Acerca del Capitalismo de la Vigilancia y el documental «El dilema de las redes sociales»

El capitalismo de la vigilancia

Quizás la mayor importancia de este documental es que se acerca a mostrar cómo funciona el “capitalismo de la vigilancia”. Problematizar este nuevo momento del capitalismo no es menor. No hay prácticamente textos y películas que lo trabajen de una manera tan sistémica. Muestra algunas cosas y oculta otras. No muestra la historia del crecimiento de estas tecnologías, ni las estructuras de poder de las cuales son parte.

El Capitalismo de la Vigilancia es un nuevo régimen de acumulación. El desarrollo tecnológico de las Tecnologías de la Comunicación y la Información (TIC) produjo fuertes modificaciones en la forma de valorización del capital. En este sentido, las “Big Tech”[1] son las corporaciones que hoy están “conduciendo” estas modificaciones. Conducen porque tienen escala, y tienen la capacidad tecnológica, la Inteligencia Artificial (IA), para convertir una comunicación social en Internet, en un “dato” con Valor. Para conducir necesitan monopolizar toda una nueva cadena de valor: a) una o más plataformas instaladas a nivel global –en donde se produce el Dato–, porque sin esta escala, la global, no se puede conducir en el Capitalismo de la Vigilancia; b) desarrollo tecnológico, IA y capacidad física instalada para el procesamiento en tiempo real de esta información: esto les permite influir en las demás cadenas de valor, modificando la lógica de la acumulación, pero también modificando el ejercicio de la política, la cultura y la subjetividad.

Este documental evidencia en la actualidad cómo se acumula valor en el Capitalismo de la Vigilancia, haciendo hincapié en los problemas psicológicos de las nuevas generaciones. Gráficamente lo podemos ver de esta manera:

 

El documental se centra en cómo se están manipulando los comportamientos sociales, cómo afecta las subjetividades de las nuevas generaciones, lo cual es fundamental y avanza en problematizar cómo está afectando a la democracia. Lo que no muestra es que estas corporaciones no crecieron ni funcionan solas: son parte de estructuras de poder. El Silicon Valley no erró el camino en la última década, sino que es la lógica dominante de un polo científico-tecnológico –de investigación y desarrollo: I+D– entrelazado al poder angloamericano, al deep state.

Mostrar solo el aspecto de manipulación, y mostrar que el problema es esta tecnología, descontextualiza el problema de fondo, que es cómo los sectores dominantes ejercen el poder desarrollando y utilizando conscientemente las TIC. La tecnología nunca es neutra. Nace al calor de necesidades sociales o militares, y en el desarrollo capitalista ha quedado presa de los grupos dominantes. Por eso la tecnología de punta es una forma de dominación social desde donde los países imperialistas han ejercido el control.

El documental habla del aquí y ahora de la las TIC –llamativamente las llama “tecnologías”– sin incursionar en esta historización. En el recorrido histórico se evidencia que los Fondos Financieros de Inversión son parte desde el inicio de estas StartUp. Desde los 90 el crecimiento de estos emprendimientos se basó en grandes sumas de dinero que se invertían en las “punto com”. A su vez, sus herramientas se desarrollaron de la mano de la tecnología militar de Estados Unidos. La geopolítica estadounidense se pensó desde el nacimiento de Internet dominando este territorio, y estas corporaciones –las occidentales– crecieron entrelazadas con los objetivos geopolíticos de Estados Unidos y los capitales angloamericanos. El Silicon Valley fue financiado por el gobierno y estas corporaciones funcionaron tercerizadas de los sectores tecnológicos militares del Estado. Principalmente, la conexión se dio a través de la Agencia Nacional de Inteligencia, agencia gubernamental dedicada al desarrollo tecnológico.

