Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Salud Pública Veterinaria en el marco de la producción porcina para proveer de carne a China

Ante la oportunidad que se presenta de que la República Argentina se sume al grupo de países proveedores de carne porcina a la República Popular China, se torna importante un análisis que colabore con los debates necesarios y las propuestas que puedan surgir. Estimo que estas propuestas serán de utilidad para que los funcionarios y las funcionarias que estén en la gestión puedan tomar las decisiones más acertadas para nuestro país.

Este análisis intenta estar libre de prejuicios y sin forzar una postura definida o acabada. El avance de cuestionamientos a muchas estructuras, ideologías y formas de vida que se vienen dando en esta última década nos hace ver claramente que las viejas categorías de análisis ya no son suficientes y que hay que abrir las miradas, contemplando cuestiones que hoy interpelan a la humanidad. Esto último, palpable también en el ámbito de la producción agropecuaria, incluye ámbitos tales como la producción y la elaboración de alimentos, el cuidado del suelo y del agua, el fortalecimiento de los modos de vida rurales y el arraigo.

Asimismo, no hay que subestimar a nuestro pueblo, considerando que muchas de las nuevas –viejísimas– voces que se levantan, y que representan movimientos tales como la lucha contra el patriarcado o la toma de conciencia sobre el desastre medioambiental, son patrimonio de sectores acomodados de la sociedad. Dos simples ejemplos: la conciencia de cuidado que muestra el pueblo más humilde ante la pandemia, y el cuidado que las familias campesinas tienen de los bosques nativos a través de todo el país.

Para enfrentar la pandemia del COVID-19 las autoridades argentinas consideraron lo ocurrido en otros países. esto permitió tomar decisiones que se ven reflejadas positivamente en cómo estamos transitando esta crisis. Del mismo modo, cabría conocer qué fue lo que pasó –y está pasando– en China con la Peste Porcina Africana, y cómo la misma diezmó no solo las piaras de cerdos, sino también sistemas productivos con siglos de arraigo en esas latitudes.

La pandemia generada por el coronavirus es una emergencia particular del colapso ambiental y está íntimamente vinculada al modo en que la humanidad se viene relacionando con el medio ambiente, la producción de alimentos y los hábitos alimentarios. Esto interpela profundamente cómo nos relacionamos con la naturaleza y pone de manifiesto la urgente necesidad de replantear ciertos sistemas productivos. Es por esto que, más allá de identificar posibles debilidades, estas reflexiones intentan ser propuestas tendientes a fortalecer las políticas vinculadas a la producción, la elaboración y la comercialización de alimentos en nuestro país.

 

Sistema de Vigilancia Epidemiológica y atención pública veterinaria local

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), un sistema de vigilancia epidemiológica tiene entre otros objetivos identificar las modificaciones que se puedan estar produciendo en la población respecto a las enfermedades transmisibles, los factores de riesgo, los cambios medioambientales –ecológicos y sociales–, los procedimientos, la calidad de los servicios de salud y los indicadores del estado de salud. Además, se hace hincapié en la interacción entre los niveles locales, provinciales y nacionales y la dinámica entre los sectores públicos y privados.

Nuestro país cuenta con un sistema de atención pública veterinaria a lo largo de todo el territorio nacional, conformado por organismos estatales nacionales –el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, SENASA, organismo descentralizado del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación–, provinciales y municipales. Todo este sistema, si bien extendido, no cuenta con la misma fortaleza a lo largo del país. El SENASA es uno de los organismos públicos nacionales con mayor llegada territorial, sin embargo, su accionar no está apropiadamente acompañado por sus contrapartes provinciales y municipales, debido a la carencia de recursos en dichas jurisdicciones, y el mismo SENASA, en muchas zonas del país, no cuenta con los recursos humanos y materiales suficientes.

En todo este sistema de vigilancia epidemiológica juegan también un rol preponderante el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y las universidades de Ciencias Veterinarias, como así también los productores agropecuarios y la industria proveedora de alimentos.

