La guerra del Paraná, una batalla por la independencia

–Decía que hoy[1] es el día de la soberanía, 20 de noviembre, y había anunciado que teníamos una entrevista en puerta con alguien muy destacado: un pensador, escritor y docente, alguien a quien tengo la suerte de conocer desde hace muchos años, un hombre que respeto y admiro mucho por su constancia en la defensa y la promoción el pensamiento nacional latinoamericano. Estoy hablando de Francisco Pancho Pestanha, a quien le doy los buenos días y agradezco que esté haciendo un alto en el camino, porque marcha rumbo a una actividad en San Pedro. ¿Qué tal Pancho, cómo estás?

–Hola, César, ¿cómo andás? Correcta tu apreciación: amigos de muchos años, no digamos cuántos. Eso dejémoslo para la próxima. ¿Cómo estás, maestro?

–Bien, bien, acá andamos, despuntando el vicio de este programa y abordando algunos temas que seguramente muy pocos van a abordar: hoy es el día de la soberanía, parece que nos olvidamos de fechas que son clave. Yo recordaba al comienzo del programa que, si bien al feriado nacional lo decretó Cristina Fernández de Kirchner en 2010, el día de la soberanía se recuerda desde 1974, que fue una de las tantas cosas que han pasado en aquellos años. Algún día los tendremos que estudiar seguramente –del 73 al 76– porque hay muchas cosas muy positivas para rescatar de aquellos años, más allá de que también hay muchas negativas en las que tampoco pretendo ahondar demasiado. Pero fue José María Rosa quien impulsó este proyecto, un gran pensador, un historiador extraordinario, con su maravillosa obra que yo recomiendo a todo el mundo: si alguien quiere aprender historia, lea la Historia Argentina de José María Rosa. Se deja leer, es una excelente posibilidad de acercarse a nuestra historia, a cosas que ni siquiera imaginamos que pasaron o sucedieron. Entre esas tantas está, sin dudas, el episodio de la Vuelta de Obligado. ¿Cómo ves el tema a tantos años de aquel 1845 y en esta coyuntura particular?

–La batalla de Obligado –como decía Fermín Chávez, otro gran pensador y maestro en común– fue uno de los grandes hitos de lo que él llamaba “la autoafirmación nacional”: después de habernos liberado del dominio español es, quizás, la Guerra del Paraná uno de los grandes acontecimientos, ya que las invasiones inglesas habían acaecido una década antes de la independencia. Además, porque es una conflagración bélica, pero a partir de un bloqueo que dura una cantidad significativa de años y que culmina, no exactamente en Obligado, sino con las sucesivas derrotas que los ingleses y los franceses padecen en su tentativa de declarar “libre la navegación del Paraná”.

–Parece que no les fue bien ni en Santa Fe, ni en Entre Ríos. Parece ser que sí les fue un poco mejor en Corrientes, lo que uno –después– relaciona con el presente.

–Porque vendieron armas. En Corrientes había un fuerte núcleo que estaba en contra de Rosas y estaban necesitados de armamento, porque Rosas los venía teniendo a raya y lo único que pudieron comerciar allí, como siempre, fueron algunas municiones. Desde el punto de vista comercial fue un fracaso. Y desde el punto de vista militar, otro fracaso de las dos grandes potencias. La resolución del conflicto lo demuestra. Cabe destacar la habilidad con la que se movió, no solamente Rosas, sino la comandancia a cargo de Mansilla. Este hecho fue minimizado por la historia institucionalizada –la de los colegios a los que asistimos en nuestra época. El relato que recibimos invisibilizó las relaciones conflictivas que habíamos tenido con los ingleses durante mucho tiempo, ya desde mil setecientos y pico en adelante. La batalla de Obligado tenía dos problemas: primero, la invisibilidad de una guerra que transcurre durante varios años y que además representa una victoria total y un reconocimiento de la soberanía por parte de las grandes potencias interventoras del mundo; y segundo, también mostraba algo que continuará después: las relaciones asimétricas con los ingleses exponían una parte de la historia que los triunfadores de las guerras civiles no querían mostrar. La presencia –sobre todo británica– en el Río de la Plata, que después va a ser denunciada por Scalabrini Ortiz, por los forjistas, por Irazusta, por Doll, por Palacio, entre otros. Es decir, una forma de coloniaje que denominamos “colonialidad encubierta”. Lo que hay que entender es que quienes triunfaron en las guerras civiles construyeron un relato histórico acorde a los intereses que perseguían. Dentro de esos intereses el principal era el de establecer una alianza estratégica –asociación– con Gran Bretaña. Por lo tanto, había que eliminar de la historia argentina todos los “rasgos conflictivos” que mostraran esa presencia británica en el Río de la Plata, de la cual hoy quedan tantísimos vestigios, desde la Torre de los Ingleses hasta el antiguo sistema ferroviario. Desde el punto de vista militar y político, Obligado fue una derrota para las dos potencias, claramente, y derrota también transitoria para el sector de argentinos conocido como “la facción unitaria” –aunque en realidad, como enseñaba Cirigliano, “ni los unitarios eran tan unitarios, ni los federales tan federales”– que, aprovechando un conflicto de tipo regional, indujeron el conflicto con las potencias.

