A cincuenta años de la publicación de Megafón o la guerra: Leopoldo Marechal y su batalla desde abajo

El poeta, ensayista, novelista y dramaturgo[1] Leopoldo Marechal (Villa Crespo, 1900-1970), además de un centenar de poemas y obras de teatro, escribió tres novelas voluminosas: Adán Buenosayres (1948), El banquete de Severo Arcángelo (1965) y Megafón o la Guerra (1970). Dicen algunos de sus estudiosos y estudiosas –Eduardo Romano, Ángel Núñez, María de los Ángeles Marechal– (Abós, 2011) que la primera de estas novelas se comenzó a escribir unos dieciocho años antes de su publicación.

Como historiador y lector apasionado de la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX, observo que Leopoldo Marechal comienza a escribir su primera novela en el momento en el cual otros autores y pensadores también escriben sobre la crisis política, económica, espiritual, cultural y social imperante hacia fines de la década del 20 del siglo pasado. También encuentro que, como otros de su tiempo, tuvo la cualidad de hablar de las luchas y los reclamos de las trabajadoras y los trabajadores durante la llamada Semana Trágica (1919) en El banquete de Severo Arcángelo. Supo retratar en su Adán Buenoayres los oscuros tiempos de la “década infame”[2] (1930-1943), con su embestida política, económica, cultural e ideológica promovida por un sector dirigente oligárquico y probritánico contra las tradiciones nacionales y populares del país. En ese sentido, como promotor de un numen[3] nacional perceptible en el Adán Buenosayres, formó filas en la reacción a esa década semicolonial, apoyando a la Revolución de los Coroneles de 1943. Recuerda Marechal: “Nos creíamos realizadores de un movimiento histórico”. También como otros muchos, estuvo en la Plaza de Mayo aquel 17 de octubre de 1945: “Era muy de mañana, y yo acababa de ponerle a mi mujer una inyección de morfina (sus dolores lo hacían necesario cada tres horas). El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de la calle Rivadavia. De pronto, me llegó desde el oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular, y enseguida la letra: ‘Yo te daré, / te daré, Patria hermosa, / te daré una cosa, / una cosa que empieza con P. / ¡Perooón!’. Y aquel ‘Perón’ resonaba periódicamente como un cañonazo. (…) Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina ‘Invisible’ que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista” (Marechal, 1968: 43).

También como otros, Leopoldo Marechal, tras el golpe cívico-militar de 1955 sufrió las consecuencias de apoyar al gobierno democrático de Juan Domingo Perón. Toda su obra fue proscripta a partir de la dictadura de Eugenio Aramburu y excluida de los manuales de literatura y librerías, situación que lo llevó a que se autodefiniera como “el poeta depuesto”. Marechal entre 1955 y 1970 resistió como pudo y con lo que pudo. Megafón o la Guerra, su última novela en su último año en esta tierra, es una novela que expresa el derrotero de los que soñaron, lucharon y resistieron en aquellos oscuros años.

La historiadora Susana Pereyra (1983: 7) afirma: “Pocas veces a lo largo de la historia los argentinos vivieron una época de crisis tan profunda como la de 1930”. Marechal escribe durante el ocaso de los proyectos de Nación promovidos por los llamados “padres fundadores de la nacionalidad argentina”: Bernardino Rivadavia (Buenos Aires, 1780-1845), Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, 1811-1888), Bartolomé Mitre (Buenos Aires, 1821-1906), por mencionar algunos. Como señalan varios autores y pensadores nacionales (Ugarte, 1911 y 1922; Anquin, 1994; Chavéz, 1956; Palacio, 1960; Astrada, 1964; Buela, 1987 y 1990), estos hombres estaban imbuidos en una cosmovisión[4] liberal,[5] dependiente económicamente de Gran Bretaña y eurosituada en materia ideológica, cultural y académica. Autores, pensadores, gobernantes y políticos que bajo los patrones de “Civilización o Barbarie” se enajenaron de la tierra que los había visto nacer (Gálvez, 1914). Sostenían una cosmovisión que flotaba en el aire, en el sentido de no estar arraigada en el suelo ni en la historia y tradiciones de estas tierras. Idea que promovía elementos culturales ajenos al pueblo que habitaba estas regiones bajo la cruz del sur. Sin embargo, al ser la cosmovisión que guiaba a los gobernantes, habitaba las políticas educativas: escuelas, colegios y universidades (Muzzopappa, 2015; Recalde, 2016; Di Vincenzo, 2018). El filósofo y pensador nacional Alberto Buela (Buenos Aires, 1946) afirma: “La cosmovisión liberal (el radicalismo alvearizado, el conservadorismo, el demoprogresismo, etcétera) está representada por los ‘satisfechos del sistema’, su renuencia histórica no es necesaria porque está oficializada. (…) Entienden lo nacional de acuerdo a su capricho subjetivo (individualismo) y en función de sus conveniencias” (Buela, 1990: 21).

