Plebiscito por una nueva Constitución en Chile: un logro del pueblo, un salvavidas para la clase política y una posible vuelta al siglo de las luces

El día 25 de octubre de 2020 se realizó en Chile un plebiscito mediante el cual los ciudadanos podían decidir si querían o no una nueva Constitución y que órgano querían que redactara esta nueva ley fundamental. Tenían dos opciones: en primer lugar, una Convención Constitucional compuesta por 155 miembros electos por la ciudadanía; o, como segunda opción, se podía votar por una Convención Mixta Constitucional compuesta por 172 miembros, de los cuales 86 iban a ser electos por la ciudadanía y 86 serían parlamentarios en ejercicio. Los resultados fueron categóricos, aprobando una nueva Constitución el 78% de los votantes y eligiendo como mecanismo redactor la Convención Constitucional con un 79%. Ese 78% manifestó su conformidad con tener una nueva Constitución, pero no fue el único hecho que quedó de manifiesto con la participación ciudadana en el plebiscito: quedó claro también el deseo de sacar del juego a la elite política, porque para ese 79% la idea es que la nueva Constitución sea redactada por todos y todas, y no por ellos en específico.

El plebiscito descrito tiene como origen un acuerdo político transversal con fecha 15 de noviembre de 2019 que tuvo por nombre “Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución”, al cual adhirieron la mayoría de las fuerzas políticas y que tenía por objetivo “buscar la paz y la justicia social a través de un procedimiento inobjetablemente democrático”, debido a la grave crisis política y social que se estaba viviendo con posterioridad al estallido social producido el día 18 de octubre del mismo año. Las causas de ese estallido eran múltiples e inorgánicas. Se concentraron en las calles de Santiago de Chile alrededor de un millón y medio de personas en una manifestación que adquirió, debido a la gran cantidad de asistentes, el nombre de la marcha más grande de la historia de Chile. La petición de una nueva Constitución no se encontraba entre las banderas que la gente enarbolaba. Sin embargo, existió la habilidad política para canalizar las peticiones de la ciudadanía hacia la necesidad de la redacción de un nuevo texto constitucional que contuviera los derechos sociales que efectivamente se pedían en las calles.

 

El salvavidas de la élite política

Una de las peticiones que se escuchaban con más fuerza durante el estallido social de octubre de 2019 era la petición de renuncia del presidente de la República, Sebastián Piñera. También se pedía el alejamiento de la clase política del ejercicio público. Recordando el romanticismo iluminista, se pedía la llegada de la señora guillotina con el objetivo de que todos los que habían abusado de los ciudadanos y de las ciudadanas, o que habían permitido tantos años de abusos acumulados, salieran del terreno de decisión pública. Ante esto, la élite decidió mostrar un símbolo de entendimiento a casi un mes del estallido, diciendo que estaban dispuestos a botar las barreras del sistema político y económico con el objetivo de hacer realidad los deseos de la gente. Eso trajo como consecuencia que se aplacara la fuerza del movimiento social y que se generara la expectativa de que las cosas cambiarían con la redacción de esa nueva ley fundamental, la cual tendría como característica que partiría desde una hoja en blanco, es decir, que todo podía ser discutido y eliminado, enviando el mensaje a la ciudadanía de que el Chile de los abusos podía ser refundado con la simple voluntad de los ciudadanos y las ciudadanas constituyentes.

¿Estaba la élite realmente dispuesta a permitir esta refundación? El mensaje político enviado a la ciudadanía mediante el acuerdo mencionado y las posteriores campañas a favor del “apruebo”, mediante la redacción de una nueva Constitución, o del rechazo, con su eslogan “rechazar para reformar”, indicaba que sí, que la élite estaba dispuesta a la refundación. Sin embargo, este proceso también tendría su lado menos visible.

 

“La refundación será con nosotros, la élite, y con acuerdo entre todos nosotros, o no será”

Una vez apaciguado el movimiento social, empezaron a redactarse las normas que tendría este proceso constituyente, y para eso se consideró, en el acuerdo mencionado, una mesa técnica constituyente compuesta por catorce abogados –expertos constitucionalistas o cientistas políticos, siete del gobierno y siete de la oposición, dentro de los cuales había cinco mujeres– quienes determinaron cómo se llevaría a cabo este naciente proceso constituyente. Dentro de las muchas decisiones se determinó que, para incorporar una norma al nuevo texto constitucional, habría un cuórum de dos tercios. Por lo tanto, cualquier artículo a ser incorporado requiere de un amplio consenso, pudiendo ser vetado solamente por un tercio más uno de los y las participantes de la convención. La pregunta lógica es: ¿quiénes serán los y las participantes?

Se estableció también que la elección de miembros de la convención constitucional sería mediante el mismo método por el que se eligen los diputados, es decir, mediante el sistema proporcional de elección D’Hondt, que también se utiliza en la Argentina para la elección de diputados nacionales. Eso deja prácticamente sin posibilidades de elección a las y los candidatos independientes. La respuesta a la pregunta recién planteada es clara: participarán los partidos políticos dirigidos por las élites, los que deberán alcanzar grandes consensos, debido al poder de veto que tiene el tercio minoritario, que seguramente podrá usar debido a que el sistema electoral le entregará los escaños suficientes como para poder hacerlo. Con dolor puedo afirmar que la refundación será con las élites y discutida por ellas, o simplemente no será.

 

La vuelta al siglo de las luces mediante la decepción

El encanto del plebiscito y la esperanza de la refundación tiene tranquilas las aguas políticas en este momento. Sumado a algunas medidas que se han tomado para aminorar los efectos que ha tenido la pandemia sobre las personas, eso permite que en el congreso exista cierta serenidad con vistas al futuro. Sin embargo, ya han comenzado a aparecer nombres de algunos candidatos a la convención constitucional, siendo muchos de ellos políticos que han perdido sus escaños en el congreso, exministros de gobiernos pasados, personeros del gobierno actual o hijos de miembros de la élite política… que es exactamente lo que la gente no quiere, lo que repudia, lo que se escapa del “nosotros, el pueblo” al momento de enarbolar las banderas del estallido social.

Cuando estos personajes salgan electos debido al sistema electoral –espero estar sumamente equivocado– se producirá la decepción por un nuevo “engaño”, lo que traerá como consecuencia que la gente vuelva a las calles y reaparezca la posibilidad de una nueva guillotina, debido a que la promesa de la nueva Constitución escrita por el pueblo a partir de una hoja en blanco no habrá sido cumplida, nuevamente, por la letra chica a la cual las chilenas y los chilenos ya estamos acostumbrados.

 

Alexander Linford Child es abogado, magister en Gestión de Gobierno y doctorando en Derecho Constitucional (UBA).

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