la rebelión de los nobles fue sofocada.

Del mismo modo, el éxito o fracaso de la sublevación campesina dependía de la postura que adoptara el imperio moscovita. Al principio fue favorable, ya que le convenía el debilitamiento de Polonia por disturbios internos, pero “la situación cambió cuando uno de los destacamentos de los rebeldes que perseguía a los nobles polacos que habían cruzado la frontera y se habían refugiado en la ciudad turca de Balta, incendió la ciudad” (Doroshenko, 1962: 485). Ante esto, el sultán amenazó con declarar la guerra y, como Rusia no estaba equipada para tal escenario, rápidamente reprimió la revuelta y entregó a sus partícipes a la monarquía polaca. No obstante, la inestabilidad continuó dentro de Polonia, propiciando la decadencia y la injerencia extranjera en sus asuntos internos, y finalmente los territorios polacos y ucranianos fueron repartidos en tres ocasiones. Primero, en el año 1772, Austria recibió los territorios más occidentales de Ucrania, Halychyna, Bukovyna y Zakarpattia, y declararon en ese mismo año a Lviv como capital de Galitzia y Lodomeria. Luego, en el segundo reparto del año 1793, Rusia amplió los dominios que ya poseía en tierras ucranianas, incorporando Kyiv, Brátslav, Podilia y el sector oriental de Volyñ. Por último, en el año 1795 se realizó el tercer reparto, donde el imperio moscovita se apoderó del resto de Volyñ y el sector oriental de Jolm, cuya mayor parte correspondió a Austria.

En este sentido, las políticas implementadas por los Habsburgo fueron adecuándose a la multinacionalidad que caracterizaba al imperio, y aunque el alemán era la lengua oficial, “no se impuso un modelo cultural único para todas las regiones” (Granados, 2007: 153).

En términos económicos y culturales, las regiones ucranianas del Oeste se encontraban inmersas en una gran pobreza, desorganización, ruina y abandono. Doroshenko (1962) explica que los sectores altos de la sociedad se habían polonizado, mientras que el clero uniato[5], con gran poder en la región –a diferencia del clero católico y ortodoxo– había decaído moral y materialmente. Para contrarrestar esto, las autoridades austríacas fundaron dos seminarios uniatos, uno en Lviv y otro en Peremyshl, y además adoptaron disposiciones para mejorar la educación que se impartía en Galitzia. Por ejemplo, en el año 1774 se fundaron tres tipos de escuelas primarias: “las parroquiales, donde se impartía la enseñanza en lengua natal; aquellas donde se cursaban tres años de enseñanza en alemán; y por último las escuelas corrientes donde se enseñaba en alemán en los cuatro años” (Doroshenko, 1962: 531).

Con respecto al campesinado, se dictaron medidas para mejorar su situación socioeconómica, aunque tuvieron una breve vigencia. En el año 1781, bajo el reinado de José II, se publicaron una serie de concesiones que favorecieron a los siervos. Algunas de ellas fueron: “aunque permanecieran bajo la jurisdicción de los terratenientes, los siervos tendrían libertad para casarse, hacer que sus hijos fueran aprendices (…) y para trabajar donde quisieran con permiso de sus señores, que estaban obligados a otorgárselo” (Doroshenko, 1962: 532).

Además, se establecieron impuestos sobre el principio de que la producción de los campesinos debía alcanzarles para mantenerse, y sólo el excedente pasaría en parte al fisco y en menor medida al propietario. Posteriormente sucedió en el trono Leopoldo II (1790-1792), y aunque no era muy partidario de la emancipación, no anuló las medidas dispuestas por su hermano. Pero el monarca falleció joven y su heredero Francisco II (1792-1835) tuvo un reinado caracterizado por “la reacción en todas las esferas de la vida” (Doroshenko, 1962: 534). Austria se encontraba en una complicada situación económica, al borde de la bancarrota, debido a los enfrentamientos bélicos que sostenía contra Francia. En tales circunstancias, la emancipación de los siervos fue una cuestión dejada en segundo plano, con el agravante de que el peso de la guerra recayó sobre los campesinos, provocando nuevamente su ruina económica.

