La Defensa Nacional y el dominio cognitivo: el más barato y eficaz escenario bélico

En la actualidad es común el uso de los términos como “batalla cultural”, “guerra psicológica”, “guerra judicial” o “guerra política” para describir el conjunto de sucesos o acciones vinculadas a la creación de sentido con el objetivo de generar consensos en el imaginario popular que permitan el desarrollo de acciones, ya sean políticas o comerciales, que van a involucrar al colectivo popular.

Así como no todos los errores y desaciertos políticos son a causa de la lawfare (Guerra Jurídica), el concepto “guerra” quizás no sea aplicable para toda acción –cinética o no cinética– que busque alcanzar objetivos vinculados al interés de una nación o corporación de negocios frente a otras. Muchas de las acciones pueden identificarse mejor, técnicamente de manera más precisa y de forma más acertada con la expresión “operaciones”, que forman parte de una estrategia de dominio en donde la guerra en todas sus formas es el último recurso. Las operaciones sobre la población civil son resultado de acciones planificadas, sistemáticas, de carácter sedimentario y no son precisamente algo nuevo, aunque sí es nueva la capacidad tecnológica utilizada y su alcance. Hoy el campo de batalla es lo que el analista español Enrique Martín Romero –exjefe de la Unidad Seguridad y Defensa y actual director de la empresa E&Q Engineering, contratista de la OTAN– denomina “Sexto dominio”, el ámbito cognitivo: la mente humana.

Las operaciones son llevadas adelante, en mayor o menor intensidad, por Estados o por organizaciones con capacidad de realizar a escala global operaciones en escenarios o dominios múltiples. A decir del doctor Marcelo Gullo Omodeo: acciones llevadas adelante para alcanzar intereses de las organizaciones políticas con asiento territorial –Estados– o de las organizaciones políticas sin asiento territorial –corporaciones internacionales.

El doctor Norberto Consani –titular de la Maestría del Instituto de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de La Plata– afirma que las naciones no se mueven por ideologías, sino por intereses, los cuales están directamente vinculados a la supervivencia y el desarrollo de las sociedades que forman esas naciones. Esos intereses se convierten en objetivos de las políticas de las naciones, tanto en el ámbito interno como externo, y por tanto los poderes políticos de las naciones elaborarán un conjunto de estrategias, con tácticas y herramientas para alcanzarlos. La diplomacia es una de esas herramientas para la representación del Estado y la protección de los intereses nacionales en el exterior, ejecutando la política internacional determinada por el poder político para con otros Estados u organizaciones internacionales, que también operan mediante esta herramienta en el marco del Derecho Internacional, en el mejor de los casos.

La diplomacia tiene entonces la finalidad de garantizar los intereses que tiene un Estado u organización para su supervivencia, para lo cual van a desplegar una serie de acciones, tanto en lo que se denomina “poder duro” como en el “poder blando”. El poder duro está directamente vinculado con las acciones de imposición o disuasión mediante el uso del instrumento militar, lo que no necesariamente implica alcanzar el umbral de conflicto armado: la guerra. El concepto de poder blando –acuñado por Joseph Nye, catedrático de la Escuela Kennedy en la Universidad de Harvard y asesor de las administraciones de Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama– identifica una serie de acciones que llevan adelante las naciones o las corporaciones multinacionales para lograr sus objetivos. Nye define el poder blando como “la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción, antes que a través de la coerción o de las recompensas”. Pero no hay que malinterpretado, trivializándolo como la mera influencia de Coca-Cola, Hollywood, los vaqueros o el dinero. No es inteligente minusvalorar el poder blando como una simple cuestión de imagen, relaciones públicas y popularidad (Nye, 2010). El poder blando es una forma de poder, un medio para obtener resultados deseados.

 

Un teclado es más barato que un misil crucero

En la era victoriana, un grupo de empresas de comercio se unieron en lo que se conoció como la Compañía Británica de las Indias. El objetivo era el comercio entre Asia y Europa, principalmente del Reino Unido de Gran Bretaña. Cuando los negocios no se podían concretar por la defensa de los intereses de las naciones asiáticas, el Reino Unido enviaba sus ejércitos y su flota militar para atacar a esas naciones y forzar el comercio. En la actualidad las cosas no han cambiado demasiado, simplemente se actualizaron las herramientas a utilizar, teniendo en cuenta los costos y los beneficios. Las naciones centrales articulan estrategias y tecnologías de acuerdo con sus intereses en escenarios donde operan además capacidades privadas y se hace uso principalmente del poder blando, mediante organizaciones no gubernamentales que a partir de necesidades básicas insatisfechas de las poblaciones y que son desatendidas o no tenidas en cuenta por los gobiernos en sus diferentes niveles, generan una tensión que, de acuerdo a la necesidad del objetivo, escalará hasta convertirse en una crisis que condicionará las capacidades de movimiento político de los gobiernos, debilitando la posibilidad de reacción.