–Te agrego otro tema, que tiene que ver con el ocultamiento histórico –casi desde aquel momento– porque una de las voces silenciadas en la historia oficial es la del propio general San Martín, que dijo, textual: “Ya sabía de la acción de Obligado, qué inequidad. De todos modos, los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”. Esto es parte de lo que dijo. Después recordemos que San Martín le lega su sable a Juan Manuel de Rosas –justamente– por su valentía y por la acción que había llevado a cabo frente a las potencias europeas en la Vuelta de Obligado. Trazando un paralelismo con el presente: ¡cómo se invisibilizaba al que era el padre de la patria! Y sin embargo se lo invisibilizó, siendo rescatado por los historiadores revisionistas, que –de alguna manera– empezaron a mostrar a muchos otros –no menos importantes que San Martín– que tenían una visión totalmente distinta de la que transfería la visión oficial: el mitrismo.

–Sí, San Martín estaba exiliado. No se fue voluntariamente para educar a su hija –como cuenta la historia de Billiken. Había sido sucesivamente amenazado de muerte –inclusive ve impedido asistir a las exequias de su mujer cuando intenta regresar– y, posteriormente, tomó la decisión de exiliarse en 1824. Estamos en las postrimerías de las grandes revoluciones industriales y la consolidación de Inglaterra como imperio marítimo. San Martín observa desde Europa y se da cuenta, con claridad, que la intervención anglo-francesa no era una cuestión de democracia o dictadura, sino que tenía que ver con los intereses estratégicos declarados en la región, sobre todo por los británicos –en ese momento aliados circunstancialmente con los franceses. San Martín comprende que, si la Argentina era vulnerada en su integridad territorial, peligraba ciertamente la independencia real. A mí me gusta separar la cuestión “soberanía” de la de “integridad territorial”, porque la soberanía puede ser discutida hasta intelectualmente, hasta podemos definirla como un hecho de conciencia. En cambio, la integridad territorial es la afectación concreta –lo que nos pasó en Malvinas, por ejemplo. Ahí a la cuestión de la soberanía le precede la de la integridad territorial. Estamos desposeídos, por eso duele Malvinas, porque hay desposesión. Cuando se habla de soberanía se generaliza, se difumina. Aquí había una cuestión de integridad territorial, porque está claro que el Paraná es un río interior. Imagínense si nosotros hubiéramos exigido a los ingleses que cualquiera de sus ríos interiores fuera decretado de libre navegación y en plena revolución industrial.

–Subir por el Támesis, por ejemplo.

