Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s): los promotores de una Mayoría

En esta oportunidad vamos a presentar una publicación periódica que ha tenido cierto renombre en el período posterior al año 1955. Hablamos de Mayoría, el emprendimiento de los hermanos Tulio y Bruno Jacovella. En las postrimerías del peronismo contaban con un medio propio de gran circulación: Esto Es. Después de haber mostrado coincidencias con el rumbo global del gobierno y de incluir más que claras identificaciones con Perón y el peronismo, toman distancia por el conflicto con la Iglesia y otras restricciones que los afectan de manera directa en cuanto a la empresa periodística, como la provisión de papel. Tras el golpe de Estado del 16 de septiembre apoyan decididamente a Lonardi, algo que no deja de corresponderse con sus antecedentes políticos e ideológicos. Tras el 13 de noviembre caen sobre ellos, como para otros medios y figuras del nacionalismo argentino, las medidas de censura y luego confiscatorias del gobierno de facto de la “Revolución Libertadora” encabezado ahora por los “liberales” Aramburu y Rojas.

En ese tiempo, como hemos presentado, continúan circulando algunos medios asociados al peronismo como El Líder y De Frente. Al ser intervenido el primero de ellos de manera simultánea a la CGT, salen a la palestra El 45 orientado por Arturo Jauretche y Federalista, dirigido por José A. Güemes, desprendimientos de El Líder. Norte, el semanario local de San Martín, aparece hasta que es clausurado y detenido Alberto Manuel Campos, su director. También ve la luz Lucha Obrera, dirigido por Esteban Rey, sosteniendo las posiciones de fracciones de la naciente “izquierda nacional”, y El Descamisado, de accidentada vida y que, por imperio de la detención de su animador, la censura y las circunstancias políticas, fue rebautizado con el título de El Proletario para continuar con su prédica (Pulfer y Melon Pirro, 2018a, 2018b, 2018d, 2019a).

En lo que nos interesa, para encuadrar la salida de Mayoría, tenemos que hablar del periodismo de orientación nacionalista. Allí tenemos a Palabra Argentina, dirigido por Alejandro Olmos, un periodista de ese origen que hace su primer intento por salir y permanecer en los puestos de venta. Del mismo modo, José Luis Torres busca posicionar su efímero Política y Políticos (Pulfer y Melon Pirro, 2018c, 2019b). Estos tucumanos, dados al trabajo denuncialista solitario, abren el filón de las publicaciones que sostienen posiciones nacionalistas y que terminan siendo expresión de ciertas reivindicaciones del peronismo –defensa de determinadas figuras, derechos gremiales, Constitución del 49– o haciéndose solidarias con las desgracias del movimiento proscripto, como los fusilamientos de junio de 1956. Alcanza con recordar, siguiendo con los mismos ejemplos, la “Marcha del Silencio” organizada por Olmos o el mote de “fusiladora” acuñado por Torres al referirse al gobierno de facto de Aramburu y Rojas. Esa estela periodística será retomada en el año 1956 por el semanario Azul y Blanco, dirigido por Marcelo Sánchez Sorondo y en cierta manera por Revolución Nacional de Cerrutti Costa.

En esa constelación, y en el momento en que comenzaron a liberalizarse los clivajes políticos rumbo a la elección de convencionales constituyentes de 1957, nace Mayoría, un semanario con una presencia más significativa, cercano en su formato a Qué y de gran tirada comercial. Mayoría se publicó, con interrupciones, entre los años 1957 y 1960, y esta es la primera de las notas que publicaremos sobre el particular. Comenzaremos refiriéndonos a Esto Es, que circuló entre 1953 y 1956, y constituye su antecedente inmediato. Al frente de ambas revistas estuvieron los hermanos Jacovella, de cuyos antecedentes personales, profesionales y político-ideológicos, como ha sido norma en estas notas, nos ocuparemos enseguida. Igual que en otros casos, se trata de figuras con actuación previa, portadores de un saber que los habilita para la organización de una empresa comercial de largo alcance.[1]

 

Trayectoria de los animadores[2]

Tulio José Jacovella, un hombre decididamente orientado al periodismo, es quien motoriza el proyecto. Nace en Tucumán el año 1912 en el seno de una familia de origen italiano donde las convicciones religiosas son muy arraigadas. Cursa sus estudios primarios y secundarios en la capital provincial. En su juventud participa de la creación del Instituto de Estudios Federalistas en el año 1938, en compañía de Alfredo Bello y José María Rosa (Hernández, 1978). De esa manera se vincula al movimiento intelectual del revisionismo litoraleño que disputa al porteño Instituto Juan Manuel de Rosas la paternidad institucional de la corriente impugnadora del liberalismo historiográfico encarnado en ese momento en Ricardo Levene, a cargo de la naciente Academia Nacional de la Historia.

En la década del cincuenta se encuentra afincado en la Capital Federal. Tulio participa de las filas del Partido Laborista que apoya a Perón en las elecciones del año 1946. Milita en las filas de la UATI (Unión Argentina de Trabajadores Intelectuales). Desde ese espacio publica en codirección con Julio Vignolo Mansilla el “periódico ilustrado” Panorama, que lleva como subtítulo las siguientes palabras: Doctrina-Literatura-Ciencia-Filosofía-Información-Ciencias-Artes-Industrias. En el número 6 anuncian la aceptación de las directivas de fusión en el PURN (Panorama, 6, octubre 1946: 8).

Bruno, en tanto, es el armador de contenidos.[3] Sus antecedentes en el campo de la investigación y la escritura son más frondosos. Nace en Tucumán el 21 de noviembre de 1910. Cursa sus estudios primarios y secundarios en la capital provincial. Comienza sus estudios universitarios en la Universidad Nacional de Tucumán en “la atmósfera cultural creada por Juan B. Terán, Alberto Rougés y otros, [en la que] se produjo una movilización renovadora de la política, la sociedad y la literatura del Noroeste” (Zuleta Álvarez, 2002: 11). Adquiere el dominio del latín, de la música y de varios idiomas extranjeros, lo que lo calificó para posteriores emprendimientos intelectuales. Trabaja en el ámbito de la universidad. Por ese tiempo traduce La religión secreta y la mitología de los indios uro-chipaya de Carangas (Bolivia) y Civilización material de los indios uro-chipaya de Carangas (Bolivia) de Alfredo Métraux. Estos materiales salen publicados en la Revista del Instituto de Etnología de la Universidad Nacional de Tucumán (1935, tomo 3: 7-129). A instancias y por recomendación de Alberto Rougés (Pro, 1967), padrino y amigo de Jacovella, desde el año 1934 reside en Capital Federal. Conoce a las figuras más representativas de la época: Francisco Romero, Eduardo Mallea, Tomás D. Casares, etcétera. Se dedica de manera simultánea a la literatura, la crítica, el folklore y la sociología. Por ese tiempo continúa estudios en la UBA. Conoce a Enrique P. Osés y se inicia en el periodismo nacionalista con colaboraciones en Crisol.[4] Trabaja como redactor y editorialista. Se mantiene dictando clases de idioma, haciendo traducciones y otros trabajos entre los cuales se destacan los que les provee Juan Alfonso Carrizo en la edición sobre material folklórico recogido en la campaña del Noroeste, registrando las melodías de las canciones relevadas por el investigador (Carrizo, 1937). Frecuenta los ambientes del catolicismo: participa de los Cursos de Cultura Católica que por entonces crecen en irradiación, y busca colocar sus primeras producciones en medios periodísticos afines.

Se encuentra, pues, en una etapa de formación y maduración del pensamiento. En Buenos Aires coincide con otros hombres de provincias como José Luis Torres y Juan Oscar Ponferrada. Uno, aguerrido periodista. El otro, poeta. También conoce y frecuenta a Rafael Jijena Sánchez,[5] otro poeta tucumano, ya reconocido en el ámbito porteño por sus producciones y por haber sido Premio Municipal en el año 1929, quien formaba parte del Convivio de los Cursos de Cultura Católica. “Este ambiente me ha descubierto posibilidades latentes dentro de mí que tal vez no hubieran aflorado de no trasegarme. Por lo demás esa fue una de las justificaciones que me formulé para emigrar a Buenos Aires. En Tucumán no estaba en la miseria, para referirme al plano económico, de la cual puede uno salir algún día, sino en lo que llamaría la ataraxia económica, la inmovilidad en la que languidece y se anquilosa el carácter. Esta lucha aquí contra la miseria, que estuvo a punto dos o tres veces de aplastarme, creo que me ha beneficiado éticamente –como ya lo sabía Goethe–, demostrándome que era capaz de no renunciar a los principios morales en medio de las incertidumbres más amenazadoras, y que una conciencia limpia halla de un modo y otro su premio –aunque no lo busque siéndola–, es decir, que Dios no abandona al que ha aprendido a conocer y servirlo honradamente”. Al mismo tiempo afirma una “estricta, casi ortodoxa posición católica. En la que creo que he de asentar definitivamente mi pensamiento” (carta del 15-10-1934 a Alberto Rougés, en Correspondencia 1905-1945, citado por Zuleta Álvarez, 2002: 13-14).

Publica Viejas historias descorazonadas en el año 1937 con el apoyo económico de Nougués. Incluye los relatos: Frente al espejo; El pájaro de barro; Música cromática; Condiscípulos; Buenas Noches, ¡tío!; Caída y muerte de Ulster; Clímax; Mala vida; Un huésped del mar; e Historia sobre un tema innoble de vals.

El texto de Climax había sido publicado por el diario La Nación el día 3 de octubre del mismo año. En un momento de producción significativa publica Confortantes y prodigiosas historias del poeta Jerónimo Malanik en el año 1938. Por esta obra recibe el Premio anual Municipal de la Ciudad de Buenos Aires del año 1939. Ese mismo año, junto Rafael Jijena Sánchez, publica un libro de investigación sobre Las supersticiones. Contribución a la metodología de la investigación folklórica. Esta obra resulta premiada por la Comisión Nacional de Cultura-Región Norte.

En 1940, Jijena Sánchez en los citados Cursos de Cultura Católica –donde funcionaba un Instituto de Cooperación Universitaria– organiza un Departamento de Folklore bajo la dirección honoraria de Juan Alfonso Carrizo. Ese departamento publica una revista trimestral denominada Folklore donde colabora Jacovella. En ese departamento dan clases José Imbelloni, Isabel Aretz y Enrique Palavecino (Zuleta Álvarez, 2002: 16). También participan Carlos Vega y Augusto Raúl Cortázar, “que formaban parte del grupo de investigadores nucleados en torno a Ricardo Rojas en el Instituto de Literatura Argentina de la Universidad de Buenos Aires, sector cuyas tensiones con Carrizo y su círculo eran explícitas”. “En la definición de un espacio disciplinar específico las publicaciones incluidas en los diferentes números de la revisa Folklore jugarán un rol sustancial. En efecto, ya desde el primer número, de 1940, la revista irá publicando en portada sus notas editoriales, en las que se asume prácticamente un papel fundacional en lo que respecta a un sector de conocimiento que se presenta, al mismo tiempo como novedoso y como conflictivo. En el editorial del número inicial de Folklore, que en los diferentes números ocupa casi toda la primera página de la publicación, se plantea de manera programática la necesidad de operar al mismo tiempo, en dos frentes: el científico y el ‘pedagógico nacionalista’. En el primer aspecto, ya desde esta ‘Advertencia’ se sostiene la ‘grandiosa labor’ de Carrizo, ‘que ha recuperado virtualmente todo el caudal de poesía tradicional que canta o ha cantado el hombre del Norte’”. En esta publicación se destacan las traducciones al castellano de folkloristas de lengua alemana, francesa e inglesa realizadas por Bruno Jacovella (Bentivegna, 2016: 113-114). En el número 1 aparece una nota de Bruno Jacovella con el título “¿Qué es el folklore?”, en el que busca precisar el objetivo de su estudio: a su juicio, el de “demostrar cuál es el modo de comportarse del ‘pueblo’, cuál es su intervención en la historia, cómo se desarrolla su existencia a la par de los grupos dirigentes, cuáles son los intercambios culturales que se producen entre este pueblo y el sector culto, cuáles son los caracteres esenciales de la mentalidad popular, en fin, en qué se diferencia el ‘pueblo’ civilizado del primitivo, por un lado, y de la sociedad culta, por otro, y en qué se identifica con éstos” (Folklore, 1, septiembre de 1940, citado por Bentivegna, 2016: 115).

