América Profunda: algunas reflexiones a casi 70 años de su génesis

El texto más importante de Rodolfo Kusch fue publicado por primera vez en 1962, hace 60 años, aunque debe destacarse que sus ideas centrales fueron expuestas por el autor en 1960 –en la Universidad de San Marcos, Lima, Perú– y que su génesis se extendió durante buena parte de los años 50, entre la publicación de su primer libro (1953) y la referida exposición oral de América Profunda: el tiempo de su elaboración se sitúa entonces alrededor de siete décadas atrás. Estas precisiones son importantes, porque las breves líneas que siguen se centran en la temporalidad de la génesis del pensamiento de Kusch, su contexto histórico, y –también– en el contraste entre sus “intuiciones” acerca del futuro y el acontecer desde tal génesis.

 

“Exordio”

Las palabras introductorias del autor son escuetas y esclarecedoras acerca de las razones de esta extensa génesis, de su juicio acerca de la calidad de su interpretación, de su método de trabajo y de su propósito:

  1. Acerca de las primeras, destaca que: “Este libro pudo haber sido terminado hace muchos años, pero faltaba el fundamento o, mejor, la dimensión exacta de lo americano […] humana social y ética”. La misma “surge de la firme convicción de la continuidad del pasado americano en el presente, aun cuando éste se halle poblado por nuestros buenos inmigrantes”.
  2. En cuanto a “la calidad de la interpretación aquí aventurada […] descuenta que correrá por cuenta de unos pocos lectores, a quienes interesará encontrar esa continuidad”.
  3. “El pensamiento como pura intuición –aclara Kusch respecto de lo central de su método de trabajo– implica, aquí en Suramérica, una libertad que no estamos dispuestos a asumir. […] Cuidamos excesivamente –critica a sus colegas– la pulcritud de nuestro atuendo universitario. […] El estudio del problema [llevó a Kusch, por el contrario] a remover estructuras ignoradas por nuestros investigadores” y a adoptar “un estilo intencionalmente literario y técnico, a la vez, porque era ésta la única manera de explicar la intuición que dio origen a este trabajo”.
  4. Señala, por último, que su propósito apuntó a esclarecer “un problema de integridad mental” que afecta a América. La solución, a su juicio, “consiste en retomar el antiguo mundo [indoamericano] para ganar la salud. […] Si no se hace así, el antiguo mundo continuará siendo autónomo y, por lo tanto, será una fuente de traumas para nuestra vida psíquica y social”.

 

Mis lecturas de América Profunda

La primera fue en 1975 –apenas se conoció la segunda edición del libro– cuando mi amigo Mariano Garreta, antropólogo, me recomendó que lo leyera. Había terminado cuatro años antes mis estudios de economía política y estaba ocupado, como buena parte de la juventud de entonces, en el vértigo de la actividad militante y de los acontecimientos que llevaron al quiebre institucional de 1976 y al drama nacional consecuente. Kusch fue separado de sus cargos en la Universidad Nacional de Salta y decidió mudarse con su familia a Maimará, Jujuy, donde trabajó durante los últimos años de su vida. En tal escenario, el texto de Kusch me conmovió. Suscitó un conjunto de reflexiones acerca de nuestra Indoamérica que me permitieron comprender mejor experiencias previas (1968) vividas en Cachi Adentro (Salta), en Huancayo, Cuzco y el Valle Sagrado (Perú, 1973) y en las cercanías del DF y de Yucatán (México, 1974).

La segunda lectura, más detenida y rica, fue en septiembre pasado. Me permitió comprender mejor sus ideas y llevó a escribir estas líneas que, como se adelantó, se limitarán a volcar una breve reflexión acerca del contexto histórico en el que fue elaborado, por un lado, y de los desarrollos posteriores, por el otro, con el fin de intentar delinear algunos condicionantes y consecuencias que creo pudieran tener y tienen, respectivamente, cierta importancia en el análisis presente de sus “intuiciones” y su potencial futuro. Con las necesarias limitaciones que suponen mi formación y experiencia, en tanto economista político e historiador “aficionado”, nunca filósofo.

