El desafío de construir políticas sociales en pandemia: la experiencia en Sedronar

Hablar sobre el camino recorrido hasta el día de hoy en la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación implica caracterizar la complejidad de implementar políticas públicas mientras enfrentamos la emergencia sanitaria de la pandemia de COVID-19 y su impacto, en un escenario que venía atravesado por una profunda crisis económica y social.

De este gran desafío estamos, sin dudas, aprendiendo mucho. Lo primero tiene que ver con entender cuál es el mejor modo de gestionar una política pública en un estado de excepción, como lo es una pandemia; lo segundo es que las políticas pueden adaptarse y ser flexibles en relación al contexto: en este caso, uno nuevo, para el cual no contábamos con ninguna herramienta ni referencias previas; y lo tercero es haber aprendido qué tipo de políticas centradas en las personas son las necesarias para abordar los consumos problemáticos.

En este escenario complejo se vuelve imprescindible recuperar la experiencia que tenemos quienes llevamos décadas de trabajo en el campo social. En primer lugar, las políticas sociales siempre deben estar cerca de lo que pasa en el territorio: los diagnósticos deben ser locales, participativos, con una intervención interdisciplinaria y, sobre todo, contemplar la voz de las personas que padecen, en clave de comunidad y en relación a su contexto. No hay forma de que el Estado trabaje solo, siempre es con otros. Es fundamental que las políticas sean pensadas como una integralidad entre las personas y sus comunidades, lideradas desde el Estado –en todos sus niveles– y en conjunto con las organizaciones sociales, eclesiásticas y de la sociedad civil.

Otro aspecto importante a considerar en la construcción de una política social es que siempre hay que hacer el ejercicio de volver a pensar cuál es la concepción del problema. Esto ordena rápidamente qué aspectos serán los ejes centrales de ese diagnóstico, desde dónde nos posicionamos para la intervención y de qué manera garantizamos una mirada anclada en el territorio, con lógica federal, que promueva la inclusión y la mirada transversal de género.

Es imposible pensar desde Sedronar las políticas de cuidado y acompañamiento de las personas con problemáticas de consumo por fuera de un proyecto de país que nos incluya a todos y a todas, por fuera de un gobierno que tiene la profunda definición política de mirar a las personas y que promueve la igualdad y la ampliación de derechos y oportunidades para los argentinos y las argentinas.

Cuando llegamos a la Secretaría nos fijamos como objetivos centrales ampliar la red de atención en los territorios; profundizar las tareas de prevención de manera sistemática e intersectorial; interpelar las prácticas y las representaciones sobre el consumo; y terminar con los estigmas que existen sobre esta problemática. Apenas asumimos, definimos una estructura para que los diferentes espacios de cuidado, acompañamiento y atención sean cada vez más alojadores e inclusivos. Incorporamos el enfoque de género y políticas diferenciadas para mujeres y para el colectivo LGTBI+, y redefinimos el funcionamiento de las casas comunitarias, las casas convivenciales de atención, los espacios residenciales y los de atención ambulatoria, y articulamos el trabajo con el sistema de salud y con los centros de internación. Nos abocamos a trabajar con gobiernos provinciales y municipios, lo que hizo posible que en este año y medio de gestión pudiéramos abrir 155 espacios nuevos de atención a lo largo de todo el país.

También elaboramos normativas y lineamientos para los medios de comunicación públicos y privados, en relación a la necesidad de generar contenidos y un tratamiento de la problemática en el contenido periodístico y de ficción respetuoso de las personas, enfatizando en la necesidad de diferenciar a las personas que consumen y las políticas de acompañamiento y cuidado, de las políticas de seguridad que se ocupan de perseguir el narcotráfico. Sedronar acompaña a las personas con una red enorme de espacios y a través de la línea 141 que está disponible las 24 horas, todos los días del año, y que es anónima y gratuita desde cualquier dispositivo telefónico.