Contrae matrimonio con Blanca Moreno Alvariza, con quien tiene cinco hijos. Después de iniciar su actividad periodística en Crisol, participa de la publicación Nueva Política, dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo, integrando el consejo de redacción. En el número 3, de agosto de 1940, publica “La Oligarquía, las Ideologías y la Burguesía”, en el que sostenía: “teóricamente la reacción no es más que una hiperoligarquía, y en cuanto al ideario reaccionario, una hiperideología. Hiperoligarquía porque no la sostiene ninguna clase, ni joven ni gastada, sino grupos adventicios e intelectuales; e hiperideología, porque intenta sustituir la ideología vigente –tal vez mala, pero que cabe en el tiempo– por una ideología prescripta –tal vez buena, pero definitivamente muerta y enterrada”. En el mismo número comenta el libro de Ramón Doll, Hacia una política nacional (Jacovella, 1940). Es de hacer notar que no se hace eco de los comentarios antisemitas de Doll y subraya su labor revisionista y revolucionaria en el nacionalismo. En el comentario se dejan ver algunos de los motivos que harán al alejamiento de Jacovella de la publicación. Dice allí: “Como francotirador o como soldado de grupos revisionistas y revolucionarios, Doll siempre actuó en la vanguardia, no mezquinando el cuerpo a ningún entrevero. Especialmente notables son sus despiadadas electrocuciones de varios próceres y númenes de la Revolución de Mayo, su revaloración de Irigoyen y Alem, situándolos, como corresponde, en la corriente nacionalista argentina, aunque más del punto de vista sociológico que político, y sus tremendas indiscreciones acerca de nuestra historia posterior al 53, en que Mitre, Sarmiento y demás santones laicos nos aparecen con una hoja de servicios y un prontuario policial más negros que noche de tormenta”. Y agrega que el libro ha prestado “un favor a las jóvenes generaciones argentinas para la fijación histórica de nuestro movimiento nacionalista, demasiado institucionalista y universalista, hasta hace poco, y más realista y autóctono cada día que pasa”.

En el número siguiente, de octubre de 1940, Juan Pablo Oliver publica “A propósito del radicalismo”, artículo en el que polemiza con las posiciones de Jacovella y del grupo Nuevo Orden. En los sucesivos acápites afirma: “Irigoyen fue liberal; Irigoyen no fue neutral; Irigoyen no defendió al país del capitalismo extranjero; el radicalismo fue liberal y conservador; Rosas e Irigoyen son la antítesis”. En la conclusión dice: “Será tarea inútil establecer un nexo entre radicalismo y nacionalismo. Ambos conceptos se repelen como el aceite y el vinagre. E Irigoyen identifica al radicalismo. Sean, en tanto, bien venidos al nacionalismo hombres de todas las procedencias políticas, pero vengan a fundar un nuevo orden, una nueva política, decididos a cruzar el Jordán aligerados del lastre liberal que aún conservan”.

“Los conceptos de Jacovella chocaban con la posición de Nueva Política. Hasta sus metáforas herían las actitudes y predilecciones de los principales escritores de este periódico. Su campaña no podía evidentemente continuar desde sus columnas. Y la prosiguió desde Nuevo Orden” (Zuleta Álvarez, 1975: 459). Jacovella se integra pues al grupo de la revista Nuevo Orden, orientada por Ernesto Palacio y Julio Irazusta, y del que participan Armando Cascella, Juan P. Vignale, Ramón Doll y Raúl G. Carrizo. En el semanario publica: “La nacionalización de los ferrocarriles” (25-12-1940); “Tendencias reaccionarias que parasitan la Revolución Nacional” (8-1-1941); “La doble traición de la clase dirigente” (15-1-1941); “Defensa de la Constitución, la Democracia y la Ley Sáenz Peña” (29-1-1941); “El mito de las reservas morales del interior” (12-2-1941); “Recapitulación sobre el fracaso de la actual organización del Nacionalismo”(2-4-1941).

Vale señalar que va marcando una posición “heterodoxa” en el nacionalismo de entonces. En un texto, después de descartar que la Constitución, la ley Sáenz Peña y la democracia sean los males del país, señala: “Según Doll, la Ley Sáenz Peña fue el instrumento de la liberación que el rosista Sáenz Peña puso a disposición del pueblo para que se sacara de encima a la oligarquía, y que el pueblo aprovechó lo mejor que pudo, llevando al poder al único que lo representaba entonces genuinamente: Irigoyen”. Luego dice: “Al movimiento nacionalista, entre paréntesis, le convendría meterse por los berenjenales de la ley Sáenz Peña, aunque más no fuera para revolcarse en la muchedumbre como en la sucia y buena tierra, para aprovechar los privilegios y franquicias que acuerda la ley, y para ir formando su personal dirigente, que luego tendrá que manejar con seguridad la máquina del Estado, para no andar a los tumbos. Hace temblar la perspectiva, tan acariciada por muchísimos, de que unos militares den un golpe de Estado, y obsequien luego con el poder a las minorías nacionalistas. Sería un desastre” (Jacovella, “Defensa de la Constitución, la Democracia y la Ley Sáenz Peña”, Nuevo Orden, 29-1-1941: 2).[6]

Entre sus actividades se destaca la docencia y en el año 1942 es designado profesor de folklore en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico, cuando Rafael Jijena Sánchez abandone ese espacio para pasar a desempeñarse en la Universidad Nacional de Tucumán como responsable de un centro destinado a la recuperación de la poesía tradicional y el folklore. Conocedor de varios idiomas –latín, griego, inglés, francés, italiano, alemán–, además de las traducciones realizadas en el campo del estudio del folklore, Jacovella se dedica a la traducción de autores ingleses de filiación cristiana: Las llaves del reino de A.J. Cronin, El estado servil y Los judíos de Hillaire Belloc. Juan Pinto (1941: 209) lo incluye en su Panorama de la literatura argentina.

El 22 de diciembre del año 1943 por decreto 15.951 del Poder Ejecutivo Nacional se crea el Instituto Nacional de la Tradición,[7] a cuyo cargo queda Juan Alfonso Carrizo.[8] El subdirector es el musicólogo Manuel Gómez Carrillo, santiagueño, de gran prestigio en su campo. En la planta técnica se encuentran Julián Cácerez Freyre, Jesús María Carrizo y Guillermo Perkins Hidalgo. Bruno Jacovella se desempeña como secretario técnico del Instituto. “La misión del Instituto es salvar el patrimonio espiritual heredado de nuestro país y de los vecinos que han influido en nuestra formación social y étnica, como Perú, Bolivia y Chile; estudiar el material recogido en su valor histórico literario y en su relación con los demás países de América y Europa, especialmente con España y los de la estirpe greco-latina a que pertenece; por último es misión del Instituto publicar libros, revistas, álbumes musicales e iconográficos, discos, etcétera, para hacer conocer dentro y fuera del país su acervo folklórico y los estudios que se hagan en América o en Europa que tengan relación con el folklore argentino”. El Instituto enmarca sus acciones en el Plan de Gobierno 1947-1951, apoya la incorporación curricular del folklore y la creación de institutos especializados en el seno de las Universidades Nacionales (Carrizo, 1953: 25-30).

“En el año 1949, en este marco de promoción de las prácticas y los estudios sobre folklore, se imprimen las dos gruesas entregas de una revista de estricto carácter institucional, dirigida por Juan Alfonso Carrizo y concebida como el boletín del Instituto Nacional de la Tradición, organismo oficial dependiente del Ministerio de Instrucción Pública que dirige desde la fundación en el año 1943” (Bentivegna, 2016: 109). En ese órgano oficial se destacan varios escritos de Jacovella. “En el primer número la ‘Nota de redacción’ referida al artículo sobre ‘Lo primitivo y lo material en el folklore’ del norteamericano Ralph Steele Boggs, profesor en el área de español del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de North Carolina de circulación en el área latinoamericana y que había servido de fundamento a trabajos del grupo del Instituto de Literatura Argentina. El Instituto se ve en la necesidad de ‘enmarcar’ la reproducción con una ‘Nota de la redacción’ a cargo de Bruno Jacovella. En esa Nota ‘plantea un reparo a un punto sustancial de la argumentación de Boogs, que ampliaba lo folklórico a la cultura en todas sus manifestaciones, no sólo de los sectores populares o subalternos de las sociedades consideradas como civilizadas, sino también al conjunto de los ‘pueblos no civilizados’. Para Jacovella, en cambio, se trata de pensar el folklore en relación con la categoría de pueblo, de ‘folk’, que convive en un mismo espacio estatal o nacional con los sectores cultos, algo que había sido enfatizado de manera rigurosa y con acopio de datos por el antropólogo José Imbelloni en una conferencia dictada en 1942 en el marco de las reuniones del Departamento de Folklore de los Cursos de Cultura Católica. Para Jacovella el sujeto del folklore es aquel ‘que participa de la vida civilizada, mas no de sus grandes empresas –confiadas al estrato dirigente urbano– que tiene una vida cultural propia, dentro de las formas generales del vivir nacional, y a la vez acepta, reelabora, devuelve y desecha bienes que continuamente le envía la ciudad, bajo las fuerzas contrastantes de la costumbre y la moda, la adaptación al medio y la propensión idealizadora, tiene que aparecer como algo diferente a la vez de los grupos etnográficos y de los grupos históricos dirigentes, cuyo anónimo séquito histórico y, diríamos, recipiente de residuos culturales constituyen empero” (Jacovella, Revista del Instituto Nacional de la Tradición, 1, enero-junio 1948; Bentivegna, 2016: 132).

Jacovella desarrolla las páginas de la “Introducción” y “Notas a cuentos de la tradición oral argentina” (Jacovella, Revista del Instituto Nacional de la Tradición, 2, julio-diciembre 1948), recogidos en Catamarca y Corrientes por Jesús María Carrizo y Guillermo Perkins Hidalgo. Se aborda aquí una “zona escasamente considerada por las investigaciones de Carrizo: la de los textos narrativos de transmisión oral. Este tipo de relato había comenzado a ser trabajado por investigadores insertos en otros marcos ideológicos, como el santiagueño Bernardo Canal Feijoo, que había publicado ya en 1938 un estudio dedicado a la leyenda del cacuy en su provincia, en el que retoma algunos elementos de la antropología de James Frazer y del psicoanálisis de Sigmund Freud, y por la puntana Berta Vidal de Battini, más afín al grupo de Carrizo y de Jacovella, que había publicado trabajos sobre narrativa oral en la revista Folklore. Pese a estos antecedentes, Jacovella se inscribe en el marco de un discurso fundacional en lo que respecta al trabajo general de investigación folklórica llevado adelante por los investigadores del Instituto, al enfatizar que ‘la finalidad principal es presentar el mayor número posible de especies en el territorio argentino, por cuanto en ese sentido nuestro país se encuentra hasta hoy considerablemente atrasado, máxime si se considera la copiosa labor realizada en otras naciones’” (citado en Bentivegna, 2016: 121).

