Asimetrías, epistemologías y semiosis en el pensamiento nacional latinoamericano

“Para nosotros no existe, cuando surge una dificultad con un país poderoso –y al decir país poderoso’ no me refiero solo a los Estados Unidos, sino a ciertas naciones de Europa– ni arbitraje, ni derecho internacional, ni consideración humana. Todos pueden hacer lo que mejor les plazca, sin responsabilidad ante los contemporáneos ni ante la historia” (Manuel Ugarte).

 

El siguiente texto aborda una serie de indagaciones planteadas por ciertos estudiantes respecto de la perspectiva a partir de la cual el pensamiento nacional latinoamericano observa la realidad. Nos vamos a dedicar a tres conceptos básicos: las asimetrías, las epistemologías y el proceso de semiosis ilimitada.

 

Las asimetrías

Desde que existen registros escritos, la historia de la humanidad puede ser relatada desde una perspectiva que establece que las relaciones de poder entre los seres humanos son –en términos individuales o de manera colectiva, ya sea entre comunidades, culturas o pueblos– asimétricas. ¿Qué significa esto? Que la dinámica de construcción de las comunidades y de los pueblos hace que –hacia adentro– existan desigualdades, muchas de las cuales se convierten en asimetrías. No necesariamente una desigualdad se transforma en asimetría –es más, la naturaleza desigual ni siquiera implica suponer lo segundo–, pero cuando lo desigual se transforma en asimétrico, quien esgrime el poder induce a quien no lo detenta a abstenerse de ejercer determinadas conductas: lo condiciona per se. Lo mismo sucede en el ámbito de las relaciones internaciones. Incluso hay autores dentro de este campo que hablan de las “relaciones internacionales de poder”. Producto de esta configuración, la historia de la humanidad habría estado signada por una serie de relaciones de poder asimétricas que son las que han determinado el desarrollo evolutivo de la humanidad y que aún se encuentran vigentes y en pleno progreso. Sin embargo, esas asimetrías son vistas muchas veces sólo desde el punto de vista factual, desde la fuerza impuesta, desde el poder en su forma más explícita. En realidad, las asimetrías también se dan en el campo de lo simbólico, de lo teórico y de lo científico. Hay civilizaciones que han desarrollado determinadas herramientas y las han impuesto sobre otras comunidades o pueblos, logrando construir sus hegemonías.

De todos modos, no existen asimetrías que sean inalterables. Una de sus características es que –con el devenir, y eso es muy difícil de predecir– están determinadas a modificarse, a resignarse a su más mínima expresión o –en casos extremos y verificados– a desaparecer por completo. La Roma antigua terminó siendo “la pequeña Italia”; la Grecia magna, un archipiélago a la venta para cumplir con los servicios de su deuda; y el imperio azteca, un yacimiento arqueológico al sur del Río Grande. Estos ejemplos, entre tantos, comprueban que las asimetrías no son una realidad eternizada. Visto lo anterior, el pensamiento nacional latinoamericano es –en lo que atañe a su esencia de matriz de reflexión creativa situada– un instrumento para neutralizar las consecuencias de esas asimetrías –originadas de un estado recíproco de desigualdad previa– plasmadas en el deterioro provocado a una comunidad que se vuelve condicionada por otra.

Cuando Abelardo Ramos planteaba la construcción de la nación latinoamericana, no lo hacía por la pretensión utópica de restaurar los viejos límites del virreinato español, sino para repensar la idea de una alianza que –de alguna manera– constituyera una fuerza para oponer y neutralizar la influencia de las grandes potencias, cuyo caso paradigmático en su accionar asimétrico fue Inglaterra. El pensamiento nacional latinoamericano está repleto de recursos vinculados a la acción de trastocar en favor propio –o cuanto menos, neutralizar– los efectos de esas asimetrías. En síntesis, las asimetrías persisten desde que la humanidad es tal. Existen en el campo de las relaciones interiores, y entre los países y los pueblos. Las asimetrías no son perpetuas y hay matrices de reflexión, como el pensamiento nacional latinoamericano, que intentan, entre otros objetivos, debilitarlas para evitar el agotamiento de las comunidades que se ven subsumidas bajo sus efectos.

 

Las epistemologías

En términos simplificados, los griegos –que construyeron parte de su hegemón civilizatorio a partir de la filosofía– dividían el conocimiento en dos grandes campos: aquello conocido como doxa (δόξα) –utilizado por Parménides para determinar conceptos que fuesen materia de opinión– y la episteme (ἐπιστήμη), término estrictamente vinculado a la ciencia como vehículo de verdad, tal como lo definió Platón. Mientras la doxa representa la mera opinión y el conocimiento superfluo, en la episteme confluye el conocimiento profundo –siguiendo a Platón– justificado en orden a la consecución de la verdad. Desde luego, el desarrollo epistemológico es un producto puro del acontecer cultural, pero también es una decisión de expandir el conocimiento.