Un sistema de vigilancia eficiente debe contar con acciones coordinadas y de participación entre las autoridades municipales, provinciales y nacionales, tanto en el ámbito de la salud pública como en el de la sanidad animal. Asimismo, debe haber una ligazón entre la investigación y los ámbitos educativos con el mundo concreto de la producción y la elaboración de alimentos.

Uno de los marcos normativos que rige todo este accionar es el Reglamento General de Policía Sanitaria de los Animales, aprobado por Decreto 3909 de fecha 8 de noviembre de 1906, y desde sus orígenes nuestro sistema de salud pública veterinaria tuvo una fuerte impronta sesgada hacia la exportación, orientada al control de enfermedades que afectan la comercialización. Por ejemplo, la Fiebre Aftosa. Es por esto que nuestro país históricamente no ha hecho suficientes esfuerzos en fortalecer los sistemas de atención veterinaria local, especialmente en lo concerniente a las enfermedades que afectan a poblaciones rurales postergadas. No por nada a estas enfermedades se las denomina enfermedades desatendidas: Hidatidosis, Brucelosis caprina, Chagas, etcétera.

Desde los años noventa, el SENASA promovió, y aun sigue vigente, un exitoso modelo de atención veterinaria local mediante la conformación de Entes Locales de Luchas Sanitarias con el objetivo de administrar la vacunación contra la Fiebre Aftosa y la Brucelosis Bovina. Dichos entes son una muestra cabal de la sumatoria de fuerzas entre el Estado y los productores. Meritorio sería que dicho modelo fuera alentado también para fortalecer el sistema nacional de vigilancia epidemiológica, con miras a prevenir, controlar y erradicar todas las enfermedades que afectan a la población, especialmente a las más postergadas. Algo así se intenta actualmente fomentar desde los avances que se vienen desarrollando en el ámbito de los pequeños productores y productoras, chacareros, chacareras y familias campesinas con los Consejos para la Agricultura Familiar Campesina e Indígena conformados, como lo establece la Ley de Reparación Histórica, por organizaciones del sector, en conjunto con las reparticiones pertinentes del Estado.

Se está hablando de establecer polos productivos de cerdos en provincias periféricas, debido a que se podría transformar el maíz y la soja en carnes, y se daría un impulso económico a dichas regiones. Aunque se trate de establecimientos productivos totalmente cerrados, con bioseguridad y con integración vertical –plantas de alimentos balanceados, frigoríficos, biodigestores, etcétera– nuestro país no cuenta hoy con un sistema de atención veterinaria local de envergadura para asumir los desafíos sanitarios que podrían acarrear estas producciones a gran escala. Hay que pensar que dichos establecimientos, por más que cuenten con estrictos protocolos de bioseguridad, no dejan de estar exentos a los riesgos sanitarios de la región o de las localidades donde se establezcan. Dicho riesgo podría además trasvasar lo que pudiera ocurrir en los establecimientos, impactando negativamente en los sistemas productivos locales, con la consiguiente agudización de las malas condiciones socioeconómicas.

Innumerables factores de riesgo contribuyen en la ocurrencia de enfermedades emergentes. Entre estos factores figuran el crecimiento de la población, la evolución de los hábitos de consumo de alimentos y sus consecuencias, tales como la demanda creciente de alimentos y la intensificación de los sistemas de producción, el aumento de los desplazamientos y el comercio de animales y de sus productos y subproductos, el empleo y el uso inadecuado de agentes antimicrobianos generadores de resistencia, la perturbación de los ecosistemas y el cambio climático.

La salud pública veterinaria se integra dentro del enfoque de una sola salud sobre los riesgos sanitarios y la preservación de la integridad de los ecosistemas para beneficio de la salud humana y de la salud de los animales domésticos y de la biodiversidad. Es por esto que los estamentos del Estado vinculados a la Sanidad Animal –Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y SENASA–, la Salud Pública –Ministerio de Salud– y el medioambiente –Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible– deben trabajar en forma mancomunada cuando se trata de temas como el que nos ocupa.

