El fetichismo de la alternancia: una reflexión políticamente incorrecta

El título de la reflexión que sigue suena a Marx, pero en realidad se lo debo a Edgardo Mocca y puntualmente a su artículo de opinión en Página12 del 31-7-2016, cuando ya padecíamos el inesperado gobierno neoliberal de Mauricio Macri. Allí afirmaba que la idea de alternancia era un “famoso fetiche, de lingüística refinada” –o digamos, políticamente correcta–, muy propio de un establishment y de una oposición muy proclives a la perorata de la democracia y la república. Seguramente podríamos enumerar una larga lista de fetiches que están presentes en el discurso de estos sectores, pero el que nos interesa aquí es ese que dice que “en una democracia debe haber alternancia”. Con la ayuda del filósofo italiano Michelángelo Bovero, trataremos de mostrar que se trata verdaderamente de un fetiche, en tanto y en cuanto se erige como un amuleto con capacidades sobrenaturales para per se proteger la vida democrática. Pero, en lugar de hacerlo como él –en relación a la historia política italiana o europea– lo haremos en el marco de la actualidad política de nuestro país, con el agregado de algunas propias consideraciones que el filósofo italiano no tenía la obligación de atender.

En una conferencia magistral sobre temas de democracia, Michelángelo Bovero afirma y argumenta que “la alternancia no es consustancial a la democracia; y que puede haber alternancia sin democracia, y puede haber democracia sin alternancia”.[1] La Argentina hasta la Ley Sáenz Peña parece ser un referente empírico que refuerza esta tesis. Pero también es cierto lo segundo, es decir, democracias sin alternancia –en la medida en que la alternancia, dice Bovero, es solo una probabilidad que se hace posible a partir de elecciones solo en las democracias realmente “representativas”, con rendición de cuentas y respeto de la representación proporcional del voto– sí son esenciales, por sus requisitos que podríamos llamar de alta intensidad.[2]

En nuestros propios términos, lo que surge del análisis de Bovero es que, si las elecciones no resultan en alternancia, no puede negarse la existencia de la democracia representativa sin caer en una negación de su esencia electoral. Nuevamente: la alternancia es una probabilidad que la democracia procedimental puede hacer posible, pero no es parte de dicho procedimental. Pero esta idea no significa validar –dice Bovero– la idea de Karl Popper, y concebir a la democracia como un procedimiento para echar pacíficamente a quienes gobiernan. Si fuera este el atributo distintivo de la democracia, nuevamente caeríamos en un esencialismo de la alternancia, y con ello en el desprecio por todo pronunciamiento popular en favor de la continuidad. Si –como nos cuenta Bovero– para Norberto Bobbio el segundo mandato democrático continuo de Miterrand lo mostraba más como un monarca que como presidente de una república, ¡qué hubiera dicho de los 16 años de Merkel! En América Latina, el neoliberalismo le tiene terror a la continuidad populista, y así reclama y exclama alternancia frente a los doce años de kirchnerismo, o para poner fin a los trece años de Evo Morales o de Lula más Dilma, lo que se tradujo en acciones destituyentes de viejo y nuevo cuño.

La alternancia puede pensarse en dos dimensiones: una subjetiva –la de los liderazgos– y otra programática, que remite al proyecto político. La alternancia puede, según el régimen político, ser más o menos favorecida en función de lo que establezca la legalidad del régimen –sin reelección, con reelección acotada o indefinida– pero nada dice, ni tampoco podría hacerlo, con relación a la continuidad de los proyectos políticos. Para los fetichistas de la alternancia, ésta debería ser en líderes, y sobre todo en proyectos. Para la derecha representativa del establishment no es un problema de estilos, sino de contenido ideológico. No es el estilo confrontativo de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) lo que realmente molesta, porque tampoco es la moderación de Alberto Fernández lo que buscan. Detrás de la alternancia hay, en realidad, un deseo de alcanzar –por los votos, si se puede, o si no, sin los votos– una alternativa con pretensión hegemónica.

