Poner la vida en el centro es hacer democracia

“La democracia, que es un derecho, la ganamos, no es un regalo” (Estela B. de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo).

“Poner la vida en el centro” es un principio ético, un marco epistemológico y un llamado a la acción que encuentra en el feminismo su génesis crítica y su creativo activismo. El reto no es pequeño, ya que es el punto de partida de una voluntad colectiva emancipatoria –no la abstracta enunciación de una retórica ociosa– que plantea la sostenibilidad de la vida humana y del planeta como horizonte estratégico hacia el que deben orientarse procesos económicos, sociales, ambientales y políticos transformadores e innovativos, a fin de construir colectivamente una alternativa superadora que deje atrás la injusta dinámica del orden patriarcal, las estructuras excluyentes del capitalismo financiarizado y las dimensiones humillantes del resabio colonial.

En este punto, cabe decir que el uso de la expresión “hacer democracia” connota una concepción de la democracia que se diferencia de una perspectiva de corte liberal y entiende que en el encuentro entre feminismo y democracia –más que una dinámica de asimilación e inclusión en un sistema ya dado– se trata de una acción plural de co-creación de alternativas capaces, no solo de transformar las relaciones de poder persistentes y los mecanismos de representación existentes, sino también de provocar un cambio sustantivo en los contenidos de la democracia y sus prioridades. “Simplificando mucho, una de las líneas de fractura más evidente es la que divide entre quienes concebimos el feminismo como una herramienta de transformación del sistema, que necesariamente tiene que estar vinculada con otros procesos de contestación en marcha –no es solo un posicionamiento teórico, es una práctica política–, y aquellas cuyo horizonte es la igualdad entre hombres y mujeres dentro de los marcos de lo existente: su 50% del infierno” (Nuria Alabao).

Irónicamente, en el marco de la democracia liberal la introducción de “soluciones afirmativas” termina funcionando como un “techo de cristal” y postulando un simulacro de “igualitarismo tutelado”, en la medida en que su objetivo no es otro que minimizar o corregir los efectos devastadores que un orden social injusto tiene sobre todas las mujeres y las niñas, pero no modificar los nudos estructurales de la desigualdad que son, tal como señala CEPAL: la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza; los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos y el predominio de la cultura del privilegio; la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado; y la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público.

No solo si en los distintos países, sino a nivel mundial, la tendencia predominante es prolongar un abordaje meramente formal, tomará 300 años alcanzar la igualdad sustantiva de género. Tal como dijo el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer el 7 de marzo de 2023: “los avances hacia la igualdad de género se están desvaneciendo ante nuestros ojos”. “Seamos claros: los marcos globales no están funcionando para las mujeres y niñas del mundo. Necesitan cambiar”.

Por tanto, esta radicalización de la democracia hoy resulta impostergable a escala local, en lo que se refiere a derechos de todas las mujeres y las niñas, y es acuciante también a nivel global frente a las crecientes tensiones entre una multipolaridad desregulada que opera en el marco de una geopolítica de la fragmentación, la desconfianza y la competencia, y un multilateralismo que requiere redefinir su arquitectura institucional y poner en marcha mecanismos innovadores, si no quiere devenir obsoleto por insignificancia y peligroso por ineficacia. Toda inercia que cristalice el statu quo es un camino seguro hacia el abismo.

Según datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el gasto militar mundial creció por octavo año consecutivo en 2022 a un máximo histórico de 2,24 billones de dólares, con un marcado aumento en Europa y especialmente en países ubicados cerca de Rusia, como Finlandia, Lituania, Suecia y Polonia. Además, en el Informe 2023 el SIPRI refleja un estancamiento mundial en cuanto a reducción de armas atómicas y un incremento en la fabricación de nuevas cabezas nucleares listas para uso militar a principios de 2023, equivalente a 9.576.860 más que el año anterior. A esto se suma el dato de que el Tratado de Control de Armas Nucleares expira en 2026, y en este escenario son razonables las preocupaciones sobre la posibilidad de que el mundo deba atravesar la incertidumbre y el temor de estar expuesto a una nueva amenaza nuclear.