Cuando se declaró la pandemia nunca dejamos de atender, pero nos vimos en la urgencia de adaptarnos rápidamente y generar lugares de atención adecuados para el aislamiento obligatorio de las personas que iban a atenderse. En tiempo récord abrimos ocho espacios específicos de aislamiento para quienes transitaban un tratamiento o estaban en proceso de acompañamiento. Ampliamos los espacios de “primera escucha” y fortalecimos la línea de atención 141, el equipo de trabajo y las herramientas de intervención para abordar las problemáticas de consumos que se vieron potenciadas por la pandemia, generando incertidumbre, sensación de soledad o situaciones de abstinencia profundizadas por el encierro. Garantizamos la tecnología necesaria en la línea telefónica y los equipos de asistencia inmediata para adecuarse a la atención remota. Fortalecimos los espacios ambulatorios con más recursos y acompañamos a las personas, generando operativos para tramitar o renovar el DNI, entregando tarjetas telefónicas para que no perdieran contacto con sus familias durante el aislamiento, y recursos para que viajen en tren de manera gratuita para poder sostener sus tratamientos.

Por otra parte, intervenir en los problemas de consumo en contexto de pandemia implicó analizar otras cuestiones en relación a las condiciones materiales de vida de las personas, como la posibilidad de acceder a una vivienda, al sistema de salud, a un baño en condiciones, al agua potable, a comprar alimentos, etcétera. Atender todas estas dimensiones nos llevó tiempo, mucha escucha y una presencia permanente en territorio para poder acompañar e identificar concretamente dónde se requería incorporar una estrategia de cuidado. Otro aspecto importante que priorizamos fue el de las condiciones subjetivas de las personas. Hubo que crear estrategias diferenciadas, tanto para las personas que se quedaron paralizadas, con miedo y aisladas dentro de sus casas, como para las que no tuvieron registro del miedo, quizás por su propia necesidad de sobreponerse al contexto, para quienes fue más difícil establecer prácticas de cuidado de sí mismas y de su entorno.

La vorágine de este contexto hizo que tuviéramos que volver a pensar sobre las personas y los consumos para poder reinterpretar las manifestaciones del problema en cuarentena. Hicimos un trabajo profundo con la Mesa Federal y con siete universidades nacionales que nos acompañaron para poder medir cualitativamente estas manifestaciones. Los resultados fueron interesantes: quienes no tuvieron trabajo o posibilidades de enlazar con otros aumentaron más su consumo que quienes tuvieron redes –familia, trabajo– más sostenidas, y a este grupo le fue menos difícil transitar la pandemia; en cuanto a cantidad de consumo, el universo adulto consumió más y el joven consumió menos, quizás porque para la construcción de la identidad adolescente tiene menos sentido consumir en soledad; en los sectores más vulnerables en términos de condiciones de existencia, la manifestación del problema no tuvo cambios, como si la pandemia no hubiera modificado la relación que existe con el consumo.

La realidad que impuso la pandemia nos hace reflexionar acerca de los padeceres y cómo las personas depositan su angustia relacionándose problemáticamente con una sustancia. La soledad profundiza la sensación de angustia y eso genera un contexto contraproducente para el exceso de consumo. Por eso, invito a pensar la pandemia como un tiempo de cuidado colectivo, un tiempo para protegernos mutuamente como comunidad. En Sedronar trabajamos cada día para generar estrategias de cuidado y para que cada argentino y cada argentina sepan que no están en soledad. Hay un equipo interdisciplinario que hace su mayor esfuerzo para asegurar el acceso a los tratamientos y garantizar el funcionamiento de toda la red de dispositivos, con el fin de enfrentar esta enorme y desafiante tarea de cuidar a toda la población, empezando por quienes más nos necesitan.

 

Gabriela Torres es secretaria de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación y licenciada en Trabajo Social (UBA), con una especialización en Gestión y Planificación Estratégica. Fue subsecretaria de Adicciones en la Provincia de Buenos Aires y coordinadora del Programa Nacional de Educación y Prevención en Adicciones.

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