Filosofías enraizadas

“En nuestra cultura americana se esgrime mucho ese saber de enciclopedia. Ha de ser influencia francesa. Entre nosotros, el que cita datos precisos, aunque sólo haya una enciclopedia menor, pasa a ser el hombre que sabe. Se diría que los hombres del siglo son los que tienen memoria. Y nosotros no lo creemos” (Rodolfo Kusch, Geocultura del hombre americano).

 

Este ensayo[1] nos invita a compartir algunas reflexiones sobre la idea de pensar-nos desde una ética del arraigo como fundamento de la vida. La búsqueda de un sentido de la vida implicada en un discurso que nos señale un paisaje.

Nos convidamos a pensar desde el sur, a pensar al sur como paisaje y como una singularidad original. ¿Qué significa leer desde el sur? Definiciones e infiniciones. Filosofías enraizadas y arraigadas. Filosofías que piensan y desean desde los suelos hasta los cielos. Filosofías que se interrogan por la vida aquí y ahora, la vida inmediata, y entonces se preguntan por las relaciones entre ética, política y economía. Filosofías que nos interpelan por los vínculos entre capitalismo y modernidad. ¿Qué diferencias existen entre información, conocimiento, sabidurías? ¿Cómo inventar otros logos?

Para intentar responder o profundizar desde estos interrogantes nos zambullimos en las palabras de Rodolfo Kusch, en su ontología cultural, donde nos dice: “Comenzaremos con la filosofía, porque pienso que nuestro problema americano no consiste en que nuestra realidad es indómita, sino antes bien en el hecho de que no tenemos formas de pensamiento para comprenderla” (Kusch, 2007).

En esos pensamientos concebimos el paisaje, las palabras señeras, las voces filosóficas, las vidas sin ausencias de los cuerpos, las justicias de las palabras.

¿Qué ocurre cuando alguien habla? Se pregunta Kusch. Hay un estado de ánimo, replica inmediatamente. Nos “animamos” a resignificar, desde el pensamiento de Kusch, el lenguaje, cómo nombramos, cómo nos nombramos. Qué nos pasa cuando no sentimos el suelo que pisamos o no vemos el horizonte que nos envuelve.

Nos interesa pensar sobre las formas del conocer, del saber, y también cómo vinculamos estos conceptos con nuestra cultura.

En estos tiempos que vivimos nos es esquiva la completud. Nos encontramos enredados en una ficción inédita que no hace más que constatar que nuestras vidas son vividas como tragedias discontinuas, porque en esas circunstancias notamos la fragilidad de los cuerpos frente a lo inédito del ahora.

De algún modo, nos arrastra el ensimismamiento que se adquirió como proceso histórico forjado por las corrientes neoliberales que se naturalizaron en nuestra cotidianeidad hace ya varias décadas. En el devenir de nuestras pequeñas vidas dentro o a la par de la vida social y política.

Estos tiempos de la inmediatez nos señalan que “todo” puede rastrearse. Ese rastreo, que forma parte de “otro” tiempo, va construyendo un espectáculo que es observado públicamente y en el cual muchas acciones son de índole privada. Somos espectadores de los actos de individuos cuyo poder, dice Ranciere, “es el poder que tiene cada uno o cada una de traducir a su manera aquello que él o ella percibe, de ligarlo a la aventura intelectual singular que los vuelve semejantes a cualquier otro aun cuando esa aventura no se parece a ninguna otra” (Ranciere, 2008: 23).

Formamos parte del patio de los objetos. Buscamos las certezas como determinación de objetos, la ciencia es un quehacer del patio de los objetos.

Entonces, nuevamente la pregunta: ¿qué ocurre cuando alguien habla?

Kusch nos dice que El habla se da en un clima existencial. Es lo que se llamó el co-encontrarse, el co-comprender y la articulación de sentido que se da siempre antes del decir mismo (Kusch, 2007: 161).

Qué ocurre cuando intentamos de-finir, limitar el lenguaje a referencias exactas, sin tener en cuenta las existencias culturales. Porque, al decir de Spranger, la cultura es una entidad vital. La vida se engarza, se arraiga en un mundo. En un suelo que habitamos y nos da sentido. Sentido, ya que Mi vida no es sólo lo que emerge del suelo y que se interna en lo “universal”, sino también lo que está sumergido en el suelo (Kusch, 2007: 171).

Es en este sentido que entendemos que habitar un lugar, pensar un territorio, no es sólo un espacio materialmente limitado. Es un espacio histórica y socialmente construido que cimenta narraciones, que dibuja paisajes, que entrelaza miradas, socializa deseos, nos asegura un “suelo” que nos sostiene. Habitar ese espacio, lugar, territorio, no permite ser indiferente con lo que allí ocurra.

Nos convidamos a pensar las profundidades de América, profundidades altas, puesto que nuestro pensar está enraizado en el suelo y desea llegar hasta los cielos. Pensar y desear los infinitos, las infiniciones del pensar. Las infiniciones antes que las definiciones. Nos convidamos a descifrar más que a enclaustrar, exceliar, encerrar conceptos.

Recuperar los infinitos y las infiniciones como totalidad. Infinito y totalidad. “Pensar lo infinito, lo trascendente, lo extraño, no es pues pensar un objeto” (Levinas, 1997: 73). Pensar lo extraño en tiempos pandémicos es contar lo que nos extrañamos, nos extrañamos en relación a lo que nos pasa y extrañamos nuestras querencias. Pensar lo infinito, lo trascendente de nuestras inmanencias, es pensarnos, pensar nuestras (id)entidades.