Las áreas de inteligencia –tanto militar como diplomáticas, públicas o privadas–, cuando trabajan sobre blancos definidos por el poder político, realizan un análisis de lo que se conoce como “Centro de Gravedad” del objetivo, lo cual es una pieza fundamental para el armado de una estrategia y el consiguiente planeamiento operacional. El centro de gravedad puede ser tangible –una infraestructura crítica, una referencia simbólica– o intangible –creencias, necesidades, elementos simbólicos caros a los sentimientos del pueblo. Este análisis del centro de gravedad contribuye a la identificación de fortalezas y vulnerabilidades propias, del adversario o de otros actores del entorno, y desde allí comenzar el diseño de la estrategia y las tácticas que se aplicarán para alcanzar los objetivos. Un golpe en el centro de gravedad desarticula la defensa o la cohesión de la comunidad, generándose, por ejemplo, enfrentamientos. Si los decisores políticos determinan acciones armadas, posiblemente los centros de gravedad sean las infraestructuras críticas o referencias simbólicas de la cultura objetivo, los cuales serán atacados para generar conmoción y debilidad interna. Si las acciones no son armadas, los centros de gravedad podrán corresponder a necesidades insatisfechas de una población, antiguos sentimientos segregacionistas, conflictos pasados, reivindicaciones históricas, pobreza, falta de trabajo, etcétera. En todas el adversario o enemigo buscará el mismo objetivo: generar inestabilidad y debilidad en quienes tengan que tomar decisiones y condicionarlos.

A decir del doctor Mariano Bartolomé –docente del Colegio Interamericano de Defensa en Washington y exdirector de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador– “las Nuevas Guerras, más allá de sus causas específicas (que varían de caso a caso), son la manifestación extrema de la erosión de la autoridad del Estado; su debilidad de representación; la pérdida de confianza en la capacidad estatal para responder a las demandas públicas, su inhabilidad (o falta de voluntad) para regular la privatización e informalización de la violencia” (Bartolomé, 2006). El proceso de condicionamiento va a estar vinculado con el nivel de importancia del objetivo y los potenciales plazos para alcanzar el éxito. En todos los casos, las acciones a desarrollar implicarán operaciones psicológicas con una carga de contenido que tendrá un carácter sedimentario en la población objetivo. Sobre esas vulnerabilidades latentes se despliega un arsenal de herramientas que incluirán organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, ciberataques, influencers, organizaciones políticas –indistintamente con pensamientos de izquierda o de derecha–, operaciones de influencia, propaganda, redes sociales, lawfare, y sobre todo se trabaja en el concepto de “instalación de agenda” –Agenda Setting.

De alguna manera, de acuerdo a la definición de William Lind, estaríamos en el salto entre las guerras de cuarta generación –que comprenden enfrentamientos entre fuerzas regulares e irregulares, ni siquiera entre Estados necesariamente, sino entre un Estado y grupos violentos de naturaleza política, económica, religiosa o étnica– y las de quinta generación, lideradas “por coaliciones formadas por Estados nacionales, entidades no estatales en forma de redes, e individuos y grupos súper empoderados (o cualquier combinación de ellos), mantenidos juntos por intereses comunes en lugar de propósitos nacionalistas o ideológicos. Aunque conserva el principio inmutable de la compulsión, introduce el precepto fundamental de que la fuerza ya no está restringida a la fuerza cinética, sino que puede provenir de cualquier fuente o medio y adoptar cualquier forma, cinética o no cinética” (Álvarez Calderón, Santafé García y Urbano Morales, 2017). El objetivo será debilitar y desacreditar los actores intervinientes con capacidad de decisión sobre un objetivo, generar tensión a los efectos de poder manejar distintos tiempos y niveles de escalamiento de la crisis, y generar presión sobre el poder decisor de turno, a los efectos de conseguir una posición favorable para alcanzar los objetivos propuestos.

 