 

EI tiempo histórico de la génesis del libro y el posterior

América Profunda fue madurada y escrita durante la primera mitad del período 1945-1975, conocido en el Occidente desarrollado como el de “los 30 años gloriosos”: una fase de la historia reciente de excepcional actividad política y cultural, de fuerte crecimiento económico con redistribución del ingreso y de relativa armonía social. En este período, inmediato posterior al reordenamiento global definido en Breton Woods (Estados Unidos) hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, las finanzas se desarrollaron –en lo sustancial– al interior de los Estados-nación. En los principales países de América Latina pudieron darse entonces procesos de fuerte crecimiento con inclusión social, que fueron puestos en cuestión –primero– por muy prontas y relevantes rupturas políticas –las que sucedieron al suicidio de Getulio Vargas en Brasil, al golpe del 55 en Argentina y a la invasión militar de Guatemala por parte de los Estados Unidos para derrocar a su presidente Jacobo Arbenz– que abrieron el camino, pocos años después, al abandono definitivo de los senderos “desarrollistas” nacionales en la región. Durante ese período, la “guerra fría” congeló, en las condiciones del equilibrio nuclear vigente, el desarrollo de la “Tercera Guerra Mundial” –así la denominaba el general Juan Domingo Perón en Argentina– que parecía iniciarse con la Guerra de Corea.

Una primera fase de los “30 años gloriosos” –la mitad que va de 1945 a 1960, aproximadamente– fue inmediata anterior a los cambios cruciales sucesivos que dieron lugar a un proceso de globalización financiera que acabó, en pocos años, con el mundo “de finanzas nacionales” fundado en Breton Woods. La nueva fase ascendente de las “finanzas globales” fue detonada, primero, por la inconvertibilidad del dólar decretada por los Estados Unidos a principios de los 70, y luego por las dos crisis petroleras de principios y fines de esa década, y el proceso de desregulación promovido en los países centrales de Occidente –alentado en particular por la “hermandad anglosajona” sellada por la dupla Reagan-Thatcher– que resultó en el predominio de una cultura y políticas de raíz neoliberal hasta entonces desconocidas. Se impuso un nuevo período de globalización económico-financiera, con una velocidad tal que el mundo de los años 80 se había distanciado ya, de modo sustancial, del prevaleciente en 1945-1975. La caída de la Unión Soviética y el simultáneo ascenso económico-social y geopolítico de China y el continente asiático acentuaron el nuevo curso de la globalización económico-financiera, con el desarrollo de poderosas corrientes financieras sustancialmente desreguladas y crecientemente “autónomas” –no sujetas al control de la humanidad– y el resultante debilitamiento de la mayor parte de los Estados-nación. Hasta un punto en que su rol de actor institucional privilegiado en cerca de medio milenio de historia –establecido a partir del Tratado de Westfalia (1648)– está puesto en cuestión, severamente, por el curso de las nuevas fuerzas y acontecimientos planetarios.

En América Latina estos cambios –junto con la militarización resultante de la importación de un modo “caliente” de la “guerra fría” que se libraba en el Norte desarrollado durante las décadas del 60 al 80– implicaron un drástico retroceso político y económico-social, una violación masiva de los derechos humanos sin precedentes en el siglo pasado, y un proceso de endeudamiento soberano muy destructivo. Este curso histórico resultó en la “década perdida” de los 80 –indulgente nombre otorgado a ese período terrible– y, de inmediato, en las “relaciones carnales” mantenidas en los 90 con los Estados Unidos, de modo bastante generalizado y bajo las directivas “técnico-económicas” del llamado “Consenso de Washington”.

Debe señalarse por último que medio siglo atrás –a principios de los años 70 y de un modo casi simultáneo– un político del Sur (el general Perón) y un científico del Norte (Edgar Morin) advirtieron al mundo por primera vez acerca de la gravedad de una crisis ecológica ya entonces en acelerada marcha, del insostenible curso económico-social predominante y de la consecuente necesidad de hacerle frente a través de cambios sustanciales de alcance global en múltiples planos. Y que nada de relevancia suficiente ha sido hecho desde entonces, siendo que va en ello la continuidad de la vida en la Tierra.

Para peor, tres acontecimientos globales disruptivos se sumaron, desde principios del nuevo milenio, para agravar las circunstancias y perspectivas globales. Primero, la muy severa crisis económico-financiera de 2007-2008, que no suscitó en los países centrales la adopción de las acciones correctivas requeridas y que en consecuencia pervive y puede reemerger en el futuro inmediato. Segundo, el muy reciente impacto de la pandemia de COVID-19 desde 2020, que ha acentuado los aspectos disruptivos de la crisis precedente. Por último, la reactivación (2014) de la “Tercera Guerra Mundial” iniciada en Corea hace 70 años y sofrenada entonces por un precario “armisticio” –sobre la cual ha advertido de modo insistente el Papa Francisco durante los últimos años– como consecuencia del conflicto armado en Ucrania, de los sostenidos previamente en Irak, Afganistán, Siria, Irán, Libia y Serbia –entre otros–, del precedente conflicto palestino-israelí y del estallido de muchos enfrentamientos abiertos y focos de tensión acumulados en todo el globo: no sólo han puesto sobre la mesa –nuevamente– el riesgo de una hecatombe nuclear, sino que plantea las peores perspectivas para la tarea global impostergable de mitigación y reversión de las crisis ambiental y económico-social.

