Orientaciones ecoocreativas: doce propuestas para experimentar políticamente una sociedad post neoliberal

El punto de partida de este ensayo es que, además del colapso ambiental al que asistimos, se está desmoronando sistemáticamente la modernidad occidental como proyecto del presente. En particular, sus puntos nodales en que los que se sostenía su relato: desarrollo, progreso, crecimiento, individuo, libertad. Estamos pasando a ser, como época moderna, el antiguo régimen,[1] al igual que lo fue la monarquía absolutista y cristiana para la burguesía ilustrada en el siglo XVIII europeo. La sociedad “de” mercado actual, tanto como las sociedades estatales de orientación comunista, claman ser reemplazadas por algo que será, inevitablemente, un experimento social y colectivo, no fruto de planes asignados a priori, ni profecías salvíficas partidarias o religiosas. La incertidumbre, la complejidad y la creatividad son y serán entonces las palabras claves de esta etapa que se abre en un tiempo de Kairós –la oportunidad. América Latina, y Argentina en particular, tienen ante sí, además de los problemas de la desigualdad y los desafíos agobiantes de la depredación ambiental, la posibilidad de abrir una experiencia política inédita, si saben innovar y apoyarse en aliados políticos y actores sociales que no preexisten, a los que deberán tanto configurar como promover.

Esta nueva etapa política, incierta, excitante y desconcertante que se abre en la tercera década del tercer milenio deberá retener los logros que considere positivos de la modernidad y de la Ilustración de los dos últimos siglos. Pero a la vez necesitará replantearse –como lo haría Immanuel Kant en 1784 en el pequeño escrito ¿Qué es la ilustración?[2]– acerca del sentido de la actualidad y el valor del presente, interpelado por los acontecimientos que le impusieron preguntas novedosas. Las sugerencias filosóficas de Kant encarnaron en su momento, en una clase social ascendente y en conflicto con el antiguo régimen monárquico-clerical. La burguesía europea y su ideología liberal de dos caras, la izquierda y la derecha, hicieron surgir una tercera pata del canguro social: el socialismo y las perspectivas comunitarias de los márgenes del sistema de la época. Izquierda-derecha es una partición al interior del dilema liberal de los siglos XVIII y XIX, que continuará en el siglo XX en una interna entre las élites liberales que conducirán, según Karl Polanyi (1943), a la primera y segunda guerras mundiales (Harvey, 2013). Pero el socialismo incipiente, el de la época de Marx y en particular del siglo XIX hasta la segunda internacional, no es de “izquierdas” en los orígenes de la revolución francesa: es un error de interpretación histórica (Michéa, 2018).

Nuestra época entonces, después del mortuorio, innovador y ascendente siglo XX, debería reinventarse ética, política y epistémicamente de modo inmanente, al interior de los movimientos sociales que responden con su praxis sin prejuicios al presente. Por esto, las interpretaciones de lo actual que no sean la repetición de “más lo mismo” se esperan impacientes, es decir, más allá de respuestas modernas –progresistas, modernizadoras, desarrollistas, liberales, “populistas”, socialdemócratas– como indicaciones políticas de lo importante y vital para el conjunto de lo viviente en el planeta Tierra. ¿Qué significa hoy ser progresista, democrático y moderno en contextos de colapsos ambientales y civilizacionales? ¿Es prematuro y anacrónico pensar que está surgiendo una nueva clase –no productivista ni moderna en el sentido profundo del término– que no dispone aún ni de imaginario, ni de teoría, ni de conceptos, porque solo se muestra en su práctica local, dispersa y minoritaria de los acontecimientos en que se involucra? ¿Cómo pensar los clivajes políticos de América Latina entre, por un lado, las tendencias neoliberales de mil rostros y, por el otro, los populismos identitarios sin alternativas de poder fuera del marco moderno-productivista-extractivista?

