El reconocimiento de la educación como un derecho humano implica necesariamente establecer en cada contexto histórico las prioridades y los objetivos que definan la construcción de políticas destinadas a hacer efectivo este derecho jurídicamente consagrado.
Precisamente, esta visión de la educación tuvo su expresión en el período histórico que se desarrollara entre los años 1946 y 1955, en el cual los principios de la universalidad se manifestaron en la multiplicidad de ofertas educativas que permitieron incorporar a los más amplios sectores sociales, históricamente excluidos de los trayectos educativos de niveles medios y superiores. La recuperación de esta memoria, adecuada a los contextos actuales, implica un importante desafío para la consolidación de un renovado modelo político nacional y popular, y que al mismo tiempo representa la reafirmación del rol del Estado, asumiendo la plenitud de su compromiso político desde el proyecto educativo.
El condicionamiento de la pandemia del COVID-19 representa sin lugar a duda una exigencia sobre la cual es necesario combinar los principios de igualdad y justicia social, la convicción inclusiva del ámbito educativo, la profundización del ejercicio de la ciudadanía democrática y el uso universal de las tecnologías que superen las barreras de la desigualdad de acceso al campo educativo virtual.
Pensar la educación en la post-pandemia requiere de una dinámica combinación entre los aprendizajes de este período excepcional, con innovaciones del campo pedagógico y organizativo, que tengan la capacidad de reconfigurar aquellos aspectos de los modelos existentes y que no han logrado la síntesis entre la inclusión y las propuestas actualizadas en los distintos trayectos del sistema educativo.
En este camino, y en la conciencia de la complejidad económica y social que ha dejado el modelo económico y político del anterior gobierno, sumado a los efectos nacionales e internacionales de la pandemia, con un marcado proceso de deterioro en los distintos niveles de la economía, y particularmente afectando a los sectores de menores ingresos, es preciso que la escuela salga al encuentro de sus alumnas y alumnos que como resultado de esta situación han ido perdiendo vínculo con ella, y consecuentemente, debilitando sus mejores capacidades y la construcción de proyectos.
La post-pandemia debe percibirse como un período en el cual el Estado promueva la articulación de sus diferentes efectores respecto fundamentalmente de la niñez, la adolescencia y la juventud, poniendo la centralidad de este proceso en la reafirmación de la educación como bien público, y a su vez, en la constitución de derechos personales y sociales, a los cuales el Estado asume con plenitud la responsabilidad de garantizarlos.
Norberto Liwski es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional.
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