Argentina no cuenta a lo largo de todo su territorio con un sistema de atención pública veterinaria integral de envergadura para asumir los desafíos sanitarios que podrían acarrear producciones animales a gran escala

 

Estatus sanitario de la República Argentina:

La Argentina está libre de enfermedades que afectan a los cerdos –Fiebre Aftosa, Peste Porcina Clásica, Peste Porcina Africana y Síndrome Respiratorio y Reproductivo Porcino– que tienen un alto impacto en el comercio internacional. En el protocolo sanitario rubricado durante 2019 entre Argentina y China se expresa claramente que la exportación se permitirá solamente si dichas enfermedades no están presentes en el país de origen. La ocurrencia de estas enfermedades traería aparejado el cierre del comercio de carnes y subproductos.

Actualmente, los riesgos de que ocurra un foco de las enfermedades mencionadas son bajos, aunque no inexistentes. Por ejemplo, para el caso de la fiebre aftosa, Brasil y Paraguay han suspendido recientemente la vacunación y la situación en Bolivia, con toda la crisis institucional por la que está atravesando, es incierta. Asimismo, nuestro país viene saliendo de un proceso de cuatro años de debilitamiento sistemático de los sistemas sanitarios, entre los cuales el SENASA no quedó exento.

Una de las cuestiones primordiales frente al escenario de que la Argentina aumente en forma exponencial la producción de cerdos es contar con planes de contingencia claramente delineados para actuar frente a la ocurrencia de eventos sanitarios adversos. El proyecto que se acuerde debe pasar, antes de ser aprobado y durante su ejecución, por instancias de consultas interdisciplinarias para el análisis de escenarios y soluciones posibles ante la ocurrencia de escenarios adversos.

Los cerdos son altamente susceptibles a la Fiebre Aftosa, poseen un gran efecto multiplicador del virus, se pueden infectar con poquísimas partículas virales, y dado que no se vacunan, se consideran especie centinela, “identificando” el virus circulante.

Argentina tiene un estatus sanitario privilegiado. Ante la eventualidad de convertirnos en un país productor de carne porcina en cantidades que superen exponencialmente las que actualmente producimos, es fundamental contar con un exhaustivo plan de contingencia donde queden claramente plasmadas las acciones a tomar frente a la ocurrencia de un evento sanitario adverso.

 

Peste Porcina Africana (PPA)

A fines de los 70 y comienzos de los 80 Brasil pasó por la experiencia de sufrir brotes de Peste Porcina Africana, provocando una crisis en todo el sector de la producción, industrialización y comercialización de carne porcina. Lo mismo está ocurriendo hoy en Asia y Europa oriental. Por la PPA, China tuvo que sacrificar millones de cerdos para controlar la transmisión del virus, el cual tiene una altísima contagiosidad y letalidad, puesto que mata el cien por ciento de los animales afectados. Esta epidemia ampliamente distribuida por Asia y Europa oriental es consecuencia directa del sistema globalizado de carne producida a gran escala en sistemas de producción intensiva en confinamiento. Los focos de la enfermedad son preponderantemente en zonas adonde la producción intensiva ha ido reemplazando a las producciones extensivas medianas o pequeñas, que además se ven perjudicadas por las medidas de prevención y control. Entre los grandes desafíos se destaca la falta de tratamiento o vacuna disponible, así como la existencia de distintos escenarios epidemiológicos. El control se centra en las medidas de bioseguridad para prevenir la introducción del virus y en el sacrificio sanitario a gran escala de animales infectados o de alto riesgo para contener la propagación de la enfermedad.

