¿Como suplantar el desarrollismo extractivista beneficiándose de los servicios ecosistémicos de la naturaleza?

Algunos de los debates políticos que necesitamos en estas elecciones

Las consecuencias para la vida planetaria de los paradigmas que guían los principios filosóficos de la praxis humana y sus valores éticos tienen un impacto concreto, energético y material en la red viviente. Edgar Morin se pregunta si el Homo Sapiens no es a decir verdad más bien Homo Demens, en particular cuando analizamos críticamente las consecuencias de las sociedades productivistas-extractivistas en los dos últimos siglos, cuyo criterio de valor enmarcado en sistemas socioeconómicos capitalistas dan a la idea de progreso un sentido concreto de destrucción masiva, insolidaria y sin compasión con el resto de los terrestres. La actuación humana después de la expansión colonial y la revolución industrial iniciada en Europa conlleva su verdad como acontecimientos diversos, manifestándose como eventos al interior de la ecología planetaria, como manifestación sistémica que modifica las condiciones y las variables fundamentales de la vida misma. Por esto, proteger lo viviente y restaurar lo destruido por depredación insensata por la humanidad moderna tiene una importancia clave para la ecología planetaria. Esto requiere una acción politica en red entre científicos, políticos, instituciones y la sociedad civil que quieran alterar el rumbo y reflexionar, experimentando para mejorar las intervenciones en la protección de la biodiversidad y para la restauración de los ecosistemas dañados o destruidos.

Habrá que rever las relaciones que mantenemos con nosotros mismos, con los otros y con la naturaleza. Estos tejidos han sido dañados, desgarrados por el desarrollo productivista y extractivista desde un paradigma de progreso neoliberal que hace pensar en el sentido de este término. Por esto, espiritualidad, filosofía, psicología, política y ecología son dimensiones que habrá que unir en la reflexión postneoliberal y en la acción en la vida cotidiana como dimensión filosófica-política de nuevos actores-sujetos. Esto necesariamente implicará de diversos modos a los territorios involucrados y exigirá el compromiso activo de los ciudadanos, para restaurar los tejidos desgarrados en estas tres dimensiones –sí mismo, los otros, la naturaleza– por nuestro modo de vida consumista. Impondrá la tarea de redefinir las fronteras en relación con los desafíos políticos objetivos, con los ecosistemas en situación delicada y con los territorios que han sido modificados, en muchos casos, de modo irreversible. Ya hay nuevos límites y fronteras que deberán ser redefinidos, y esto hará entrar en crisis las dualidades modernas entre naturaleza y cultura, como lo ha señalado el antropólogo francés Philippe Descola en su maravilloso libro Au-delà de la nature et la culture.

¿Qué hacer en Argentina y América Latina con las promesas electorales de desarrollo, crecimiento económico y promesas de mayor capacidad de consumo en tiempos de recalentamiento planetario?

 

Seis orientaciones para otra praxis y gestión de la biodiversidad

Ya no es tiempo de lamentos ni de lágrimas, porque esto no resuelve los desafíos que tenemos por delante, en que se juega la vida de las décadas y siglos que vienen, según nos alertan los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC). Muy específicamente, desafíos que tienen como tema la responsabilidad de la muerte de millones de seres, tanto humanos como no humanos, en un plazo insignificante a nivel geológico, es decir, hasta fin de este siglo. Por esto pensamos que es tiempo de utopías concretas, plausibles y factibles, de las que ya he adelantado algunas en el libro Ecoocreatividad. Utopías concretas para tiempos inciertos, editado por la editorial de la Universidad Nacional de Villa María: EDUVIM. Hay consenso mundial en que es necesario crear y ampliar los espacios protegidos, como ayuda y restauración de los ecosistemas destruidos. La protección y el cuidado sin ambigüedades son acciones básicas para hacer frente al declive ecológico acelerado y sus dramáticos efectos para todos los seres vivientes.

Cuidado y protección que son urgentes, no solo porque los tiempos apremian, sino también debido al fracaso de las políticas de preservación, según muestran los datos de la Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES) –la versión del GIEC que mira la biodiversidad y el estado de los seres vivientes– en sus informes sucesivos. Por esto, los imperativos políticos deberán regular la ampliación de lo común y la planificación del cuidado que restaura e impida nuevas degradaciones. Esto será un límite a los criterios mercantilistas de la mundialización económica-financiera, es decir, a los sistemas que tienen el laissez-faire y el “libre mercado” como modelo economicista de funcionamiento.

