Reflexiones sobre las PASO

El 11 de agosto fueron las PASO (elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) y en ellas ocurrió mucho más que lo que esperábamos. Es tiempo, pasado ya unos días, que podamos hacer algunas reflexiones.

En primer lugar, nos parece importante señalar la capacidad de conducción y la estrategia de Cristina Fernández de Kirchner al proponer a Alberto Fernández como candidato a presidente, creando las condiciones para lograr la unidad del peronismo, a partir de lo cual se pudo convocar a distintos sectores en el armado de un frente. El Frente de Todos no solo es un nombre, sino que efectivamente estamos todos en él. Esto era lo que se escuchaba en las calles, donde parecía sonar la voz de Juan D. Perón el 17 de octubre: ¡Trabajadores! ¡Únanse! Sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos. No se trataba de un amontonamiento frente a un acto electoral, sino de una organización, base de todo poder, donde cada uno aportó algo y así pudo elegirse a los mejores candidatos.

Mientras tanto, Marcos Peña preparaba con sus trolls una nueva manipulación con fórmulas que permitieran profundizar la grieta y los odios, construyendo alternativas en donde se debatía el voto conciencia contra el voto bolsillo; la república versus el autoritarismo; seguir cambiando o volver al pasado de corrupción; etcétera. Casi podríamos describirlos como el enfrentamiento entre la mística de la esperanza y los “pechos fríos” de la ciberpolítica.

Quienes tenemos algunos años militando sentimos el fervor que se expresaba en los actos, en las presentaciones del libro de Cristina, y concluíamos que todo eso olía a victoria. La reaparición de la inveterada mística peronista se contagiaba, pero que Alberto Fernández le saque 16 puntos a Mauricio Macri y Axel Kicillof 21,5 puntos a María Eugenia Vidal no aparecía ni en nuestras mejores fantasías. Este hecho arrastró consigo la seriedad de los encuestadores, los analistas políticos y los periodistas militantes del ajuste.

Finalmente, lo que sucedió es que ganó la política. No solo porque el Frente de Todos salió a la calle, sino porque nuestro pueblo, frente a una realidad efectiva en la que aparecía la destrucción de la trama social, el crecimiento de la pobreza y la indigencia, frente al pedido de resignación, reconoció a la política como la herramienta apropiada para transformar la adversidad en fortuna.

Ello es el reconocimiento de que juntos tenemos la capacidad de organizar el poder transformador que nos permitirá enfrentar en octubre al candidato apoyado por Donald Trump, el FMI y el sistema financiero internacional. Que de eso se trata lo que estamos decidiendo: vamos a ser por nosotros mismos, u otros nos dirán lo que somos. En este punto es importante recordar el significado de la esperanza. Hay un dicho popular que dice que el que espera desespera, pero tal desesperación aparece en quien se ha resignado, o lo que es lo mismo, ha renunciado a ser sujeto, convirtiéndose en objeto de las acciones de otros. No es nuestro caso. Nuestra gente tiene esperanza, o sea, se lanzó como sujeto de sus actos a buscar el futuro que anhela.

Claro está que Macri no soportó el cachetazo popular. Manipuló la información para mandarnos a dormir antes que dieran a conocer los resultados a los 44 millones de argentinos. Y al día siguiente, aun sin que haya prácticamente operaciones de compra de divisas, permitió una devaluación de más del 20% y le echó la culpa a quienes no lo votaron. El día posterior hubo un acting con maquillaje duranbarbista, eso que antes llamaban demagogia. Y continúa la devaluación y la remarcación de precios.

Por eso, el 11, a la noche, hubo mujeres y hombres que quizás no les alcanzó para el asado y lo reemplazaron por fideos, pero levantando la vista sonrieron. Sus ojos comenzaban a ver llegar lo esperado. Ya están llegando nuevamente los días felices, ya comienza a aparecer el sol de los días peronistas. Una vez más, en octubre el pueblo hará oír su decisión inapelable.

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