En línea con lo anterior, Guterres informó que durante el año 2022 se había registrado el mayor número de muertes relacionadas con conflictos en casi tres décadas. Asimismo, las desigualdades dentro y entre los países están creciendo, exacerbadas por la pandemia de COVID-19, y aumenta la desconfianza en las instituciones públicas, alimentada por procesos de empobrecimiento, exclusión y marginación. Concomitantemente, los principios en los que se basa el multilateralismo –tales como el diálogo, la inclusividad, la solidaridad y la cooperación– se hayan cuestionados y son cada vez más frecuentes los ataques contra los derechos humanos, registrándose particularmente un “retroceso perjudicial” en la agenda de igualdad de género y derechos de las mujeres, como también una intensificación de la competencia por los recursos naturales y una exacerbación de las tensiones como resultado de una irresponsable inacción frente a la emergencia climática, especialmente entre los países ricos. En este punto, el Informe Anual de la Organización Meteorológica Mundial da cuenta de que desde las cumbres de las montañas hasta las profundidades de los océanos el cambio climático siguió avanzando en 2022; que las sequías, las inundaciones y las olas de calor afectaron a comunidades de todos los continentes; que la extensión del hielo marino de la Antártida retrocedió a mínimos históricos; que el deshielo de los glaciares y el aumento del nivel del mar volvió a alcanzar niveles récord; y que la temperatura global durante el período 2015-2022 indica que fueron los ocho años más cálidos de los que se tiene constancia.

Por ello, es importante rememorar los innegables logros de estos años de ininterrumpida democracia, para comprender las deudas y retos del presente, y vislumbrar futuros deseables y justos. Porque también en nuestra región y en nuestro país sombríos negacionismos, inaceptables autoritarismos, proliferantes intolerancias y devastadores efectos de los discursos de odio pueden traducirse en una efectiva amenaza a la democracia y un retroceso cierto en términos de derechos humanos, si no actuamos decididamente para radicalizar el compromiso con la democracia y la lucha feminista por la igualdad.

 

Podemos y sabemos cómo hacerlo

Desde la década de los 70, en America Latina y en nuestro país el activismo de los movimientos de mujeres organizadas y del feminismo surge y se percibe como una práctica social transgresora que plantea políticas de reconocimiento generizadas, pero, al mismo tiempo, entrelaza sus demandas con otros movimientos y colectivos subalternizados, para hacer visible que ese derecho al reconocimiento de todas, todes y todos como sujetos de derechos –libres e iguales– debe ser una “universalidad concreta” y traducirse en el punto de entrada para luchar por una redistribución justa de los recursos y el poder. En este contexto, el derecho a la vida tiene una prioridad plena, y esto convierte en exigibles las condiciones que posibilitan que toda vida merezca ser vivida y permita habitar el mundo.

Baste mencionar algunos ejemplos, como argumentos que proporcionan evidencia suficiente para afirmar que en Argentina poner la vida en el centro es hacer democracia y prefigurar futuros. El 1 octubre de 1977 las Madres de Plaza de Mayo acordaron colocarse el pañal de tela de sus hijas e hijos en la cabeza durante la tradicional peregrinación católica a la Basílica de Luján. El objetivo era reconocerse entre la multitud y hacer visible el reclamo por “aparición con vida” de las desaparecidas y los desaparecidos. Las Madres se erigieron y fueron reconocidas como el principal símbolo de resistencia a la dictadura cívico-militar, denunciaron dentro y fuera del país los crímenes de lesa humanidad del terrorismo de Estado, y lograron que la Verdad, la Memoria y la Justicia se impusieran, y no triunfaran ni la autoamnistía, ni el indulto, ni la obediencia debida, ni el punto final, ni la impunidad.