Los criterios políticos de base para cualquier gestión gubernamental –territorial, provincial, regional, nacional– deberían ser al menos próximos a estas seis variables, según proponen algunos de los especialistas[1] más reconocidos: a) la abundancia de lo viviente, la biomasa y las funciones ecológicas que cumplen en territorios, sin limitarse por las fronteras de los Estados-Naciones; b) la cantidad de especies amenazadas; c) procesos bióticos –sitios de migración o de reproducción– que deben respetarse y protegerse como condición indispensable de la salvaguarda de especies que deben tener un mismo marco regulatorio humano, independientemente de los países y regiones; d) originalidad de las comunidades –animales, vegetales y microrganismos: hay especies que se encuentran solo en determinadas regiones, haciendo muy pequeño el margen de espera e intervención de la protección; e) rol del canal o corredor entre especies protegidas, situación en la que la propiedad privada debe ser puesta profundamente en consideración por el derecho internacional, al igual que la importancia de lo común intergeneracional; f) escasa modificación hecha por los seres humanos: los lugares vírgenes y de escaso impacto de los humanos son en porcentaje demasiado ínfimos, e incluso inexistentes en algunas regiones.

Sin embargo, esto es un nuevo problema, aunque arrime sugerencias de expertos científicos en políticas ambientales. Evidentemente, traerá nuevas conflictualidades políticas, porque dos mil millones de seres humanos están presentes en estos espacios planetarios. Habría que proponer modos de progresar con la biodiversidad en complementariedad con la protección de los ecosistemas que deben ser simbióticos y empáticos con lo viviente. Por esto habrá que encontrar las maneras de reducir los antagonismos, canalizándolos institucionalmente en democracias radicales para intentar disminuir el impacto de nuestras sociedades en los ecosistemas. Habrá que reintroducir especies salvajes, para restaurar los procesos ecológicos desaparecidos, que a la vez reactualizarán viejos problemas –como la reintroducción de lobos, linces y animales en serio riesgo de extinción. Por lo dicho, los sistemas eco-sociológicos deberán estar alertas a la rapidez y la brutalidad de los cambios globales, que obedecen a tiempos y lógicas económicas-productivas y geopolíticas, produciendo el problema mayor o el riesgo de una degradación aún más acelerada si no se ponen en claro las prioridades ambientales en sus tiempos y magnitudes. La Declaración de Bogotá es un claro ejemplo regional de toma de consciencia y de propuestas urgentes para toda la región, formulada por una red de investigadores y activistas sociales de varios países de América Latina.

 

Resoluciones prácticas para reducir las presiones sobre la biodiversidad

Harán falta instituciones internacionales: por ejemplo, una Organización Mundial de la Ecología (OME) que subordine al FMI, al BM y al GATT. Dicho esto, muy rápidamente, hay cinco variables medibles y panificables por gobiernos, agencias gubernamentales y administraciones públicas. Es de adelantar que los datos y las informaciones que se dispongan deben tener un carácter público, cooperativo, que debería trascender las fronteras y los intereses geopolíticos y sectoriales. Estas cinco variables necesitarán de la inteligencia colectiva inter y transdisciplinaria, pensando como humanidad que asume ser parte integrante en igualdad de importancia con todo lo terrestre: a) las poluciones –análisis diacrónico y sincrónico, a nivel histórico y prospectivo–; b) el cambio climático –en concordancia con las otras ocho variables que mide el GIEC–; c) la sobreexplotación de recursos bioquímicos y energéticos; d) las especies exóticas invasivas –control riguroso a escala internacional–; e) la destrucción de hábitats –en cantidades mensurables, analizando proyecciones temporales y objetivos enmarcados, con consecuencias jurídicas nacionales e internacionales.

Una segunda dimensión por analizar podría ser el reorganizar la economía y los sistemas productivos. Por ejemplo, si analizamos solo la agricultura, habría tres variables, como la producción por los recursos e insumos, lo alimentario como efecto concreto en lo humano, y lo energético, no solo en relación con la descarbonización de hábitos de vida y productivos, sino en sentido más integral y holístico. De producción: cambiar de un modelo extractivista e industrial de monocultivos y uso intenso de nutrientes y de pesticidas para fumigar, a uno más simbiótico, donde la agroecología y la permacultura sean la clave, no utilizando pesticidas, promoviendo la diversidad de cultivos y su rotación, con parcelas más pequeñas y con la inclusión de bosques, pantanos y animales. Alimentarios, con un fuerte impacto en la salud, recuperando sabidurías de salud milenarias, como el ayurveda, el taoísmo, la experticia de chamanes en el conocimiento de plantas. Energéticos, descarbonizando tanto la producción y los hábitos de vida –transporte, alimentación, habitación– lo que implica un cambio de paradigma, un nuevo imaginario, donde la reducción economicista, mecanicista, materialista y química deje lugar también a interpretaciones holísticas, integrales y energéticas de carácter sistémico.