El “mito de origen” –acerca de individuos genios encerrados en un taller que se volvieron ricos– oculta este trasfondo. También la industria hollywoodense se encargó de esta construcción simbólica, generando miles de adeptos a la lógica del Silicon Valley que intentaron e intentan convertirse en un Steve Jobs del subdesarrollo y terminan incorporados a las grandes corporaciones.

El documental no explica por qué existen las Corporaciones de la Tecnología: solo las muestra como “malas prácticas” o “modelos de negocios” errados. Esto es fundamental también para pensar y plantear las salidas posibles. Si no se comprende su desarrollo desde la Geopolítica, caemos en las salidas de desconexión individual, o en tratar de “cambiar las malas prácticas empresariales”, como estrategias, y no como tácticas dentro de una estrategia de construcción de un mundo multipolar, pluriversal, en donde se desarrollen múltiples polos científico-tecnológicos soberanos que equilibren este poder desmedido de las corporaciones angloamericanas.

Netflix es parte de estas corporaciones: si bien no tiene la capacidad de procesamiento de las grandes corporaciones como Google, o Facebook –Instagram y WhatsApp–, su valor se basa en otro tipo de conducción ideológica, mediante la construcción de miradas y de reconstrucción de la historia a partir de las nuevas narraciones, tales como las series. No manipula de la misma manera, ni busca la atención como las redes sociales, sino que procura la atención a partir de instalar sus producciones de “televisión a demanda”. Utiliza el mismo modelo de procesar la información de las y los usuarios –Datos– y ofrecerle a cada uno o una lo que quieren en función de su perfil. Pero no busca que la o el usuario se queden atrapados en las redes sociales. Podemos ver que son diferentes lógicas que permiten el desarrollo de las internas y de las críticas cruzadas. Las luchas entre el capital son las que permiten que podamos visualizar sus diferencias, ya que en el Capitalismo de la Vigilancia estas corporaciones no funcionan como un todo homogéneo –y otra gran pelea histórica es entre Facebook y Google.

También la “adicción a las redes sociales” es algo de lo cual se habla cada vez más. Por lo tanto, ahora de lo que se trata, lo que está en juego, es la construcción del relato acerca de “por qué se produce” esta adicción, por qué se está produciendo una afectación social tan masiva en las nuevas generaciones, y Netflix quiere ser un actor central que muestra cómo se producen estas cosas. A la vez, mientras Netflix ofrece este documental, también propone otro acerca del genio de Bill Gates impulsando esta saturación de información en donde todo es verdad y nada lo es…

 

Estado versus corporaciones

En segundo lugar, el documental es claramente anti-Estado. Y al no problematizar la historia del nacimiento de las redes sociales, pareciera que cualquier Estado podría usarlas “para el mal”. Esto es falso, ya que solo es Estados Unidos el que es y puede ser parte de estos negocios. El resto de los Estados y sus gobiernos occidentales pueden utilizar pequeñas partecitas para objetivos concretos –tales como unas elecciones– comprando su servicio o negociando concesiones a cambio de los servicios de estas corporaciones. Pero la geopolítica de estas corporaciones está entrelazada a Estados Unidos. En el documental, por supuesto, para que no queden dudas, los que pueden ser los más malos son siempre los rusos y los chinos, obturando la construcción de un mundo multipolar.

Solo en el final se evidencia una verdad de Perogrullo: se necesitan nuevas y mejores regulaciones para encuadrar a estas corporaciones. Pero, volvemos a marcar: sin desarrollo de muchos polos científicos tecnológicos y sin un achicamiento de estas megacorporaciones no va a haber regulación que se pueda ejercer desde los Estados. El problema es reconstruir un equilibro multipolar y de ejercicio de soberanía en el nuevo territorio de lo virtual.