Nos limitaremos en esta corta reflexión, no a responder esas preguntas incisivas que aguijonean la reflexión filosófica, política y científica social actual, porque exceden el espacio de este artículo.[3] Lo que sigue será un intento de indagar posibilidades y alternativas para comenzar a responder estas preguntas formuladas arriba.[4] Nuestro propósito será invitar, humildemente, a compartir la búsqueda en tres orientaciones y articular reflexivamente desde las doce propuestas las intenciones y voluntades por donde comenzar a debatir. No como programa electoral, ni imposturas de profetas disfrazados de ensayistas, sino como sugerencias heurísticas, incompletas y a modo indicativo, de indagación experimental para comenzar posibles experiencias y praxis colectivas. La dimensión económica de la ecoocreatividad –ecología, cooperativismo, creatividad– que propuse en diversos escritos[5] y que proponemos con Angélica Montes Montoya en un libro de reciente aparición en París,[6] deberá orientarse como una nueva vertiente crítica hacia tres tipos de economías no monetaristas-neoliberales, aparecidas en las últimas décadas: la economía circular, de la funcionalidad y simbiótica. Todo debería orientarse a ensamblar las actividades humanas –economía y política– con los ciclos y los ritmos de los ecosistemas, desde la regla número 1 –regla verde–: “no extraer más recursos de los que los ecosistemas mismos son capaces de regenerar y reestablecer sin ser forzados”. El actor político ecoocreativo en el nivel socioeconómico podría ser un “guardián de la naturaleza”,[7] la que ya está alterada por la acción humana. Este guardián sabe –idealmente– que el mito de la naturaleza virgen –salvaje– y pura en medio del Antropoceno es eso, un mito –en su dimensión de fábula, ficción o cuento como sostén de ideologías específicas.

 

Tres orientaciones

No se puede luchar en profundidad contra el calentamiento climático sin una redistribución más igualitaria, democrática y solidaria de las riquezas producidas colectivamente, en cada país y en el mundo. Sin una verdadera distribución de la riqueza, cualquier programa ecológico corre el riesgo de volverse contra las clases medias y las clases populares que menos tienen en patrimonio y posibilidad de consumo. Las riquezas están muy concentradas en la cima de un porcentaje ínfimo del 0,01% de la población mundial, que después de la crisis de 2008 disponen del 19% del patrimonio mundial. El 10% más rico posee el 77% de la riqueza, contra el 2% del 50% más pobre. Se podrían aumentar a escala global los impuestos a las ganancias extraordinarias y a las grandes fortunas. Esto sería posible si se dispone de instituciones e instrumentos políticos y económicos internacionales para subir los impuestos, redistribuir y sostener las inversiones para afrontar los riesgos ambientales y los problemas sociales que ya están entre nosotros. Entonces, si esto ocurriese, se podrían recaudar financiamiento no solo para distribuir mejor los beneficios y los riegos en los sectores más necesitados, sino también favorecer así la transición ecológica hacia modos de vida sostenibles y adecuados a los compromisos asumidos para disminuir significativamente las emisiones.

Está claro que la desigualdad varía considerablemente entre los diversos países y en las regiones del planeta. Europa es la región más igualitaria, donde el 10% de la población más rica recibe el 36% del total de la riqueza. Mientras que, en Oriente Medio, la región más desigual, el 10% más favorecido recibe el 58%. América Latina no se sale de la regla de la desigualdad: el 10% más rico recibe el 55% de la riqueza producida colectivamente.[8]

La sobriedad energética y alimentaria, por ejemplo, hoy es una palabra clave en la política: está de moda. Incita a revisar profundamente nuestros modos de vida y de consumo en esta etapa del capitalismo neoliberal. Pero está claro que no es suficiente el sentimiento individual de “hacer mi parte y contribuir como corresponde”, como el colibrí titanesco en el incendio en la selva Amazónica que lleva agua en su pico para contribuir a apagarlo. Si bien es necesario hacerlo, desde nuestro punto de vista hacer la transformación de una sociedad capitalista neoliberal hacia una sociedad ecoocreativa implicaría, al menos, tres orientaciones principales. Primero, la acción decidida y determinada de los poderes públicos locales e internacionales. Estos podrían incentivar, con ventajas fiscales, con primas, con bonos ecológicos. Y en complemento, castigar con impuestos muy altos a los que más contaminen. El viejo juego de la zanahoria y el látigo.

