El odio y sus discursos: cómo se rompe el delgado límite entre los dichos y los hechos

El fallido intento de magnicidio del cual fue víctima Cristina Fernández de Kirchner ha generado una enorme cantidad de análisis sobre los discursos del odio. En lo que sigue se tratará de encontrar una explicación sobre la forma en que esos discursos se generan y cómo han derivado o pueden llegar a derivar en el futuro en hechos concretos que no solo persiguen la destrucción del peronismo, sino que van en contra del conjunto de la sociedad.

 

Qué son los discursos del odio y cuán profundo han calado en nuestra sociedad

Los discursos de odio comprenden cualquier discurso publicado[1] para legitimar, promover o incitar cualquier forma de discriminación o violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de su pertenencia política, religiosa, étnica, nacional, racial, de género o cualquier otra forma de identidad social. Estos discursos tienen por finalidad generar climas sociales de intolerancia, rechazo y odio hacia sus destinatarios y provocar prácticas de deshumanización, segregación, negación de los derechos o agresión hacia las víctimas del odio, llegando al límite de su eliminación física.

Parece importante evaluar cuál es el estado y la vigencia de los discursos del odio en nuestro país. Según el relevamiento de opinión realizado por el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA/Lectura Mundi), Grupo de Estudios Críticos sobre Ideología y Democracia (GECID-IIGG/UBA), entre el 27 de noviembre de 2020 y el 3 de febrero de 2021, sobre una muestra de 3.140 casos efectivos, el 26% de la ciudadanía “Promovería o apoyaría discursos de odio”, el 17% permanecería “Indiferente frente a los discursos de odio” y el 57% “Criticaría o desaprobaría los discursos de odio”. Según ese mismo relevamiento, el grado de adhesión a los discursos del odio en función de edad, nivel educativo y ocupación se muestra en la siguiente tabla.

 

Actitud ante los discursos del odio
Promueve Indiferente Desaprueba
Por franjas etarias
16 a 24 años 26,3% 12,3% 61,5%
25 a 40 años 31,1% 17,8% 51,0%
41 a 55 años 25,5% 19,2% 55,3%
56 a 74 años 19,6% 16,1% 64,3%
75 y más años 22,9% 23,8% 53,3%
Según nivel educativo
Primario incompleto 29,2% 17,3% 53,6%
Primario completo 26,8% 19,9% 53,3%
Secundario incompleto 26,3% 17,4% 56,3%
Secundario completo 30,1% 15,8% 54,1%
Terciario o universitario incompleto 22,2% 13,1% 64,7%
Terciario o universitario completo 19,8% 15,7% 64,5%
Posgrado completo o incompleto 16,1% 15,7% 68,2%
Según ocupación
Dueño, patrón o empleador 33,4% 13,1% 53,4%
Empleado 28,0% 15,0% 57,0%
Obrero 27,0% 23,3% 49,7%
Cuentapropista o profesional independiente 24,5% 14,5% 61,0%
Trabajador familiar sin remuneración fija 22,1% 22,1% 55,8%
Hace changas o trabaja en modo transitorio 23,9% 20,3% 55,8%
Desocupado 24,3% 15,5% 60,2%
NS / NR 20,8% 32,6% 46,5%

 

Según el mismo relevamiento, de acuerdo al nivel de autoritarismo estimado entre los encuestados, el 36% de los “muy autoritarios” promueve los discursos del odio, proporción que se reduce al 19,5% entre los “nada autoritarios”. Asimismo, en función de su posicionamiento frente al aborto, el 35% de quienes se manifestaron en contra del aborto se muestran a favor de promover los discursos del odio, porcentaje que se reduce al 17% entre quienes aceptan el aborto.

 

Cuáles son los blancos preferidos de los discursos del odio

El foco central y blanco preferido de los medios de comunicación concentrados es el peronismo y más precisamente el kirchnerismo, con especial focalización en Cristina Fernández de Kirchner y las organizaciones políticas y sociales que reconocen su liderazgo. Un muy reciente análisis de CELAG muestra que la presencia de la vicepresidenta en las tapas de Clarín y La Nación prácticamente se ha duplicado en los últimos cuatro meses, mientras que en Infobae se ha mantenido con un ligero crecimiento, tal como se muestra en el siguiente gráfico. Ese análisis de CELAG muestra además que en Clarín el 73% de los titulares sobre Cristina Fernández de Kirchner son negativos, porcentaje que alcanza al 80% en La Nación y al 45% en Infobae.