En este contexto, las ideas liberales y nacionalistas propagadas por la Revolución Francesa de 1848 repercutieron en toda Europa, y el Imperio Austríaco no fue la excepción. Luego de “la cadena de acontecimientos que acabaría provocando la caída de Metternich” (Briggs y Clavin, 1997: 88) el emperador que lo sustituyó se vio obligado a ceder –en parte– a las exigencias de los pueblos. Paralelamente, la convocatoria en ese mismo año a un Congreso Pangermánico en Frankfurt motivó la organización de un Congreso Paneslavo en Praga, con la participación de todos los pueblos eslavos que formaban parte del imperio austríaco. Los polacos de Galitzia invitaron a los ucranios a trabajar en conjunto, pero éstos resolvieron hacerlo de manera separada y conformaron el Consejo General Ruteno o Holovná Ruska Rada. Al congreso los rutenos llevaron su propio programa político, que entró en conflicto con los intereses de los polacos y los nobles ucranios polonizados,[6] ya que una de las peticiones era la división de Galitzia: occidental o polaca, y la oriental o ucraniana. Esto no llegó a concretarse, y sin embargo se llegó a un acuerdo: autonomía para Galitzia, reconocimiento de ambas lenguas –polaca y ucraniana– y escuelas primarias separadas para las dos naciones. Finalmente, el congreso se disolvió.

El orden restaurador volvió a imponerse en Austria, especialmente después de reprimir la revolución húngara con ayuda del zar Nicolás I. En consecuencia, en el año 1851 se disolvió el Consejo General Ruteno, desalentando también los resurgimientos nacionalistas. Luego, en el año 1866 Austria fue vencida por Prusia en la batalla de Sadowa y “se reorganizó el Estado sobre la base de una doble monarquía austrohúngara” (Doroshenko, 1962: 541). Esto conllevó al deterioro de la situación de los rutenos, ya que el gobierno imperial se basó en el apoyo de los nobles polacos, otorgándole el manejo de la administración burocrática local.

En las regiones que se encontraban bajo dominación zarista, el renacimiento nacional también había comenzado a emerger. Pero en este caso fueron los escritores sus principales propulsores, quienes se encargaron de escribir y publicar obras literarias cargadas de patriotismo ucraniano. Por ejemplo, la ciudad de Jarkiv se había convertido en el centro de la vida cultural, lo cual se vio potenciado por la fundación en 1805 de la Universidad. Desde allí se editaban artículos de literatura, filosofía e historia, para luego ser publicados en revistas tales como Ukrainskyi Vistnyk o Ukrainskyi Zhurnal. A mediados del año 1840 se publicó la obra Kobzar de Tarás Shevchenko, la más representativa del renacimiento nacional y que consagró a su autor como uno de los fundadores de la literatura moderna ucraniana. Seis años más tarde, “Kostomárov, Kulish, Markovych, Bilozerskyi, Shevchenko y otros fundaron la primera asociación política llamada ‘Hermandad de los Santos Cirilo y Metodio’” (Wasylyk, 1991: 95) que tenía como objetivo principal impulsar la independencia de Ucrania. No obstante, la persecución y censura del zar Nicolás I provocó su repentina disolución, así como la desorganización del movimiento en general.

Pero luego de la derrota del Imperio Ruso en la guerra de Crimea y de la ascensión al trono de Alejandro II, el régimen perdió credibilidad y debió disminuir su rigidez. La libertad de prensa, el resurgimiento de las producciones literarias y diversas amnistías comenzaron a ser más frecuentes. En este contexto, surgió un nuevo movimiento que traspasaba a rusos, polacos y ucranianos bajo el nombre de narodnytstvo,[7] que buscaba la inmediata supresión de la servidumbre. Finalmente, el 19 de febrero del año 1861 se proclamó un manifiesto imperial en el cual se estableció la emancipación de los siervos. Pero, aunque se concedió la libertad personal a los campesinos, paralelamente se instituyeron diferentes mecanismos que obstaculizaron el acceso a la propiedad de la tierra, como los sobreprecios.

