Hacia una Comunidad Económica del Litio en América Latina

En una época de crisis múltiples como la actual, la integración regional en torno a la gobernanza de recursos estratégicos para la transición energética tiene el potencial de crear lazos más fuertes en términos de asociación con nuestros países vecinos. A la vez, puede ser el germen de una comunidad económica que abarque más temas, dado que la energía, los alimentos y el conocimiento aplicado tienen el potencial de colocarnos nuevamente como región en un lugar destacado a nivel global.

 

Integrarse en torno a intereses compartidos sobre recursos estratégicos

El germen de lo que hoy se conoce como Unión Europea tuvo que ver con limar las asperezas entre Francia y Alemania tras la Segunda Guerra “Mundial”. No es casual que estos dos países, junto a Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, firmaron en 1951, en París, el Tratado Constitutivo de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA). Dicho tratado integró los dos rubros en los que tenían concentración regional, entró en vigor en 1952 y –tal como estaba previsto– se extinguió en 2002. La preocupación de los países de mayor desarrollo giraba en torno a la relación entre energía y crecimiento económico. Por eso, en paralelo, se crearon otras dos instituciones: la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM) y la Comunidad Económica Europea (CEE) firmada en 1957. Estos tres acuerdos forman parte de los Tratados de Roma. En 1965 se consolidaron en el Tratado de Fusión o Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, que agrupa a los poderes ejecutivos de la CECA, EURATOM y CEE. Con la Revisión de Maastricht en 1993 se creó la Unión Europea (UE).

Los grandes impulsores de este proceso, considerados los “padres de Europa”, fueron Robert Schuman, ministro francés de Relaciones Exteriores; Jean Monnet, el consejero francés que luego fue el primer presidente de la Alta Autoridad, organismo rector de la CECA; junto a Konrad Adenauer, canciller[1] alemán. Su creación finalmente acabó con rivalidades históricas[2] entre algunos de sus miembros, a la vez que contribuyó para alcanzar una paz duradera. Fue el primer instrumento que fundó instituciones supraestatales, en el cual –en aquel momento sólo en esa área específica– los países firmantes cedieron una parte de su soberanía en favor del conjunto. Tuvo el doble objetivo de reconstruir Alemania y a la vez mantener bajo control internacional a la industria pesada y obtener recursos carboníferos para sus propias fabricaciones. Formalmente, los objetivos eran organizar la libertad de circulación del carbón y del acero y el libre acceso a los insumos para la producción (artículo 2 del Tratado Constitutivo de la CECA).

Cuando se repasa la literatura sobre integración regional, se observa que, por ejemplo, el profesor de Harvard Stanley Hoffmann, para analizar el caso europeo, decía que los Estados utilizan la integración para resolver cuestiones que resultan demasiado complejas para ser solucionadas en el plano nacional. Desde Oxford, Louise Fawcett y Andrew Hurrell dicen que entre los motivos por los cuales los Estados se integran en regiones se encuentra la construcción de un bloque de poder frente a la amenaza de un Estado hegemónico. Por otro lado, Tanja Börzel, politóloga alemana, afirma que una primera forma de agrupar y clasificar las teorías sobre integración regional es teniendo en cuenta cómo se consideran a los principales impulsores de la construcción regional, si de manera endógena o exógena a la región. A modo de síntesis, se podría decir que lo que crea lazos fuertes de integración es la asociación en torno a intereses comunes respecto de los recursos estratégicos.

 

El litio como recurso estratégico para la transición energética

Como suele decir el compañero Diego Roger, la transición energética es un proceso de cambio que implica acciones simultáneas en las dimensiones económica, social y política global, e implica la coordinación de las actividades de investigación, desarrollo e innovación, el proceso de difusión de tecnologías, las capacidades industriales, la infraestructura y la demanda de energía. El aspecto más conocido es el pasaje de un modo de producción de energía a otro. Actualmente, cuando se habla de transición energética se trata del reemplazo de combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas– por fuentes renovables –solar, eólica. A diferencia de otros sistemas energéticos del pasado, ésta se caracteriza por ser una transición consciente, que busca la reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI), a fin de limitar el aumento de la temperatura global y evitar que el calentamiento del planeta exceda los 2°C con relación a la era preindustrial –Acuerdo de París sobre Cambio Climático.