–Exactamente, si se le hubiera contestado: “yo te dejo pasar por el Paraná y vos me dejás pasar por el Támesis, directamente, para vender mis productos criollos”. Entonces –acá tenemos que ser realistas en ese sentido– tanto Inglaterra como Francia son los imperios emergentes que están llevando adelante revoluciones burguesas –que después se transforman en revoluciones industriales. El poder de ese impacto es de fundamental importancia en nuestra región –sustancial– porque estaba en juego el acceso y el dominio a las tierras de mayor productividad en América del Sur. Los intereses estratégicos ingleses en la región aún perduran. Por eso nosotros concurrimos todos los años a Obligado, porque es una tradición que viene de los grupos del pensamiento nacional y del peronismo desde hace muchos años. Hay toda una historia de los actos en Vuelta de Obligado, con persecuciones y detenciones. Hay testigos –como Alfredo Ossorio– que siempre está presente y, como otros tantos, puede relatar las diferentes peripecias, porque era un acto que fue prohibido sistemáticamente, sobre todo en tiempos de la Resistencia Peronista. El primer acto oficial que se realiza bajo el gobierno de Vicente Aloé, durante el primer peronismo, es un primer “acto oficial”. A partir de ahí, durante la Resistencia, se trataba de actos clandestinos donde se concurría en secreto, se daban un discurso, llegaba la policía y terminaban donde terminaban. Hoy afortunadamente es diferente, así que todos los 20 de noviembre nosotros seguimos esa tradición. Ya hay universidades que participan inclusive, como la de Lanús. A instancias de su rectora se empezó a poner en valor el sitio histórico en un hecho que no tiene antecedentes. El Gobierno de Cristina Fernández imprimió, a instancias de la Comisión Nacional, mucha importancia al sitio, y hasta puso en valor el lugar, que estaba totalmente abandonado. Recuerdo que en aquella oportunidad se discutió cómo iba a ser el homenaje, porque el escultor proponía sólo las cadenas, y por intervención de la expresidenta se logró incluir la figura de Rosas. La propuesta original del escultor [Rogelio Polesello] era una estructura de cadenas, como la que podemos ver ahora, pero no estaban los protagonistas, las personas de carne y hueso. Ahí, merced a la intervención de Luis Launay, surge imponer esa figura imponente de Rosas que corona o respalda ese monumento. Pero hubo discusión hasta en eso, que culminó, afortunadamente, con la orden de erigirlo. La verdad es que, si lo pensamos desde el punto de vista militar y político, fue una victoria extraordinaria, fundamentalmente porque se trató de una guerra asimétrica. En realidad, la Argentina –tal como la conocemos– siempre participó en confrontaciones desiguales con las potencias. Nosotros tenemos una tradición en esto: Malvinas también fue una confrontación asimétrica. Asimetría significa –desde luego– que ellos estaban en mejores condiciones que nosotros, militar y tecnológicamente. Además, debemos recordad un contexto: acordate del sitio de Montevideo –o también conocido como Sitio Grande– donde había una clara necesidad estratégica por parte de estas potencias de controlar ese puerto, ya que no controlaban el de Buenos Aires. Hay que mencionar también que en Uruguay había una importante representación de la facción unitaria y desde ahí coordinaban las acciones contra Rosas; las internas que Rosas tenía dentro de la misma Confederación; el conflicto con Brasil –que después fue definitivo– porque Brasil participó activamente en el derrocamiento de Rosas; es más, si Brasil no hubiera participado –aunque esto resulte contrafáctico– le habría sido muy difícil a Urquiza vencer en Caseros. Por lo tanto, también el conflicto de Obligado se da con un frente interior dividido, complicado, y eso pone a la epopeya en un lugar más destacado. Por eso a fines del primer peronismo empieza a ponerse en valor, porque se reconoció que la Guerra del Paraná constituyó una épica por la independencia. Cuando se habla de las luchas de la independencia, solamente se hace referencia a las que acontecieron contra el imperio español. Pero la independencia había que sostenerla. Las luchas por la independencia son aquellas batallas a partir de las cuales se construye lo que hoy conocemos como “independencia”. Son intemporales. La independencia hay que obtenerla y además sostenerla.

–Obligado es una de ellas. Inclusive hubo algunos unitarios que estaban enfrentados con la Confederación y con Rosas –como Martiniano Chilavert– y volvieron a defender al país. Se sintieron tocados por ese heroísmo y ese coraje que los hombres conducidos por Lucio Mansilla demostraron en las barrancas de Obligado. Pero bueno, en esa época también, como ahora, vamos a tener a quienes prefieren ser un país colonial. Lamentablemente es algo que no nos ha abandonado. Quizás sea el destino de un país que fue colonia y no se liberó de tener siempre a alguno que esté pensando a quién se puede adosar como colonia, como fue el pensamiento, obviamente, de los sectores más poderosos. Esto se dio en todas las guerras de la independencia. Güemes es un caso también: vivió el desprecio de los sectores pudientes de su Salta natal. Así, podemos ir viendo cómo todos los hombres que con su esfuerzo y su trayectoria consolidaron la independencia argentina siempre fueron sometidos al escarnio público. Hoy hay algo de eso. Han pasado los años, hay algunas modificaciones, pero siempre aparecen personajes de esa ralea.