 

El conflictivo y belicoso siglo XX

La llegada del siglo XX encontró a Ucrania dividida entre dos entidades políticas: el Imperio Zarista y el Imperio Austrohúngaro. Como lo venimos observando, tal división marcó con fuerza la evolución histórica disímil de las regiones occidentales y orientales del país en cuestión (ver mapa 1). A mediados del año 1914 estalló en Europa la Primera Guerra Mundial que enfrentó a las principales potencias económicas. El Imperio Zarista al principio del conflicto logró ciertos triunfos que le posibilitaron el avance sobre los territorios ucranianos occidentales. Posteriormente fue sufriendo derrotas que le obligaron a retroceder. Sumado a esto, la guerra enardeció un descontento general en la población rusa por las pérdidas económicas y el desabastecimiento alimenticio que provocaba, además de la propaganda antibelicista de algunos partidos políticos. Junto a otros factores, la inestabilidad del imperio aumentó y, como consecuencia, en febrero del año 1917 se desató la revolución en el seno del régimen autócrata zarista. El zar Nicolás II abdicó, dando lugar a la instauración del poder dual, conformado por “el nuevo gobierno provisional (…) y el recientemente revivido Soviet de Petrogrado” (Fitzpatrick, 2005: 57).

Este conflicto en Rusia estimuló el renacimiento de los partidos y los movimientos nacionalistas. Así es como en Kyiv los ucranios tomaron el poder y formaron “el Consejo Central Ucranio,[8] presidido por Myjailo Hrushevskyi” (Wasylyk, 1991: 101). Inmediatamente, el consejo comenzó a reclamar al gobierno provisional autonomía para Ucrania y a recibir declaraciones de los distintos comités recién organizados en distantes puntos de las regiones ucranianas, manifestando su deseo de someterse a él como gobierno nacional. No obstante, las políticas implementadas desde Moscú no variaron drásticamente, lo cual hizo disminuir el apoyo popular. Al mismo tiempo, los enfrentamientos entre los proyectos de los mencheviques y los bolcheviques aumentaban estrepitosamente. En octubre del mismo año nuevamente estalla la revolución, pero esta vez liderada por el partido bolchevique dirigido por Vladímir Ilich Uliánov (Lenin) y Lev Davídovich Bronstein (León Trotski).

En este contexto, el Consejo Central proclamó el 13 de noviembre del año 1917 la República Democrática de Ucrania, aunque federada con Rusia. Se estableció que abarcaría “las provincias con mayoría de población ucraniana: (…) Kyiv, Poltava, Chernyhiv, Volyñ, Podilia, Járkiv, Katervnoslav, Jersón y Tauria” (Doroshenko, 1962: 582). Pero esto no fue aceptado por los ucranianos bolcheviques ni por el nuevo gobierno de Rusia, quienes iniciaron una serie de ofensivas provocando el estallido de la primera guerra ucranio-rusa en diciembre de 1917. Por añadidura, en enero del siguiente año el Consejo Central declaró la total independencia de la República Democrática de Ucrania, rompiendo todo tipo de lazos con Moscú.

Estos acontecimientos se desarrollaron cuando aún la Primera Guerra Mundial continuaba. En febrero de 1918 Alemania reinició el avance en tierras rusas y la debilidad del ejército rojo se hizo evidente. Ante esto, el partido bolchevique cedió a la firma del Tratado concretado en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk. Algunas de las pautas establecidas fueron: el fin de la propaganda y de las hostilidades rusas contra la República Popular de Ucrania; la renuncia moscovita a Finlandia, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y Besarabia; y la entrega de Ardahan, Kars y Batumi al Imperio otomano.[9]

Pero en tierras ucranianas la situación estaba lejos de estabilizarse. En abril de 1918 un numeroso grupo de ucranianos realizaron –con apoyo del ejército alemán– un golpe de Estado contra la República Democrática de Ucrania. En su lugar se instauró una monarquía bajo la forma del Hetmanato y ocupó el cargo de hetmán Pablo Skoropadsky. No obstante, a medida que la Triple Alianza iba perdiendo la guerra, también disminuía el poder del nuevo gobierno ucraniano. En noviembre de ese mismo año, cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, se organizó una sublevación contra el Hetmanato. Fue dirigida por el recientemente constituido “Directorio, consistente en cinco miembros, presidido por Vynnychenko” (Doroshenko, 1962: 598). Nuevamente, esto no fue aprobado por el gobierno soviético, quienes iniciaron una campaña sobre los territorios ucranianos orientales, dando lugar al desarrollo de la segunda guerra ucranio-rusa en diciembre de 1918.