 

Las manifestaciones sociales

Aquí hay una gran mescolanza. Como dice el dicho, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. No se pueden mezclar grandes manipulaciones que imponen manifestaciones y comportamientos sociales, con reivindicaciones gremiales como la de los chalecos amarillos en Francia. Hay manifestaciones que parten de problemas económicos y gremiales concretos, y que son llevadas adelante por organizaciones libres del pueblo que luchan y se manifiestan buscando una mejora social. No son manipulaciones sociales, por más que utilicen redes sociales como forma de difusión. El problema es real y concreto, y las redes sociales se convierten en herramientas de difusión de la problemática. El sujeto colectivo se construye en la calle, con luchas sociales.

Eso es muy diferente a la “población movilizada” desde estas corporaciones, como se evidenció en las “primaveras árabes”. Esta diferenciación es clave y central para comprender la realidad. Aquí Netflix mezcla las situaciones, ocultando la diferencia entre un ciudadano no organizado y manipulado por las redes sociales, con sujetos organizados para transformar la realidad y construir justicia social. Oculta la importancia que tiene, para impedir la manipulación social, la organización popular a través de diversas herramientas, como los sindicatos y los movimiento sociales o territoriales. No alcanza con la elección individual del alejamiento de las redes o la desconexión. Si el sujeto no está organizado, se convierte en un “individuo” aislado y a merced de las influencias de las corporaciones. En la relación entre individuo y corporaciones de las TIC es tanta la diferencia de poder que podemos prever quién va a influir y manipular a quién.

 

Saturación de información

“Creamos un sistema que favorece la información falsa, no porque quisiéramos, sino porque la información falsa les genera más dinero a las compañías, la verdad es aburrida. (…) En este modelo de negocios se lucra con la desinformación”. Estas grandes verdades hay que pensarlas detenidamente. No es el algoritmo el culpable de mostrarnos solo lo que más nos gusta y de difundir las noticias falsas. Este sistema de saturación de información y la consiguiente desinformación son parte de la construcción de subjetividades fuertemente influenciables. El conocimiento del mundo está mediado por grandes corporaciones tecnológicas, cuyo objetivo es la construcción de subjetividades fuertemente manipulables. Los medios tradicionales de comunicación se quedaron atrás en la tecnología, aunque también mediaron el conocimiento del mundo. No olvidemos las agencias de noticias globales de los países centrales, como Reuter o AP, que manipularon la información de cada una de las guerras y conflictos sociales en función de los intereses de los países a los cuales pertenecían, Inglaterra y Estados Unidos. O lo que costó tener una agencia de noticias con corresponsales en casi todo el mundo con una mirada latinoamericanista, como Telesur. Quien muestra la realidad, la muestra en función de sus intereses… por eso la importancia de la democratización de la comunicación.

El sistema de saturación de información falsa y de desinformación es un modelo de ejercicio del poder angloamericano. La dominancia de las TIC anglosajonas en Internet se desarrolló de la mano del ejercicio del poder de estos sectores, y responde a un diseño geopolítico.

 

Conclusión

A este documental –si bien muestra de una manera sistémica una lógica de monetización– hay que encuadrarlo dentro de la lógica de acumulación de los capitales angloamericanos y de la geopolítica de Estados Unidos, para contextualizar y no quedarnos con verdades parciales que conduzcan a salidas falsas que no contribuyan a construir el mundo multipolar y pluriversal que necesitamos.

 

Verónica Sforzin es socióloga, docente titular en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP) y adjunta en la Facultad de Psicología (UNLP), candidata doctoral en Comunicación (UNLP), investigadora del CIEPE desde 2004, coordinadora de la comisión de Tecnologías y Comunicación de los equipos técnicos del Partido Justicialista nacional y directora del Área de Evaluación, Monitoreo e Información Social del SIEMPRO (Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales).

[1] Big Tech, también conocidas como Tech Giants, o coloquialmente, Big Four, The Four Horsemen, Big Five o S&P 5, son las empresas más grandes y dominantes en la industria de tecnología de la información de Estados Unidos, especialmente Amazon, Apple, Alphabet, Facebook y Microsoft.

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