Aymara Nayra Choque: “Un censo bien contado genera datos estadísticos reales de la población indígena”

–Aymara: te conozco desde hace muchos años por tu activismo dentro de diferentes ámbitos y espacios, en Buenos Aires y en otras provincias, por la visibilización y la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. ¿Qué convierte a Argentina en un país tan particular como para que cueste este reconocimiento?

Yo creo que son dos cosas: por un lado, está el efecto dominó de la formación del Estado-Nación y los cánones que había que cumplir para ser un ciudadano argentino, donde no encajaban ni el indígena ni el gaucho. Pensemos en lo que decía Sarmiento, ¿no? Desde allí ya se puede hablar de invisibilización o negación para con los pueblos indígenas. Pero actualmente podemos hablar también de los censos que se hacen cada diez años para contabilizar la población. Es real que se fue incorporando la variable étnica en diferentes censos a nivel internacional. En el caso argentino, en el año 2010 se agregó la pregunta de si pertenecías a un pueblo indígena, en vistas a que ya en 1994 hubo una reforma constitucional en la que hay todo un artículo acerca del reconocimiento de la preexistencia étnica, cultural y lingüística. Sin embargo, podría decirse que la pregunta terminó siendo, otra vez, engañosa, porque solo estaba establecida en uno de los cuadernillos. Esto quiere decir que respondía a los juicios previos y estereotipos de los censistas que se guiaban por consideraciones personales de a quiénes realizarles la pregunta: eran consideraciones basadas en el lugar, más que nada, pero también en la persona que tenían al frente. Por ejemplo, en barrios del centro de la Ciudad de Buenos Aires no se concebía realizar la pregunta, pero sí se realizaba en villas o en provincias donde se supone que hay población indígena, como Jujuy. Pero no en todo Jujuy, sino en la Puna, en la Quebrada. Te hablo del año 2010, porque fui censista. Espero que esta vez la pregunta haya sido más clara y que efectivamente se haya realizado. Desde el Tejido de Profesionales Indígenas estamos relevando experiencias reales del día del censo, específicamente en lo que refiere a la pregunta 22, para conocer las dificultades que hubo durante el operativo censal presencial del 18 de mayo.

–¿Se capacita a los y las censistas para que esto no suceda y se le realice la pregunta a cada persona o familia censada?

Te puedo hablar del año 2010, en el que fui censista. Sí hubo una capacitación previa, pero que yo recuerde no se hizo hincapié tanto en la pregunta y en su importancia. Eso también generó que el conteo no fuera real, porque la pregunta no se hizo a todas las familias. De hecho, cuando terminé de censar fui a la casa de mi familia en Balvanera: llegué contenta, contando que habían agregado la variable étnica, y le pregunté a mi papá si le habían hecho la pregunta y me dijo que no. Ahí me di cuenta que la pregunta no estaba dirigida a todos los sectores, y Buenos Aires tiene gran cantidad de población indígena. No puedo dar fe de todas las situaciones, pero de esta experiencia que tuve y de otros hermanos con los que también conversé.

–Sí, y además fue un comentario que se extendió en todo el país en aquel momento. Por otro lado, con el Tejido de Profesionales Indígenas venís realizando desde hace varios años la campaña por la inclusión de la pregunta sobre las lenguas indígenas que se hablan, comprenden o se leen en Argentina. ¿Por qué encararon este tema?

Primero, cuando empezamos a tener tratativas con el INDEC nos focalizamos en que la pregunta acerca de la pertenencia o la descendencia de un pueblo indígena estuviera en todos los cuadernillos, y que no quedara al libre albedrío del censista: pudimos lograrlo. Eso nos pareció avanzar un pasito. Planteamos también que se incorporara una planilla en la que estuvieran todos los nombres de los pueblos indígenas, porque en ciertas regiones se escribe de forma distinta un mismo pueblo, aunque suene parecido: nos dijeron que eso no iba a ser posible, porque no había presupuesto para sumar una planilla más. Después lo decidieron sumar: pusieron 64 pueblos, entre los que está el pueblo Inka, imaginate, y así podemos decir un montón de situaciones…

