Pascuas

Esa mañana papá había comenzado el día muy ansioso. No paraba de repetirle a mamá que había que salir con tiempo para llegar a horario a la Plaza de Mayo. Yo ya me había dado cuenta de que –fuera lo que fuera que pasara en esa plaza– papá ya lo sabía, o lo intuía. Mamá estaba lavando unos trastos con la tabla de lavar la ropa. Papá le decía que dejara todo así, que nos teníamos que ir.

Yo estaba jugando con mi amiga Clotilde. Tuve que dejar todos los juguetes tirados en el piso. Papá me ordenó:

–Carlota, no juntes los juguetes ahora, que no vamos a llegar. Dejá todo así. Acompañá a Clo hasta la puerta y despedite, que nos tenemos que ir.

Papá estaba realmente insoportable. Nunca lo había visto así. Desde que empezó el día no había parado de repetirme que me llevaría a un lugar inolvidable para mí. Que nunca en mi vida me olvidaría de ese día. Mamá dejó la ropa sin lavar. Estaban organizando todo para llevar a Sebi, mi hermanito, a la casa de los abuelos. A él ni se lo escuchaba. No molestaba para nada, pero papá y mamá decían que era muy chiquito para llevarlo a una manifestación. Todos se comportaban como si yo fuera la adulta de la casa, y tan solo tenía siete años recién cumplidos. En fin, hija primeriza, en esta familia se proyectaban demasiadas cosas sobre mí. En la televisión lo único que hacían era hablar de esa manifestación, en todos los canales.

Papá me había contado que se esperaba que el presidente Alfonsín fuera a la Plaza de Mayo a llevarle buenas noticias al pueblo argentino. Parece que unos militares se pintaron la cara y estaban atrincherados en un cuartel, en un lugar que se llama Campo de Mayo. Me dijo papá que ya con el tiempo lo iría entendiendo, que lo importante ahora era ir a esperar a Alfonsín a la Plaza de Mayo. Mamá no estaba tan ansiosa como él. Decía que para ella también era un acontecimiento importante, pero disimulaba mejor que papá sus nervios.

Ya todos listos, nos fuimos a llevar a Sebi a la casa de los abuelos. Esta salida era solo mía y de papá y mamá. Llegamos a la casa de los abuelos. Mamá bajó del auto con Sebi y entró a la casa para dejárselo a ellos. Salió a los 20 minutos. Seguramente estaría dándole indicaciones a la abuela de cómo cambiarle el pañal, o algo de eso. Mamá regresó al auto sola. La abuela saludaba desde la puerta con Sebi a upa.

–Carlota, me dijo la abuela que tiene un huevo de Pascuas para vos.

–¡Qué rico, mami!

Listo. Plaza de Mayo nos esperaba a los tres. Y allí íbamos muy contentos hacia nuestro destino final, yo sola con ellos dos. El sueño de todo hijo primerizo: mis papás para mí sola. Yo quería verlo a Alfonsín. Papá me había hablado tan bien de él… Llegamos a los alrededores de la plaza. Fue difícil encontrar un lugar para estacionar, pero lo logramos. Papá me dio sus últimas indicaciones antes de bajar del auto. Mamá revisó su bolso para ver si tenía los documentos de todos. Papá me indicó:

–Carlota, no quiero que te separes de mamá ni de mí en todo el tiempo que estemos acá. Esto será una concentración donde habrá mucha cantidad de gente y vos no debés soltarnos la mano en ningún momento. ¿Está claro?

–Si, papá.

Empezamos a caminar de la mano hacia la Plaza de Mayo. Era un mundo de gente. Debo reconocer que toda esa marea me inspiraba respeto. Ya estábamos a unos cien metros de la Casa Rosada, según dijo papá. Me subió para sentarme a sus hombros y me dijo:

–Carlota, quiero que mires bien a toda esta gente, porque no te vas a olvidar de este día nunca en tu vida, hija.

Mis ojos miraban todo sin poder creer. Nunca había visto tanta cantidad de gente junta. Los ojos de mamá miraban emocionada la Casa Rosada. Flameaban banderitas argentinas por donde miraras. Había mucha alegría en la gente. De pronto se vio llegar un helicóptero a la Casa Rosada. Pasó primero por sobre nuestras cabezas.

A los pocos minutos se apersonó Alfonsín en un palco, para dirigirse a todos los presentes en la plaza. Los festejos y la alegría se transformaron en un silencio ensordecedor. Todos querían escuchar al presidente. Habla Alfonsín:

–Compatriotas, compatriotas, compatriotas. ¡Felices Pascuas! Los hombres amotinados han depuesto su actitud. Como corresponde, serán detenidos y sometidos a la Justicia. Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la Guerra de las Malvinas que tomaron esa posición equivocada y que han reiterado que su intención no era la de provocar un golpe de Estado. Pero de todas formas han llevado al país a esta conmoción, a esta tensión, y han provocado esta circunstancia que todos hemos vivido, de la que ha sido protagonista fundamental el pueblo argentino en su conjunto.

La gente vitorea.

–¡Alfonsín, Alfonsín, Alfonsín! ¡El pueblo unido jamás será vencido! ¡El pueblo unido jamás será vencido!

Sigue hablando Alfonsín.

–Para evitar derramamientos de sangre dí instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión y hoy podemos todos dar gracias a dios, la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se retire, es necesario que así se lo haga. Y les pido a todos ustedes que vuelvan a sus casas a besar a sus hijos, a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina.

Mamá estaba llorando y no podía hablar, pero me apretaba fuerte la mano. Atiné a preguntarle a papá:

–Papá, ¿por qué hoy es un día tan importante para todos?

Papá me respondió.

–Porque este día simboliza la democracia. Con los años lo vas a ir entendiendo mejor, Carlota.

La gente estaba feliz. Nos fuimos perdiendo entre la multitud. Poco a poco fuimos caminando y dispersándonos, porque había que ir a buscar a Sebi a la casa de los abuelos. Había sido una jornada tremendamente feliz. Había superado mis expectativas. Buena puntería de papá, que desde la mañana temprano lo venía pronosticando. Sin dudas, yo no me olvidaría nunca más de ese día.

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