–La circunstancia de que la Argentina haya transitado un sistema de colonialidad indirecta incide. Todos sabemos que Inglaterra toma posesión del gobierno de la India, y para los indios está claro que allí Inglaterra actuó como una potencia colonial directa, constituyendo un gobierno de facto con funcionarios ingleses. En la Argentina no sucedió así, porque fracasaron en el uso de la fuerza: perdieron asonada tras asonada. No obstante, recurrieron a otra estrategia, la semicolonial, un sistema de alianzas con sectores destacados del poder. La estrategia semicolonial generó inclusive en algunos sectores sociales de nuestro país una cultura que “enuncia”, básicamente, que la única forma de progresar es atarse a la cola de algún Estado que genere progreso. La idea de que no podemos hacerlo por nosotros mismos, de que tenemos siempre que colgarnos de alguna potencia poderosa. Es una cultura que está instalada y cada vez más. Inglaterra ejerce permanentemente dispositivos semicoloniales. Debe quedar bien claro: Inglaterra tiene serias aspiraciones de consolidar su control directo y absoluto del Atlántico Sur. Tiene una base militar –hoy con capacidad nuclear– en Malvinas y reclama para sí una parte sustancial de lo que nosotros conocemos como el territorio antártico. Es decir, vamos a un conflicto con ellos, lentamente. Ellos realizan permanentemente maniobras distractorias, divisorias, formulan declaraciones humanitarias y de eterna amistad, como hicieron en 1820. Esa “eterna amistad” significa: ‘yo soy amigo tuyo mientras hacés lo que a mí me conviene’. Es llamativo que hay un sector social –que otrora se benefició muy fuerte con esta “sociedad”– conocido como ‘la oligarquía terrateniente’, que además mandaba a sus hijos a colegios ingleses. Hoy ves que muchos colegios donde van las clases acomodadas en los que su viaje de egresados es a Londres. Esto ocurre hoy, no concluyó en Obligado, y por eso nuestro homenaje no lo es por mero entusiasmo militar o épico. Es actual. En nuestra Patagonia, mucha gente es consciente de la amenaza que significa este permanente interés de la comunidad de naciones británica sobre el Atlántico Sur: es el único paso natural –el gran paso natural– para el comercio de buques –la mayoría del comercio es a través de grandes buques factorías. El canal de Panamá es artificial: un ataque furtivo lo dejaría inactivo. Además, se superpone con la ruta de la seda promovida por China. Con lo cual no es sólo el Paraná, con el que sí tenemos problemas: a esto se le suman los próximos del Atlántico Sur, y por eso hay que ponerlos en el plano de la conciencia. Gran parte de las tensiones entre las pretensiones chinas y de Occidente tendrán lugar en el futuro en el Sur de nuestro país, y para ello hay que prepararse.

–Y es así, mi buen amigo Pancho. Hemos explorado con él –recordado– la batalla de la Vuelta de Obligado, pero al mismo tiempo le agradezco todos los acercamientos al tema que sin duda hablan de la actualidad de esta batalla –los hechos de la historia adquieren actualidad cuando vemos que los problemas siguen siendo muy parecidos– y tienen que ver con nuestra posibilidad de ser un país independiente, que siempre es mejor que ser un país colonial.

–En la vida uno debe ser como quiere ser, como desea ser, lo demás no importa nada. Ya lo dijo San Martín, que –como dijiste– le lega su sable a Rosas, pero mediante ese acto lo designa su sucesor político y militar. Porque un político militar de aquella época que legaba su sable testamentariamente estaba indicando la designación de su sucesor.

–Sin duda, todavía hay mucho que aprender de San Martín y de tantos otros grandes patriotas que dejaron su impronta en la historia. Así que nos vamos a despedir con una canción, el clásico de La Vuelta de Obligado. Es un tema que tuvo una historia muy larga. Interviene escribiendo la letra Miguel Brascó, un personaje raro de nuestra vida que transitó todo tipo de escenarios. La música es de Alberto Merlo –si bien se inspiró de otra composición, de Ariel Ramírez, a quien le resultaban violentas algunas frases –que no lo son.

–Que lo’parió a los gringos –dice– que navegaron tantos mares, venirse al cuete, venirse al cuete.

–Exactamente: eso no le gustaba a Ariel Ramírez, ahí la dejó. Sin embargo, la inspiración popular hizo que se le fuera poniendo música y, finalmente, el que la rescata es Alberto Merlo.

 

La Vuelta de Obligado

(Recitado y música)

‘Los hermanos sean unidos

porque esa es la ley primera,

tengan unión verdadera,

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos pelean

los devoran los de ajuera’.

(Música)

Noventa buques mercantes,

veinte de guerra,

veinte de guerra.

Vienen pechando arriba

Las aguas nuestras,

Las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen

con sus banderas,

con sus banderas.

La pucha con los ingleses,

¡quién los pudiera!

¡quién los pudiera!

¡Qué los tiró a los gringos!

¡Juna y gran siete!

¡Navegar tantos mares,

venirse al cuete!

¡Que digo venirse al cuete!

A ver ché, Pascual Echagüe,

gobernadores,

gobernadores.

Que no pasen los franceses,

Paraná al norte,

Paraná al norte.

Angostura del Quebracho

de aquí no pasan,

de aquí no pasan.

Pascual Echagüe los mide,

Mansilla los mata,

Mansilla los mata.

¡Qué los tiró a los gringos!

¡Juna y gran siete!

¡Navegar tantos mares,

venirse al cuete!

¡Que digo venirse al cuete!

 

Francisco José Pestanha es abogado, docente y ensayista, profesor titular ordinario del seminario Pensamiento Nacional y Latinoamericano y director del Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús. Pablo Núñez Cortés colaboró en la transcripción, adaptación y corrección de la entrevista.

[1] La entrevista fue realizada en el programa radial El gato escaldado, emitido el 20 de noviembre de 2022, Radio AM|750, 8:08 am.

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