 

Las “intuiciones” históricas en América Profunda

Kusch divide el curso de los acontecimientos humanos entre la gran historia, “que palpita detrás de los primeros utensilios hasta ahora y que dura lo que dura la especie” –y “simplemente está ahí”– y la pequeña historia, “que relata sólo el acontecer puramente humano ocurrido en los últimos 400 años europeos”, que “es la de los [que] quieren ser alguien”. Los “últimos 400 años europeos”, desde la perspectiva de Kusch, son los transcurridos desde la expansión global del capitalismo comercial –el de “los mercaderes venecianos”, en su figura preferida–, la suscripción del Tratado de Westfalia y el dominio global del imperialismo occidental y sus derivados neo.

La gran historia, para Kusch, “supone la simple sobrevivencia de la especie”. La pequeña, en cambio, “surge de la complicación adquirida por el hombre del utensilio grande, que es, ante todo, la ciudad, y que data de las primeras ciudades griegas hasta ahora, claro está, salteando la oscura edad media”. Más precisamente, la gran historia “comprende el episodio total de ser hombre, como especie biológica, que se debate en la tierra sin encontrar mayor significado en su quehacer diario que la simple sobrevivencia, en el plano elemental del estar aquí”. Y persiste aún hoy en día, tanto “en las tribus del Amazonas” como “en las masas de las grandes ciudades”. La pequeña, en cambio, “es la de la élite, que supone estar moviendo a la masa de la gran historia”, a la vez que “finge la ira divina y sustituye a los dioses, fomenta la industria y el comercio y se radica en las capitales”.

El mundo de la técnica, la cultura, la economía, tomados como especialidades, son para Kusch “sucedáneos que reemplazan hechos profundos e inconfesables de la simple vida. […] Se ha perdido de vista al hombre” –concluye– y “la historia de la especie aún no ha resuelto sus problemas más profundos, porque sólo se han beneficiado determinadas capas sociales que hicieron la pequeña historia. […] El hombre ha quedado como residuo, llámesele proletario, indio, oriental o polinesio”.

¿Qué cabe esperar entonces? Quizás “encontrar una ley para que esa masa humana que no irá en los cohetes interplanetarios y que deberá quedarse y seguir en la brecha, comprometida con su mísero estar aquí. […] Esa masa, en la que –desde el punto de vista de la élite europea o norteamericana– también se incluye a nuestra clase media, quizás tendrá que buscar un camino sin sucedáneos, en el plano de la mera humildad de conformarse con los mendrugos que deberá llevar a su boca”.

 

Circunstancias relevantes de la historia reciente, presentes o necesariamente ausentes en el enfoque de Kusch

En primer lugar –como ya se dijo– se destaca la fuerte latencia en la obra de Kusch de la cuestión de la “Tercera Guerra Mundial”. “El afán [de Occidente] de lograr la eternidad uniforme y el mundo de lo absoluto y esencial, a base de un exceso de tensión, de la exclusión, de la creación de la ciudad y los objetos –señala– ha llegado a su culminación”. La “Segunda Guerra Mundial” fue “una advertencia seria en ese sentido”: la define como “una guerra de mercaderes”. Concluye en que lo peor no fue la enorme destrucción, “sino la pérdida de sentido de una vida simple, sin ciudad y sin mercancías”. En su visión, Europa “carece del sentido de la vida para los parias, o el uno anónimo o las masas, y sólo conoce la tensión vital de las élites. […] Por eso no hubo ninguna solución después de la guerra”, remarca. “Por eso hoy en día –insiste con lucidez– estamos en la misma cosa, porque se trata de la disputa por la ciudad total entre Moscú y Nueva York. Es la carrera hacia lo absoluto, porque es la carrera hacia la tensión consciente y eterna, pero que, dadas las circunstancias, apunta ahora hacia la absoluta inconsciencia, como lo atestigua la posibilidad de una guerra atómica. […] En última instancia […] esto ya es una evidente crisis del mundo burgués, o mejor del mercader veneciano”.