–El pueblo inka…

El pueblo Inka… Y quienes habrían mandado esa planilla entiendo que fue el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. Eso, por un lado. También percibimos que muchas personas en el año 2010 no habían podido ser censadas por no entender la lengua hegemónica, y por lo tanto tampoco se les pudo hacer la pregunta. Es importante pensar que la identidad no solo está atravesada por cuestiones culturales, sino también por la lengua. Porque, cuando los Estados se empezaron a refundar, lo hicieron como monoculturales y monolingüísticos, sin importar las lenguas preexistentes. Es en ese sentido que nos parece clave pensar la incorporación de la lengua, porque entendemos que es la filosofía de vida: es el libro o la universidad donde se mantiene la cosmovisión de cada pueblo. Bueno, nuevamente sucedió que la pregunta sobre la lengua se hizo solo si la persona encuestada contestaba que adscribía a un pueblo indígena. Entonces ahí también hay un sesgo, porque puede suceder que hable alguna lengua pero que no se reconozca como indígena, sino como campesino, por ejemplo, como sucede en Santiago del Estero, que hablan quichua pero no se reconocen indígenas en la mayoría de casos. Esto sigue obstruyendo el conteo real e invisibiliza a gran cantidad de hablantes de lenguas que tenemos a nivel federal y, por otro lado, también continúa con la afirmación de que somos monolingüísticos. De alguna manera, otra vez estamos como en 2010, con ese censo que terminaba siendo discriminador y racista, porque en definitiva se basaba en la percepción que tenía el censista sobre el indígena: son prejuicios que pareciera que están en desuso, pero siguen estando. Entonces volvemos a ese inicio, reafirmando que el Estado es homogéneo. Estamos lejos de pensarnos en un Estado plurinacional. Si se hiciera un conteo real de la cantidad de personas indígenas estoy convencida de que el Estado argentino se tendría que refundar y repensar como plurinacional, pluricultural y plurilingüístico. En ese sentido, creo que el censo tenía que hacer el destrabe para pensarnos, repensarnos y sacarnos del común denominador de que Argentina es la Europa de América Latina. Y para el mundo también, porque se vende así, centrada en Buenos Aires y venida de los barcos. Si no hay un conteo real, nos vamos alejando de pensarnos plurinacionales.

–¿Qué tan lejano ves que la Argentina reconozca la plurinacionalidad?

Desde el Tejido instamos la vía política y el diálogo con el INDEC para pensar la importancia que tiene para nosotros el conteo real, más allá de que su respuesta fue que este no fue un censo especial para indígenas. Pero no se trata de si somos especiales o no. Se trata de un derecho: de garantías constitucionales. Argentina reconoció en el 94 en la Constitución la preexistencia indígena, pero también reafirmó las garantías de tratados internacionales con la misma igualdad jerárquica que la Constitución Nacional que también reconocen nuestra preexistencia. Entonces, tenemos que empezar a afilar algunas cuestiones, y en el censo está el meollo de la cuestión. Pienso en Chile, a poquito de haberse aprobado la plurinacionalidad. Pero si el INDEC no reconoce la importancia que tienen estas preguntas, no sirve para pensarnos en un futuro Estado Plurinacional. No sé si como en el año 2010, pero no es un conteo realista. Ahí estamos alejados de todo lo que va sucediendo en América Latina.

–¿Qué otras políticas públicas podrían llevarse a cabo para lograr esa visibilización?

Si un censo está bien contado produce datos estadísticos reales de la población indígena y a su vez genera que el Estado se pueda cuestionar, refundarse y pensarse como un Estado Plurinacional. Si te refundás como tal, tenés que poder mover las estructuras del Estado para poder pensar políticas públicas para pueblos indígenas. Todo parte de ahí, porque seguimos pensando en un país homogéneo, y el mundo sigue pensando eso, que somos todos bajados del barco. Claramente, la educación es otro eslabón importante para la reivindicación identitaria, una educación que permita el diálogo de saberes entre la cultura occidental y la indígena y otras. La universidad también termina siendo elitista, porque también somos pocos los estudiantes indígenas que accedemos.

–Que tampoco lo sabemos, porque no se encuentran datos certeros acerca del acceso a la educación superior de estudiantes indígenas.

Tal cual. Eso también genera en algún punto la invisibilización de los saberes de los pueblos. La educación termina siendo puramente pensada para Occidente. La educación es importante, pero si nunca tocamos los contenidos va a ser difícil repensar esa incorporación del diálogo de saberes, y mucho menos darle visibilidad a los pueblos y las naciones originarias.

–¿Cómo es la relación con el INDEC? ¿Siguen conversando?

En principio, la instancia de diálogo y conversación que mantuvimos con ellos se agotó. Pero tenemos otras herramientas y otros caminos para llegar a revertir esto, como la instancia judicial: iniciamos un amparo. Entendemos que nuestro reclamo tiene legitimidad, en tanto tiene que ver con derechos a nivel internacional y nacional.

 

Aymara Choque es activista por los derechos de los pueblos indígenas, quechua, abogada y profesora para la Enseñanza Media y Superior en Ciencias Jurídicas (UBA), investigadora en Acceso a la Justicia con enfoque decolonial, becaria por el Instituto de Altos Estudios Sociales (UNSAM), diplomada en Estudios Avanzados en Género, Cultura y Poder, magíster en Relaciones Internacionales y Estudios Transfronterizos, becaria por la UNAP, docente en el Bachillerato Popular Casa Abierta, en el Barrio Mugica-Villa 31-bis en Buenos Aires. Además, realiza asistencia técnica jurídica en barrios vulnerabilizados. Es integrante de la comunidad Qhapaj ñan, del colectivo Identidad Marrón y del Tejido de Profesionales Indígenas, desde donde hace unos años encabezan la campaña para que se incorpore en el censo como obligatoria la pregunta vinculada a los pueblos indígenas, no sólo en cuanto a la variable étnica, sino también a las diversas lenguas indígenas que existen en Argentina.

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