Maradona: más allá del genio futbolístico

No vamos a hablar en esta nota de las inigualables dotes futbolísticas de Diego Armando Maradona, que lo convirtieron –según opinión mayoritaria– en el mejor jugador de toda la historia. Esas las reconocen todas y todos, aún quienes lo desprecian como ser humano. Nos vamos a referir, en cambio, a la faceta política del gran Diego. Sin ser político –incluso se comenta que supo decirle a Fidel Castro que no le gustaba la política– muchas de sus declaraciones, frases, gestos, actitudes y posicionamientos frente a distintos temas trasuntaban un ideario político muy definido. Por este mismo ideario sus detractores han tratado –y siguen intentándolo después de su muerte– de disociar al genio del fútbol del hombre fuera de las canchas: un ejercicio maniqueo absolutamente inútil. Dentro y fuera de la cancha, Diego fue el irreverente, el rebelde que enfrentaba a los poderosos, el que jamás olvidó ni renegó de su origen humilde, el que se puso siempre del lado de los más débiles. En estas cuestiones nunca se equivocó.

Le plantó cara al establishment del fútbol mundial y al del poder económico, tan asociados entre ellos. Se bancó las represalias que recibió como devolución a tanta osadía. Cuando tuvo que elegir entre el norte europeo opulento y el sur postergado del viejo continente, dejó Barcelona y se fue a Nápoles. Fue abanderado y militante de la Patria Grande latinoamericana, codo a codo con Fidel –de quien dijo que era como un segundo padre–, con Néstor y luego con Cristina, con Hugo Chávez, con Evo, con Lula. Con ellos se juntó para enterrar el proyecto neocolonial del ALCA, impulsado por George Bush hijo, en Mar del Plata en 2005. Con ese mismo ideal de una América Latina unida y emancipada llevó al Che Guevara tatuado en su cuerpo, para que a nadie le quedaran dudas de su identificación con esa causa continental. Los viejos imperios –como el inglés o el francés– tienen muy claro, aún en la decadencia, los intereses que defienden y quiénes se les oponen. Emmanuel Macron publicó una carta plena de elogios, llena de sentimientos, en homenaje al Maradona futbolista, pero no dejó de marcar su crítica al apoyo de Diego a la Cuba de Fidel y a la Venezuela de Chávez. En el otro extremo del mapa, de la geopolítica y de la ideología, Evo Morales recordó su viaje juntos en el tren del ALBA a Mar del Plata y la defensa férrea de Diego al derecho de la selección boliviana de fútbol de jugar sus partidos de local en la altura de La Paz, frente a los intentos de cuestionar esa localía por supuesta ventaja deportiva. Una vez más, siempre del lado de los más débiles.

En la política local tampoco dudó de qué lado debía pararse. Todavía lo recordamos cuando, después del triunfo de Mauricio Macri en las elecciones de 2015, los periodistas del grupo Clarín, TN y Canal 13 lo fueron a buscar con afán provocador al aeropuerto de Ezeiza y Diego les soltó a la cara: sigo siendo cristinista hasta la muerte. Más recientemente, en medio del debate por el aporte extraordinario de las grandes fortunas, celebró que “los ricachones” –así los llamó– tuvieran que poner algo para quienes poco o nada tienen, siendo que él tal vez era uno de los que estarían alcanzados por esa contribución por única vez.

Cómo no lo iban a odiar las y los poderosos –y los tilingos y las tilingas que se mimetizan con quienes están arriba– si aun siendo millonario y famoso seguía considerándose con orgullo un auténtico plebeyo. Cómo no iban algunos jugadores de la selección nacional del rugby –uno se resiste ahora a llamarlos pumas–, fieles representantes en la actualidad del elitismo de country, a mostrar esa actitud miserable de soslayar un homenaje a la memoria del Diego que quedó –insólitamente, o no tanto– en manos de sus rivales de los All Blacks. ¡Qué vergüenza! Pero no nos asombra, ya que encarnan lo opuesto de lo que fue el 10 toda su vida. Los tuiteos que se conocieron después, plenos de racismo, misoginia y desprecio por pobres e inmigrantes, nos eximen de mayores comentarios sobre estos pumas de oropel.

Dejemos estas miserias y volvamos a nuestro ídolo, eterno como Evita en el alma de su pueblo. Laburante exquisito del arte de la pelota atada al pie, luchó por los derechos de sus compañeros futbolistas y tuvo el sueño permanente de un sindicato de verdad que los hermanara con el resto de las trabajadoras y los trabajadores de otras actividades.

El cuerpo de Maradona viajó por todo el mundo, pero su corazón nunca se fue de Villa Fiorito.

Share this content:

Deja una respuesta