El pensamiento nacional latinoamericano –como pensar situado– se orienta a la expansión de los estudios de la propia realidad. Por ejemplo, cuando Jauretche refiere los efectos de la colonización cultural y pedagógica, o define las acciones debilitantes y autodenigrantes enumeradas en su Manual de zonceras argentinas, lo que está expresando es que la Argentina requiere un proceso reflexivo más profundo para dilucidar cuáles son las causas de las crisis atravesadas por el país en las últimas décadas de su historia.

Esto significa que la definición de epistemología “de” y “para” la periferia –que Fermín Chávez describió al detalle con su enorme lucidez– se constituye como estrategia y táctica a la vez. Es estrategia, porque sólo el conocimiento profundo permite construir el futuro deseado; y es táctica, pues para lograr ese conocimiento profundo debe apelarse a una serie de elementos de carácter reflexivo que permiten descomponer el sistema opresivo que generan las mismas asimetrías. Aquí –entonces– se halla la relación intrínseca entre asimetría y epistemología: la forma de neutralizar los efectos de la primera es la construcción de la segunda, para poder desnaturalizar esa desigualdad, proyectando de este modo el “futuro deseado”, tal como decía Cirigliano.

 

La semiosis ilimitada

En este continuo de reflexiones entrelazadas podría caerse en el error de pensar que las epistemologías periféricas son por completo endogámicas y retroalimentadas. Muy por el contrario, como enseñaba Eliseo Verón, “todo texto es consecuencia de otro”: existe en el universo de las textualidades un proceso semiótico que es ilimitado –hacia atrás, pero también hacia adelante. Por ejemplo: cuando un estudiante realiza un examen está utilizando como condición de producción una serie de textos que ha leído, pero estos –a su vez– fueron elaborados bajo condición de producción de otros anteriores. Cuando aludimos al universo textual no sólo nos referimos al de índole científico: cabe en él toda la prosa –ficcional o no– o la poesía, o incluso contenidos de tipo audiovisual. De esta manera, el pensamiento nacional latinoamericano no es una epistemología aislada, de atomización intelectual. Muy por el contrario, apela y recurre a categorías que –adaptadas– son útiles para neutralizar las matrices de asimetría. Tal como hemos mencionado en textos anteriores, la categoría de “semicolonia” fue acuñada por primera vez por Lenin y luego tomada por Abelardo Ramos, que la aplicó –resignificándola– en el entendimiento del carácter semicolonial de la Argentina posterior a las guerras civiles.

Como resulta obvio, el pensamiento formal remite siempre a la categorización. Lo que han criticado siempre los pensadores nacionales latinoamericanos es la adopción acrítica de las categorías, su incorporación exenta –entre otras omisiones conceptuales– del pensar y el estar situado: cuando, naturalizadas y libres de toda crítica, son trasplantadas sin más. Esa actitud acrítica provoca –en lo inmediato– una dependencia directa del pensar. En cambio, la adaptación crítica –como en el caso de “semicolonia”– es retomar una categoría utilizada otrora para describir un fenómeno determinado y adaptarla con un criterio tamizado a la vigencia de la propia realidad. La semiosis ilimitada –insisto en el concepto– no es aislamiento, es un proceso en desarrollo cuyo marco es la natural interacción.

Por lo tanto, la semiosis ilimitada permite comprender que el pensamiento nacional latinoamericano no es una matriz que se presuma hegemónica, ni la única posibilidad conceptual de comprender el núcleo ontológico del “nosotros”, sino que es un proceso que apela a potenciales creativos, al surgimiento de nuevas categorías, a la adaptación crítica y a la contextualización que es –siempre– historicidad. Por eso y en general, los autores del pensamiento nacional latinoamericano se definían como “historicistas”, porque sostenían que la historia nunca era escatológica: era condicionante del presente y, al mismo tiempo, indicador de las formas de futuro dentro del marco de un proceso reflexivo que –cuanto menos– siempre se mantiene en tres dimensiones.

El poder establecer la relación entre las asimetrías, las epistemologías y el proceso de semiosis ilimitada permite comprender la naturaleza del pensamiento nacional latinoamericano. La primera parte de una realidad cultural sensible y, de suyo, es asimétrica; la segunda, la epistemología –que es instrumento– como sostenía Fermín Chávez: “es consecuencia de la cultura”; primero es la cultura, luego la episteme. “Es tarea de los trabajadores de la cultura –continúa Chávez– desentrañar las ideologías que constituyen los instrumentos de dominación”. Pero el desafío posterior es la generación de epistemología. Así, explica cómo la epistemología es consecuencia de un proceso reflexivo que surge de la proximidad que genera la naturaleza de la cultura. Y es, también, de características semióticas –no aislado del mundo, ni enclaustrado. Es un proceso enmarcado en la interconexión permanente de las textualidades universales.

 

Colaboró Pablo Núñez Cortés. Francisco José Pestanha es abogado, docente y ensayista, profesor titular ordinario del seminario Pensamiento Nacional y Latinoamericano y director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús.

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