En segundo término, importa señalar una necesaria y relevante ausencia en el enfoque de Kusch: la de la acentuación del proceso de globalización económico-financiero, que comienza a desencadenarse una década después de la publicación de la primera edición de América Profunda a principios de los 70, y sus muy relevantes consecuencias sobre el devenir histórico y las presentes perspectivas de la humanidad. La figura del “mercader veneciano” de Kusch fue desplazada en ese proceso por el todopoderoso “traficante financiero” de alcance global –al estilo del CEO del gigantesco fondo financiero BlackRock, Larry Fink. No se trata de un cambio menor, por cierto. A este respecto, Kusch sólo parece deslizar en su texto una “intuición” muy puntual, acerca del futuro rol –sin límite alguno– de las “empresas cáscara” de las firmas multinacionales, “desterritorializadas” e inalcanzables para las autoridades públicas de los Estados-nación, protagonistas cruciales de la fuga de sus capitales, de la enorme concentración global de los ingresos y de la grave erosión de sus recursos fiscales –con el auxilio de la banca global y los “paraísos fiscales” del Occidente desarrollado. “Todo lo que hagamos es endeble –destaca al respecto Kusch en la sección titulada “Filo entre vida y muerte”– y tiene la debilidad que le confiere el ámbito de muerte que lo rodea, como si fuera inminente la posibilidad de exterminio”. En consecuencia, “en el fondo, nuestras pomposas naciones, con tremendas fronteras y bien pertrechadas aduanas, carecen de habitantes; se hacen empresas con papel membretado, pero sin ninguna actividad seria” (texto resaltado por el autor).

En tercer lugar, debe mencionarse la enorme velocidad y los nuevos campos de desarrollo de los progresos científico-tecnológicos verificados desde el período de génesis del pensamiento de Kusch. Estos desarrollos y su impacto en la economía y la cultura, impensables en aquel momento, han supuesto una jerarquización clave del rol y el impacto transformador de la tecnología –para bien o para mal, según fuera el caso, y su impacto específico. En particular, la destrucción acelerada de empleos, tanto en la vida cotidiana como en el plano económico-social y militar, y en su particular impacto acelerador sobre la presente fase de la globalización.

Por último, otra relevante y entendible ausencia en América Profunda: la de la consideración del enorme daño ambiental –y su amenaza letal a futuro– que ya había acumulado la Tierra al momento de su génesis como consecuencia de los procesos “civilizatorios” impulsados por Occidente, de modo sustancial, durante los precedentes 200 años –la mitad de los 400 de extensión total del período de la pequeña historia definida por Kusch.

Arriba se señaló que medio siglo atrás Perón y Morin advirtieron al mundo acerca de la gravedad de la crisis ecológica y del insostenible curso económico-social predominante. Tales advertencias –y el consecuente inicio del proceso global de avance en el conocimiento del “nuevo” desafío y el de su paulatina incorporación a la agenda relevante de la humanidad– ocurrieron a principios del año 1972, doce años después de la exposición de las ideas centrales de  América Profunda en la Universidad de San Marcos y una década más tarde que la difusión de la primera edición del libro. Durante ese mismo año fue publicado el denominado Informe Meadows, encargado por el “Club de Roma”, el primer documento oficial que alertó acerca de la existencia de límites biofísicos en el planeta para la continuidad del desmesurado crecimiento de los sistemas socio-económicos.

Creo que resulta relevante, fuera de toda duda, el impacto de esta asincronía en el avance del pensamiento acerca del desarrollo y el enriquecimiento de las ideas de Kusch sobre los mundos de la  América Profunda y del Occidente “desarrollado”, y de sus conflictivas y sustanciales interacciones.

 

Palabras finales

Allí donde está mi fortuna, está mi corazón” (Evangelio según San Mateo).

Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro, y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos” (Papa Francisco, mensaje en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, a los movimientos populares, febrero de 2018).

Para concluir estas breves notas, comienzo por transcribir la síntesis conceptual acerca de los más relevantes aportes de Rodolfo Kusch, tal como fueran destacados en el Coloquio acerca de América Profunda realizado en México hace ya casi dos décadas (2003):

  1. “Quizás sea nuestro destino el de volver a ser aquí hombres sin sucedáneos, porque ese es el destino de América: la comunidad y la reintegración de la especie”.
  2. La otra consecuencia es la diversidad cultural, “un mundo en el que quepan muchos mundos”.
  3. En términos de Kusch, “América ha sabido fagocitar, incluso, a la colonización”.
  4. La América Profunda es un llamado incluyente en el que todos somos convocados a convivir en la constitución de “la comunidad” y en “la reintegración de la especie” –tal como denominó Kusch a las tareas centrales pendientes.