En el segundo número aparece la nota sobre los “Cantares de la tradición bonaerense”, contenidos en dos cuadernos manuscritos hallados en una estancia del partido de Maipú, escrita en colaboración con Juan Alfonso Carrizo, algo que permite ampliar las hipótesis de este último a la zona litoraleña (Bentivegna, 2016: 122). Estos trabajos lo posicionan como “el primero en aplicar el método histórico-geográfico” en nuestro país (Vidal, 1980-1995).

De esta época queda el siguiente testimonio: “Ya en 1950, en la primera visita oficial que hice al Instituto Nacional de la Tradición al asumir la Subsecretaría de Cultura, me presentó [Carrizo] al secretario técnico del Instituto, Bruno Jacovella. Se me hizo que Jacovella era como la contracara de Carrizo: sobrio, muy serio pero cordial, sin embargo, y de pocas palabras. Tenía el aspecto de un intelectual ¡y vaya si lo era! Por otra parte, y de muy buenas mentas, sabía que Jacovella era el alma del Instituto, ya que Carrizo, enfrascado en el estudio del material de sus investigaciones de campo, era poco apegado al ajetreo y las tramitaciones burocráticas. Yo había leído, allá por mis veinte años, cuando trabajaba como librero, el libro de Jacovella, Confortantes y prodigiosas historias del poeta Esteban (sic) Malanik, que me había entusiasmado, y aún más cuando le adjudicaron el Primer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires. Después lo seguí en sus afiladas críticas literarias y sesudos artículos en distintos medios de prensa. En el mundo cultural, y especialmente, entre los nacionalistas católicos, era conocido y apreciado como un valioso intelectual dedicado al análisis sociológico y literario” (Castiñeira de Dios, 2013: 117).

En tiempos de la gobernación de Mercante se desempeña como director-organizador del Instituto de la Tradición en la provincia de Buenos Aires, convocado por José María Samperio, subsecretario de Cultura del ministro Avanza. En ese ámbito prepara el Manual-guía para el recolector (Fernández Latour, 1996: 159), que sirvió de base para la Encuesta Folklórica del Magisterio de la Provincia de Buenos Aires en 1951. Colabora también en la revista Cultura (número 3, 1950) de esa jurisdicción.

En el año 1950 se desenvuelve como secretario general del Primer Congreso Nacional de Folklore. Durante todos estos años Jacovella sigue desempeñándose como profesor titular de Folklore, primero en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico, tras la fundación de la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas Argentinas por el profesor Antonio R. Barceló en 1948 en este establecimiento y, a partir de 1950, en la Sección Folklore de la Escuela Nacional de Danzas.

En el año 1953 publica para la Colección Lajouane de Folklore Argentino, que dirige Augusto Raúl Cortázar, la obra titulada Fiestas tradicionales argentinas. En este trabajo reconstruye las historias de San Nicolás y el Niño Alcalde; San Baltasar; La Candelaria; Carnaval; San Cruz; San Juan Bautista; Santiago Apóstol; Santa Ana; La Inmaculada Concepción; Navidad; San Esteban; La Virgen de Andacollo; y El camaruco o nguillatún. El material incluye un útil glosario.

En esa misma colección colabora con la revisión y anotación del texto y de los ejemplos musicales del libro Folklore bonaerense, tercera edición de la obra de Ventura R. Lynch, titulada La provincia de Buenos Aires hasta la definición de la cuestión capital de la República Argentina (Lynch, 1953).

En el año 1954 renuncia al cargo de director del Instituto Nacional de la Tradición su referente Juan Alfonso Carrizo, por cuestiones de salud –una grave enfermedad coronaria– y es reemplazado por Manuel Gómez Carrillo. Jacovella continúa prestando servicio en la repartición como secretario técnico.

 

Esto Es

El antecedente inmediato de Mayoría es, como decíamos, la revista Esto Es, que constituye una experiencia innovadora en el periodismo argentino.[9] Dirigida por Tulio Jacovella, con el acompañamiento activo de su hermano Bruno, provenientes ambos, como señalamos, de las filas del nacionalismo argentino, Esto Es se desenvuelve entre los años 1953 y 1956.[10] Al igual que otras figuras y expresiones del espacio nacionalista, acompañan al peronismo sin identificarse en su totalidad con ese movimiento. Es desde esa posición ideológica, pues, que analizan la experiencia, estableciendo acuerdos y distancias. En momentos que parecen propicios,[11] de cierta consolidación, como son los que se viven al momento de la salida de la revista, ven con entusiasmo el rumbo, las medidas y las implementaciones en diversas materias del gobierno. Ese registro dura hasta el conflicto con la Iglesia y lo que corresponde a la denominada política de “pacificación”. En tiempos de la “revolución libertadora”, podemos distinguir dos momentos: el que corresponde a la adhesión eufórica a las consignas de Lonardi y el denuncialismo contra el peronismo; y el de la crítica al gobierno de facto de Aramburu y Rojas y la posterior “intervención” de la publicación. Estas variables posiciones, muy ajustadas a cada coyuntura, se reflejan en las editoriales de los orientadores de este emprendimiento político-cultural.

La revista llega a publicar 175 números.[12] Empieza con un número 0 el 2 de diciembre en 1953. En los inicios cuentan con una tirada de 100.000 ejemplares. En otro momento, dicen, superan los 150.000 ejemplares.[13] Esto Es busca introducir criterios modernos en la edición: gráfica, secciones fijas, espacios para la mujer que incluyen el tema de la moda, columnas ágiles sobre diversos temas, encuestas, polémicas, letras, historia, teatro, música, deportes y humor, para lo que convoca a periodistas de diversas posiciones además de incorporar jóvenes plumas en la producción de notas. En el momento de su salida “compite” con otras revistas semanales de interés general y con tratamiento lateral de los temas políticos, como De Frente, dirigida por John W. Cooke. Su ubicación e influencia en el campo de la opinión pública puede considerarse tanto si tenemos en cuenta los llamados de atención e interrupciones correspondientes al período peronista –denunciados con posterioridad a la caída de Borlenghi o al finalizar el gobierno de Perón– así como por la intervención que realiza el Ministerio del Interior en tiempos de la “Revolución Libertadora”.

En el primer número de la revista aparece un “Saludo” que explicita los objetivos de la publicación según la óptica de la dirección: “Una revista más no hacía falta en el país. Las hay bastantes y de alto nivel en la línea consagrada. Pero una revista nueva, distinta, nunca está de más y hasta se diría que siempre hace falta. Esto Es quiere abrir la puerta en la Argentina al estilo periodístico de posguerra, que es una fecunda amalgama de formas norteamericanas y espiritualidad europea. Un estilo hecho de sencillez, objetividad, actualidad y decoro, en cuyos moldes trataremos de expresar el modo tradicional de ser y de pensar de los argentinos. El tiempo y el público juzgarán este esfuerzo…”.

La portada de la revista incluye la imagen de una mujer con un sombrero de paja que simula un nido y un grupo de cotorras alojadas en su cabeza, hombro y blusa, que fuera premiada en la Feria del Campo de Los Ángeles recientemente. A través de ese tipo de imágenes y de las variadas secciones buscan captar el interés de un público más amplio, presentándose con ciertos signos de modernización cultural.

Al inicio de la publicación, la cuestión política ocupa un lugar marginal, pero aparecen notas de ese ámbito situadas en lugares de privilegio[14] o directamente en la tapa.[15] Se trata, pues, de una revista de naturaleza político-cultural que, no obstante, busca perfilarse como una publicación de interés general. Los desplazamientos a este último campo pueden obedecer a la masividad de la respuesta obtenida y a la necesidad de encuadrar la perspectiva política en una perspectiva más amplia.

La publicación comienza como revista quincenal y por el favor del público pasa a una regularidad semanal. Sus lectores pertenecen al ámbito urbano con cierta sofisticación. Esto resulta explicable por varios fenómenos que confluyen en la época: la expansión de nuevas camadas de clases medias (Adamovsky, 2009: 239); la consumación del propósito de la Ley 1420 con la universalización de la lectoescritura[16] y la “edad de oro” de la industria editorial en el país (Giuliani, 2018).

En la retiración de tapa o en las contratapas aparecen avisos comerciales que contribuyen al sostenimiento de la empresa periodística y que van dirigidos a esa audiencia de clases medias en proceso de diversificación.

La sección editorial, espacio de enunciación de la línea política y de las ideas, aparece recién en la salida del número 9. Es en ese texto que se explicita el desarrollo del proyecto editorial y su posicionamiento. Bajo el título “El país debe digerir la revolución”, plantea que la pacificación, la amnistía y el nuevo equilibrio con Washington[17] que la dirección percibe en el ambiente, e invita a dar por terminada la etapa revolucionaria del gobierno de Perón, proponiendo pasar a una etapa institucional. Utilizando la metáfora de las vacaciones, como descanso de la etapa revolucionaria signada por la lucha diaria y que impone confrontación y sacrificios, conviene pasar, sostienen, a una etapa de mayor tranquilidad, con más libertades en el campo de la opinión, la prensa y de la economía, manteniendo el nivel de ocupación, salarios y precios.[18] El peronismo atraviesa lo que en perspectiva podemos considerar la primera llamada a la “pacificación”, tras los enfrentamientos del primer semestre de 1953 que comenzaron con las bombas en los subtes y terminaron con los ataques a la Casa del Pueblo, el Comité de la UCR y al Jockey Club.[19]

Más adelante y en la misma línea, en otra editorial de mayo de 1954, cuando el peronismo gana abrumadoramente las elecciones con más del 60% del voto a la renovación del cargo de vicepresidente por el fallecimiento de Hortensio Quijano, plantean la necesidad de una “Despersonalización del poder y la organización del pueblo” (Esto Es, 24, 11-5-1954).

En agosto propugnan las “Perspectivas de un Estado nacional obrero”, afirmando que debe “seguirse en la buena senda iniciada con el encuadramiento sindical de los obreros y el paralelo de los empresarios y los trabajadores intelectuales” para evitar “recaer en la concepción que ve en el proletariado un instrumento de destrucción social como único medio de instaurar la justicia” (Esto Es, 36, 3-8-1954: 3). Refieren allí, además de la consolidada CGT con más de seis millones de afiliados, a los procesos de constitución de la Confederación General Económica (CGE) liderada por José Ber Gelbard (Rougier y Brennan, 2014), como a los intentos de organización de la Confederación General de Profesionales (CGP) (Adamovsky, 2006) y la Confederación General de Universitarios (CGU) (Panella, 2017). No dejan de ver estas instituciones en clave de organización corporativa o de un Estado nacional sindicalista, al estilo de lo que, imaginaban, pasaba en España bajo el franquismo.

A tono con el clima cultural implantado por el productivismo peronista autocentrado, uno de los motivos de orgullo para la dirección de la revista se encuentra en la producción “nacional” de la mayoría de los artículos (Esto Es, 53, 30-11-1954).

Unido a ese carácter aparece un signo de amplitud, pluralidad y diversidad que da un signo de renovación al emprendimiento. Por dar algunos ejemplos, en distintas oportunidades participan Eduardo Astesano, de conocida filiación marxista; José Portogalo, proveniente de Boedo y con afinidades con el comunismo local; Luis Soler Cañas y Enrique Pavón Pereyra, filiados al nacionalismo de nuevo cuño de orientación peronista; un joven nacionalista como Mariano Montemayor, o un socialista como Enrique Silberstein.[20] En el medio, por otro lado, dan sus primeros pasos escritores jóvenes provenientes de distintas filiaciones, como David Viñas, de orígenes familiares en el radicalismo, el ex aliancista Rogelio García Lupo[21] o Félix Luna, entonces líder juvenil de la intransigencia radical,[22] quien escribe algunas notas y de quien aparecen comentarios elogiosos a sus libros Yrigoyen y La última montonera (Luna, 1996: 473). Ricardo Curutchet realiza crítica de cine y organiza encuestas y entrevistas, mientras Alberto Falcionelli despliega sus análisis políticos estratégicos de corte anticomunista.[23] En la sección de humor participa, desde el primer número, Conrado Nalé Roxlo[24] con el seudónimo Chamico, apareciendo más tarde Landrú[25] y, dando sus primeros pasos, Quino, que alterna su participación con Carlos Garaycochea.