Por otra parte, en los territorios rutenos occidentales el escenario geopolítico presentaba grandes cambios. El fin de la guerra había traído aparejado el derrumbe de importantes imperios, entre ellos el Austro-Húngaro, lo que dio lugar a la conformación de la República Democrática de Ucrania Occidental con Lviv como capital, y agrupó a las regiones ucranianas que se encontraban bajo dominio de los Habsburgos: Galitzia oriental, Bukovina Septentrional y la Rus’Carpática. Empero, Polonia también reclamaba estas zonas. Para fines de la segunda década del siglo XX los territorios que hoy forman parte del Estado ucraniano se encontraban divididos entre la República Democrática de Ucrania Occidental y el Directorio –República Democrática de Ucrania. Ambas hostigadas desde el oeste por Polonia y desde el este por el gobierno soviético. A fin de cuentas, el conflicto político y limítrofe se resolvió mediante la firma del Tratado de Paz de Riga, en marzo del año 1921, entre Polonia, la República Socialista Federativa Soviética de Rusia y la recientemente creada República Soviética Socialista de Ucrania. En el mismo se estableció que Halychyna, Volyñ, Polissia y Pidlasha quedaban anexadas a Polonia. Al año siguiente se realizó en Moscú el Congreso que ratificó el convenio sobre la creación de la URSS. A fines del año 1929 las disputas por el poder dentro del partido bolchevique se hicieron mucho más latentes. Como consecuencia, algunas importantes figuras –como Trostky, Zinoviev y Bujarin– fueron desplazadas, mientras que Stalin logró tomar el poder en forma unilateral. Con esto, las políticas soviéticas nuevamente cambiaron de rumbo. Los stalinistas defendían el “papel central del Estado en el tránsito hacia una industrialización rápida (…) lo que implicaba el fin de la propiedad privada y de la agricultura mercantil, reemplazados por un rápido proceso de colectivización y por el control estatal de los procesos de comercialización” (Aróstegui, 2001: 437). No obstante, estas medidas fueron poco toleradas y provocaron arduas revueltas de resistencia hacia la propiedad privada, especialmente en el granero de la URSS, Ucrania. Así es como entre los años 1932-1933 la colectivización forzosa se llevó la vida de varios millones de personas, causando uno de los peores genocidios por hambruna: el Holodomor ucraniano.

Más adelante, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en el año 1939 volvió a modificar las relaciones políticas entre las principales potencias. En septiembre Alemania y la URSS firman el Pacto Ribbentrop-Molotov, donde se estableció entre otras cuestiones el reparto de Polonia, y así el gobierno soviético, además de ocupar las tierras polacas orientales, accedió al resto de las tierras ucranianas del oeste. Pero el pacto fue violado por Alemania y en el año 1941 comenzó la invasión sobre los territorios soviéticos. Esto despertó antagónicas reacciones entre los ucranianos, variando entre quienes apoyaban a los nazis –como el grupo extremista anticomunista liderado por Stepan Bandera– y los que continuaron luchando en las filas del ejército rojo. Miguel Wasylyk (1991) analiza todas las alianzas que se fueron realizando entre los ejércitos ucranianos extremistas y los ejércitos nazis, y concluye que recién en el año 1944 los rutenos perdieron credibilidad en cualquier tipo de acuerdo que pudieran realizar con los alemanes, porque en los diversos intentos de alcanzar cierto grado de autonomía eran reprimidos y utilizados como “carne de cañón” en los enfrentamientos bélicos.

En cuanto a los límites geográficos en el este de Europa, también se vieron alterados por la guerra. Durante la invasión nazi Halychyna fue anexada a la Gobernación General.[10] El resto de Ucrania fue organizado bajo el nombre de Comisariado Estatal de Ucrania –presidido por Erich Koch– y Bukovyna, Besarabia y los territorios entre los ríos Dnister y Boh fueron cedidos a Rumania. Sin embargo, el fin de la segunda guerra mundial a mediados del año 1945 ocasionó nuevos cambios en el mapa. Uno de ellos fue la restitución de Polissia occidental, Volyñ, Halychyna, Bukovyna y parte de Besarabia a Ucrania, llevando a que por primera vez se unificaran los territorios que hoy forman parte del Estado ucraniano. Años después, en 1954, se completó el mapa ruteno cuando Nikita Kruschev otorgó la península de Crimea a la República Socialista de Ucrania.