Leopoldo Marechal nació en un barrio de “insatisfechos del sistema”. Provenía de una familia de militantes y trabajadores. Frente a la pregunta sobre cómo era su hogar, respondía: “Era modesto. Mi padre fue un mecánico excelente y mi madre, una excelente ama de casa” (Marechal, 1968: 11). Su padre, Alberto, era uruguayo de Carmelo, mecánico que no había pasado por la escuela, un autodidacta que fabricaba los juguetes a sus hijos.[6] Su madre, Lorenza Beloqui, era porteña. La parte militante y revolucionaria, que emergerá primero en la Revolución de los Coroneles de 1943 y luego durante el desarrollo del movimiento popular liderado por Juan Perón, proviene del abuelo paterno: “No conocí a mi abuelo paterno, que también se llamaba Leopoldo: murió tempranamente en el Carmelo. Pero conocía su leyenda: natural de París, y siendo un adolescente, formó parte del grupo revolucionario de La Commune; derrotado el movimiento, emigró con otros al Uruguay en espera de que un cambio de régimen favoreciera su retorno”. Luego agrega: “Me dejó como herencia el gusto por la lectura, el fervor revolucionario y el paso corto y rápido de la infantería francesa” (Marechal, 1968: 11 y 12). Contar su historia y la de otros insatisfechos fue probablemente lo más preocupó y ocupó a Leopoldo Marechal. En otras palabras: la búsqueda, la exposición y la irradiación de una esencia nacional y popular. No podría ser de otra manera, por la historia familiar: su escritura es permeable al acontecer social de su tiempo. De allí un profundo problema, ya que su arte toma el sentido de una tarea, se convierte en una misión, porque, como se ha dicho, la esencia nacional no se encontraba en la escuela ni en las universidades, sino más bien todo lo contrario.

 

Referencias

Abós A (2011): Al pie de la letra. Guía literaria de Buenos Aires. Buenos Aires, Alfaguara.

Anquín N (1994): El ente y la memoria. Buenos Aires, Bonum.

Astrada C (1964): El mito Gaucho. Buenos Aires, Cruz del Sur.

Buela A (1987): Aportes al Pensamiento Nacional. Buenos Aires, Cultura et Labor.

Buela A (1990): El sentido de América. Seis ensayos en busca de nuestra identidad. Buenos Aires, Theoria.

Chávez F (1956): Civilización y barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia y el la cultura argentinas. Buenos Aires, Trafac.

Di Vincenzo F (2018): “El nacionalismo científico de José Ingenieros. Estudio del libro La evolución sociológica argentina. De la barbarie al imperialismo (1910)”. En Política, Educación y Sociedad en la Filosofía Argentina del siglo XX, Buenos Aires, FEPAI.

Gálvez M (1914): La maestra normal. Madrid, M. Aguilar, 1949.

Marechal L (1968): Palabras con Leopoldo Marechal. Buenos Aires, Carlos Pérez.

Marechal MA (sf): Bio-Cronología Leopoldo Marechal. www.marechal.org.ar.

Muzzopappa H (2015): Educación y trabajo en el Orden Conservador. Ideas alberdianas y vanguardia normalista. Buenos Aires, Biblos-UNLa.

Palacio E (1960): La historia falsificada. Buenos Aires, Peña Lillo.

Pereira S (1983): En tiempos de la República agropecuaria (1930-1943). Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.

Recalde A (2016): Intelectuales, peronismo y universidad. Buenos Aires, Agebe.

Ugarte M (1911): El porvenir de América Latina. Valencia, Sempere.

Ugarte M (1922): La Patria Grande. Berlín-Madrid, Internacional.

[1]En varias oportunidades, quien estudia, custodia, compila y revisa su obra, una de sus hijas, María de los Ángeles Marechal, ha comentado que la figuración de poeta argentino, muy argentino, es la que más le gustaba a Leopoldo Marechal. En una entrevista realizada en el 2013 por el Canal 7 de la Televisión Pública, afirmaba: “fue un argentino, muy argentino, que fue bibliotecario, maestro, periodista, un hombre que fundamentalmente al escribir quiso universalizar las esencias argentinas. Él siempre se consideró poeta, le faltaba la tarjetita que dijera: Leopoldo Marechal Poeta”. Televisión Pública: Vivo en Argentina. Recordando a Leopoldo Marechal, 26-6-2013. www.youtube.com/watch?v=1egXBuXbgTo&ab_channel=Televisi%C3%B3nP%C3%BAblica.

[2]Término con el cual el periodista y escritor argentino, José Luis Torres (San Miguel de Tucumán, 1901-1965), designó al periodo que va desde el golpe cívico-militar al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen hasta la llamada Revolución de los Coroneles de 1943.

[3]En varios trabajos, el filósofo argentino Carlos Astrada (Córdoba, 1894-1970) explicó a qué se refiere cuando se habla del numen nacional: “Peticiona Martin Fierro, y, con él, José Hernández, una comunidad armónica, libre, justa, con su ideal educativo, inspirado en sus esencias históricas como en sus ingredientes profesadas, en un clima de tolerancia recíproca, y asentada en el derecho a la vida de todos los argentinos. (…) Para la consecución de todos estos fines es tarea previa terminar con un sistema de gobierno que deliberadamente impedía el ascenso del pueblo al área de las decisiones políticas en la vida nacional, escenario en el que brillaba por su ausencia el verdadero protagonista de las peripecias históricas, únicas que dan cuenta de la autenticidad de un destino colectivo” (Astrada, 1964: 134).

[4] El Diccionario de la Real Academia Española define al término “Cosmovisión” como el conjunto de opiniones y creencias que conforman la imagen o concepto general del mundo que tiene una persona, época o cultura, a partir de las cuales interpretan su propia naturaleza y la de todo lo existente.

[5]El liberalismo al que hago alusión refiere a la doctrina política que sostiene como principios fundamentales la propiedad privada y la libertad individual. En materia de política económica, propone un Estado limitado, restringiendo o desechando toda su intervención en la vida social, cultural y económica. En este sentido, en las sociedades en donde el modo de producción capitalista es hegemónico, el liberalismo tiende a perpetuar las diferencias entre los sectores sociales que la integran.

[6]Marechal (sf) se encuentra en la página más completa dedicada al autor, en Fundación Leopoldo Marechal: www.marechal.org.ar.

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