 

Caracterización general

De gran formato, con tapas de fondo negro y recuadros en rojo, con amplio despliegue de fotografías, la revista buscaba inspirarse en el “estilo periodístico de posguerra”. De las europeas tomaba como ejemplo París Match, Oggi y Epoca. De las norteamericanas, las revistas Time y Life.[26] La gráfica es fundamental en el diseño de la revista, y las imágenes tienen un peso fundamental en la expresión. Otro elemento importante es la organización de la revista a través de secciones y notas producidas especialmente para la tirada semanal.

Las secciones estaban claramente diferenciadas e incluían una Sección Latinoamérica; una referida a Que pasó en el mundo; una de Letras, una de Teatro y otra de Arte. Había también algo de deporte y humor. Entre las notas especiales, solo a título de ejemplo, podemos mencionar las referidas al Festival de Cine de Mar del Plata (15); la de la Residencia de Olivos transformada en un “club” con fotos de piletas, canchas y jóvenes (10); la cuestión petrolera (14); la construcción de la Ciudad Jardín de Palomar como emprendimiento mixto público-privado orientado a las clases medias (36); una propuesta con alternativas para resolver el problema de vivienda (38); la radicación de capitales (44).

Habida cuenta de su repercusión, la publicación pasa a ser semanal en el número 14. En el 20 plantean que el crecimiento del emprendimiento editorial los obliga al cambio y mejora de oficinas. En el 37 comienza a organizarse un Club de Amigos, realizando convocatorias en los números sucesivos. Prometen realizar espacios de debate sobre películas o la organización de charlas. En el 42 aumenta el volumen a 64 páginas e introduce color en el interior. A medida que avanza el proyecto editorial, la Difusora Esto Es despliega, desde el número 46, otra publicación paralela titulada Espectáculo. Desde la entrega del 48 sale otra publicación titulada Orientación: modas, artes, literatura, sociales, decoración, ballet, teatro, cine. Desde la 53 se difunde una tercera publicación que lleva el título Hipódromo. Este crecimiento aluvional con tiradas significativas muestra, a la vez, el éxito de público y vías de financiamiento disponibles para la ampliación de la empresa. Las repercusiones en la audiencia se expresan en la sección de Carta de Lectores que nace en el número 15 con media página y en el 23 deben ampliar. Es un espacio para la manifestación de opiniones y polémicas de distinto orden que insumirá, desde entonces, página y media de la publicación.[27]

En cuanto al financiamiento, Ulanovsky (1997: 102) afirma que la publicación era solventada por un grupo de empresarios industriales entre quienes estaba Jorge Antonio. El empresario aparece en una nota que cubre los acuerdos comerciales con Venezuela encarados por el canciller Jerónimo Remorino. También se lo ve en una nota con una cobertura de la figura de Juan Manuel Fangio como piloto de Mercedes Benz.[28] En la publicación aparecen esporádicos avisos oficiales.[29] Resulta plausible considerar que el sustento del emprendimiento se origine en la propaganda de empresas de distinto tipo que difunden sus productos y servicios[30] y que la importancia de la tirada contribuya a sostener el mismo valor del ejemplar durante varios años.[31]

 

Contenidos: buscando lo contemporáneo

En el eje de los editoriales que en buena medida refieren a la situación y la política nacional puede verse la línea de contenidos y la inspiración. Como señalamos, en el número 9 aparece un posicionamiento y un llamado a cierta tregua política. En el número 34 se saluda el experimento de la constitución chaqueña con ribetes “corporativistas” o ensayo de democracia funcional (Esto Es, 34, 20-7-1954). En el número 36 se define a la realidad institucional argentina del momento como Estado nacional obrero (3-8-1954). En el número 39, con motivo de la entrega de los trofeos de guerra al Paraguay por parte del gobierno argentino, propugnan una conciliación histórica integral, que incluya a la principal figura reivindicada por el revisionismo, Juan Manuel de Rosas (24-8-1954). En el número 40 promueve la libertad económica, ya presente en el programa esbozado en el editorial del 9, subrayando que la economía necesita el incentivo del espíritu de lucro y de empresa (31-8-1954). La editorial del 42 pondera la visita de Holland como el signo de un nuevo vínculo con los Estados Unidos, algo que también habían resaltado como la manifestación de un nuevo clima de época (14-9-1954). En el número 47 adhieren con fervor a las consignas del gobierno de: producir, producir, producir (19-10-1954) y en el 55 destacan el mayor bienestar de la población argentina (6-2-1955).

En la dimensión internacional aparecen notas que van dando cuenta de fenómenos particulares, como la revolución china (Esto Es, 37, 10-8-1954). Aparecen notas con la denuncia del totalitarismo en la Unión Soviética. Les dan entidad a los modelos europeos de posguerra. Alemania es recuperada con motivo de la visita de Erhard a Buenos Aires o resaltando la dirección de Adenauer (Esto Es, 42, 14-9-1954), Francia lo es mediante la figura de Mendès France hablando de un “new deal” (Esto Es, 37, 10-8-1954). Se ocupan de la realidad del Estado de Israel mediante la cobertura especial de Arturo Capdevila (Esto Es, 38, 17-8-1954).

Otro bloque de notas refiere a la realidad latinoamericana, lo que podría representar una novedad en cuanto a la cobertura y la sistematicidad en el tratamiento. En este caso combinan notas de “color”, que resaltan cierto exotismo, con otras de naturaleza político-social. Entre las primeras aparecen títulos tales como “Cara a cara con la muerte en la selva del Perú” o notas con profusas imágenes de la selva del Brasil. Entre las segundas, las referidas a la situación conflictiva de Guatemala en tiempos de Jacobo Arbenz (Esto Es, 12, 16-2-1954). Una entrevista a Mario Amadeo, dirigente de orientación nacionalista que había desarrollado funciones diplomáticas, permite hablar de la realidad uruguaya (Esto Es, 13, 23-2-1954). La información a veces se complementa con análisis y valoración política, como cuando una amplia cobertura informativa a la Conferencia de Caracas (Esto Es, 14, 2-3-1954) es sucedida por su reivindicación como acto de política exterior (Esto Es, 17, 23-3-1954). Dedican también una nota importante a Bolivia en el momento en el que el Movimiento Nacional Revolucionario de ese país desarrolla las expropiaciones de las compañías mineras y busca dar cauce a la reforma agraria (Esto Es, 15, 9-3-1954). Dan cuenta de la realidad chilena de Ibáñez del Campo (Esto Es, 18, 30-3-1954) y luego dan paso a una editorial y una nota extensa destacando la unión Argentina-Chile (Esto Es, 20, 2-3-1954), volviendo a ocuparse del país trasandino semanas después. No abandonan los acontecimientos de Guatemala y Bolivia, que vuelven a ser tratados en números sucesivos. Una tapa de la revista lleva la imagen de Getulio Vargas, al dar cuenta de los dramáticos acontecimientos de Brasil con la crisis política y el suicidio del presidente (Esto Es, 39, 24-8-1954).[32] Chile sigue mereciendo notas especiales (Esto Es, 47, 19-10-1954) y aparecen primicias como la entrevista que el joven periodista Mariano Montemayor le realiza al recién asumido general Alfredo Stroessner (Esto Es, 25, 18-5-1954). De este breve recorrido podemos apreciar cómo la revista se ocupa de sucesos de la región con una simultaneidad importante, haciéndose presente en los escenarios y superando de alguna manera la cobertura impuesta por las agencias noticiosas de mayor difusión en la época.

 

Tensiones en las letras

Hay una sección fija dedicada a la crítica de libros, con un responsable a cargo. En los primeros números la sección parece resuelta entre Bruno Jacovella y Luis Soler Cañas, con este último como responsable.[33] En esta etapa, en cada número se reproduce un cuento. Desfilan Fantini Pertine (número 1, con La derrota del tigre), Bruno Jacovella (El gato negro en el 12), Ferrari Amores (Un surtidor solitario en el 16), Syria Polleti (Surrealismo en el 17), etcétera. En ese momento promueven un concurso literario y se publican cuentos de jóvenes valores (números 15 a 19). En el número 20 se interrumpe la salida por la Pascua y se publica una nota sobre Cuadros de la Pasión del Señor, y aparece un artículo de Germán Rozenmacher sobre La Pascua judía. Pesaj: la clave del misterio (Esto Es, 20, 13-4-1954: 43).

Para destacar aparece una serie de notas dedicadas al género policial en la Argentina. Son entrevistados Leonardo Castellani y Abel Mateos (18), Rodolfo Walsh y Alfonso Ferrari Amores (19), con fotos de todos ellos. Por otra parte, aparece comentada la colección Lajouane sobre folklore argentino, en la que interviene B. Jacovella. Se desarrollan comentarios a obras de José Gobello y Manuel Gálvez, que tienen afinidad con el oficialismo cultural. En la misma sección, de todos modos, se registran coberturas y críticas a libros de autores tales como Vicente Barbieri (13), César Rosales (14) y Eduardo Mallea (15).

A partir del número 21 de la revista, la crítica toma otra orientación con la presencia de Eugenio Aráoz.[34] Se observa una inclinación creciente a la cobertura de autores extranjeros, aunque no deja de promoverse una reflexión sobre las dificultades que existen para los autores y los libros nacionales. En ese marco entrevistan a Ernesto Sábato (Esto Es, 31, 31-6-1954), o comentan el libro de Miguel Ángel Speroni, Las arenas, al que denominan sin ambages “novela de la revolución”.[35] Dan lugar al libro de Mario Amadeo titulado Por una convivencia internacional.[36] En el número 40 dan cobertura a Beatriz Guido, también con fotos y entrevista, presentando su libro La casa del Ángel. En la nota anuncian el proyecto de llevar al cine el guión bajo la dirección de su esposo, Leopoldo Torre Nilsson (Esto Es, 40, 31-8-1954). En el número 45 aparece una nota a Pagés Larraya, cuyo Facundo está filmándose con apoyo oficial. En el 49 aparece un reportaje a Manuel Mujica Láinez (2-11-1954).

Mención por separado merecen las entradas vinculadas a la temática que sigue Bruno Jacovella. Por su intermedio, en el número 52 aparece el comentario al libro de Colluccio sobre vocabulario folklórico (Esto Es, 52, 23-11-1954). En otra parte aparece una recensión sobre Augusto Cortázar que integra los núcleos del Instituto de Tradición. En esa orientación pronto aparece un reportaje a Juan Alfonso Carrizo.[37] Preocupados por la realidad de la industria editorial y los números desalentadores que van presentándose, desarrollan un cuestionario sobre el libro argentino. En la sección de novelas publican un texto breve de Jorge Melazza Muttoni que lleva por título Cacique Inca. Lobodón Garra (seudónimo de Liborio Justo) es incluido con un cuento que lleva como nombre Nutrieros (Esto Es, 76, 16-5-1955).