Segunda orientación: una cuestión educativa y cultural que tiene que ver con la progresión voluntaria de los ciudadanos hacia modos de vida sobrios, sostenibles, cooperativos, solidarios y, sobre todo, muy creativos, para deshacerse de la sociedad del hiperconsumismo. Está claro que esto va a dejar un vacío existencial que deberá ser llenado por otros valores y principios de vida que es de desear que no sean sentimientos nacionalistas y xenófobos, ni emociones y actitudes aporofóbicas –odio al pobre. Por ejemplo, se podría reducir mucho el gasto en publicidad y en marketing promocional. Porque estos incitan al sobreconsumo y porque centralmente son incompatibles con los objetivos de reducción de emisiones de CO2 que los países no cumplen. Habrá que seguir el ejemplo de lo que ya se ha hecho con el cigarrillo, para los que se ha prohibido la publicidad. Habría que ampliarlo a todo bien, servicio o producto que en su proceso de producción o de funcionamiento implique utilización de energías fósiles. Se podría también reducir la presión publicitaria para que la gente no se vea obligada a cambiar sus productos cuando tienen todavía una vida útil por delante. “La obsolescencia programada” debería ser prohibida por ley en todo el mundo –hay países como Francia en que ya es ley, con implicancias de control público y consecuencias penales. Otro ejemplo podría ser con en el sector farmacéutico, prohibiendo los gastos promocionales de regalos y premios a los médicos, reduciendo así el costo de los medicamentos para que sean más accesible a los sectores populares. La lógica del cuidado ciudadano y la responsabilidad por la vida deberían imponerse a la lógica de la rentabilidad, y a los criterios de formar consumidores cautivos y dóciles, sujetos ideales para el mercado de orientación neoliberal.

Por último, como tercer aspecto habrá que indagar y poner en práctica experimentalmente orientaciones alternativas a la economía hegemónica –si bien ya hay experiencias que tienen camino recorrido (Giraud y Sarr, 2022; Laurent, 2018, 2019; Zask, 2022). Nos referimos al horizonte cooperativo que deberá incluir a la economía circular y la economía funcional en su praxis de modo más deliberado y específico. La economía de la circularidad es lo contrario a la economía lineal, cuyo modo es extraer, producir, consumir y desechar, porque los “desechos” de la economía lineal se convierten recursos, en materia prima en la versión circular. Desde el concepto de ecodiseño, la reparación, la reutilización y reciclamiento son la pauta de esta economía, la que deberá democratizarse radicalmente en todos los ámbitos que impliquen efectos sobre el resto de la población. Sin embargo, esto no es suficiente. Habrá que complementarla con la economía de la funcionalidad, cuyo centro está puesto en sustituir la oferta de productos, mutando hacia un modelo de la utilización de servicios, no a la propiedad del bien o servicio. Esto deberá generar como síntesis una economía simbiótica, no parasitaria con el ambiente, y con todo lo viviente con los que compartimos el mundo de la vida (Delanoy, 2021).

 

Doce propuestas para orientar el debate

A modo sintético, estas son las líneas generales propuestas de las tendencias ecoocreativas factibles, para una sociedad más ecológica, cooperativa e igualitaria,[9] para no degradar la vida democrática y las ventajas de la libertad, que deberán asegurar las instituciones que gestionan lo común y lo público de los ciudadanos, con un mejor reparto de las riquezas producidas colectivamente, con menos contaminación, menos emisión de gases de efecto invernadero y una reducción del deterioro de los biotopos. Estos objetivos son, en el mejor de los casos, contradictorios en la situación actual. Deberán ser puestos en marcha por consensos entre Estados, partidos políticos, opinión pública, empresas, organismos internacionales y organizaciones o asociaciones del tercer sector (Bourg, 2021; Latour, 2018, 2021). La radicalización democrática, simbiótica con la ecología, posiblemente irá creando una nueva clase ecoocreativa e instituciones que sepan escuchar, canalizar y procesar la ignorancia. Posiblemente irán emergiendo, empujado por los diferentes acontecimientos y desafíos cada vez más difíciles, agentes y agenciamientos de lo nuevo que ya están llegando, invisibles para la mayoría que solo sabe que transpira más que antes la camiseta, constatando que las siestas son más calurosas. Habrá que esperar para ver cuáles serán posiblemente las preguntas, los problemas y las propuestas en que se indague políticamente en algo, si no parecido, al menos lejanamente paralelo o forzadamente análogo a estas doce propuestas. Lo más seguro será, en el futuro próximo y a mediano plazo, la sorpresa inesperada de lo irreverente. Esto vendrá siempre de los sectores populares. Por esto los partidos y los movimientos políticos deberán crear su nuevo marco de acción y pensamiento como praxis de una inteligencia colectiva inédita, innovadora y sujeta a errores y modificaciones constantes. La práctica política de lo que redefinirá el sentido de “pueblo” saldrá de los marcos creados en el siglo XX, pero no se sabe cómo se dará en las décadas que vienen. Nosotros por ahora la nominamos como “ecoocreativa”, porque es un neologismo que lleva los tres ejes que orientan el horizonte de experimentación colectiva postneoliberal: ecología, cooperación y creatividad.