 

Nuevos paradigmas, nuevos actores

Esto implicará un cambio de paradigma en lo educativo y cultural, porque afectará los imaginarios sociales y los mitos que los sustentan. Por esto, serán necesarias nuevas formaciones laborales para un saber adecuado. Será el momento para desplegar nuevos contenidos para los actores, que deberán estar preparados para los cambios socioeconómicos ya en marcha, demorados por la ignorancia de las elites en pleno auge de la Inteligencia Artificial y por las dirigencias políticas eurocéntricas, que parecen no haber advertido que estamos en el siglo XXI. Los esfuerzos de quienes comprendan el sentido de estos cambios transformadores deberán ser reconocidos e incentivados, como ejemplos de conducta y actitudes de las cuales aprender críticamente. Esto no implica que no haya lugar para el error y el cambio de orientación, solo señalamos que estamos en épocas extremadamente creativas e innovadoras. Se necesita para esta etapa experimental e incierta, además de líderes pensantes y formados, talentosos por imaginación y creatividad.

Los efectos en los modos de vida serán fruto de reorganizaciones económicas en donde el consumidor debería dejar el lugar de la docilidad de víctima cautiva y la sumisión como ciudadanos, apoyándose en instituciones robustas que permitan decidir qué quiero, cómo y para qué. No basta el mercado, ya que éste debe adaptarse a los requerimientos del ciudadano. La sobriedad deberá recurrir a las sabidurías antiguas y modernas, de diferentes aires culturales e históricos, donde la caridad, la generosidad, el amor y la compasión –no solo con lo humano– nos harán actuar en el entramado viviente, mezclando política y espiritualidades en las decisiones personales y comunitarias.

Por esto, en las ciencias sociales y políticas hay diversos temas y preguntas relacionados con los contextos presentes y futuros a los que deberemos apuntar tanto individual como colectivamente. Los resumimos en cinco perspectivas que deberán ampliar lo común y lo público, limitando las desigualdades y la aceptación de beneficios por minorías privilegiadas: a) la creación y la consolidación de contextos económicos favorables para la transición ecológica son indispensables en esta primera etapa, en la que algunas regiones y países tienen ya experiencia a compartir; b) reducción del consumo de energía por habitante, dando una “carta de crédito de emisiones de carbono” como forma de justica social y económica distributiva entre clases y regiones: quien contamina más de lo permitido y asignado –viajes, objetos– transfiere en lo económico a quienes son más sobrios o pobres; c) reducción del consumo de proteínas animales, para disminuir la superficie de tierras cultivables delegadas a la alimentación animal –que hoy limita la cantidad de alimentos– y desviándolas a paliar el hambre extremo de millones de personas y de regiones afectadas por el cambio climático; d) reducción material-energética del consumo ligado al ocio y al lujo –jets privados, gastos y prácticas muy costosas en lo energético, como pistas de esquí en zonas sin nieve, terrenos de golf en zonas muy secas, etcétera; e) reforzar la presencia de vegetación, alimentos y recursos en común en las ciudades.

 

Inspiraciones y enseñanzas

Compilar experiencias y ejemplos –tanto negativos como positivos– de culturas y civilizaciones en la historia –regiones del medioevo europeo, civilizaciones andinas prehispánicas, comunidades de la selva amazónica– es importante, porque pueden inspirar a producir cambios inteligentes para preservar la biodiversidad y mejorar el marco y la calidad de vida que tiene un impacto directo sobre la salud de todos los vertebrados y, muy particularmente, en todos los seres humanos. La salud es un tema integral y holístico que ya está en debate científico, filosófico, espiritual y político. Seguir con más de lo mismo –con el modelo actual, o con modelos ecofascistas como degradación democrática– retardará lo necesario de las transformaciones pertinentes, de orientación ecoocreativa. Sea cual sea el camino por experimentar, afectará a todos los sectores de la actividad humana en sus dimensiones económica, política, cultural y social. También habrá alteraciones en todos los niveles –individual, organizacional, institucional, histórico estructural. La orientación dependerá de las implicaciones y del sentido creado por las sociedades democráticas en contextos mediados por redes tecnológicas y la Inteligencia Artificial. La protección de los ecosistemas y la reducción de las presiones demandarán imperativamente reorganizar la economía y las instituciones políticas, porque deberán modificarse junto con los estilos de vida. Por esto deberán pensarse creativamente la ecología y la cooperación necesaria para poner en marcha experimentos postneoliberales que amplíen lo común, despojándose de visiones utilitaristas de carácter especista y hábitos dominantes en todas las dimensiones y niveles sociológicos.

 

Hugo Busso es doctor en Filosofía (Paris 8-UBA), profesor en HEC, Arts & Métiers y ENSAE (Francia). Autor de Ecoocreatividad. Utopías concretas para tiempos inciertos.

[1] Philippe Grandcolas : Tout comprendre (ou presque) sur la biodiversité, CNRS Editions, Francia, 2023.

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