En ese tiempo aparecen varias veces menciones a Jorge Luis Borges, como valor consolidado de las letras argentinas, incluyendo fotos. También referencias a Eduardo Mallea, dando cuenta de sus producciones (Esto Es, 49, 2-11-1954). Salen reportajes a Manuel Gálvez (Esto Es, 54, 7-12-1954), a Félix Luna sobre el significado de Facundo (Esto Es, 59, 17-1-1955) y a Canal Feijoo al publicar el libro Confines (Esto Es, 65, 28-1-1955). Aparecen comentarios de libros y autores tan disímiles como La cultura occidental de José L. Romero; el de Ignacio Anzoátegui titulado Payasos ilustres, o el Yrigoyen de Luna (Esto Es, 71, 11-4-1955). En el número 80 el escritor Joaquín G. Bas presenta una novela. En el 81 se destaca una obra de Dardo Cúneo, joven escritor militante del socialismo. En el 86 aparece María Luisa Domínguez, connotada escritora filo-oficialista, presentando su nueva novela. Dalmiro Sáenz presenta un cuento, una de sus primeras producciones. Destacan la figura de Ezequiel Martínez Estrada y reseñan La última montonera, de Félix Luna. Como refuerzo de difusión elogian la Historia de la Argentina de Ernesto Palacio. En el número 83 interrogan a Manuel Gálvez, considerado uno de los pocos autores “profesionales” de la Argentina de la primera mitad del siglo, en torno a la subsistencia de los escritores. En el 91 dan cuenta de su nuevo libro, El uno y la multitud, que poco tiempo después le traería graves dolores de cabeza.[38]

Para esta etapa podemos visualizar, en base a los materiales publicados, una convivencia entre los autores afines a la SADE con los que se ubican en ADEA o el SEA. Constituye la imagen de un campo consolidado con distintas posiciones, todas legítimas en tanto producciones intelectuales, permitiendo observarse reconocimientos cruzados, como el de House, premiado por Emecé, o acciones como las de Barbieri en el Cervantes, cuando expone La ciudadela, o Pages Larraya llevando al cine su Facundo bajo los auspicios oficiales. Esta convivencia se verá drásticamente alterada cuando crezca el enfrentamiento político de septiembre de 1955. Aun en ese clima, lanzan una encuesta sobre el “Libro del medio siglo”, entrevistando a Rafael Jijena Sánchez, a Carlos Alberto Erro y a María Luisa Domínguez (Esto Es, 103, 12-12-1955).

Bruno Jacovella forma parte del jurado que en 1954 otorga el Premio Municipal de Literatura a Rodolfo Walsh por su obra Variaciones en rojo.

 

La historia en debate

Como resulta obvio, por los antecedentes de los directores y el perfil de algunos colaboradores no podía estar ausente la temática referida al análisis histórico. El motivo revisionista aparece en la búsqueda de amplitud, otorgándole cierta legitimidad ganada con el paso del tiempo y dando por obvios sus importantes aportes a la comprensión del pasado nacional. En los primeros números aparecen distintas notas referidas al pasado. En junio de 1954 un artículo de Ricardo Curutchet sobre “Artigas, héroe de la Patria Grande” se subtitulaArgentina y Uruguay deben saldar una vieja demanda histórica” (Esto Es, 30, 22-6-1954), y recibe una réplica en forma de carta de lectores firmada por Antonio Amuchástegui Keen (Esto Es, 38, 17-8-1954). Luego sale una nota titulada “Hipólito Yrigoyen. A 21 años de la muerte de un gran caudillo”, escrita por Julio Irazusta (Esto Es, 32, 6-7-1954: 14-16). Otro historiador revisionista tradicional, Juan Pablo Oliver, escribe sobre “La revolución conservadora del noventa. Otro planteo histórico” (Esto Es, 37, 10-8-1954) y Ricardo Caballero respecto de la figura radical de Martín Yrigoyen (Esto Es, 45, 5-10-1954).

Una serie sobre la temática electoral aparece en tiempos preparatorios de la elección a renovación del vicepresidente, mientras otro grupo de notas en torno al golpe de 1930 busca otorgar voz a diversos testimoniantes. En un registro poco tradicional, proponen incluso una serie sobre la historia del tango, centrada en la figura de Roberto Firpo y elaboradas por José Portogalo.[39]

Entre las encuestas que realizan está la referida a la existencia de una historia argentina escrita con criterio actualizado, que se utiliza como plataforma de la salida del trabajo de Ernesto Palacio.[40] Desfilan autores de diversas tendencias: Levene, Busaniche, Ramos, Puiggrós, Sierra, Rosa, Irazusta, Ibarguren, Gálvez, Palcos, Piccirilli. Cierra la serie una entrevista a Palacio y el anuncio de la publicación por Alpe de su Historia de la Argentina.[41] En los números siguientes de la revista continúan con la promoción del libro mediante avisos de la editorial Alpe.[42] Otra encuesta se inicia en relación a la necesidad de repatriar los restos de Rosas en el momento en que se propone esa iniciativa desde una Comisión Popular.[43] Participan con su opinión de a pares: Enrique de Gandía y Manuel Gálvez (Esto Es, 45, 5-10-1954), Ricardo Piccirilli y Santiago de Estrada (Esto Es, 46, 12-10-1954), etcétera. En ambas compulsas pueden visualizarse claramente posiciones que configuran el tensionado campo historiográfico argentino de entonces.

Como signo de pluralidad, la revista da lugar a autores claramente orientados hacia el liberalismo, como Arenas Luque dedicando un artículo a José María Paz en el número 47, o a la naciente “izquierda nacional” con la nota dedicada a la muerte de Manuel Ugarte, escrita por el joven Jorge Eneas Spilimbergo.[44]

 

Otras secciones

La revista alberga una serie de secciones en las que se da lugar a sucesos o temas de actualidad. Hay una dedicada a la música popular en la que se destacan figuras del tango[45] y del folklore.[46] Aparece otro espacio dedicado al teatro, en el que son entrevistados actores y autores y se desarrolla la crítica de espectáculos. En la cobertura dan lugar a sucesos del momento, como la puesta de Roberto Gorostiza que lleva al teatro la obra de Guillermo House[47] titulada El último perro.

Para el público femenino están concebidas dos secciones: una titulada “Para ellas” y otra referida a la moda. Sumado, en notas de fondo, aparecen temáticas relacionadas a la participación y protagonismo femenino del momento. En el número 19 se afirma desde el título que “lo social es el signo predominante del PPF” (Esto Es, 19, 6-4-1954: 4). En la revista número 23 se propone como tema la “Revolución femenina en la revolución nacional”. La foto de Delia Degliuomini de Parodi aparece en ambas. En el número 47 (19-10-1954: 6) anuncian que “La mujer ha iniciado el asalto de posiciones” y reseñan la situación en Argentina, Chile y Estados Unidos. Desarrollan una encuesta referida al papel de la mujer en la sociedad, que retomamos más adelante.

Información y noticias relativas al automovilismo y al ajedrez confirman, por lo demás, la apuesta a mantener el carácter de revista de interés general.

 

Otras encuestas

Junto a las compulsas sobre la historia argentina y la conveniencia de repatriar los restos de Rosas, aparecen otras. A una breve inquisición sobre el rol de la mujer en la sociedad contemporánea responden la actriz Elina Colomer, la escritora Susana Calandrelli y una mujer de negocios, Teresa P. de French.[48] En otra sobre el divorcio, que se anuncia en junio de 1954 (Esto Es, 31, 30-6-1954), intervienen Horacio Thedy (Esto Es, 32, 6-7-1954), Hilario Fernández (Asociación Escuela Científica Basilio), Mariano Calvo (Sociedad Teosófica Argentina), Mario Rinaldini (Confederación Espiritista Argentina) (Esto Es, 33, 13-7-1954), P. Laburu, SJ (Esto Es, 34, 20-7-1954), Hernán Benítez, SJ (Esto Es, 35, 27-7-1954), dos lectores,[49] Lucrecia Sáenz Valiente de Sáenz, Absalón Rojas (Esto Es, 37, 10-8-1954: 20) y Silvina Bullrich,[50] concluyendo con las opiniones de Rafael Jijena Sánchez, Luis Jiménez de Asúa y Enrique Dickmann (Esto Es, 40, 31-8-1954: 10). Esta secuencia solamente es interrumpida en el número 38, en el que aparece en tapa Monseñor Miguel de Andrea, y en una importante nota se destaca la labor de La asombrosa obra social de la FACE (Esto Es, 39, 17-8-1954: 6-9).

 

La historia envuelve a Esto Es

Una manera de dar cuenta de Esto Es consiste en ponerla en línea con los conflictivos acontecimientos que le toca atravesar al país entre 1954 y 1956, ya que estos episodios marcaron su trayectoria. Desde un clima de libertad inicial enmarcado por la conciliación con los partidos (fines de 1953) y la convocatoria electoral para la renovación de la vicepresidencia durante buena parte del año 1954,[51] se pasa al conflicto con la Iglesia y la negociación de los contratos petroleros (fines de 1954)[52] hasta la mayor confrontación y posterior pacificación (junio a agosto de 1955). El siguiente momento es el del apoyo a la “Revolución Libertadora” encabezada por el general Lonardi (septiembre a noviembre de 1955). Por último, sufren la intervención del medio y luego la expropiación bajo el gobierno de facto de Aramburu y Rojas.

En principio es clara la identificación que, desde una matriz nacionalista, profesan respecto al rumbo general del gobierno de Perón. Esto puede constatarse en las imágenes presentadas en la gráfica y en la aparición de fotos del primer mandatario: en el número 5 aparece en tapa e interior; en el 16 en el Festival de Mar del Plata; en el 17 preguntan por la salud de Perón, con una secuencia de fotos; en el 20 reportan testimonios de deportistas que le rinden homenaje; en el 24 reproducen una foto de tapa, compartida con la de Alberto Teissaire, vencedor en las elecciones para la vicepresidencia: en el 15 la tapa había estado dedicada, también, al entonces candidato; en el 33 aparece nuevamente en tapa Perón, en esta oportunidad hablando en la cena anual de camaradería militar. Ese recorrido culmina en el número 61, dedicado a la figura de Perón como “Primer Deportista”. La misma orientación celebratoria puede percibirse en la publicación de otras imágenes de figuras claves en ese momento, o en la consignación de homenajes de la naciente tradición peronista: en el 34, por ejemplo, en ocasión del aniversario del fallecimiento de Eva D. de Perón.

Esto Es no dejo de acompañar las políticas oficiales de distensión, como la que marcó la primera parte del año 1954. Allí aparecen figuras de la oposición: Emilio Ravignani en el número 7, Juan J. Guaresti en el 8, Dardo Cúneo en el 14, Crisólogo Larralde en el 16, Zavala Ortiz en el 38. La atención también deriva hacia la vida de los partidos. Las voces de sus principales dirigentes y procesos internos suelen ser referidas con frecuencia: división de la UCR en el número 9; realidades de la UCR en el 13 y el 30; el PDP en el 13 y el 18; expresiones de las mujeres de la UCR, PS y PC en el 20.

Desde un inicio de apoyo y acompañamiento, con planteos claros en el marco del proceso político hegemonizado por el peronismo gobernante, se vislumbran leves cambios desde el número 31 (31-6-1954), cuando comienza a señalarse cierto distanciamiento. En esa ocasión el editorial está referido a Un nuevo proyecto de ley de divorcio, que dan por vencedor, pero al que objetan con una serie de argumentos críticos y, prefigurando una oposición, anuncian una encuesta con el fin de “pulsar la opinión de la sociedad argentina”. En la siguiente edición la nota que refiere la línea de la revista refiere críticamente a Un negocio próspero: la pornografía (Esto Es, 32, 6-7-1954). Van apareciendo, también, figuras del nacionalismo de elite que no han adherido al peronismo: Julio Meinvielle, Mario Amadeo, Juan Pablo Oliver y Julio Irazusta. Ese distanciamiento, pues, se encuentra enmarcado en evidentes contradicciones ideológicas con el gobierno. Más adelante, en el número 78 (30-5-1955), figura un editorial centrado en el análisis de la relación deseable entre el Estado y la Iglesia. En el 80 (13-6-1955) aparece un balance del gobierno al cumplirse nueve años de gestión. En el número siguiente, al producirse el bombardeo del 16 de junio aparecen en tapa Lucero y Perón (Esto Es, 82, 27-6-1955). En el número 84 (11-7-1955) se destaca el cambio de gabinete. En el número 85 se habla de las grandes responsabilidades que alcanzan a todos los argentinos.[53] El editorial siguiente está orientado a considerar la “tregua política”[54] y en el número 87 saludan la determinación de Perón de “dar por terminada la revolución peronista” (Esto Es, 87, 1-8-1955). En ese marco y tras su destitución, la figura de Borlenghi –responsable de las prácticas concretas de intervención y censura, además de figura clave en la distribución de las cuotas de papel– es duramente analizada y juzgada.

