Elecciones 2019: el campo popular no se autodestruye

El resultado de las PASO en Argentina demuestra, sin dudas, que los pueblos no votan contra sus propios intereses. Ese resultado no sólo se explica por la nefasta y deplorable situación económica y social que atraviesa el país, sino también por la desvalorización del macrismo y sus secuaces, de la ciudadanía y de la política como herramienta de transformación de los pueblos.

El argentino es ciudadano, es sujeto de derechos, y como tal es un sujeto político que la derecha ha buscado disolver, destruir y vaciarlo, pero inevitablemente retorna. Los grupos económicos, a través del macrismo, con el uso abusivo e inmoral del aparato mediático y sus portavoces, fueron los encargados de acallarlo y disolverlo, o al menos atenuarlo, pero la del domingo pasado es una decisión popular enorme. Una vez más, la fortaleza de esa identidad del pueblo argentino no se dejó capturar por el discurso neoliberal. Es esa la identidad y la concepción de pueblo que ancla y empieza con el peronismo, se nutre de diversas prácticas emancipatorias durante la segunda mitad del siglo XX y se reactualiza durante la “década ganada”, con un gobierno que amplía derechos a través de políticas públicas para gran parte de la sociedad, y no para las ganancias de unos pocos.

No quedan dudas de que el amplio campo popular comprendió que para triunfar es necesario construir hegemonía y poder popular, y que hacer política implica articular razones, pasiones y afectos para construir una inteligencia popular que resulta mucho más poderosa que la inteligencia artificial del marketing, de la tecnología y del poder mediático.

La derrota de 2015 produjo en principio un estado de adormecimiento y una enorme angustia social que fue tramitándose como un duelo, pero ese cuerpo popular afectado no dejó de militar y engendró un deseo de resistencia. No alcanzó el duranbarbismo y sus estrategias para construir un candidato, un líder y un relato de rutas, asfaltos, emociones, etcétera, mientras se dilapidan y se van millones de dólares con un país cada vez más endeudado, con la timba financiera reina y señora, y donde la mayor parte de los argentinos cada día ve más vulnerados sus derechos.

No pudieron los grandes medios hegemónicos y sus sicarios periodistas, formadores o deformadores de opinión, los armadores de causas, los supuestos arrepentidos… no pudieron contra la fuerza enorme de ese pueblo golpeado, menospreciado y hasta despreciado en los derechos que había logrado ampliar.

La elección por el Frente de Todos de la mayoría de la ciudadanía es un respaldo a la construcción de ese “todo” que naturalmente no está completado, porque tiene que tener algún tipo de exterior constitutivo que es el adversario antagónico: lo constituye el poder del “mercado”, de un mercado que son y representan los mismos que gobiernan por sobre los jubilados, por sobre la educación pública, por sobre la salud pública, por sobre las políticas de derechos, por sobre los derechos de los trabajadores.

Era y seguirá siendo necesario saltar el cerco mediático, informar, convencer y proteger a los que se quedarían sin nada, cuidar a los compañeros más expuestos y dedicar tiempo a la formación política, dando una batalla desigual contra el poder real corporativo, porque por primera vez es el poder real el que gobierna a través de los CEO. El pueblo, mientras tanto, cuenta solamente con los cuerpos, con los lazos sociales, con esa enorme capacidad e inteligencia colectiva y esa potencia surgida por el común deseo de volver a tener derechos. A pesar de los más de tres años y medio de un Estado que usó y se sirvió para los negocios más salvajes y con casi todo el aparato mediático-judicial para engañar a la gente y perseguir a los dirigentes sociales, el campo popular maduró.

Les va a costar mucho abandonar el gobierno: no tienen ningún límite y están gobernados por algo que no tiene barreras. Hay que tener cuidado y no aceptar las provocaciones. El poder neoliberal, por más poder tecnológico, mediático o marketinero del que disponga, no tiene posibilidad de construir una cultura política, ni un pueblo que se oponga a la democracia. Y nosotros, el pueblo, tenemos el entusiasmo y la convicción militante que fueron factores decisivos en la contienda electoral.

 

Marcelo Zarlenga es consejero general de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires en representación de los docentes.

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