 

Manifestaciones de las diferencias entre el Este y el Oeste en Ucrania: desde la desintegración de la URSS a la actualidad

Luego del recorrido desplegado de manera resumida por diferentes contextos históricos, se puede evidenciar que la fragmentación interna actual de Ucrania tiene una raíz histórica. Su análisis es primordial para comprender los conflictos que surgieron luego de la desintegración de la URSS. Por lo tanto, teniendo en cuenta los antecedentes abordados, en este apartado analizaremos cómo las manifestaciones de las diferencias entre las regiones del Este y el Oeste fueron variando y aumentando en cada disputa sociopolítica, especialmente las relacionadas a las elecciones presidenciales, como la revolución naranja o el golpe de Estado del año 2014.

A comienzos de la década de 1990 la URSS se encontraba en una situación de inestabilidad, potenciada por las diferentes medidas que fue implementando Mijail Gorbachov, quien según Procacci (2005: 570), “cuanto más popular era en el extranjero, más impopular era en su patria”. Los conflictos en diferentes regiones de la URSS también iban en aumento, pero “ni las repúblicas de Asia Central y mucho menos Ucrania y Bielorrusia daban de momento señales consistentes de querer despegarse de la URSS” (Procacci, 2005: 568). Ante el inminente proceso de desintegración política, Gorbachov convocó en marzo del año 1991 a un referéndum en el que se solicitaba a los electores que se manifestaran sobre la preservación de la URSS como federación renovada de repúblicas iguales y soberanas. Procacci plantea que las respuestas en las urnas fueron ampliamente positivas, conllevando a la firma de un tratado el 20 de agosto del mismo año, donde se reconoció la autoridad y la independencia de las repúblicas, pero el éxito fue transitorio, porque la autoridad de Gorbachov ya no contaba con respaldo político. Cuatro días más tarde, el 24 de agosto de 1991, la República de Ucrania se declaró independiente. No obstante, según Wilson (2002: 172), tal independencia “llegó más por accidente que por diseño y principalmente como resultado de unos hechos ocurridos en toda la región”. Para declarar constitucional y democrático tal proceso, el 1 de diciembre del mismo año se realizó un referéndum. La población debió responder: ¿apoya usted el Acta de Declaración de Independencia de Ucrania? Aunque el 90,9% de los votantes emitió un voto positivo, ya se pueden percibir diferencias regionales: en Crimea votaron por la independencia el 54,2% de los ciudadanos; en Sebastopol el 57,1%; y por su parte en las regiones occidentales de Ivano-Frankivsk, Lviv, Volinia, Ternópil, Zhytómyr, entre otras, votaron a favor más del 95% de los ciudadanos (ver mapa 2). Ese mismo día también se eligió presidente mediante sufragio universal, triunfando con el 61,6% de los votos Leonid Kravchuk (1991-1994), exmiembro del Partido Comunista Soviético. Su victoria ante el adversario Vyacheslav Chornovil, un líder nacionalista agresivo antirruso, evidencia que, aunque las diferencias entre el Este y el Oeste estaban latentes y se evidenciaron en los resultados, aún no se manifestaban con fuerza (ver mapa 3). Bajo su mandato comenzaron los conflictos relacionados a Crimea. La Federación Rusa reclamó la devolución de la península, pero el gobierno de Kravchuk se opuso y le concedió el estatuto de República Autónoma.

En julio del año 1994 nuevamente se realizaron elecciones presidenciales. Kravchuk perdió en segunda vuelta ante Leonid Kuchma, quien obtuvo el 52% de los votos contra el 45% del mandatario saliente. Según Sechague (2014: 35), “la particularidad de esta elección fue la fragmentación entre Ucrania oriental (quien apoyó la tendencia pro-rusa de Kuchma) y Ucrania occidental (que se convirtió en un notable bastión de Kravchuk y su programa nacionalista moderado)” (ver mapa 4). Las políticas de la nueva gestión estuvieron orientadas a la ampliación del sistema de partidos políticos, la liberalización de la economía y la promulgación de la Constitución de Ucrania en el año 1996. Si bien estos logros le posibilitaron a Kuchma la reelección en la contienda electoral celebrada en el año 1999, posteriormente su popularidad disminuyó de manera drástica cuando lo acusaron del secuestro y asesinato del periodista opositor Georgiy Gongadze, además de corrupción y venta ilegal de armas.