En el número 90 vuelven, en tapa, a otro motivo de crítica ideológica caro al nacionalismo: el tratamiento de la cuestión del petróleo.[55] Siguen la huella de las denuncias que venía realizando desde la cátedra Silenzi de Stagni, más que las del dirigente radical intransigente Arturo Frondizi, firmante del libro Política y Petróleo, que de todos modos había sido destacado en la tapa del número anterior, dando cobertura a su intervención radial (Esto Es, 88, 8-8-1955).

En tapas sucesivas aparecen los líderes de la oposición que hacen uso de la palabra: Solano Lima (90), Alfredo Palacios (91) y Luciano Molinas (92). Quien no tiene palabra en la radio, por no contar con un partido político reconocido, aunque es considerado referente político del nacionalismo en alza en esa coyuntura, es Marcelo Sánchez Sorondo, quién será entrevistado por la revista.[56]

Con los hechos del 31 de agosto, cuando el fuerte discurso del presidente en la plaza afectó sensiblemente la estrategia de la pacificación, se considera finalizada la tregua y la revista interrumpe temporariamente su salida.[57] De este tiempo data un número que señalan secuestrado, conteniendo denuncias de la muerte del doctor Juan Ingalinella a manos de la policía rosarina en situación de tortura.

La dinámica de los acontecimientos avanza precipitadamente y la revista va acomodándose a las distintas coyunturas. Producido el golpe de Estado, un avatar de importancia será el del apoyo a Lonardi y su ingreso en la campaña de denuncias contra el “régimen peronista”. El apoyo al general cordobés, a quien consideran militar pundonoroso, deviene de las simpatías por su orientación ideológica, como de la designación en su gabinete de varias figuras cercanas, como son los casos del canciller Mario Amadeo o el secretario de Cultura y Prensa, Juan Carlos Goyeneche. De todos modos, aun en el contexto de una verdadera ordalía de declaraciones de fe democrática que –como sabemos– pronto incluiría las declaraciones del principal arrepentido, el ex vicepresidente Alberto Teissaire, llamó seguramente la atención de los contemporáneos –y llama aún la del historiador– la contundencia del viraje y de las expresiones de Esto Es desde el primer número posterior al triunfo de la “Revolución Libertadora”. El 3 de octubre de 1955, reforzando un estilo que cargaba las páginas interiores de notas gráficas, celebraba “la gesta revolucionaria que abre la era de la libertad”. La única salvaguarda respecto a un pasado que la revista, como hemos visto, había en su momento acompañado, era aquella que –luego de presentar a un sonriente jefe del golpe triunfante en tapa– consideraba que sería “la historia, la encargada de decidir qué es lo que ha de subsistir, de esa obra” (Esto Es, 93, 3-10-1955). Léase: qué ha de subsistir del peronismo, en un momento en que la conjura de un mal expresado en denuncias de corrupción todavía incluía la perspectiva de sostener en la causa del bien a una clase trabajadora que el presidente de facto no querría –como comenzaba a expresar– dejar de proteger. En las palabras de su director, Tulio Jacovella, la revista había participado a fines de 1953 en las alternativas de “conciliación” y pretendido asumir, desde comienzos de 1954, el papel de una “prensa libre, constructiva y responsable” (Esto Es, 93, 3-10-1955). Ese es el modo en que imagina proyectar su apoyo y celebración hacia un gobierno de facto con el que tiene afinidades sustantivas y que, aunque hubiera pocos capaces o interesados en contener la marea antiperonista, había comenzado anunciando prometiendo que no habría –o que no debería haber– “vencedores” ni “vencidos”,

Por lo pronto, Esto Es se pliega, no obstante, con fuerza, al denuncialismo sobre las actuaciones y el patrimonio del ahora “tirano” Perón, asumiendo la forma de los semanarios de carácter sensacionalista y compitiendo en imagen y críticas con la también reconvertida Ahora… Propalan las posiciones de nacionalistas que nunca apoyaron, entraron en conflicto en distintos momentos del proceso o fueron desplazados por el peronismo. Entre los primeros desfilan Julio Irazusta y Marcelo Sánchez Sorondo. Entre los segundos, Ernesto Palacio o Mario Martínez Casas. En la tercera categoría aparece Juan Pablo Oliver agitando nuevamente el tema de la CADE.

Para abrir el debate sobre las políticas y el destino de los caídos, realizan otra encuesta con la pregunta: ¿Qué hacer con los hombres que subvirtieron y corrompieron al pueblo? Sumado a todo esto activan las opiniones de las figuras más críticas del liberalismo golpista: Enrique González Gaviola escribe sobre Ronald Richter, y Antonio Pagés Larraya acusa de censura al gobierno que produjo su guión del Facundo. En una reinterpretación del fallido intento revolucionario de 1951, le dan un sentido “nacionalista”, reivindicando a sus héroes y mártir. Realizan una cobertura del regreso de los exiliados del Uruguay, destacando la figura de Alfredo Palacios que se desempeña como embajador en aquel país.

Se entusiasman: la revolución debe llegar a los partidos tradicionales. Producen una amplia entrevista a Prebisch, dándole oportunidad para explayarse sobre su diagnóstico y propuestas. Aún en tiempos de Lonardi, cuando todavía no regía el decreto 4161, incluyen fotos de la residencia en la que se encuentra Perón en el Paraguay y del ex-presidente en un auto, luciendo una amplia sonrisa que es censurada por parte de los editores en el comentario correspondiente. Ese despliegue editorial se superpone al desarrollo de las Comisiones Investigadoras que juzgan en tribunales extra-judiciales basados en denuncias formales y anónimas a legisladores, funcionarios, políticos, sindicalistas y simpatizantes del gobierno peronista.

La euforia, no obstante, dura poco. Al poco tiempo hay muestras de desencanto y aparecen denuncias a la gestión de Aramburu y Rojas. Comienzan a hablar de una “revolución en la revolución” y del predominio de un bando “jacobino”. De todas maneras, intentan acomodarse en la nueva situación y sigue la campaña antiperonista. El número 100 constituye, en este sentido, una antología del rencor: las mismas fotos que antes eran positivas ahora se usan con comentarios aviesos. Luego, como ocurre con otros sectores del nacionalismo, vendrá el “calvario”. No tienen suerte: los nacionalistas reciben las acusaciones de complicidad con el nazismo en la segunda guerra mundial y se recuperan las relaciones reales o imaginarias con el peronismo. Como grito desesperado, en el número 101 promueven un llamado a elecciones, en noviembre de 1955.

Aparecen notas a dirigentes sindicales y el planteo de que la democratización no debe llevar a la destrucción de la CGT. Retoman la denuncia del “antiperonismo con métodos peronistas”.[58] Estos señalamientos, junto al apoyo absoluto dado a Lonardi y el crítico brindado con anterioridad al peronismo, dan lugar a la intervención de la editorial.[59] La publicación desde el número 115 continúa separada de sus dueños, saliendo con otra orientación y dirección. Para dar lugar y justificar la intervención al medio, publican una carta de Tulio Jacovella a Juan Duarte y otra dirigida a Jorge Antonio en términos de “mecenas”. En abril de 1956, Esto Es y su director ya se cuentan entre las víctimas de la presurosa actividad de las Comisiones Investigadoras.[60]

“El propósito de la intervención de la revista Esto Es fue investigar el origen de sus capitales. Su único resultado concreto hasta ahora ha sido impedir su salida. La intervención contable ha terminado: nada se encontró irregular o sospechoso. Renunció incluso el interventor. Pero en vez de levantarse la intervención, se designó por decreto un nuevo interventor administrativo y, por resolución ministerial, se ha designado un director, cuyas primeras instrucciones son las de reanudar inmediatamente la edición de la revista –prescindiendo totalmente del que suscribe–, y destituir al codirector y a uno de los secretarios de redacción, justamente los que, de acuerdo conmigo, daban su singular estilo a la misma. El Ministerio del Interior se ha apoderado así de la revista de que soy director fundador, y ahora también dueño. No hay solamente violación de la libertad de prensa, sino también de la propiedad privada. Y nada puedo hacer para evitarlo, porque no soy yo el que tiene la fuerza pública con la cual se ocupó el local de Esto Es, y con cuyo amparo se lleva adelante esta usurpación, que carece de todo antecedente en los últimos cien años de nuestra historia. Cuando el gobierno peronista quiso hacer lo mismo con La Prensa, tuvo el pudor jurídico de dictar una ley de expropiación y abonar ésta, aunque con un precio irrisorio. A la iniquidad se le dieron, al menos, visos legales. Pero ahora el Ministerio del Interior quiere al parecer quedarse con Esto Es como si se trata de un bien mostrenco. Esto Es tiene una línea política claramente revolucionaria, aunque no jacobina. Por lo demás, no se halla entre las empresas interdictas, ni yo entre las personas colocadas en igual situación. De modo que soy víctima de un despojo liso y llano, de una incautación mediante la fuerza pública, sin instrumento legal que la fundamente, ni siquiera que la prescriba, y contra todas las garantías legales vigentes de un orden civilizado. Mi intención no es tanto defender mi causa personal como destruir un precedente que en cualquier momento puede servir para justificar iguales atropellos contra cualquier otro órgano de la prensa argentina”.[61]

A partir de entonces, sus páginas se imprimen en un rumbo claramente “libertador”: reivindican el 16 de junio de 1955 con el título “La marina escribe el prólogo de la revolución”. En la entrega 126 plantean que la “Revolución Libertadora” está por encima del terrorismo y de la acción de los irresponsables, aludiendo a las manifestaciones de la “resistencia peronista”. En el número 128 son denunciados los argentinos exiliados en Uruguay: el primero de la serie de fotos es Arturo Jauretche. Aparece un número extraordinario por el aniversario del 16 de septiembre. En el 160 consignan “No escaparán” y en la foto de tapa se encuentran Antonio, Cooke, Cámpora, Espejo y Kelly.

La intervención del medio está determinada por Carlos Alberto Erro, el promotor de ASCUA y expresidente de la SADE, que domina y orienta los medios expropiados a “la cadena” bajo el mando del Ministerio de Interior comandado por Busso. Es designado como director del semanario Esto Es el escritor José Luis Lanuza,[62] activo participante de la SADE y colaborador de Sur. Para la empresa son convocados dotados hombres en el periodismo y otros que se inician en esa experiencia: Rogelio García Lupo, que había participado en la etapa anterior, Juan Carlos Ghiano, Natalio Botana, Guillermo O’Donnell.

Desde Azul y Blanco[63] se desenvuelve la crítica de la decisión de los “sádicos”, “ascuosos” y del “provisioriato” en relación a Esto Es. En una serie de notas se hacen solidarios con quienes les prestaron el sello para su publicación.