La cooperación ha sido la forma de poner en común los esfuerzos humanos que han desarrollado lo mejor de nuestra condición existencial de homínidos “sapiens” –las guerras y las masacres, también como lo peor y terrible. Cooperación que deja lugar a la creatividad para que lo inevitable no sea una imposición ciega y brutal, como destino caprichoso de un dios vengativo y terrorífico, diabólico. La época actual impone que esta cooperación sea pensada y puesta en marcha desde la ecología sistémica, consciente de los equilibrios, los potenciales y las condiciones holísticas de la vida.

  • Reducir el potencial destructivo en todas las dimensiones sociales y territoriales, de las actividades productivas y de los modos de vida. Que la huella humana no consuma más de un planeta al año –la Regla Verde– con el objetivo intermedio de rebajar el consumo de 1,5 planeta en 10 años. El Estado debe ser el garante de estos compromisos de reducir la huella ecológica, para no pasar los límites planetarios de emisiones de CO2 fijados en los acuerdos internacionales, estando obligado a actuar en consecuencia. Proteger los fondos marinos y su biodiversidad. En particular la protección debe ser de derecho internacional en referencia a las explotaciones petroleras y mineras.
  • Conciliar la democracia y la ecología con la justicia social, donde la igual libertad –égaliberté– sea la condición de posibilidad de la solidaridad –ingresos, patrimonio, empleo–, orientados y orientadas por el cooperativismo en tanto espacio instituido y concreto por su dimensión de alcance mundial, para el uso, acceso y usufructo de lo común. Que puede incitar a la competencia, pero siendo siempre cooperativa. Sin anulación y muerte del adversario, siempre promoviendo el debate como elemento indispensable y estructurante de la creatividad.
  • Transformar el concepto de propiedad en sentido de público, común y privado en los códigos judiciales en lo penal y en lo civil, incorporando lo terrestre como sujeto de derecho –derechos jurídicos y políticos otorgados a lo viviente. El derecho internacional debe extenderse a la protección del bien común, los bienes públicos planetarios –agua, océanos, mares y ríos, aire, selvas, biodiversidad, recursos materiales– en su acceso, uso y usufructo. Reconocer jurídicamente el concepto de ecocidio, como un crimen con consecuencias jurídico-legales, con implicancias y alcances internacionales. Dejar “ensalvajar” lugares y especies, dejarlas a su libre evolución, protegiéndolas deliberadamente de la productividad, del consumo y de actividades o intervenciones directas humanas.
  • Generar controles públicos políticos-impositivos-contables del uso energético y de las emisiones de CO2 aceptables y permitidos, para regiones, ciudades, ramas de empresas y casas particulares. Crear una Organización Mundial de la Ecología que subordine al FMI y la OMC a los objetivos de la transición ecológica de las biorregiones, que trascienden la configuración actual de los países y sus fronteras.
  • Reformular las deudas públicas y analizar la posibilidad de “jubileos” a los países o regiones más necesitadas y en dificultades socioambientales para la transición ecológica, ya que la pobreza es muy
  • Reformular la política fiscal y financiera –urbana, productiva, salud, comunicación, transporte, etcétera. Privilegiar préstamos financieros e impuestos con incentivos a la transición ecológica. Aumentar considerablemente los impuestos a las ganancias para las actividades contaminantes y de lujo. Impulsar la creación de líneas de crédito diferenciales a proyectos productivos y de innovación tecnológica no contaminantes.
  • Establecer un salario universal y la delimitación de mínimos y máximos en los beneficios. Como la desigualdad socioeconómica genera problemas sanitarios y ambientales, se promoverá la igual libertad con un salario universal, con franjas de relaciones de diferencias mínimas y máximas en empresas asociativas, cooperativas y en la administración pública. Promover y subvencionar el empleo para la transición ecológica. Nuevos empleos públicos para anticipar la prevención de los impactos ambientales del calentamiento global: prevención de catástrofes naturales, control de inundaciones, vigilancia de especies en riesgo de desaparición, encuestas ambientales, plantación de árboles, mantenimiento de parques y bosques, destrucción de plantas invasivas, construcción de huertas y frutales comunitarios, etcétera.
  • Crear una fiscalidad en lo alimentario que incentive el tipo de producción local, la distribución de corta distancia y el tratamiento de desechos desde la perspectiva de economía de la circularidad y la agroecología.
  • Transformar la producción agrícola convencional a agroecología, desde una visión regional que trascienda fronteras artificiales de países. Terminar progresivamente con la producción industrial de mamíferos y aves. Limitar la caza y las actividades prescindibles que pongan en riesgo la biodiversidad –turismo, consumo suntuoso.
  • Buscar la reducción de las megaciudades, gestionar ciudades que sean a escala humana, sostenibles ambientalmente y con criterios de gestión urbanística para la transición ecológica.
  • Promover el transporte colectivo y público, y rediscutir las condiciones de uso y producción del transporte individual como problema público y urbanístico.
  • Suspender todas las subvenciones –académicas, financieras, políticas– que generen o contribuyan a la contaminación y al uso o dependencia de energía fósil.