La cuestión es entonces asumir que la lucha política es en el fondo –en una democracia de alta intensidad– una lucha por consolidar alternativas programáticas, y no un procedimiento que garantice una alternancia. Ello sin perjuicio de los límites que fije la legalidad. De izquierda a derecha, y en el marco de lo instituido, la política siempre tiene pretensión instituyente, o es –dicho a la manera de Gramsci– lucha por la hegemonía y no por la alternancia.

Muchos movimientos populares en América Latina han hecho de la continuidad de sus liderazgos y de sus proyectos políticos un tema de reflexión y análisis recurrente. En sintonía con los atributos de la relación carismática que analizó Max Weber, el peronismo sufrió particularmente la finitud de liderazgos irreemplazables. A partir de Néstor y con CFK, y en el marco de la importancia que adquiere el mantenimiento de la unidad del Frente de Todos, se abre quizás una nueva etapa más proclive a encontrar y a admitir liderazgos menos excluyentes o tácticos, a partir de los cuales la alternancia no signifique necesariamente un triunfo de proyectos neoliberales. Digamos que hasta 1983 no se trataba de amuletos, sino lisa y llanamente de interrupción del orden constitucional, y solo a partir de ese año –y en el contexto de una transición democrática bajo amenaza– la alternancia gana lugar en el sentido común respecto de la importancia del sistema de partidos en una democracia procedimental recuperada. La Reforma Constitucional de 1994 apenas admitirá una continuidad acotada a una reelección. Con el triunfo de la Alianza, la “alternancia” desemboca en la crisis 2001-2002, que dará lugar a una experiencia transformadora de 12 años, hasta el triunfo de Macri.

La alternancia en tanto fetiche se ofrece como un amuleto impolítico –o impropiamente democrático– para conjurar el potencial transformador y hegemónico de los gobiernos populares. Frente a la continuidad de gobiernos populares, el fetichismo de la alternancia es una estratagema discursiva falazmente democrática, que apunta a civilizar y debilitar el potencial de las democracias plebeyas (García Linera) y la construcción hegemónica desde proyectos redistributivos que amplíen derechos.

En la Argentina del empate hegemónico –del que hablaba Portantiero– los proyectos populares están más necesitados de continuidad que de alternancia, y para ello –como afirmó García Linera para América Latina– el imperativo de los gobiernos populares está en la capacidad de “poner el puesto de mando en la economía (…) de manera de dotar a la unidad de una base material, de una buena economía. En gobierno, el puesto de mando se coloca en la economía. Democracia y economía. Cuando uno está en la oposición, es lucha democrática y construcción de sentido común. Cuando uno está en el gobierno, es ampliación de espacios democráticos y construcción de una buena economía con capacidad de distribuir la riqueza y de generar más igualdad entre las personas. (…) El futuro de América Latina se va a decidir en el ámbito económico, por lo que resulta imperativo crear una estructura económica lo suficientemente diversa, amplia, democrática y redistributiva. (…) La integración latinoamericana necesita obligatoriamente de una base material de la unidad”.[3]

 

Daniel D’Eramo es politólogo y profesor de Ciencias Sociales (USAL), especialista en Gestión de Gobierno (UP) y está elaborando su tesis de Maestría en Políticas Públicas para el Desarrollo (FLACSO). Es docente e investigador de la UNTDF-IDEI. Fue secretario de Gestión Pública de la Provincia de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur (2015-2019).

[1] Dictada el 18 de julio de 2000 bajo el título “Democracia, alternancia, elecciones” y publicada por el Instituto Nacional Electoral de México en 2020: https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2021/02/CM11_baja.pdf.

[2] Contrario sensu a las que Guillermo O’Donnell denomina de baja intensidad.

[3] Disertación en el Foro Latinoamericano por la Emancipación y la Igualdad llevado a cabo en Buenos Aires en marzo de 2015. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=kDrZc_bSJ_o.

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