La PPA ha puesto en peligro a la mayoría de las poblaciones de cerdos domésticos y silvestres en el mundo. Para respaldar los esfuerzos de los países que quieren proteger sus economías y la seguridad alimentaria, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) han lanzado una iniciativa conjunta para el control mundial de la PPA. Matthew Stone, director general adjunto de Normas Internacionales y Ciencia de la OIE afirma que “En la actualidad, 51 países están afectados por la PPA. En medio de la difícil situación planteada por la COVID-19, la PPA sigue propagándose, agravando así las actuales crisis sanitarias y socioeconómicas”.

Como parte de un proyecto del gobierno de China para reducir la producción de cerdos en la populosa zona sur del país –donde la contaminación procedente de las granjas de cerdos ha llegado a ser inmanejable– y desplazarla hacia el norte, empresas como la WH Group y otras corporaciones de la industria porcina de China se han expandido de manera notable. Pero la velocidad y la escala de la construcción de granjas industriales de cerdos, molinos para la fabricación de alimentos balanceados y frigoríficos en el Noreste de China no ha estado aparejada con el desarrollo de la capacidad para manejar la contaminación y los riesgos sanitarios que genera. Por esto la PPA se diseminó rápidamente por todo el país. Hay pocas dudas de que las grandes empresas tuvieron un importante papel en la propagación y escalada de la PPA en China y debería haber sido razón suficiente para que el gobierno de ese país se cuestionara su compromiso con la agricultura industrial y la industrialización de su sistema alimentario. En la lectura en diversos medios del sector agropecuario internacional se entrevé que el gobierno chino ha respondido prodigando subsidios a los grandes actores, flexibilizando las restricciones ambientales y dejando sin protección a los productores y procesadores de carne en pequeña escala. Además, para los pequeños y medianos productores y productoras no es posible implementar el modelo de bioseguridad que los grandes productores están promoviendo como respuesta a la PPA.

Algo similar ocurrió en Vietnam: allí también los brotes de PPA golpearon a todo tipo de productores y productoras, incluso a las granjas pequeñas en las áreas montañosas donde aún se crían razas tradicionales. La enfermedad y los sacrificios preventivos, forzados por el gobierno, barrieron con los cerdos y ahora los productores y las productoras temen volver a abastecerse de animales por miedo a que la enfermedad reaparezca, y se han quedado sin una fuente esencial de ingresos.

La PPA se propagó muy rápido de China a otras partes de Asia, infectando Vietnam, Camboya, Mongolia, Corea del Norte, Laos, Myanmar, las Filipinas, Corea de Sur, Timor del Este e Indonesia, y cientos de paquetes con carne de cerdo y otros productos porcinos contaminados con el virus de la PPA fueron confiscados por los agentes fronterizos en Taiwán, Australia, Filipinas y Japón. Grecia informó su primer brote en febrero del 2020, y no caben dudas de que el virus de la PPA pronto seguirá su camino hacia otros países.

Antes de la PPA hubo una epidemia de Diarrea Epidémica Porcina (DEP), un coronavirus que comenzó la devastación de la producción porcina de China en 2010, antes de entrar a Estados Unidos, donde barrió con siete millones de lechones en menos de un año. Y antes de la DEP fue el virus del Síndrome Reproductivo y Respiratorio Porcino (PRRSV) que apareció en grandes establecimientos porcinos de Estados Unidos y Europa en la década de 1990 y se propagó a China en 2007 y a Vietnam en 2008, matando millones de cerdos.

Es por esta razón que grandes empresas multinacionales vinculadas a la producción y comercialización de carne de cerdo están invirtiendo en otros países para asegurar ganancias y disminuir los riesgos. La Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP) afirma haber firmado un acuerdo de inversión por 27 mil millones de dólares con China para aumentar la producción anual de Argentina de 6 millones a 100 millones de cerdos a lo largo de los próximos ocho años, para satisfacer la demanda proyectada de China.