La interdependencia cooperativa y la solidaridad interactiva serán valores políticos fundamentales, para crecer y perdurar en lo imprevisible, en situaciones de incertidumbre extrema. La responsabilidad y la creatividad en la incertidumbre experimental deberán marchar juntas por la senda de la democracia y la política en la nueva etapa política de América Latina, en sociedades que promuevan ciudadanos responsables y cooperativos, para ampliar sus posibilidades de vida buena, con las instituciones que lo permitan, sin aniquilarse entre humanos. Y, sobre todo, sin depredar y agredir a los no humanos. La ecoocreatividad sirve para eso, para hacer el camino conjuntamente para quienes quieran un mundo más digno e igualitario, habitable y hospitalario.

 

Bibliografía

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Bourg D (2022): “Ecologie”. En La société qui vient, París, Seuil.

Fassin D, director (2022): La société qui vient. París, Seuil.

Busso H (2022): “Ecología, cooperativismo y creatividad. Doce propuestas para orientar las políticas cooperativas de transición ecológica”. Revista IDELCOOP, 238.

Busso H (2022): Ecoocreatividad. Utopías concretas para tiempos inciertos. Villa María, EDUVIM.

Busso H (2021): “Condiciones de posibilidad de la filosofía de la liberación para aportar al surgimiento de un imaginario postneolibral”. Utopía y Praxis latinoamericana, 26-93.

Busso H (2020): “Imaginarios post neoliberales”. Revista IDELCOOP, 230.

Busso H (2019): “Cooperantur humanun est, o cooperamos luego, tal vez existiremos”. Revista IDELCOOP, 228.

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Polanyi K (1943): La grande transformation. París, Gallimard, 2009.

Zask J (2022): Ecologie et démocratie. París, Premier Parallèle.

 

Hugo Busso es doctor en Filosofía y profesor en HEC, Arts & Métiers y el ENSAE (Francia). Autor de Ecoocreatividad. Utopías concretas para tiempos inciertos, Villa María, Eduvim.

[1] En particular, las versiones capitalistas hegemónicas neoliberales y los socialismos modernos desarrollistas, como Corea y Cuba. China es un caso aparte por su mezcla particular de capitalismo estatal, autoproclamado comunista.

[2] Michel Foucault también comenta el libro de Kant en dos conferencias (1983 y 1984), siendo traducido por Ediciones La Piqueta, Madrid, 1996, como ¿Qué es la ilustración?

[3] Estos temas los abordo en otros escritos (2010, 2019, 2021, 2022) y en una nueva investigación en curso con la filósofa colombiana Angélica Montes Montoya.

[4] Ver Bourg (2020). Al final hago una breve alusión, a modo de sugerencias, de bibliografía consultable respecto de estos temas.

[5] Ver bibliografía 2020, 2021, 2022.

[6] Bajo la coordinación de Angélica Montes Montoya: Utopies et dystopies dans l’imaginaire politique, París, L’Harmattan, 2022.

[7] Al igual que el Adán bíblico en el Edén; aborígenes de diversas etnias amazónicas; campesinos y campesinas en América Latina en general, que trabajan la tierra sin utilización de químicos y técnicas industriales para la producción de alimentos; la permacultura y la agricultura ecológica en Europa y Japón; los ZAD en Francia; los guardianes del río Atrato en Colombia.

[8] Ver las referencias de Thomas Picketty en sus últimos libros y los datos en: https://wir2022.wid.world/chapter-1/

[9] Una primera versión de estas propuestas las he publicado en la revista IDELCOOP, 238, y en versión reducida en el periódico La Ribera: https://www.lariberaweb.com/2022/11/06/doce-propuestas-para-una-sociedad-ecoocreativa/

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