Rojo y negro

Cuarta entrega de los “diágolos” de Walter Ego (1900-1982). Escritor póstumo. Autor pionero en la adaptación de clásicos, con títulos como Sueño de una noche Vegano y Chauchis a las armas. Actualmente, ni fu ni fa. Mañana, quién te dice.

 

–Che, negro, vos que estás al pedo, pasame los puchos.

–Levantate y agarralos, zurdo. ¿O te pensás que soy un esclavo?

–Dale, no te ortivés. Mirá que le digo al Fede que te raje a la mierda.

–Decile, vos decile y yo te bajo todos los dientes.

–¡Epa! Cuánta violencia…

–Violencia es mentir.

–¿Vos decís?

–No sé. Leí la frase hace unos días y quería usarla. ¿Qué te parece?

–Pequebú mal.

–¿Tenés algo mejor?

–Sí, escuchá: “proletarios del mundo, uníos”.

–¿Proletarios?

–Si, claro, es un llamado de unidad a los que no tienen nada, salvo sus hijos.

–¿Y los que no tienen hijos? ¿Se quedan fuera?

–…

–¿Y las mujeres?

–…

–¿Y las mujeres que no tienen hijos?

–Uy, re piantavotos la frase, ¿no?

–Y sí, Karlitos…

–¡Qué cagada! ¡Ya mandamos a imprimir!

–¡Detengan eso! No sea cosa que se malinterprete tu pensamiento y después los marxistas terminen siendo una manga de soberbios, recontra sectarios, que se las saben todas sobre la revolución, pero a la hora de la verdad terminan junto a la derecha y contra el pueblo, Karlitos.

–No creo que pase algo así. Confío en que los marxistas siempre serán firmes pilares de la Unión Democrática…

–Si vos decís…

–Además, como te digo, ya lo mandamos a imprimir.

–¿Cómo se llama?

Manifiesto Comunista.

–Lindo nombre. ¿Es muy largo?

–No, cortito y al pie. Para agitar. Como ese que escribí contra Harvey Dent.

–¿Cuál? ¿La Crítica al Programa de Gotham?

–Sí.

–¡Mejor! Menos mal que no es como el otro, ese que no terminás más…

El Capital.

–Sí, ese. ¿De qué la iba?

–Te digo si me pasás los puchos.

–Bueno, tomá.

–¡Grande, negrito! Un día voy a inventar “el modo de producción africano” y te lo voy a dedicar a vos, sabés.

–Dale, contá.

–Si me hacés masajes en los pies.

–¿No querés que le haga unos masajes a tu nena? Ah, no, cierto que ya la atiende el cubano.

–No pegues tan bajo, che. Sabés que no lo puedo ver al vago ese.

–¿Por qué te cae tan mal? Está forrado en guita, tiene unos bigotes pulenta pulenta, y el librito ese sobre la pereza tiene lo suyo.

–Ese es el problema, que tiene lo suyo. Si tuviera lo mío…

–Bueno, en algún sentido lo tiene…

–Dejá de gastarme, negro… ¿Me pasás los fósforos?

–Si me hablás de El Capital te los paso.

–Primero pasámelos.

–No, zurdito, no vuelvo a caer. Me contás El Capital y después te paso los fósforos.

–Hagamos un trato: te cuento el Tomo I y me los pasás.

–Bueno, pero arrancá de una vez.

–¿Con prólogos o de una?

–De una.

–Bueno, lo primero que hay que entender es el carácter dual de la mercancía. Por un lado, la mercancía es una cosa que está en el mundo y tiene ciertas propiedades que pueden ser útiles a los hombres…

–¿Y las mujeres?

– Digo “hombre” en sentido general, eso incluye a las mujeres.

–¿Por qué no decís “mujer” en sentido general?

–Uf, qué pesado. ¡Nada peor que un negro progre! ¿Me dejás seguir?

–Seguí, dale. Pero que conste que sos un pensador que no logra asumir sus condicionamientos de género, raza y cultura.

–Sí, sí, negro, ya lo anoto con letra imprenta y mayúscula en el listado de las cosas que me chupan soberanamente un huevo.

–Vos seguí así de sorete, Karlitos, que a tu funeral no va ni el loro.

–Por lo que me importa lo que pase conmigo cuando me muera…

–Seguí, zurdo, seguí.

–El asunto es que la mercancía tiene otra dimensión. Ella puede ser intercambiada por otras mercancías. Esto significa que además de “valor de uso” tiene “valor de cambio”, o simplemente “valor”. Y acá está la primera cuestión importante: ¿Cómo se determina el valor de una mercancía?

–Subjetivamente, obvio. La cosa vale lo que se esté dispuesto a pagar por ella.

–No, no, negro: no hay que confundir valor y precio.

–¿Podés dejar de plagiar a Serrat? Yo sé que sos ateo, pero me parece que tenés que respetar al menos los derechos de autor del “nano” por nacer…

–¿Sabés qué? Se me fueron las ganas de fumar.

–Tampoco es tan malo.

–No, ya sé: lo malo es la explotación.

–¿Qué es la explotación?

–Extracción de plusvalía.

–¿Seguimos hablando de El Capital?

–No, ahora hablamos del trabajo.

–¿Otro libro más?

–No lo había pensado. Podría escribir un libro que se llame El Trabajo. Tal vez evite algunos malos entendidos en el futuro…

–Sí, Karlitos, pero meté una obra menos bajón. ¡Más positiva!

–¿Positivista?

–No, positiva, positiva, ¡pum para arriba!, digo.

–La verdad, no sé porqué pierdo el tiempo hablando con vos. Desde que lo vieron a Noé borracho y desnudo que no pegan una.

–Tanta erudición puesta al servicio de la chicana. Qué forma tan retorcida de ignorancia…

–Pará, che, no te vayas…

–Chau, zurdo. Suerte.

–Uy, miralo al negrito, se ofendió.

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