Nuestros eternos queridos enemigos

El documento elaborado por el Ministerio de Defensa británico bajo el nombre de Integrated Operating Concept 2025 (Concepto Operativo Integrado 2025) plantea una reformulación de los procesos de dominio más allá del instrumento militar clásico, e incluye enfatizar el empleo de capacidades no-letales para inhabilitar las capacidades adversarias, con el fin de ampliar la gama de opciones políticas y estratégicas mediante un poder nacional pleno, donde interactúan intereses públicos y privados en operaciones políticas (UK Ministry of Defence, 2020). El jefe del Estado Mayor de la Defensa británica, general sir Nick Carter, en el discurso de lanzamiento del Concepto Operativo Integrado hizo una clara distinción entre “operar” y “luchar en la guerra”, y planteó que la postura disuasoria debe gestionarse y modularse de manera más dinámica, incorporando la competencia frente a las acciones por debajo del umbral de la guerra y evitar que los adversarios logren sus objetivos. Reconocer en los adversarios la creatividad, la ambigüedad y la amplificación de los elementos cognitivos de la guerra y su capacidad reduce los elementos físicos. Carter habla de una forma de hacer la guerra estratégica, sincronizada y sistemática, y plantea que el objetivo de la defensa británica es trabajar en ese campo, por lo cual va a profundizar el trabajo por debajo del umbral de la guerra, teniendo en cuenta que los instrumentos diplomáticos tradicionales, que han proporcionado alguna medida de control de armas y contraproliferación, casi han desaparecido. El planteo británico avanza sobre la utilización de la información y los métodos de guerra cibernética, así como otras “herramientas no militares y militares”, para lograr sus objetivos cambiando el enfoque de los conflictos a medida que la línea entre la guerra y la paz se hace difusa –la denominada “zona gris”– en tanto identifican un estado de “guerra política”.

 

¿Y por casa cómo andamos?

La estrategia de defensa por capas y desgaste que presenta la República Argentina es lógica al tener un instrumento militar con capacidades reducidas y un territorio tan extenso como toda la superficie de Europa desde el límite con Rusia hasta Portugal. Nuestros adversarios son conscientes de esto y en la ecuación costo beneficio recurren a operaciones psicológicas, influencia, mediáticas, lawfare, etcétera, a efectos de evitar la cohesión social local y distraer las capacidades y la atención gubernamental –sin por esto justificar los errores políticos típicos de la dirigencia política. Ahora bien, la defensa nacional no es sólo menester de los militares o de los diplomáticos, sino y sobre todo del Pueblo –como se ha visto a lo largo de la historia argentina y latinoamericana– que tiene acceso directo a las miles de plataformas que utilizan diariamente nuestros adversarios para sus operaciones de influencia, por ejemplo.

La nueva Directiva de Política de Defensa Nacional trabaja sobre los tableros “estratégicos-militares”, el “económico-comercial” y el “transnacional”, sobre los que elabora el concepto de Defensa. En este último punto, el tablero “transnacional” identifica “modificaciones en la tradicional configuración del campo de batalla, del rol del soldado y de las operaciones militares” (BORA, 2021). Posteriormente, en los párrafos 12 y 13 del “Capítulo II, Política de defensa nacional: concepción y posicionamiento estratégico de la República Argentina en materia de defensa” se afirma que “es necesario explorar la posibilidad de nuevos efectos militares a partir de la combinación del conocimiento tradicional de empleo con formas innovadoras basadas en tecnología, conocimiento y aprovechamiento dual”, pero referido a recuperar los niveles de desinversión, no como herramientas específicas para la defensa, aunque en el mismo párrafo dice: “La innovación como mirada integral y no únicamente como incorporación tecnológica debe alentarse y sistematizarse para lograr ventajas operacionales y estratégicas en consonancia con nuestras posibilidades nacionales” (BORA, 2021).

Quizás sea necesario comenzar a incluir y dejar explícitas en la DPDN también las funciones de los ministerios de Relaciones Exteriores, de Educación y de Cultura, y empezar a tomar en cuenta el concepto de las operaciones en el “sexto dominio”, el dominio cognitivo, sobre el cual, por ejemplo, detalla acciones el Integrated Operating Concept 2025 británico. Los equipos técnicos de nuestras universidades, en conjunto, sumados a la elaboración del concepto de Defensa Nacional en el “sexto dominio”, podrían actuar de manera exitosa en la defensa de la construcción del magma de significaciones de nuestro Pueblo, que es donde cotidiana y silenciosamente nos están atacando. Las mayores victorias de nuestros ejércitos siempre fueron junto al Pueblo.

 

Referencias

Álvarez Calderón C, J Santafé García y O Urbano Morales (2017): Escenarios y Desafíos de la Seguridad Multidimensional en Colombia. Bogotá, Escuela Superior de Guerra “General Rafael Reyes Prieto”.

Bartolomé M (2006): La seguridad internacional en el siglo XXI más allá de Westfalia y Clausewitz. Santiago de Chile, ANEPE.

Batalla J (2018): 60 años del Di Tella: vanguardia, escándalos e historia del instituto que cambió el arte argentino para siempre. Buenos Aires, Universidad Torcuato Di Tella.

BORA (2021): Boletín Oficial de la República Argentina, Buenos Aires, 14 de Julio de 2021.

DARPA (2001): Defense Advanced Research Projects Agency. www.darpa.mil.

Historical Perspectives on Technology, Widener University (2020): The History Engine. University of Richmond.

Nye J (2010): “El poder blando y la política exterior americana”. Relaciones Internacionales, 14.

UK Ministry of Defence (2020): The Integrated Operating Concept 2025. www.gov.uk.

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