Para las elecciones presidenciales del año 2004 se enfrentaron dos candidatos. Por un lado, el reformista pro-occidental Viktor Yuschenko (Partido Nuestra Ucrania Liberal) y, por otro, el candidato oficial Viktor Yanukovich (Partido de las Regiones). De acuerdo con los datos proporcionados por la International Foundation for Electoral Systems, en la primera vuelta existió un empate técnico entre Yuschenko, con el 41,96% de los votos, y Yanukovich, con el 41,37%, lo que exigió una segunda vuelta. Finalmente, en noviembre del mismo año el candidato del Partido de las Regiones triunfó por un estrecho margen, inferior al 2%, lo que desató la Revolución Naranja, compuesta por violentas protestas organizadas en Kiev y otras ciudades de la zona occidental de Ucrania. Los ciudadanos manifestantes liderados por Viktor Yuschenko y Yulia Timochenko exigían nuevas elecciones, acusando al gobierno de Kuchma de fraude electoral e injerencia rusa. Sin embargo, Sechague (2014) plantea que detrás de esta situación inestable y conflictiva se encontraba el “Plan Brzezinski” diseñado por Estados Unidos y sus aliados europeos, con el objetivo de que asumiera el candidato pro-occidental. Por presión internacional la Corte Suprema declaró la nulidad de las elecciones, las cuales fueron realizadas nuevamente en diciembre del 2004, con la presencia de observadores de todo el mundo. Yuschenko ganó con el 54% de los votos. Esta crisis política no solamente puso en evidencia la fragmentación regional de Ucrania, sino que la acentuó aún más. Por un lado, en las ciudades orientales no se registraron manifestaciones adherentes a la Revolución Naranja, y por otro lado en los resultados electorales la demarcación es evidente (ver mapa 5).

Seis años más tarde, en enero del 2010 se vuelven a enfrentar en las urnas por el cargo presidencial dos antiguos rivales políticos, el pro-ruso Viktor Yanukovich y Yulia Timochenko. Como ninguno de los dos logra alcanzar amplia mayoría, al mes siguiente pasan a segunda vuelta. Con el 49,8% de los votos contra el 45,2%, Yanukovich asume como primer mandatario. Nuevamente se repitió el fenómeno que reflejaba en el sufragio la división entre Ucrania del Este y del Oeste. Porque si bien Yanukovich –exmiembro del Partido Comunista– propuso un acercamiento político a la Unión Europea, sus principales medidas estuvieron orientadas al fortalecimiento de las relaciones con la Federación Rusa, y esto le permitió alcanzar la mayoría de los votos en las ciudades del Este.

A finales del año 2013 bajo la gestión de Yanukovich se desencadenó el Euromaidán, una de las peores crisis sociales que sufrió Ucrania desde su independencia, que condujo a un golpe de Estado que atentó contra la estructura constitucional y llevó la división regional del país a una desintegración territorial y la proclamación de la autonomía de las ciudades del Este. El detonante fue que el Consejo de Ministros de Ucrania emitió una orden de suspensión del proceso de preparación del Tratado de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea, alegando que ante las exigencias del FMI –aumento de las tarifas de gas, congelación de salarios, recortes en el presupuesto– sería más conveniente para la economía eslava consolidar relaciones con las exrepúblicas soviéticas. “¿Qué tipo de acuerdo es este cuando nos aceptan y ‘nos ponen de rodillas’? (…) Creo que no hay que ceder, tenemos que proteger nuestros propios intereses”, afirmó Yanukóvich en una entrevista difundida por la televisión ucraniana (informe periodístico RT). Pero ese mismo día, centenares de personas salieron a la plaza Maidán en Kiev a protestar contra las políticas de acercamiento a Rusia, provocando disturbios y enfrentamientos con la policía. Al mes siguiente la crisis empeoró, las manifestaciones violentas fueron cotidianas y se sumó una nueva exigencia: la renuncia de Yanukovich. En enero del año 2014 el gobierno proclamó la ley antiprotesta y reforzó las medidas de represión, lo que enfureció aún más a la multitud y causó el primer muerto. En el conflictivo proceso hubo una reorganización de los partidos nacionalistas de ultraderecha, quienes se adjudicaron atentados contra instituciones públicas, así como el asesinato de un policía.