Los análisis basados en la metodología de focus groups realizados por LEDA/Lectura Mundi muestran en la siguiente nube de palabras quiénes son los destinatarios de los discursos del odio. Para una mejor interpretación del gráfico, Maria Delia Redruello es una militante de La Cámpora y bibliotecaria de la Escuela Secundaria 8 de Tigre, y uno de los objetos de odio con mayor cantidad de menciones. Al momento del relevamiento fue trending topic en Twitter, engañosamente acusada de “burlarse de los muertos por COVID”. A su vez, Marina Abiuso es una periodista de TN que en el momento del relevamiento estuvo envuelta en un escándalo por compartir una investigación del sitio La Reacción Conservadora, en la cual figuraba una lista de periodistas, militantes, medios y partidos políticos que se pronunciaron en contra de la legalización del aborto.

En definitiva, las noticias, editoriales, comentarios y demás informaciones publicadas repetidamente y hasta el hartazgo para generar en la opinión pública el rechazo o el deterioro de la imagen del peronismo, el kirchnerismo y Cristina Fernández de Kirchner en particular, tienen su consecuencia en las redes sociales en forma de mensajes de odio fuertemente focalizados en esos mismos destinatarios, aunque también existe una muy pequeña proporción de mensajes de odio destinados a líderes y partidos opositores.

 

¿Los discursos del odio son una novedad?

Las descalificaciones de los adversarios políticos y los discursos del odio son de antigua data. Para no remontarnos a los inicios de nuestra independencia, nos concentraremos en los gobiernos elegidos por vía democrática desde el siglo pasado. Respecto de las presidencias de Hipólito Yrigoyen (1916 a 1922, y 1928 a 1930, año en que fue derrocado por el golpe de Estado encabezado por José Félix Uriburu) existe información sobre una prensa y una oposición muy críticas a sus medidas de gobierno, en especial de los diarios Crítica, La Nueva República, La Mañana y La Fronda que alentaron y respaldaron el golpe conservador de Uriburu. La denominación de Yrigoyen como “Peludo” y la de su domicilio en la calle Brasil como “la cueva del Peludo” indican que, además de las descalificaciones publicadas en los medios de la época, los mecanismos del odio ya tenían vigencia.

En el caso de los gobiernos de Perón, electo democráticamente en 1946, reelecto en 1951 y derrocado en 1955, los discursos del odio tuvieron referencias mucho más concretas. Entre las fake news de la época sobresalen las fotos trucadas de Perón y Gina Lollobrigida desnuda, presuntamente tomadas con una cámara de rayos X durante el primer Festival de Cine en Mar del Plata (1954); su presunta relación homosexual con el boxeador Archie Moore; el también presunto robo de los lingotes de oro del Banco Central; o el “asesinato” de Juancito Duarte, hermano de Eva Perón.

En ambos casos, esos discursos del odio pasaron a los hechos. Yrigoyen fue objeto de un intento de magnicidio, y durante el golpe de Estado[2] su casa fue saqueada por una turba. Él mismo fue encarcelado hasta su muerte, el 3 de julio de 1933. El odio hacia Perón tuvo expresiones mucho más espantosas: el intento de magnicidio del que fue objeto en 1955 se realizó mediante un bombardeo y ametrallamiento indiscriminado a la Plaza de Mayo, con su secuela de muertos y heridos entre la población civil.[3] Aunque no es muy conocido, existen testimonios irrefutables de que el golpe de Estado del 16 de septiembre también incluyó bombardeos en Ensenada y enfrentamientos de civiles y de la policía de la provincia en defensa de Perón. El sano ejercicio de la memoria hace necesario recordar que los discursos y el ejercicio del odio en aquella época fueron promovidos por la UCR y los partidos Socialista, Comunista y Demócrata Cristiano, con una muy activa participación de la iglesia católica.[4] Luego del golpe de Estado, la persecución al peronismo continuó con el robo del cadáver de Evita, la prohibición de mencionar a Perón, la proscripción política, los fusilamientos de 1956, el reiterado encarcelamiento sin causa alguna de sindicalistas, la tortura de militantes o sospechosos de serlo, las 30.000 desapariciones, el robo de bebés nacidos en cautiverio y las demás formas de violencia política y social que se sucedieron hasta la recuperación democrática en 1983.