En la transformación de la matriz energética el litio emerge como un recurso natural estratégico, dado que se utiliza en la fabricación de baterías para autos eléctricos y la confección de acumuladores eléctricos necesarios para garantizar el almacenamiento de la energía que producen las fuentes renovables que, si no se usa al momento de su producción, se pierde. La principal actividad del ser humano que emite CO2 es la incineración de combustibles fósiles para generar energía y con fines de transporte. Sólo la industria automotriz aporta más del 14% de las emisiones de GEI a nivel global. Por ello, la reducción de la emisión de estos gases requiere de la consolidación de la industria automotriz eléctrica y la transformación y la adaptación de los sistemas eléctricos a las fuentes de energías renovables. De hecho, países como Noruega, Alemania y los Países Bajos mostraron su intención de eliminar los automóviles de combustión interna entre el 2025 y el 2035. Dadas sus características físicas y químicas, el litio presenta las mejores condiciones de orden científico-tecnológico-comercial para la acumulación de energía. En la industria automotriz, la única batería capaz de homologar la performance que ofrece un motor de combustión interna y de equilibrar sistemas eléctricos es la batería denominada ion-litio.

Casi el 70% de las reservas globales de litio en salmuera se encuentra en el denominado triángulo del litio: Bolivia, Chile y Argentina. México, si bien posee menores reservas, también es un actor importante en nuestra región. Estados Unidos, Australia y China también se destacan por el volumen de reservas.

 

La gobernanza del litio como motor de la integración

Teniendo en cuenta lo antedicho, es necesario discutir cómo serán el sistema y las reglas de juego del sector en nuestra región. La gobernanza global puede ser entendida como una red de actores, procesos y normas que, a través de la cooperación, busca mitigar el desorden en un contexto de ausencia, tanto de leyes y entramados normativos, como de esquemas cooperativos de participación.

Frente al proceso de transición energética en marcha, los países de nuestra región se encuentran ante el desafío de ser quienes hagan las reglas para administrar los recursos de litio y demás minerales necesarios para el almacenamiento de energía, a la par de volver a un proceso de integración desarrollista que lleve bienestar a nuestros pueblos. En ese sentido, es preciso que nuestros países conformen la Comunidad Económica del Litio, un espacio para integrar nuestras economías en torno a la gobernanza de un recurso estratégico y un esquema tanto de administración de intereses estatales en todos sus niveles –en nuestro país, la Constitución Nacional otorga la titularidad de los recursos mineros a los Estados provinciales y la capilaridad de los yacimientos supone municipios y departamentos– como de administración de intereses mercantiles corporativos, de sectores cooperativos y de la economía autogestiva popular.

Una de las principales herencias del neoliberalismo de fines del siglo pasado es la ruptura de lazos en nuestra sociedad. No solo en términos interpersonales, sino principalmente entre sectores de la economía, la producción y la política: se han desalineado los intereses comunes entre la nación y las provincias, entre los trabajadores y los empresarios, y entre los productores de alimentos y los consumidores, entre otras cosas. Reparar esta ruptura con políticas públicas para la transición energética es uno de los caminos posibles para el desarrollo nacional. Por ello, volver a alinear los intereses entre la nación y las provincias es imprescindible para la gobernanza del litio y de los minerales de la transición energética. A su vez, alinear las políticas públicas con sus públicos destinatarios será fundamental para superar las penurias del presente y construir un futuro en el que reine en el pueblo el amor y la igualdad.

 

Mariano Baladron es licenciado en Ciencia Política y Gobierno (UNLa), magíster en Relaciones Internacionales (FLACSo) y miembro de la cooperativa de trabajo CEPIDRA.

[1] En Alemania la figura del canciller es la del primer ministro, que asume el rol de jefe de Gobierno.

[2] Por ejemplo, la ocupación del Ruhr por parte de las tropas francesas y belgas en el período de entreguerras como respuesta al fracaso de Alemania –República de Weimar por ese entonces– en las obligaciones económicas impuestas por los países victoriosos de la Primera Guerra Mundial en el Tratado de Versalles.

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