Kusch al referirse a la historia menciona que es una matriz animal y al pueblo que encuentra a San Martín, Bolívar y Perón como semillas luego devenidas en frutos. También menciona a las matrices cuando afirma “En quechua, tiyani, significa habitar, pero también estar. ¿Será que el indígena sabía de estar, y que este estar era pues un estar de matriz como lo significa la otra acepción de utcatha?” (Kusch, 1976: 21).

El estar, las semillas y los frutos como matrices de pensamientos. Las raíces de nuestras querencias, pensares y haceres. Matrices, matices, maizales. Hombres y mujeres de maíz. “Las matrices de pensamiento son formas de reelaboración y sistematización conceptual de determinados modos de percibir el mundo, de idearios y aspiraciones que tienen raigambre en procesos históricos y experiencias políticas de amplios contingentes de población y se alimentan de sustratos culturales que exceden los marcos estrictamente científicos o intelectuales” (Argumedo, 1993: 81).

Matrices y gramáticas, las gramáticas de nuestras matrices. Nos convidamos a desarmar el concepto de matriz de pensamiento para leer toda la potencialidad del mismo. La idea de matriz, y su raíz madre, nos hace pensar en esa mujer sureña que cobijó pensares y saberes populares. Al mismo tiempo, matriz nos refiere al trabajo manual, pensar y hacer. ¿Acaso el hacer no es el otro nombre del pensar? ¿Cómo se hace sin pensar? ¿Cómo se hace sin querer? Pensar y hacer con las manos. Las manos y las humanidades. Las manos y las humanizaciones. Las humanidades que no son sólo las ciencias.

Pensar desde el sur fue para nuestra maestra “Un pensamiento crítico dirigido a cuestionar los límites y falencias del proyecto de la modernidad; a resaltar los espacios silenciados de la historia y del presente, donde se encuentran las claves y valores fundantes de las propuestas alternativas frente a la modernización salvaje que nuevamente pretende consolidarse en la región. La posición nacional latinoamericana significa entonces concebir la historia y el futuro desde un sujeto colectivo, compuesto por múltiples fragmentos sociales, rico en expresiones particulares y en yuxtaposiciones” (Argumedo, 1993: 136).

Alcira construyó matrices y eso nos permite relacionar autoras y autores al mismo tiempo que comprender las sincronías de nuestras historias contra todos los intentos de fragmentación de la América Profunda.

“Separar la prehistoria de la historia es hacer positivismo, o sea entroncar con el pensamiento de una burguesía espléndida” (Kusch, 1999: 118). Por otra parte, ¿ser alguien es puro presente o devenir? “A fin de no mezclarnos con el pasado” (Kusch, 1999: 101). ¿Qué nos atemoriza de ese pasado? Ser alguien como un intento de enfrentar nuestros miedos, nuestros temores.

“El europeo, al igual que el indio cuzqueño, sabe que las fuerzas de la naturaleza son terribles. Pero, a diferencia de este último, suprime la realidad. Y, simultáneamente, construye ciudades que se convierten en una imitación de la naturaleza suprimida, en una realidad artificial y en un ‘patio de objetos’ concebido para el albergue de las cosas que él crea con la ayuda de la técnica, a los efectos de estar cómodo en medio del mundo. A raíz de esto, asume una conducta dinámica que apunta a ‘ser’, a ‘ser alguien’, a ser una persona. Su actitud es la de los representantes de las culturas urbanas; la de los sujetos de la ‘pequeña historia’ que relata desde el surgimiento de las ciudades griegas el acontecer de una humanidad que está formada por individuos; y, en definitiva, la de los miembros de las élites” (Quinteros, 2020: 154).

¿La modernidad es entonces una gramática contra el temor? ¿A quién o qué le tememos? El mercader piensa que sólo existe “el atado de géneros que navegaba por el Mediterráneo y que el mercader ató con sus dependientes hilo por hilo, con el secreto afán de atarlo todo, como si todo fuera un tremendo atado de géneros, el mundo, la naturaleza y el hombre, lejos de la ira de dios” (Kusch, 1999: 108).

Esa pretensión de atarlo todo grafica las soledades a las que fuimos arrojadas y arrojados.

Hablar, contar las historias, reelaborar las matrices de pensamiento, son, entonces, la posibilidad de desatar(nos) de los temores para socavar los límites que la cultura colonial nos impone. Desde el suelo y hasta el horizonte simbólico estará nuestra posibilidad de existir comunitariamente.

 

Bibliografía

Argumedo A (1993): Los silencios y las voces en América Latina. Buenos Aires, Colihue.

Kusch R (1999): América Profunda. Buenos Aires, Biblos.

Kusch R (1976): Geocultura del hombre americano. Buenos Aires, Fernando García Cambeiro.

Levinas E (1997): Totalidad e infinito. Salamanca, Sígueme.

Quinteros E (2020): “Un acercamiento al significado de la palabra estar”. Movimiento, 24.

Ranciere J (2008): El espectador emancipado. Buenos Aires, Manantial.

 

Carla Wainsztok es doctora en Ciencias Sociales, profesora de Filosofía y Teoría Social Latinoamericana (UBA). Graciela Cohen es licenciada en Sociología, profesora de Sociología y Problemática de la Pobreza (UNLu).

[1] Ponencia presentada en las IX Jornadas El pensamiento de Rodolfo Kusch.

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