Imaginario de un diálogo

Perón: Buenos días, Antonio.

Cafiero: Buenos días, General. ¿Cómo anda?

Perón: Como siempre, preocupado y optimista.

Cafiero: Usted con las contradicciones siempre se llevó bien.

Perón: Sí, pero siempre salí por arriba. Ya desde el comienzo, cuando me decían que había dos posiciones.

Cafiero: Ahora me hace acordar a Dédalo, por lo del laberinto digo. Ah, y también por lo de volar alto.

Perón: Tal vez tenga razón, pero ahora estamos aquí para homenajearlo y recordarlo a usted.

Evita: Yo también quiero saludarlo.

Cafiero: Señora, ¡qué honor! No la esperaba.

Evita: Estaba de paso y no quería perderme la ocasión.

Cafiero: Se lo agradezco mucho, pero si se puede saber: ¿para dónde va?

Evita: Voy a acercarme a la compañera Cristina. A las dos nos dijeron de todo, pero el pueblo sabe dónde pone su amor y su esperanza. Hasta pronto, Antonio.

Cafiero: Sin embargo, a veces el pueblo dispara para lados raros, tanto que me desplazaron por un patilludo astuto y desleal.

Perón: Es cierto, pero el pueblo es como esos ríos de llanura, que dan vueltas y vueltas, y hasta a veces parece que retroceden. Sin embargo, finalmente encuentran el cauce y se abren en estuarios para unirse con la inmensidad acogedora del mar.

Cafiero: General, a usted con metáforas no lo van a empardar. Pero creo que no siempre es así. Me parece que hay poblaciones: lo de pueblo les queda grande, aunque sean cientos de millones. Digo, hay ríos que desembocan golpeando con furia contra las rocas y siguen por todos lados con guerras y con violencias de todo tipo.

Perón: Si lo sabré yo y también el querido Néstor: fueron desde Braden al ALCA, pero no pudieron.

Cafiero: Con ustedes la cosa fue distinta, no los iban a correr con la vaina.

Perón: Ni siquiera con el facón.

Cafiero: Ustedes eran ante todo leales a la Patria.

Perón: Hablando de lealtad, usted siempre fue leal, de los más leales, y pensar que una vez dudé de su lealtad.

Cafiero: No se preocupe, son cosas que pasan. Mire si seré leal que fundé el Instituto de Altos Estudios Juan Perón, donde tantos y tantos compañeros se reunieron para conocer su pensamiento.

Perón: Tengo entendido que en su despacho en el Congreso también se trabajó mucho.

Alfonsín: Hola, senador, no quería dejar de saludarlo en este día.

Cafiero: Gracias, Raúl.

Alfonsín: En realidad, quien debe darle las gracias soy yo: en la difícil estuvo a mi lado. Yo empecé teniéndoles bronca, y si no es por ustedes, esos milicos me tumban.

Cafiero: ¿Cómo anda usted?

Alfonsín: Mal, muy mal. Mire en lo que se ha convertido mi partido, peor que los conservadores. Si no fuera porque estoy muerto me moriría otra vez.

Cafiero: No le voy a negar que tiene sus razones.

Perón: Mire Antonio que tiene vueltas la vida. Usted durante años anduvo en el Ejecutivo. Fue mi ministro más joven, después gobernador, y finalmente el símbolo mismo del parlamentario. Me di cuenta cuando Alfonsín le dijo senador.

Cafiero: Son cosas que uno aprende, aunque sea de grande. Acuérdese que también fui constituyente en el 94. No nos salió del todo bien, pero era difícil hacer más.

Perón: Por eso no se lo quería recordar.

Alfonsín: Bueno, yo ya me voy.

Cafiero: Gracias por venir, Raúl, y no me afloje.

Alfonsín: Eso no se lo puedo garantizar, pero qué le vamos a hacer, somos así.

Perón: Yo también me voy yendo.

Coro del Pueblo: ¡Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos…!

Perón y Cafiero: Quedémonos un ratito más que esto es lindo.

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