Debe resaltarse lo obvio, como consecuencia de estos señalamientos: los desarrollos históricos posteriores a la génesis de América Profunda que no pudieron ser abordados por Kusch en su obra nos plantean tareas en los planos del pensamiento y las necesarias acciones, que multiplican los desafíos entrevistos por el autor en los tiempos de la escritura de su libro, y postulan también vitales urgencias que limitan drásticamente los tiempos disponibles para acometer las tareas ineludibles.

El mundo se dirige, en este tiempo, hacia una dirección contraria a la que aparece como deseable para que fuera posible impulsar un proceso de cambios no traumáticos a escala global. Predomina, por el momento, la insensatez de las “grandes potencias”, el “nacionalismo-xenófobo”, la tendencia hacia la ruptura de bloques de países y hacia la propia desintegración de no pocos Estados-nación, cuando los problemas globales más acuciantes –la guerra, el descontrol económico-financiero, la creciente desigualdad, la crisis ambiental y las pandemias– demandan la construcción de consensos, de políticas coordinadas e, incluso, de nuevos poderes globales. Vale decir, acuerdos en los que, necesariamente, los Estados deberían ceder parte de su ya menguante soberanía a favor de la construcción del “bien común” global. Las tendencias afianzadas entre las “grandes potencias” y los “nacionalismos-xenófobos” en ascenso operan en la dirección opuesta y –lo que resulta quizás más grave– alientan la expansión y el agravamiento de la guerra global denunciada oportunamente por el Papa Francisco ante una opinión pública dominada por la pasividad.

Para intentar hacer frente a los desafíos de alcance planetario del presente, un “Estado Global” podría ser un desideratum estratégico, ¿pero cómo se llegaría a él?

  1. ¿Desde una “restauración” del “Sistema de las Naciones Unidas”,con las necesarias y muy difíciles reformas y completamientos indispensables?
  2. ¿Desde una eventual dinámica de reconstrucción multipolar, con posterioridad a un largo período de deterioro y disgregación global?
  3. ¿A través de otros caminos?

Muchos piensan, sin embargo, que la eventualidad de un “Estado Global” no sería ya un objetivo practicable, ni necesariamente virtuoso. En el plano de las ideas, los campos de la política y la economía muestran además una decrepitud creciente. La actividad política sufre en vastas regiones del globo una fuerte deslegitimación. Las ideas económicas dominantes exhiben a la vez, al menos en Occidente, una impertinencia e impotencia tales que su paralela sobrevivencia sólo podría explicarse, en buena medida, a su carácter dependiente de –y muy útil a– las poderosos fuerzas económico-financieras globales descontroladas.

En las presentes circunstancias, parece resultar indispensable que la humanidad actúe, de modo individual –a cabal conciencia personal de cada uno de los conscientes o alertados acerca de estas amenazas– y colectivo. Vale decir, en los múltiples planos de la vida y la institucionalidad colectiva implicados –familia, pequeña comunidad, ciudades, provincias, regiones intra-nacionales, Estados-nación, regiones plurinacionales y pluriestatales, o bloques de Estados-nación. En los planos personal, familiar, de la comunidad, las ciudades o regiones de “Nuestra América” –en la denominación de Walter Mignolo– el “pensamiento económico seminal” de Kusch –en tantos aspectos tácitamente visionario acerca de la posibilidad de ocurrencia del presente escenario de crisis material y de las ideas– puede constituir una base y un punto de partida invalorables para avanzar.

Parece no sobrar tiempo, sin embargo, como ya se señaló, para intentar estos caminos de modo simultáneo: los desafíos de la pandemia, ecológicos y poblacionales, la extensión de la violencia sectaria –estatal o paraestatal–, las migraciones caóticas de la desesperación, los estallidos con raíces en la inequidad creciente y la crisis universal de los sistemas políticos demandan nuevas respuestas, con urgencia.

 

Referencias

Gaggero J (2020): “La crisis obliga a construir un nuevo orden mundial”. Página 12, 5-4-2020.

Kusch R (1962): América Profunda. Buenos Aires, Hachette.

Papa Francisco (2018): Mensaje a los movimientos populares. Santa Cruz de la Sierra.

Perón JD (1972): Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo. Madrid, 21 de febrero de 1972, publicado el 16 de marzo del mismo año.

 

Jorge Gaggero es licenciado en Economía Política (UBA). Parte de este texto fue presentado en las X Jornadas “El pensamiento de Rodolfo Kusch” organizadas por la UNTREF y la UNJU en Maimará-Tilcara, en el panel acerca de “La economía del amparo”, el 10 de octubre de 2022.

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