A 50 años del Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo de Juan Domingo Perón (Madrid, 21 de febrero de 1972)

Se cumplen 50 años del Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo de Juan Domingo Perón. Este artículo intentará demostrar por qué representa una clara muestra de la anticipación y la clarividencia de su autor, y a la vez de su vigencia.

En primer lugar, corresponde destacar la aseveración de que el desarrollo sostenible es un camino a transitar sobre una triple base de sustentación ambiental, económica y social, enmarcada en lo político institucional subnacional, nacional e internacional. La misma base fue ratificada y ampliada sucesivamente por las distintas cumbres mundiales: Río 92, Johannesburgo 2002, Río +20.

Las distintas afirmaciones del documento fueron compartidas y avaladas por innumerables científicos y personalidades mundiales contemporáneas. A continuación, se citarán algunos de sus párrafos y se analizará su vigencia.

 

“Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología, y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”.

James Lovelock –nacido en 1919– ideó en 1969 su célebre hipótesis Gaia –publicada en 1979–, así denominada en homenaje a la diosa que personifica la Tierra en la mitología griega. En ella sostiene que el planeta Tierra como conjunto –biosfera, atmósfera, océanos y tierra– es un único organismo pluricelular vivo, autorregulado, que tiende a un equilibrio inestable y esencialmente interconectado. Los componentes varían según las condiciones de los organismos que los constituyen –el Mundo de Margaritas– y por lo tanto la evolución resultante es resultado y consecuencia de esa interconexión.

El concepto de integración tuvo un fuerte respaldo cuando Edward Lorenz (1938-2008) formuló en 1972 lo que se conoce como efecto mariposa: “¿Debe el aleteo de una mariposa en Brasil originar un tornado en Texas?”. Haciendo esa pregunta, Lorenz intenta demostrar la idea de que sistemas dinámicos, complejos e interconectados exhiben comportamientos impredecibles, por los cuales acontecimientos pequeños o desdeñables en su inicio pueden producir amplios y divergentes efectos a nivel sistémico. Estas ideas dieron inicio a la teoría del caos. Así, en una noche en pleno siglo XXI un murciélago fue muerto en una remota ciudad de China, y el caos mundial comenzó.

 

“La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a través de los dirigentes políticos”.

El 25 de septiembre de 2015 más de 190 líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos y todas, como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Se establecieron 17 objetivos que tienen metas específicas que deben alcanzarse en los siguientes 15 años. Ellos son: Fin de la pobreza; Hambre Cero; Salud y Bienestar; Educación de Calidad; Igualdad de Género; Agua Limpia y Saneamiento; Energía asequible y no contaminante; Trabajo decente y crecimiento económico; Industria, innovación e infraestructura; Reducción de las desigualdades; Ciudades y comunidades sostenibles; Producción y consumo responsables; Acción por el clima; Vida submarina; Vida de ecosistemas terrestres; Paz, justicia e instituciones sólidas; Alianzas para lograr los objetivos. Es de destacar que deben entenderse y cumplirse holísticamente: deben cumplirse todos en su conjunto.

 

“El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas. La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su acción va más rápido que su captación de la realidad y el hombre no ha llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan de la naturaleza, y no de su poder mental. De este modo, a diario, su vida se transforma en una interminable cadena de contradicciones”.

En el año 2000, Paul Crutzen –nacido en 1933– propuso que somos protagonistas y testigos de una nueva era geológica a la que denomina Antropoceno, reconociendo el significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres. Esta era sucedería al denominado Holoceno, época del periodo cuaternario en la historia del planeta, iniciado luego de la última glaciación, hace más de 10.000 años. Su inicio estaría dado por el comienzo de la Primera Revolución Industrial –a fines del siglo XVIII– y su aceleración se dio a partir de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial en el que se produce una cada vez más intensiva extracción de recursos naturales. La idea del Antropoceno no es solo identificar un nuevo período geológico, sino terminar con la dualidad ser humano-naturaleza y comenzar con una verdadera simbiosis entre ambos. La tarea en el Antropoceno no es culpar a la humanidad, sino hacerla responsable de sus actos y analizar, comprender y desarrollar las complejas interacciones de la relación entre ser humano y ambiente en términos metodológicos, culturales, conceptuales y aun filosóficos. Es continuar la obra iniciada por anteriores científicos que analizaron solamente algunos de los aspectos de la mencionada interacción, como el tema de la conservación (Leopold, 1949), los pesticidas (Carson, 1962), el crecimiento poblacional (Ehrlich, 1968) o los límites al crecimiento (Meadows, 1972).

 

“Las mal llamadas ‘Sociedades de Consumo’ son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo”.

“Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura” (Laudato si’, Papa Francisco, mayo de 2015).

 

“Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables…”.