 

Esto Es en retrospectiva

Al referirse a los orígenes de la publicación, Bruno Jacovella (1990: 7) señala “su independencia de criterio y su valoración positiva de la obra realizada por el primer gobierno del general Juan D. Perón, como del sentido político social del ‘movimiento’ por él encabezado… no pudieron menos de inquietar a los representantes de la anacrónica versión del liberalismo –sucesora de la anacrónica versión del Iluminismo que fue el Partido Unitario–, ocultos detrás del ‘golpe de Estado’ de 1955 y de su pío y valiente adalid, el general Eduardo Lonardi, quienes, tras deponer a éste, se apoderaron del gobierno en noviembre del mismo año”.

Para el director formal de la publicación, Tulio (Jacovella, 1990: 5), las cosas resultan distintas: “La verdadera cruzada que nos impusimos desarrollar en el periodismo al editar Esto Es, en 1953, respondía a un imperativo nacional al advertir los primeros síntomas de crisis de la experiencia prerrevolucionaria que estaba conmoviendo al país y que debía padecer un largo interregno pseudo institucional. Fue necesario que nos hicieran callar, y fuimos clausurados por la dictadura militar-civil que hemos calificado de jacobina. Sufrimos confiscación, cárcel y destierro”.

Las diferencias que los hermanos profesaron respecto del subrayado y la recuperación del peronismo, así como su formación y peso intelectual, reflejan en la consideración que ambos han recibido por parte de los historiadores interesados en el tema. Su actuación en Esto Es, protagonista en 1955 de un cambio radical en su línea editorial, perdurará en la memoria de los contemporáneos, pero mientras que Tulio fue considerado como dueño de un temperamento a la vez cerrado y oportunista, Bruno, el eximio cultor de la cultura y del folklore popular, llegará a ser incluido en el “panteón” de los intelectuales peronistas nada menos que por Fermín Chávez quien fuera, como hemos visto en otras notas, uno de los principales participantes en la prensa peronista de aquella época (Chávez, 2004: 73).

Este recorrido por las páginas de Esto Es ha permitido recuperar el contenido de una publicación que, como hemos visto, participó de una evolución y de una cesura, en definitiva de una historia, en el devenir de nuestro país. A la vez, fue punto de confluencia, evolución y diferenciación respecto de la relación entre las identidades nacionalistas y la experiencia peronista. Cada vez que nos adentramos en la exploración de una fuente calificada, máxime cuando se trata de una publicación de estas características, surge la posibilidad de echar luz sobre aspectos desconocidos o simplificados de la historia. Posiblemente esta contribución pueda reclamar, también, el más modesto mérito de haberse concentrado en los inspiradores y el contenido de una publicación sobre la que pocos autores se habían detenido, pero cuya importancia siempre se había señalado.

Respecto de Esto Es, Félix Luna (1993) había reparado en lo siguiente: “Ni Esto Es ni De Frente eran esos semanarios que hacen época. Pero en comparación con el panorama que presentaba ALEA abrían ventanas hacia temáticas que hasta entonces eran tabúes, y ofrecían formas periodísticas más ágiles. Esto Es apareció en diciembre de 1953 soplada por los vientitos frescos de la amnistía. La dirigían los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, nacionalistas católicos, pero esta inspiración aparecía solo de manera muy indirecta en sus páginas. Tenía formato grande y su contenido pellizcaba con buen ritmo distintos aspectos del quehacer del país. Se caracterizó por presentar en sus tapas las fotografías de algunos líderes opositores, sobre todo cuando la campaña electoral de abril de 1954 justificaba otorgarles cierto espacio. Así, las efigies de Frondizi, Palacios, Luciano Molinas, De Miguel y otros dirigentes lucieron por algunas semanas en los quioscos, como una impactante novedad. La revista de los Jacovella dio muestras de buenos reflejos profesionales en algunas oportunidades, como cuando envió al periodista Mariano Montemayor a entrevistar al nuevo hombre fuerte del Paraguay, general Stroessner, al producirse la revolución que lo llevó al poder. Gambeteando los sucesos que se desencadenaron desde noviembre de 1954, Esto Es sobrevivió a la caída de Perón y duró un par de años más”.

En la historia de los medios gráficos, Carlos Ulanovsky (1997: 102) sintetiza: “El 2 de diciembre de 1953 Tulio Jacovella saca Esto Es, un nuevo magazine (primero quincenario, después semanario) más cercano a la información general (y dentro de ella, mayoritariamente a la extranjera) que a la política. Incluía cuentos y anticipos de novelas, columnas de escritores consagrados como ‘Chamico’, seudónimo de Conrado Nalé Roxlo), entretenimientos (palabras cruzadas, horóscopos, humor) y crítica muy variada… De grandes dimensiones, con tapas de colores pastel y fotografías probablemente retocadas, ampliamente ilustrada e impresa en su interiores en aquel legendario color sepia, Esto Es presentaba lo que en ese momento se denominaba ‘estilo periodístico de posguerra’, una mezcla entre la forma norteamericana de hacer periodismo, más directa e impactante, y la europea, algo más profunda y espiritual. En todo caso, busca la sencillez, la objetividad, la actualidad, el decoro y los límites de lo argentino”.

Pasemos, ahora sí, a presentar el semanario Mayoría.

 

Mayoría

La denominación de Mayoría, que aparece el 1 de abril de 1957 presagiando un nuevo clima político, va acompañada de la leyenda Semanario Ilustrado Independiente. La relación con su antecedente periodístico resulta, por otra parte, expresa: “Esto Es nació de un profundo anhelo de variedad, paz y libertad, aprovechando una tregua, a fines de 1953. Ya en su primer editorial, aparecido en el número 9, del 27 de enero de 1954, exponía a la opinión pública y al mismo gobierno la perspectiva de un programa basado en tres puntos: ‘Prensa libre, constructiva y responsable; oposición libre, constructiva y responsable; economía libre, constructiva y responsable’. Mayoría nace ahora bajo signos similares. El país sigue ávido de información veraz, de juego limpio entre los adversarios, sin que el poder del Estado se vuelque en favor de ninguno, y de orientación equitativa de la riqueza hacia el bien común por la vía del interés individual. La revolución de septiembre de 1955 no ha acertado con los expedientes más aptos para satisfacer esos profundos anhelos. Mira con mayor atención un programa abstracto que la ancha y acuciosa realidad del país, la cual se le presenta, inclusive, en muchos aspectos, con odiosos lineamientos. No deseamos formular ningún cargo. Es también esa una antigua modalidad argentina, muy característica en gente que, sin ella, podría escribir páginas admirables de nuestra historia. Tampoco deseamos enconar más la dolorosa llaga que significa el desplazamiento del jefe y de los sentimientos que lo hicieron triunfar. Las revoluciones tienen su singular destino, y a menudo, como el ataúd, según dice la adivinanza popular, ‘quien la hace no la goza’. Es hora de que ceda también el resentimiento. La negación del gobierno puede llegar a ser tan fastidiosa para la opinión pública como la incompetencia del mismo. La verdad es que el país está cansado de muchas cosas, y entre ellas, por un tiempo al menos, de las revoluciones, sean ‘nacionales’ o ‘libertadoras’, y que sólo pide vivir en paz, asegurado contra la miseria y la prepotencia de los dueños del poder o de la riqueza. El nombre de Mayoría es, indudablemente, mucho menos objetivo que el de Esto Es. Pero Esto Es, como se recordará, no pudo menos de convertirse, por imperio de los hechos, en ‘esto debe ser’, o ‘no debe ser’. De manera que no hay que asustarse de la connotación política del título. Al fin y al cabo, en esta era crudamente política, todos los actores trepados en el escenario de la historia quieren definir por su cuenta lo cierto y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo santo y lo profano, el orden y la subversión, la patria y la antipatria, la libertad y el despotismo, con la previsible consecuencia de que la definición final sólo vienen a darla quienes pueden alzar el trofeo de la fuerza. Retornar entonces al principio clásico de la democracia, de que la razón la tiene la mitad más uno, es una actitud razonable, y quizás la única susceptible de asentar hoy día la convivencia sobre el fundamento sólido. Sin perder de vista, pues, la evidencia de que la mayoría puede equivocarse, inclusive en contra de su mismo interés, creemos que no hay más salida para la actual desazón argentina que devolver honestamente el gobierno de la República a la decisión electoral del pueblo” (Mayoría, 1, 1-4-1957).

Tanto la ilustración de tapa –la imagen de una multitud reunida en Plaza de Mayo– como la denominación difícilmente podían ser leídos, no obstante, sino como un encuadramiento en el campo de la oposición.

El llamado a “no asustarse por la connotación política del título” –y agregaríamos nosotros, de la tapa– parecía un explícito subterfugio que procuraba aminorar, en tiempos de “Revolución Libertadora”, el inequívoco contraste entre las dudas sobre las características y los tiempos de los futuros llamados electorales y la propuesta, subrayamos, de “retornar al principio básico de la democracia, de que la razón la tiene la mitad más uno”. Ninguna prevención parecía poca, de ahí que los editores explicaran que esto no quería decir que Mayoría fuera “una revista política o de combate”. Pese a que “en tiempos agitados” como los que correrían “no podrá menos de dar su debida importancia al acaecer político”, prometía hacerlo “sin tomar partido, y mucho menos en favor de quienes ambicionan oprimir a las minorías en nombre de la voluntad del pueblo o a las mayorías en nombre de los derechos del hombre”. En resumen, declaraban, “Mayoría, como en su tiempo Esto Es, aspira a ser una revista informativa y de interés general”. La presentación en sociedad era, a la vez, cuidada y presuntuosa: “sin más bandera que la amplísima de los principios que fundamentan la civilización de Occidente, el modo tradicional de ser y pensar de los argentinos y la ética del periodismo sano y libre”.

La estructura de la revista también reconoce antecedentes en la propuesta de Esto Es: amplios espacios de interacción con los lectores incluyen cartas y derechos a réplica; encuestas; notas de actualidad política; perspectiva continental; cuestiones de economía; cultura (cine, teatro, crítica de libros); universidad y enseñanza; artículos con intención social; turf, ajedrez, gastronomía y crucigramas. Las secciones “revista de prensa” y “bolsa negra de las noticias” comentan en clave e irónicamente cuestiones del presente político.

Podemos distinguir varios niveles en los que la enunciación de Mayoría pretende –y en alguna medida logra– ser operativa en las coyunturas en que actuó. En el más primario de las ambiciones inmediatas, sabemos que Tulio Jacovella, su director, sueña en el momento con una candidatura presidencial acompañado por Framini. Pese a que éste desmiente rápidamente la especie, el mayor de los hermanos siguió con sus contactos a alto nivel: el general Señorans, o Jorge Daniel Paladino, con quienes quería integrar una boleta neoperonista. Sus páginas dieron cabida a prácticamente todas las fuerzas de la oposición, aunque, luego de alentar el “concurrencismo”, prefirieron a las figuras más conciliadoras. Si en este último sentido puede presumirse continuidad con la línea de Esto Es, no sería aventurado tampoco pensar el acercamiento a los proscriptos en clave del “oportunismo” que se le endilgara al director. Por otra parte, en el nivel donde las ambiciones pueden maridarse con las afinidades, hasta donde podía hablarse de un “programa”, el de Mayoría no fue incompatible con el del neoperonismo”, particularmente con la que había sido y seguía postulándose como la primera de sus expresiones (Melon Pirro, 1996). De alguna manera, dicho “neoperonismo” –que llegaría a hacerse expreso en la promoción de la figura de Juan Atilio Bramuglia– no fue ajeno al “lonardismo” de la época de Esto Es. Esta última publicación que, derrocado Lonardi, había postulado la reivindicación de la “Unión Republicana” de los Irazusta, en fecha tan temprana como diciembre de 1955 había dedicado aún más espacio a la figura del ex canciller Bramuglia, rescatado como “un hombre honesto” y al lanzamiento de la Unión Popular, así como al exministro de trabajo Cerruti Costa como un valedor de las banderas del movimiento obrero. A juicio de Esto Es, Bramuglia había aguardado muchos años la oportunidad de volver a la palestra cívica con “un movimiento de raíz católica, nacional y popular que interprete la realidad argentina tras 10 años de peronismo” (Esto Es, 102, 5-12-1955; 106, 27-12-1955).

