Por una militancia propositiva

La militancia política está definida habitualmente como la acción que lleva a las personas a manifestarse en el marco orgánico de un partido con el cual comparten su ideología, sus proyectos electorales y de gobierno, sus formas de acumular partidarios, etcétera, todo esto en consonancia con el proceder y el pensamiento de sus dirigentes. Se supone que el objetivo es ayudar a construir y difundir propuestas, con el fin de lograr cargos públicos de miembros del partido y así permitir su implementación –obviamente, en beneficio del conjunto: la felicidad del pueblo. Por supuesto, existe la militancia individual e inorgánica que, si bien puede ser positiva en algunos momentos, no creo particularmente que contribuya al fortalecimiento partidario. Libres pensadores hay muchos, pero suelen estar poco comprometidos con una acción de conjunto en beneficio de las mayorías.

Si algo define asimismo a la militancia es la consecuencia permanente en su accionar, es decir que no se activa sólo en determinados períodos y luego guarda silencio hasta que es nuevamente convocada para la realización de ciertas actividades vinculadas generalmente a un proceso electoral. Es decir que el compromiso debe ser permanente en dos sentidos: los y las dirigentes, convocando a sus militantes al trabajo partidario; los y las militantes, aportando desde sus múltiples posibilidades en beneficio del partido.

Habitualmente se activa la demanda sobre las y los militantes –incluyendo adherentes y simpatizantes– casi exclusivamente en tiempos electorales. Por lo general se les solicita participar de actos partidarios, marchas, afiliarse, integrarse a unidades básicas y difundir las propuestas electorales elaboradas por la dirigencia. Actualmente adquirió gran importancia hacer propaganda mediante las redes, para lo cual se las alimenta con consignas simples y muchas veces vacías totalmente de contenido político e ideológico. Así parece que la militancia virtual resulta clave en cualquier situación. Si bien es cierto que el espacio digital parece haber reemplazado al espacio público, hay muchos compañeros que consideran que difundir lo que les llega por las redes sociales resulta una contribución invalorable al acto militante. Sin querer menospreciar esta actividad, creo que tranquiliza conciencias, pero poco aporta al pensamiento del conjunto partidario, ya que deja en la cabeza de otros y otras la creación de propuestas políticas.

Parecería que en los hechos se considera a la militancia como una actividad subalterna de la política. Aunque se la nombre y alabe en cada uno de los discursos de la dirigencia, la realidad es que se le adjudica un rol muy pasivo. Actualmente, la relación entre la dirigencia y la militancia presenta algunas características que creo habría que revisar: un direccionamiento casi único desde la conducción partidaria hacia las bases; desde la dirigencia se solicita a la militancia obediencia debida: cualquier militante que exprese ideas que tengan que ver con cierta autocrítica es inmediatamente tildado de traidor a la causa; los cargos públicos se resuelven entre muy pocas personas, no otorgando siquiera la posibilidad de expresarse libremente en elecciones internas a los y las militantes; son prácticamente nulos los canales de recepción de propuestas de las bases hacia las conducciones partidarias; la militancia no es una profesión: existe una idea generalizada de que la militancia debe ser rentada, los militantes solicitan renta y los dirigentes acceden; muchos espacios públicos se cubren con militantes que mayor presencia tienen en algunos eventos, sin considerar si están preparados y dispuestos para ocupar un cargo de gestión; muchos dirigentes consideran la valía de los y las militantes en función de sus intereses personales, y no de las necesidades del conjunto del pueblo.

Visto lo sucedido en los últimos tiempos en el campo de la política –tanto en períodos electorales como de gobierno– me parece que es momento de reconsiderar el papel que se le pide desde la dirigencia a la considerada militancia, y que en términos generales es aceptado por ésta. Mi propuesta es simple y puede sintetizarse en los siguientes puntos: que los militantes no nos enteremos por los medios –con toda su carga distorsiva– de las decisiones que se toman entre los sectores dirigentes de cualquier nivel de conducción; que los y las dirigentes se obliguen a producir autocrítica ante la militancia por las decisiones tomadas; que cada militante exija a sus dirigentes que se articulen canales orgánicos permanentes de diálogo –esto no significa toma de decisiones por cabildeo, simplemente que sean escuchadas y discutidas sus propuestas–; que todos los y las militantes que se encuentren en condiciones realicen propuestas concretas de gestión en beneficio de las mayorías, para todos los niveles de gobierno –desde el barrio hasta la nación– contemplando no sólo lo que habría que hacer, sino la forma, los actores que lo llevarían adelante y –fundamentalmente– el posible financiamiento; las propuestas deben estar sustentadas en un marco ideológico que contemple políticas en beneficio de las mayorías y que sólo pueden llevarse a cabo con un gobierno nacional y popular; convocar equipos técnicos permanentes en todos los niveles –no sólo nacional o provincial– que propongan acciones específicas, y no necesariamente rentados: hay muchos compañeros y compañeras que lo harían de buena gana si se los escuchara; que ningún militante que se manifieste con una opinión distinta a la de la dirigencia sea tratado de traidor: discutir algunas decisiones es esencial para poder seguir construyendo políticas para las mayorías.

La realidad es que todos estamos preocupados por la coyuntura en la que nos encontramos. No sólo por cómo nos afecta personalmente, sino por la situación general del pueblo, y muy especialmente de los más desfavorecidos. Algo distinto tenemos que hacer. En términos personales voy a seguir proponiendo –en cualquier foro en el que me encuentre y tenga posibilidades– acciones para mejorar la vida de nuestros compatriotas, particularmente en el campo de la política educativa.

Esta publicación es un excelente ejemplo de participación y propuestas desde las bases, y por supuesto espero que sea leída por todos aquellos que nos sentimos comprometidos con la militancia en el campo nacional y popular.

 

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