El 22 de febrero Viktor Yanukovich fue destituido y en su lugar asumió el gobierno provisorio encabezado por Alexander Turchínov –reconocido por la Unión Europea. Una de las primeras medidas fue abolir la ley de protección de lenguas nacionales, lo que supuso un ataque y una provocación directa al uso del ruso hablado en Crimea y en la mayoría de las ciudades del Este. Como respuesta, la Federación Rusa manifestó su apoyo a la población ruso-parlante de Crimea, quienes eligieron nuevo gobierno y declararon su independencia del Estado ucraniano el 6 de marzo. Diez días después organizaron un referéndum de anexión a Rusia. Los resultados “arrojaron un 96,77% de votos favorables a la anexión de Crimea a Rusia” (Fernández Solá, 2014: 593).

La oleada secesionista también se extendió a la región del Donbáss –este de Ucrania– donde se negó el reconocimiento del gobierno golpista de Turchínov. El domingo 11 de mayo de 2014 se celebró un referéndum en las provincias de Donetsk y Lugansk para consultar a la población acerca de la posibilidad de la autodeterminación. De acuerdo con lo informado por la Agencia Reuters, el 89% de los votos fueron positivos y el 10% negativos. Aunque el Estado Ucranio no reconoció –ni reconoce– el referéndum, la desintegración territorial fue inminente y dio paso a constantes enfrentamientos armados entre las fuerzas oficiales de Ucrania y las fuerzas separatistas del Donbáss.[11]

El día 25 del mismo mes se realizaron elecciones presidenciales en el territorio ucraniano con pretensiones de reestablecer la estructura política del país. Con el 54% de los votos ganó el empresario multimillonario Petro Poroshenko. Sus primeras medidas estuvieron orientadas a la construcción de un proyecto de paz con el sudeste ucraniano. En junio del 2014 decretó un alto el fuego, pero los representantes de la autoproclamada República Popular de Donetsk denunciaron su incumplimiento, por lo que el conflicto continuó. El 11 de febrero del año 2015, luego del fracaso del Acuerdo de Minsk I (2014) se firmó el Acuerdo de Minsk II, un documento compuesto por 14 puntos para lograr el alto el fuego entre el gobierno de Kiev y las fuerzas separatistas. Sin embargo, Milosevich (2017: 2) plantea que “los Acuerdos no han convertido al Donbáss en un conflicto congelado sino en una guerra de baja intensidad”.

En este sentido, los resultados de las últimas elecciones celebradas en Ucrania podrían ser una manifestación del descontento de la población con respecto a las políticas implementadas por “el rey del chocolate”.[12] Según los datos publicados oficialmente el día 30 de abril de 2019 por la Comisión Electoral de Ucrania, el candidato Volodímir Zelenski recibió el apoyo del 30% de los votos contra el 16% de Poroshenko en la primera vuelta, y en la segunda alcanzó la mayoría con el 73% de los votos, derrocando a su adversario que consiguió el 24%.

Para concluir, Sechague (2014) afirma que las divisiones regionales se dan en tres niveles: en primer lugar, en relación con la identidad nacional –radicalizada en el oeste y subdesarrollada en el este–; en segundo lugar, una división lingüística –en el Oeste se habla en idioma ucraniano, mientras que el Este es bilingüe y en algunas ciudades del Sur se habla ruso–; y por último la escisión es a nivel ideológico –pro-occidental y pro-Unión Europea en el Oeste y pro-ruso y pro-Unión Euroasiática en el Este. Maszkiewicz (2014: 195) sugiere que es un “modelo simplificado, aunque ocurre que los propios ucranianos no evitan ese esquema”.

Una vez más la historia ha ofrecido herramientas para comprender el contexto geopolítico actual. Sin embargo, merece un análisis aparte la influencia de estas divergencias regionales en el conflicto bélico actual, así como la injerencia de las potencias mundiales.

 

Mapas

Mapa 1: Ucrania entre los años 1793-1914

Fuente: Wikipedia.

 

Mapa 2: Resultados del referéndum realizado en diciembre de 1991

Fuente: Wikipedia.

 

Mapa 3: Resultado de las elecciones presidenciales realizadas en diciembre de 1991

Fuente: Wikipedia.

