Justicia espacial

Cuando las formas de habitar, alteradas súbita y ferozmente por la pandemia, se recuperen en muchas de sus dimensiones esenciales, un escenario incierto se abrirá. El peronismo, como gobierno, como posición y concepción política, y como sentir de un pueblo, nunca tuvo escenarios cómodos y simples. El peronismo siempre navegó en aguas turbulentas, pero las que tendrá que enfrentar son especialmente peligrosas, entre otros motivos porque no sabemos cómo serán.

Sabemos que nuestros principios básicos no se alterarán, que muchos seguimos alentando la esperanza de un mundo mejor. Para eso estamos.

No nos hagamos ilusiones, nada será fácil ni concedido con generosidad. Nuestros enemigos de siempre –no digo nuestros adversarios, que es otra cosa– están dispuestos en formación de batalla. Se la daremos. En rigor, serán muchas batallas en distintos frentes: la batalla cultural, la batalla económica o la batalla judicial, por nombrar algunas de las más relevantes. Hay una que es menos mencionada, que no suele aparecer en el horizonte: la batalla espacial. No me estoy refiriendo a batalla espacial en términos de armamentos o satélites, sino a la espacialidad cotidiana, a los modos de habitar el territorio, la ciudad, los ámbitos.

Nuestra idiosincrasia peronista estuvo siempre marcada por la voluntad, la obligación y el placer de compartir. La misma palabra con la que nos nombramos, ‘compañeros’, significa compartir el pan, compartir el alimento material y espiritual.

El espacio compartido de la calle y de la plaza que habitamos históricamente está hoy inhibido, necesariamente inhibido, y a nosotros nos duele. Pero lo que me preocupa es que también está necesariamente inhibido el compartir el espacio con los amigos, los niños y los ancianos. Hace aproximadamente 70 años se creó la Ciudad de los Niños y el Parque Derechos de la Ancianidad, y el dato no es desdeñable. Cuando en la plaza, la Unidad Básica, la universidad o el taller se canta “todos unidos triunfaremos”, eso implica una comunidad de ideales, de posición política, pero también de cercanía personal, de espacio compartido.

Cuando el peronismo alcanzó –siempre democráticamente– el gobierno se encontró, en todos los casos, con situaciones altamente deterioradas, sea en el aparato productivo, en el régimen distributivo, en el sistema judicial, en el legislativo –por derogación de leyes e imposición de decretos–, en la regulación del comercio exterior, o en casi todos los campos donde posemos la atención. En consecuencia, tuvo que emprender una compleja tarea de restauración para superar esos deterioros, para volver las cosas a su lugar, para arreglar lo aviesamente desarreglado. Pero el peronismo no se contenta con eso: no basta con volver a recuperar lo perdido, no basta con la restauración. El peronismo está llamado a protagonizar la transformación, el paso adelante.

Esta inédita crisis, de base sanitaria, por ser inédita y de un alcance y una profundidad mayúsculas, tiene varias alternativas de salida, varias lógicas de post pandemia. Hay quienes, no sin alguna razón, están deseando y propugnando que todo vuelva al ayer, a esa normalidad de exclusiones y sometimientos, normalidad que añoran y pintan con colores menos sombríos. Para nosotros, el compromiso no es la recuperación, es la transformación, es una progresiva y respetuosa pero profunda transformación. Se abre la posibilidad, difícil pero accesible, de creación de nuevas realidades efectivas.

Entre esas posibilidades –en verdad exigencias desde nuestra posición– está la instauración de una Justicia Espacial. Puede pensarse que esta noción es extraña y hasta carente de ejercicios concretos en nuestra historia. Pero, aunque no se llamara así, fueron acciones de Justicia Espacial la apertura de las playas marítimas para enormes contingentes que nunca habían accedido a ese esplendor, como también lo fueron los múltiples espacios destinados a la salud, a la educación, al esparcimiento o a la protección de los más débiles. No menos actos concretos de Justicia Espacial fueron lugares de la memoria en la ESMA o el precisamente llamado Parque de la Memoria. Y por cierto, son actos de Justicia Espacial la construcción de miles y miles de viviendas en distintas gestiones peronistas.

Esto indica que tenemos espaldas. Debemos también tener miradas al frente, modelando espacios, en todas las escalas, en los que la accesibilidad, los derechos de uso y las prácticas viejas y nuevas de nuestro Pueblo sean aceptadas e incentivadas. Nuevas ciudades y nuevos modos de entender y operar las existentes; nuevas modalidades de vivienda y renovación de su sentido; eliminación de tapias y enrejados y consecuente derecho a la circulación y la permanencia; destitución de privilegios dinásticos; y establecimiento de convivencias solidarias y compartidas.

Todo esto es complejo. Será necesario remontar ataduras e imposiciones que se hacen aparecer como naturales e inconmovibles. Será necesario también ampliar nuestra lógica del compartir. Es complejo, y difícil, pero nuestra historia, nuestros líderes y nuestras convicciones pueden o deben intentarlo.

La post pandemia abre un horizonte nuevo: uno donde puede ocurrir lo peor, lo anodino y lo mejor. Todo puede ocurrir. Confío en que seamos conscientes de la apertura y capaces de dar los pasos venturosos.

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