En 1984 se utilizó por primera vez el Índice de Abuelidad para identificar a una niña que había sido secuestrada por el terrorismo de Estado. A pocos meses de cumplirse el 40° aniversario de la recuperación democrática, el 28 de julio de 2023, Abuelas de Plaza de Mayo comunicaron la restitución del nieto 133. Incansables en la búsqueda de sus hijes y nietes, las Abuelas construyeron el derecho a la identidad como el derecho a saber quiénes somos y para proteger la vida humana en su radical realidad, única, indivisible, individual y digna. Los logros en estos años han sido trascendentes: junto a la formulación de un método de identificación genético, la sanción de leyes y normativas nacionales e internacionales de protección de las infancias; avances en materia de abordajes psicoterapéuticos; un mayor acompañamiento del Estado en la búsqueda; el juicio y castigo a los responsables del plan sistemático de apropiación de menores; el reconocimiento a nivel mundial; y el amor de todo un pueblo.

El 3 de junio de 2015 miles de mujeres, diversas pero no dispersas, con rebelde hastío y decidido coraje inundaron las calles argentinas para denunciar la violencia machista y sentenciar que resulta inaceptable seguir contando mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres o cuerpos disidentes. Ni Una Menos “es el nombre de la construcción de una sociedad más libre, es apostar y estar dispuestas a inventar nuevos modos de vida, sustentados en el cuidado y no en la competencia, en el parloteo de la amistad y no en la maledicencia facciosa, en el amparo de nuestra vulnerabilidad y no en la adjudicación a otras de nuestros menoscabos. Nadie dice que sea fácil. Decimos que es una tarea política. La mayor de ellas”.

El 30 de diciembre de 2020 el Senado argentino aprobó con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención, la Ley de Regulación del Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y a la Atención Postaborto. Desde 2005 y luego de décadas de lucha, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito bajo el lema “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” inundaría las calles con pañuelos verdes “como color de la esperanza de una vida mejor para las mujeres, porque se asocia a cosas saludables” (Marta Alanis).

El 11 de noviembre de 2022, en el marco de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer CEPAL-ONUMujeres, los Estados de la región adoptaron el Compromiso de Buenos Aires, coincidiendo en poner el cuidado en el centro de un nuevo estilo de desarrollo que prioriza la sostenibilidad de la vida y del planeta como el camino para una recuperación transformadora con igualdad de género. Asimismo, se reconoce el derecho de las personas a cuidar, a ser cuidadas y a ejercer el autocuidado, para lo cual se insta a implementar políticas y sistemas integrales de cuidado desde las perspectivas de género, interseccionalidad, interculturalidad y derechos humanos.

Es evidente que desde los inicios de la democracia recuperada, sorteando la trampa del aislamiento, la resignación, la apatía o la indiferencia, las mujeres organizadas en distintos movimientos y las feministas se han movilizado para erradicar los mecanismos represivos que pretenden devaluar y despreciar la vida, denunciar las relaciones asimétricas, los ordenamientos jerárquicos y los privilegios exclusivistas del sistema patriarcal, para hacer visibles las múltiples e intersectadas desigualdades que sostienen, encubren y justifican la discriminación de género en los distintos ciclos del capitalismo depredador y demandar soluciones políticas que permitan crear una democracia sustantiva, con justicia económica, social y ambiental, en la que todas las vidas importen. “Poner la vida en el centro es construir políticas, culturas, economías y comunidades que tengan como prioridad garantizar una vida decente, una vida que merezca la pena vivirse para el conjunto de las personas. Poner la vida en el centro es garantizar que construimos comunidades en donde nadie tiene miedo al futuro, en donde nadie sufre pensando en que es lo que le va a pasar mañana” (Yayo Herrero).

Hay inquietantes preguntas sobre el porvenir y sobran distopías para vislumbrar el fin del mundo. No obstante, como dice Marina Garcés, “las políticas que buscan la emancipación siempre han sido lugares de sembrar la imaginación”.

 

Marita Perceval es representante especial para la Política Exterior Feminista, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación Argentina.

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