 

Mapa 4: Resultados de elecciones presidenciales, 1994, segunda vuelta

Fuente: Vasylchenko (2008) citado por Sechague.

 

Mapa 5: Resultados de las elecciones presidenciales, 2004, segunda vuelta

Fuente: Vasylchenko (2008) citado por Sechague.

 

Mapa 6: Ucrania antes de la proclamación de la autonomía de Donetsk y Lugansk

Fuente Wikipedia.

 

Bibliografía

Aróstegui J, C Buchruker y J Saborido (2001): El mundo contemporáneo: historia y problemas. Barcelona, Crítica.

Briggs A y P Clavin (1997): Historia Contemporánea de Europa (1789-1989). Barcelona, Crítica.

Cardone IJ (2014): “El conflicto en Ucrania: Los intereses de las grandes potencias y los perdedores de siempre”. Conjuntura Global, 3-3, julio-septiembre.

Daza DV (2015): Crisis de Ucrania. Escuela Diplomática de Barcelona.

Doroshenko D (1962): Historia de Ucrania. Buenos Aires, Representación Central Ucrania.

Fernández Solá N (2014): “Ucrania: la patria dividida”. Revista de Aeronáutica y Astronáutica, julio-agosto, Universidad de Zaragoza.

Fitzpatrick S (2012): La revolución rusa. Buenos Aires, Siglo XXI.

Granados J (2007): “Ucrania: un estado y dos civilizaciones”. UNISCI Discussion Papers, 14.

Maszkiewicz M (2014): “Ucrania: El postcolonialismo soviético versus la elección europea”. Cuadernos Manuel Giménez Abad, 7.

Milosevich-Juaristi M (2017): Ucrania, piedra de toque para Occidente. Madrid, Real Instituto Elcano.

Procacci G (2005): Historia general del siglo XX. Barcelona. Crítica.

Sechague Otálora JD (2014): La Ucrania Post-Soviética: geopolítica de un Estado bipolar. Monografía de grado, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá.

Wasylik M (1991): Breve Historia de Ucrania. Buenos Aires, Pan y Trabajo.

Wilson A (2000): The Ukrainians, unexpected nation. Londres, Yale University.

 

Artículos Periodísticos

“Ucrania Independiente”, El País, 3-12-1991.

“Yanukovych ‘gana’ elecciones en Ucrania”. BBC News, 7-2-2010.

“Ucrania: historia de una tragedia”. RT, sf.

“Zelenski, proclamado ganador de las elecciones presidenciales de Ucrania”. Sputnik Mundo, 30-4-2019.

 

Adriana Noelia Spaciuk es profesora en Historia por la Universidad Nacional de Misiones.

 

Notas

[1] El extenso Reino abarcaba los territorios ubicados entre el Golfo de Finlandia y el Mar Negro.

[2] Estado cosaco fundado en 1648.

[3] La cita es más extensa, en su forma completa se entiende que se refiere a las provincias de La Pequeña Rusia (Ucrania) y Finlandia.

[4] Hace referencia al margen occidental del río Dniéper, pero es la ribera derecha siguiendo el curso del río. El mismo nace en la meseta de Valdái y desemboca en el Mar Negro.

[5] La Iglesia Greco-Católica Ucraniana o Iglesia Uniata es el resultado de la unión de la Iglesia Católica de Roma y la Iglesia Ortodoxa. Creada a partir de la Unión de Brest en el año 1596. Su centro de dominio y poder es toda la zona occidental de Ucrania.

[6] Los polacos y los ucranianos polonizados compartían intereses, porque ambos grupos pertenecían al mismo sector social.

[7] Pasión por el pueblo. De narod: pueblo o nación.

[8] Ukraínska Cetralma Rada.

[9] El fin de la guerra en noviembre de 1918 canceló el Tratado de Brest-Litovsk. Solamente Finlandia y Turquía conservaron los territorios anexados.

[10] Luego de la repartición y posterior invasión nazi de Polonia, la misma fue denominada Gobernación General.

[11] Para más información ver el documental Crónicas de un mundo en conflicto: Ucrania realizado por corresponsal de la TV Pública Argentina.

[12] En Ucrania a Petro Poroshenko se lo apoda como el “rey del chocolate”, porque es propietario de la empresa más grande del país dedicada al rubro.

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