 

¿Hay algo nuevo en el uso de los discursos del odio?

Lamentablemente, sí lo hay. La novedad que venimos viendo en los últimos años es que nos acusen a los peronistas de odiar. Si, a los peronistas: hemos sido los bombardeados, los proscritos, los innombrables, los fusilados, los encarcelados, los desaparecidos, los cabecitas, los choriplaneros, los y las kukas. A las y los peronistas, que permanentemente hemos convocado al diálogo, sin exclusiones ni condiciones, a todas las fuerzas políticas de la Argentina. A quienes, pese a todo, sostenemos que la Patria es el otro y que el amor vence al odio. Con asistencia de sus especialistas en marketing y comunicación política y el empleo de sus medios de comunicación concentrados y la justicia adicta, los poderes fácticos han instalado una “teoría del espejo” con que quieren devolvernos la peor y más odiada imagen que tienen de ellos mismos. Imagen que, como en el cuento del rey desnudo, no quieren ver, aunque esté a la vista de todos. Lo peor de esta estrategia del engaño que nos quiere imponer la oligarquía neoliberal no es la mentira de que quieren volver para hacer bien lo que hasta ahora hicieron mal, sino la mentira de que quieren volver para unir a los argentinos. Nuestra experiencia histórica indica que quieren venir para imponer a las grandes mayorías nuevas pérdidas de derechos a favor de las minorías más ricas.

Hasta aquí, las conclusiones a las que arribé sobre la base de la propia experiencia y de información disponible, en especial la basada en estudios académicos reconocidos. De aquí en más siguen algunas hipótesis que creo conveniente analizar y debatir, y sobre las cuales creo necesario un consenso que permita desarmar en nuestro país al odio como herramienta política.

 

Quiénes generan y cómo se transmiten los discursos del odio

En primer lugar, es necesario señalar que los discursos del odio en el período 1955 a 1983 jugaron un rol diferente al actual, ya no para incitar al pasaje del discurso a la violencia como en la actualidad, sino para señalar a las víctimas del terrorismo de Estado.[5] La sistematicidad y la continuidad en el tiempo de estos discursos en los períodos en que los gobiernos democráticos dieron prioridad efectiva a las necesidades de los sectores populares hace pensar que su autoría recae en los poderes fácticos permanentes: los actores concentrados de los sectores agrícolas, industriales, financieros y mediáticos de nuestro país, o lo que los peronistas identificamos como la oligarquía conservadora y neoliberal.

Por su carencia de toda legitimidad, los mecanismos de generación de los discursos del odio no están expuestos a la luz del día. Pese a ello, las casi dos décadas de uso continuado de estas herramientas de “la no política” han puesto en evidencia algunos de estos mecanismos, que por lo general se utilizan en modo combinado:

  • campañas permanentes de desprestigio por medio de los medios masivos de comunicación en contra de personas y agrupaciones sociales o políticas que son objeto de los discursos del odio;
  • crítica mordaz a cualquier actitud, acto o medida de gobierno llevada a cabo por las víctimas o, cuando así convenga, denuncia por la ausencia de esos actos o medidas;
  • uso intensivo de fake news que, como vimos, de nuevas no tienen nada, pero siguen resultando efectivas, en especial para los menos informados o los menos interesados en la política;
  • uso intensivo y publicación de denuncias judiciales[6] contra las personas que son objeto de los discursos del odio;
  • judicialización de la política y uso del lawfare en causas que a priori están destinadas al fracaso, utilizando y en muchos casos forzando los sorteos en modo que los procesos queden a cargo de jueces o tribunales con posiciones políticas notoriamente opuestas a las de las víctimas;
  • empleo masivo de las redes sociales a través de formadores de opinión y de trolls rentados para multiplicar el impacto de las publicaciones y los hechos arriba señalados, generar discursos de odio y complementar o reiterar otros ya existentes;
  • multiplicación de esos mensajes mediante el empleo de bots, otras técnicas y algoritmos digitales para incrementar su difusión y generar tendencias.