La implantación de mega granjas porcinas en nuestro territorio no estaría exenta de que se planteen los mismos escenarios que han venido ocurriendo en China y otros países. En nuestro país la probabilidad de que ocurran focos de PPA es poco probable. Más probable es que, de ocurrir algún evento sanitario, el mismo esté vinculado a enfermedades presentes en la región, como la fiebre aftosa.

China reporta avances en el desarrollo de una vacuna contra la PPA y ya fue aprobada para ensayos por su Ministerio de Agricultura. Asimismo, países como España, Estados Unidos, Reino Unido o Vietnam también están con estudios avanzados para obtener una vacuna. Las medidas de sacrificio sanitario, cuarentena y bioseguridad son actualmente las únicas defensas para prevenir la propagación de la PPA. Por lo tanto, el desarrollo de una vacuna segura y eficaz es vital para prevenir la transmisión de la PPA y es cada vez más urgente, considerando la rápida propagación de la enfermedad en Europa y Asia. Biogénesis Bagó manifestó abiertamente que ven una oportunidad de mercado en la Argentina, pero aclaran que esta oportunidad durará hasta que se cuente con una vacuna contra la PPA.

Es esperable pensar que una vez que se cuente con una vacuna contra la PPA, tanto China como otros países inviertan esfuerzos para volver a fortalecer sus producciones de carne, lo cual traería aparejado una disrupción en el comercio internacional.

 

Virus de la Influenza (Gripe) porcina

El virus de la gripe o influenza porcina (AH1N1) es una variante del mismo virus que causó la pandemia conocida como la gripe española de 1918, y desde entonces es uno de los virus de la gripe estacional circulante. La gripe porcina no infecta asiduamente a las personas, pero cada tanto ocurren brotes esporádicos en la población humana, principalmente entre quienes trabajan en granjas porcinas o de aves. Los sistemas de vigilancia epidemiológica están atentos a que no se desencadene una pandemia similar a la de 1918, principalmente desde el último brote de gripe porcina de 2009, promoviendo un plan de contingencia global.

En producciones intensivas de cerdos se han aislado múltiples cepas del virus de la influenza que, cuando conviven en las mismas piaras, tienen la capacidad de intercambiar genes y formar nuevas cepas, con el potencial salto de especie hacia el ser humano. Si bien es cierto que la OMS aclaró que el genotipo G4 de gripe porcina descubierto en China y reportado como otra potencial pandemia por medios internacionales no se trata de un virus nuevo, Michael Ryan, director de emergencias de la OMS, remarcó que se está trabajando en la investigación de cualquier virus que muestre el potencial de contagiar a las personas. También aseveró que el genotipo G4 ha sido el dominante en las poblaciones porcinas –y entre los trabajadores y las trabajadoras de las granjas– de China desde 2016. Ryan recordó a los países la importancia de los sistemas de vigilancia de la gripe para prevenir epidemias, que ahora están siendo utilizados para luchar contra la COVID-19, y reportó que en general cuentan con baja financiación y necesitan más recursos.

El 22 de junio de 2020 Brasil compartió un informe preliminar con la OPS-OMS sobre una infección humana por el virus de la gripe porcina.

Durante 2009 la OMS decidió denominar a la gripe porcina como gripe A (H1N1). La letra A designa la familia de los virus de la gripe humana y de la de algunos animales, como cerdos y aves. El origen de la infección es una variante de la cepa H1N1 con material genético proveniente de una cepa aviaria, dos cepas porcinas y una humana​ que sufrió una mutación y dio un salto entre especies, de los cerdos a los humanos, para después permitir el contagio de persona a persona.

Además del virus de la gripe porcina existe el virus de la gripe aviar (H3N2), endémico en poblaciones de cerdos en China y en Vietnam, aumentando las preocupaciones sobre la emergencia de nuevas cepas variantes. Se ha encontrado que los cerdos pueden ser portadores de virus de la gripe aviar y de humanos, los cuales pueden recombinarse, haciendo un traspaso de genes y mutando en una nueva forma que podría transmitirse fácilmente entre humanos.