El hecho cierto es que existe una cantidad de signos que demuestran que las prácticas corrientes están atentando contra los límites físicos y naturales del planeta. Desde esta perspectiva fue elaborado el concepto de “límites planetarios” –planetary boundaries– presentado en 2009 por Johan Rockstrom, exdirector del Centro de Resiliencia de Estocolmo, y un equipo de 28 científicos, quienes identificaron nueve procesos que regulan la estabilidad y la resiliencia del Planeta Tierra, y estimaron límites cuantitativos de consumo dentro de los cuales la vida puede continuar y desarrollarse. Si esos límites son superados se incrementa el riesgo de generar grandes, abruptos e irreversibles cambios ambientales. Los procesos involucrados son: a) la concentración de dióxido de carbono en la atmosfera; b) la acidificación de los mares; c) la disminución de la capa de ozono; d) los cambios del uso del suelo; e) el consumo global de agua dulce; f) la carga de aerosoles atmosféricos; g) la pérdida de biodiversidad; h) la alteración de los ciclos del fósforo y del nitrógeno; e i) la contaminación producida por sustancias químicas. Debe destacarse que, según estudios recientes de los mismos científicos, cuatro de los nueve procesos –la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera; la pérdida de biodiversidad; los ciclos del fósforo y del nitrógeno; y el cambio del uso del suelo– ya exceden los valores de seguridad propuestos.

 

“El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia… y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas”.

En noviembre de 2019 más de 11.000 científicos de todas partes del mundo declararon que estamos enfrentando una emergencia climática, pero muchos decisores siguen mirando para otro lado.

 

“En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de 200 especies animales terrestres”.

En mayo de 2019 el Informe de Evaluación Global sobre la Biodiversidad y los Ecosistemas de las Naciones Unidas concluyó que más de un millón de especies animales y vegetales están amenazadas de extinción. La degradación de los suelos causó una merma de su productividad global en un 23%, lo que significa no solamente una pérdida de la biodiversidad, sino también una amenaza a la seguridad alimentaria, ratificando así que en algunas dimensiones “estamos jugando con fuego”.

 

“Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo… En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que al mismo tiempo den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionen el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la contaminación ambiental”.

Ha provocado la situación descripta el sistema económico lineal –extraer, producir, consumir, descartar– vigente desde hace 10.000 años, y utilizado indistintamente por todas las ideologías políticas. En la actualidad, el cambio paradigmático requerido es encarnado por la Economía Circular. En su encíclica Laudato si’, el Papa Francisco dice: “No hemos sido capaces todavía de adoptar un modelo circular de producción capaz de preservar los recursos naturales para las presentes y futuras generaciones, limitando al máximo posible el uso de los recursos no renovables, moderando su consumo, maximizando su uso eficiente, reusando y reciclándolos”.

El término fue introducido por Pearce y Turner en 1995, y retomado con mucha más aceptación y conocimiento por los trabajos –entre otros– de la Fundación Ellen Mac Arthur. En una reciente revisión bibliográfica se encontraron más de 140 definiciones de Economía Circular. Aquella que encaja al espíritu del Mensaje es la enunciada por Mc Donough y Braungart en su libro De la Cuna a la Cuna: debemos imitar el efectivo sistema de la naturaleza que va “de la cuna a la cuna” y en el que, a través de sus flujos y metabolismos, la idea de residuo no existe. Al metabolismo biológico de la naturaleza debemos agregar un metabolismo industrial, en el que los productos sean diseñados para convertirse en materia prima secundaria una vez usados. Este gran desafío debe ser enfrentado en momentos de ser testigos y protagonistas de una Cuarta Revolución Industrial, entendida como aquella que fusiona la manufactura con los servicios a través de la digitalización forzada de todos los procesos y procedimientos del sistema económico –inteligencia artificial, robots, Internet de las cosas, sensores, etcétera.

La economía circular y la Cuarta Revolución Industrial dominarán la discusión en el corto y mediano plazo: la primera como respuesta y actor central del cambio paradigmático, y la segunda como hecho inevitable que caracterizará a nuestra vida. La Cuarta Revolución Industrial dará el marco tecnológico, económico y social en el que la economía circular puede florecer o marchitarse. Si la industria 4.0 no se aparta de los modelos de negocios conocidos en la economía lineal, acelerará la sobreexplotación de recursos y la contaminación.

 

“La lucha contra la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades, debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional. Estos problemas, en el orden internacional, deben pasar a la agenda de las negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de la Naciones Unidas con carácter de primera prioridad. Este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad: es el problema”.

Un planeta ambientalmente saludable es la condición necesaria para organismos vivos saludables. La salud ambiental y pública son bienes públicos globales que deben proveerse para proteger la vida, la economía y la paz. Solamente la acción global coordinada podrá garantizarlo. Los dirigentes mundiales deben salir de un aislamiento autoimpuesto y utilizar las instituciones disponibles –Naciones Unidas, G20, alianzas regionales, gobiernos nacionales– para generar lazos de interacción, compromisos y colaboración para la búsqueda de la solución global. Si pudimos establecer acuerdos internacionales luego de la Segunda Guerra Mundial, por qué no podríamos ahora que no llegamos desde dos bandos enfrentados. Recordemos que la falta de acuerdos globales luego de la crisis mundial de 1929 condujo al cataclismo, causado precisamente por dicha conflagración.

Finalmente, y como conclusión, debemos volver al Mensaje: “La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma. En esta tarea gigantesca, nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria”.

 

Share this content:

Deja una respuesta