Este listado de mecanismos destinados a generar discursos de odio debería ser completado con otros mucho más complejos y sutiles, que de momento escapan a nuestra comprensión. Como sea, modo urge un debate sobre las hipótesis arriba señaladas.

 

El pasaje de los dichos a los hechos

Para intentar dilucidar los mecanismos de ese pasaje sobre la base del intento de magnicidio del que fue objeto Cristina Fernández de Kirchner, sigue un resumen de los hechos judiciales, comunicacionales, políticos y sociales de creciente impacto sobre la sociedad que en los 30 días previos derivaron en un acontecimiento que marcará significativamente la vida política en la Argentina. Del 1 al 22 de agosto se sucedieron nueve días de una agresiva monserga judicial a cargo del fiscal Luciani, tan carente de pruebas como cargada de intencionalidad política, que fue replicada hasta el hartazgo durante tres semanas por los medios concentrados y recargada con mensajes de odio en las redes sociales por sus voceros, influencers, trolls y bots. El pedido del fiscal Luciani de una pena de 12 años de prisión generó en la sociedad dos respuestas contrapuestas: por un lado, una inmediata respuesta popular en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner, incluyendo la instalación de una vigilia permanente en su domicilio; por la otra parte, una multiplicación de opiniones descalificadoras de la vicepresidenta en los medios concentrados y su consecuente reflejo de discursos del odio en los medios sociales, incluyendo pedidos de pena de muerte para la vicepresidenta. La negativa de la Justicia al debido derecho de réplica por parte de Cristina Fernández de Kirchner y su consecuente difusión pública a través de los medios genera la unidad de todo el peronismo y sus aliados en el FdT, y en paralelo se inicia una interna opositora, compitiendo sobre quién es más duro en la represión al kirchnerismo. Ante la continuidad de la vigilia, el sábado 27 de agosto el Gobierno de la Ciudad dispuso el vallado del domicilio de la vicepresidenta y sus alrededores, la réplica militante y la previsible represión policial. El 1 de septiembre, mientras se transmitía en vivo el apoyo a CFK en su domicilio, se produjo el fallido intento de magnicidio. Este acontecimiento también generó respuestas contrapuestas. Como señaló la propia Cristina Fernández de Kirchner en su primera aparición pública después del atentado, estas respuestas guardan gran similitud con las observadas en ocasión al intento de magnicidio del que fue objeto Yrigoyen, según leyó del Diario de sesiones del Senado del 21-1-1930 sobre el atentado del 24 de diciembre anterior. En esa oportunidad, el senador Del Valle (radical) dijo: “en nombre de la representación radical. Con entera conciencia y tranquilidad. Ese atentado no ha sido sino la consecuencia de la actitud intemperante y desorbitada de la prensa, de partidos y aun, señor presidente, del mismo honorable Senado. En la misma esquina del domicilio del doctor Yrigoyen se alzó una tribuna de escándalos y amenazas. (…) El país presenció las escenas bochornosas que tuvieron como escenario este recinto. Todas las torpezas, todas las irreverencias posibles contra el primer mandatario. Algún señor senador habló de dictadura, de despotismos, de tiranos, recordó la revolución francesa y habló de la guillotina”. El senador opositor Vidal, de Corrientes, dijo: “Se ha querido mezclar este hecho del atentado contra el presidente de la República con la política actual, se ha querido relacionarlo con la acción benéfica de la oposición y con la justa y saludable crítica de la prensa independiente, que es una verdadera insensatez condenar”. Cualquier similitud con la actualidad no parece mera coincidencia.

Volviendo a la actualidad, queda claro que en una parte de la sociedad el atentado generó una inmediata repulsa contra el empleo de la violencia política, tanto a nivel nacional como internacional, y una multitudinaria movilización en todo el país ante lo sucedido. Para otra parte de la sociedad, nuevamente alentada por medios de comunicación y redes sociales, el intento de magnicidio fue minimizado, reduciéndolo a un hecho de violencia aislado e inclusive fue caracterizado como un montaje oportunista del propio kirchnerismo. Si bien la investigación todavía no ha concluido, ya se sabe que el intento de magnicidio no fue producto de un “lobo solitario”, sino de un grupo de ultraderecha que planificó y realizó tareas de inteligencia previas al atentado. Los mensajes del celular de la acusada de ser la principal instigadora indican que suponía que con el magnicidio sería reconocida como héroe nacional, por haberse hecho cargo de las demandas de los discursos de odio más extremos que creyó constituían demandas del conjunto de la sociedad. No resulta extraño que, ante la enorme cantidad de personas que representa un 26% de la población adulta que promovería los discursos del odio y de un 17% a la cual le resultan indiferentes, existan organizaciones extremistas que tomen estos discursos como expresión de un mandato del conjunto de la sociedad que justificaría el pasaje de los discursos a los hechos.