Cuando aumenta la cantidad de cerdos en confinamiento aumentan los riesgos de virus de la influenza con potencial pandémico para las personas.

 

Protocolo Sanitario entre la Argentina y China para la comercialización de carne porcina

El 24 de abril de 2019 se firmó en Beijing un protocolo sanitario sobre los requisitos de inspección, cuarentena y sanidad veterinaria para la importación y exportación de carne porcina entre China y Argentina. En el protocolo se establecen como organismos de control al SENASA de la Argentina y a la Administración General de Aduanas (GACC) de China, quedando como responsables de la inspección y cuarentena de la carne porcina para importación y exportación, y de la emisión de los certificados zoosanitarios. Entre dichos organismos gubernamentales se proveerán anualmente los planes e informes anuales del Plan Nacional de Control de Residuos –medicamentos veterinarios y sustancias nocivas y tóxicas– y la situación epidemiológica de cada país.

Para la carne porcina congelada y enfriada, el país exportador debe estar:

  • reconocido por la OIE como país o zona libre de Fiebre Aftosa y de Peste Porcina Clásica;
  • reconocido por el SENASA y la GACC como libre de Peste Porcina Africana de acuerdo con las recomendaciones de la OIE;
  • reconocido por el SENASA y la GACC como libre de Enfermedad Vesicular Porcina; y
  • la carne provenir de establecimientos que no hayan estado bajo cuarentena, o donde no se hayan impuesto restricciones de movimiento a causa de enfermedades infecciosas o parasitarias (Triquinosis) que pudieran trasmitirse mediante la carne.

De continuar con este tratado, habría que agregar un apartado especial sobre Bienestar Animal, dado que el protocolo sanitario vigente rubricado durante 2019 no habla nada sobre este tema. Actualmente, la utilización de antibióticos en la producción porcina es elevada. El –mal– uso de antimicrobianos en la producción animal es una de las principales razones por las cuales se genera resistencia microbiana a los antibióticos, transformándose en un problema serio de salud pública, puesto que debido a dicha resistencia cada vez son menos los antibióticos a los que se puede acudir para curar infecciones bacterianas en las personas.

La producción extensiva a baja escala tiene, por sus formas propias de producción, muchos menos riesgos de generar situaciones adversas de envergadura, tanto desde el punto de vista de la sanidad animal como de la salud pública. Si bien el tipo de granjas porcinas a gran escala y en total confinamiento se lleva a cabo bajo estrictos protocolos de bioseguridad, no están exentas de riesgos sanitarios y ambientales que, cuando ocurren, generan serias crisis.

El surgimiento de enfermedades zoonóticas emergentes, como la producida por el virus Nipah en cerdos en Malasia en 1999, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) en cerdos y en el hombre en China en 2002, la Influenza Aviar de Alta Patogenicidad, subtipo A/H5N1 (IAAP) durante el segundo semestre de 2003 en el Sureste Asiático, Europa y África, y finalmente el Ortomixovirus de la Influenza Pandémica A/H1N1 de marzo y abril de 2009 en San Diego y Ciudad de México, que luego se extendió a Estados Unidos, Canadá y al resto del mundo, han alertado y concientizado a la opinión pública mundial sobre las relaciones multidimensionales entre los animales salvajes, los animales domésticos, la producción pecuaria industrial y la salud pública, tanto veterinaria como humana, a nivel global. A toda esta alarma se suma hoy la pandemia actual provocada por la COVID-19.

En un mundo en el que su población humana va creciendo gradualmente y que a la vez está mejor informada y más interconectada, y que alcanzará los nueve mil millones de habitantes hacia el año 2050, los sistemas industriales de producción de proteína de origen animal de todo tipo se verán severamente presionados para proveer alimentos pecuarios de alta calidad, contemplando parámetros de seguridad alimentaria y bienestar animal.

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