Ante la posibilidad de que se repitan este tipo de atentados, resulta fundamental que la Justicia llegue hasta sus últimas consecuencias, no sólo para juzgar a los ejecutores del intento de magnicidio, sino también para llevar ante sus estrados a quienes lo financiaron, instigaron y promovieron, incluyendo las posibles injerencias internacionales.

 

Algunas conclusiones sobre lo que sigue y lo que hay que hacer

Estamos convencidos de que existe una mayoritaria y creciente conciencia en la sociedad argentina sobre el significado último de este intento de magnicidio que, más allá del intento de eliminar físicamente a Cristina Fernández de Kirchner y por ese medio avanzar en el exterminio del peronismo, representa una ruptura del pacto social establecido en 1983 con el retorno a la democracia. También creemos que existe una mayoritaria y creciente conciencia social sobre la necesidad de reestablecer ese pacto y de erradicar en modo definitivo el odio, sus discursos y el ejercicio de la violencia como una herramienta de la política en la Argentina. Favorecer, apuntalar y exigir al conjunto de la dirigencia política la realización de ese diálogo en modo efectivo y sin mezquindades es tarea no sólo de las y los peronistas, sino del conjunto de la sociedad. Las y los peronistas además tenemos que emprender la tarea de convencer a cada uno de quienes cultivan el odio que con el ejercicio de la violencia no nos han vencido y que no podrán hacerlo el futuro, toda vez que siempre el amor vence al odio y que ya somos parte de la memoria popular.

Antes de finalizar, quiero agradecer muy especialmente al compañero Lorenzo Pepe, presidente del Instituto Nacional Juan D. Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, quien tuvo la deferencia de recibirme y aportar sus ideas y sus vivencias sobre los hechos de los que fue actor y testigo a lo largo de su vida como dirigente sindical y político. También agradezco a Stella Martini, Fernanda Ruiz, José Héctor Suchowiercha, Mónica Hobert, Miguel Ángel López, Germán Suárez, Juan Luis Vendrell Alda, Silvia Malajovich, Marcelo Parra y a mi hija y periodista Cecilia Fumagalli, por sus aportes y opiniones sobre este trabajo.

[1] En medios masivos de comunicación de todo tipo y en las diferentes redes sociales.

[2] Se destaca la intervención de la Suprema Corte de Justicia de la época que dotó de visos de legalidad al golpe de Uriburu, cuestión que se extendió a todos los golpes de Estado que asolaron a la República a lo largo de las cuatro décadas que siguieron, y que hoy todavía impone condiciones a los poderes del Estado electos democráticamente.

[3] En el bombardeo se arrojaron más de 100 bombas sobre la población civil indefensa, un total estimado de 14 toneladas de explosivos, ocasionando más de 300 muertos y más de 1.600 heridos: único caso en el mundo de bombardeo a una población civil por sus propias fuerzas armadas.

[4] Los aviones que bombardearon la Plaza de Mayo llevaron pintadas en sus alas la V de victoria y la cruz.

[5] Entre otros, es el caso del diario Nueva Provincia de Bahía Blanca, medio que fue considerado como partícipe necesario de los delitos de lesa humanidad.

[6] A diciembre de 2017, Cristina Fernández de Kirchner y los miembros de sus gabinetes habían acumulado un total de 745 denuncias ante la Justicia, de las cuales 298 recaían exclusivamente sobre la actual vicepresidenta. Existen estimaciones de que en la actualidad las causas contra la vicepresidenta superarían las 550. Para tomar una referencia, cabe mencionar que Juan Perón fue objeto de unas 160 denuncias ante la Justicia. Es notorio que, aun cuando la gran mayoría de esas denuncias sean rechazadas, su sola publicación contribuye al descrédito de las víctimas.

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