En otro plano, los tiempos de Mayoría tenían que ver con los inicios de un cortejo político a los vencidos al que la prensa no fue para nada ajena. Qué dándole lugar a Jauretche y Scalabrini, el exdiputado Damonte Taborda, reconocido antiperonista pero ahora empeñado con su periódico Resistencia Popular en generar alguna alianza con los proscriptos, y particularmente la prensa nacionalista, con Azul y Blanco primero y prontamente Mayoría, comenzaron a interpelar directamente al peronismo. Mayoría se destacaría en eso, precisamente. En ese camino actuó y fue esencial, no solo en otorgar alguna voz a los proscritos, sino en la enunciación y la divulgación de sus expresiones más sentidas y recientes, esto es, aquellas que no se referían al recuerdo de una era de bienestar asociadas a los tiempos de Perón y Eva Perón, sino a la puesta en valor de una historia más aciaga y reciente, algo en lo que resultaron claves varias expresiones del nacionalismo.

Si desde Palabra Argentina se había organizado la primera Marcha del Silencio que conmemoró, a un año de acontecidos, los fusilamientos de 1956, y si Revolución Nacional, dirigido por Cerruti, había conmocionado a la Argentina con la divulgación del luctuoso proceso,[64] a Mayoría le cupo la publicación íntegra en sus páginas de la Operación Masacre perpetrada en los basurales de José León Suarez. Debemos hacer notar que para entonces la cuestión ya había tomado estado público y hasta un sentido contestatario de inequívoca proyección política. En ocho entregas sucesivas, la crónica maestra de Walsh vibró en las páginas de este semanario.[65] En diciembre de 1957, luego de esta creciente popularidad, el registro del peor proceder de la “Revolución Libertadora” aparecería en forma de libro patrocinado, esta vez, por otro nacionalista, el entonces director de Azul y Blanco, Marcelo Sánchez Sorondo (Walsh, 1957).

Esta común reivindicación y el rechazo a la convocatoria de elecciones de convencionales constituyentes no fueron las únicas coincidencias entre peronistas y nacionalistas, aunque las demás, vinculadas al juego probable de las alianzas políticas, no hayan redundado en la ansiada constitución de un vehículo político para reencontrar a la tradición de la que se sentían parte, con las masas. Pasadas las elecciones, el compromiso de Mayoría con el peronismo se hizo más evidente, y sus páginas son pródigas en la expresión de esfuerzos tendientes a lograr la unidad de y con las fuerzas peronistas más proclives a concurrir con candidatos propios a las presidenciales de 1958. En diciembre de 1957, luego de barajar la alternativa de que las huestes peronistas se sumaran a la alternativa de Vicente Solano Lima, quien había subido la oferta que Frigerio tramitaba con Cooke ofreciendo el segundo término de la fórmula presidencial del Partido Conservador Popular a un representante de las organizaciones obreras, auspició la decisión de Leloir –último presidente del Partido Peronista– a favor de “la unidad y el concurrencismo”. Haciendo abstracción de que en realidad estaba proscripto como tal, el mensaje de Mayoría inducía a pensar al peronismo en el sentido de que el egoísmo de 200.000 inhabilitados no podría inhibir el derecho de 4.000.000 (Mayoría, 37, 16-12-1957). El semanario jugó todas las alternativas del concurrencismo y, luego del fracaso de los “azul y blancos” en generar un frente nacional, insistió en su tesitura para obligar a Perón –cuya “orden” ya había trascendido– a aceptar un hecho consumado. En enero de 1958, según Mayoría, el concurrencismo había adquirido las características “de una gran movilización de masas” que a su juicio podía torcer la voluntad de “Caracas” (Mayoría, 6-1-1958). Conocida la decisión de “Caracas” y aunque finalmente Mayoría optara –como otros medios nacionalistas– por apoyar a Frondizi, acompañó hasta último momento al que había sido el más temprano y consecuente dirigente “neoperonista” y a su fuerza, el partido Unión Popular. La difusión de la orden y las propias cortapisas de los decretos no derogados del gobierno militar dieron por tierra con el concurrencismo avalado por Leloir, pero no con el ánimo de participar de un movimiento “nacional y popular” que –a fuer de católico y participando prácticamente donde fuera– borrara las aprensiones de un nacionalismo que ya había reconvertido su discurso.

Había que aceptar a Frondizi como opción y no solo al peronismo, sino a Perón como una realidad incontestable. Había que participar de la política sumando y alejándose del “exceso de escrúpulos de nacionalistas y católicos” que los habían llevado al “esteticismo”. Octavio Maestu había cuestionado, desde Córdoba, el auspicio que el medio brindara a una unidad que, a su juicio, nunca había existido. A su juicio, los que en el peronismo provenían del campo nacionalista afirmaban que esa era la verdadera identidad del peronismo, o que la vocación de Perón había sido dar al país “una orientación cristiana… corporativa”, mientras que aquellos que tenían antecedentes marxistas pensaban que Perón orientaba al fin al país en ese camino, como lo probaba la poderosa organización de los trabajadores y el sentido clasista de las reivindicaciones que alentaban. A juicio del autor de esas líneas, los tramos finales del peronismo en el poder habían expresado no solo una disputa por espacios de poder, sino desencuentros con connotaciones ideológicas que eran disimulables fuera del poder pero insoslayables en una situación de gobierno: “¿Qué ocurrirá [se preguntaba] en un gobierno peronista sin Perón?” (Mayoría, 41, 31-1-1958). En la respuesta, Mayoría parecía hacer virtud de la necesidad, al afirmar que de todas maneras había que hacerlo en la confianza de que “tal vez el experimento sirviera para encauzar en el mañana próximo a las diversas tendencias progresistas y antiliberales” (Mayoría, 44, 3-2-1958). Las coincidencias, podían argumentar, habían comenzado o se habían vuelto a hacer patentes algo antes, y ahí se amalgamaban las urgencias políticas y las visiones de la historia. La elección de convencionales constituyentes fue conceptualizada desde sus páginas como una batalla más del “viejo pleito entre las fuerzas nacionales y populares por un lado y las minorías extranjerizadas y oligárquicas por el otro” (Mayoría, 40, 6-1-1958). Desde un punto de vista político, la crítica a Perón era algo que debía subordinarse a la recuperación de una experiencia que, despojada por razones geográficas –se suponía, definitivas– de sus notas más negativas, se vincularía de un modo nuevo y permanente a un nacionalismo habido de legitimidad. Desde el punto de observación de las identidades históricas, el re-acercamiento había comenzado apenas la “Revolución Libertadora” se proclamara como continuadora de la “línea Mayo-Caseros”, asunto en el que los peronistas –equiparados por otra parte como protagonistas de la “segunda tiranía”– quedaban casi naturalmente asociados.[66]

Aquellas coincidencias resultan frecuentes en la prensa contertulia, pero, sujeto y expresión de aquel diagnóstico, lo cierto es que las páginas de Mayoría fueron muy receptivas al revisionismo. Ya el primer número anunciaba la aparición de La caída de Rosas, de José María Rosa, realizaba un laudatorio análisis de la Historia crítica de los Partidos políticos argentinos, de Rodolfo Puiggrós, y calificaba a Los profetas del Odio de Arturo Jauretche como un “incisivo proceso a los intelectuales argentinos de la Línea Mayo-Caseros” (Mayoría, 8-4-1957). En ocasión de una carta-solicitada en la que Puiggrós cuestionaba a Jauretche en nombre de la clase obrera por la crítica que subrayaba en los errores del peronismo respecto de los sectores medios, Mayoría llamó a deponer actitudes iracundas “en homenaje a la armonía y solidaridad que queremos ver reinar entre amigos empleados en una dura lucha contra el fariseísmo liberal y la oligarquía” (Mayoría, 20, 20-8-1957). Mientras las figuras tradicionales de la izquierda fueron señaladas por su complicidad con el liberalismo, la lucha de los trabajadores por la recuperación de sus sindicatos fue identificada con una cruzada antiimperialista: “la columna vertebral de la resistencia del pueblo argentino a la recolonización oligárquica e imperialista está constituida… por los trabajadores sindicalmente organizados” (Mayoría, 40, 6-1-1958).

El llano brindaba el espacio a una oportunidad y, a la vez, a la recuperación de una empresa antiliberal de pretensión popular, nacionalista, antiimperialista y católica. Pero, atenta a sumar lo nuevo, las páginas de la sección literaria podían dar aún más lugar a la celebración de amalgamas que, en el caso de nuestras notas, ya hemos analizado en ocasión de comentar las Columnas del Nacionalismo Marxista (Pulfer y Melon Pirro, 2019e). A propósito de la aparición de Imperialismo y cultura, de J.J. Hernández Arregui, el comentarista entendió que “libros como Los profetas del odio, Nosotros, los representantes del pueblo, Revolución y contrarrevolución en la Argentina o Proceso al liberalismo argentino constituyen las columnas del próximo edificio en el que las generaciones nuevas escucharán las lecciones de nuestra propia realidad”[67]. En ese clima de ideas, Bruno Jacobella continúa con su producción y tercia en el debate con La crisis del nacionalismo en una extensa nota en la revista Dinámica Social (números 87-88, 1957).

 

Conclusiones provisorias

Mayoría se ubica en la estela de los herederos tardíos de las decepciones de la “espada” que habían aquejado a tantos nacionalistas y llevado en 1943 al director de Azul y Blanco a plantear que el proyecto de la conquista del Estado era algo que debía comenzar con “la conquista de la muchedumbre” (Sánchez Sorondo, 1945).

A diferencia de otros medios, tuvo una importante regularidad, lo que –sumado a una no abdicada voluntad de responder al “interés general”– coloca a este semanario, por lo demás nutrido en páginas, en un primer lugar de importancia en la prensa de la época. Los elementos de continuidad entre Esto Es y Mayoría que han sido aquí señalados permiten pensar en la tensión muchas veces soterrada entre quienes desde la vereda del nacionalismo miraban, y a veces caminaban, por la del peronismo. Si en Esto Es había prevalecido una oscilación basada en el acompañamiento y el distanciamiento crítico, aunque nunca ajeno al palpitar de los ritmos políticos, en Mayoría –ubicada ya en el llano y con vocación de “conquista”– los términos y las prioridades parecen haberse invertido.

Como su antecedente Esto Es, Mayoría atravesó la dinámica política argentina expresándola más o menos claramente en sus páginas. Si Esto Es había pasado de un filoperonismo atento a la evolución del gobierno, en la bisagra de 1955 jugó primero un rol crítico y luego, en su giro más abrupto, plegándose a una vorágine denuncialista, antes de caer víctima de una radicalización “libertadora” que sumó rápidamente a los nacionalistas entre los réprobos de la nueva Argentina.

Las continuidades de Mayoría con su antecesor no se limitaron, pues, a la dirección y al equipo editorial, a la aspiración de participar con un formato novedoso, o a buscar un lugar bajo el sol en un paisaje político cambiante. La prestancia periodística de Tulio y la prosapia intelectual de Bruno constituyen, indudablemente, “continuidades” obvias. Las relaciones de parentesco y pertenencia respecto del nacionalismo, no parece un factor menos esencial. Esto último no solo alcanza a los temas y a la calidad de las plumas de este origen. Los tiempos de la política, a veces zigzagueantes, suelen ser menos severos en algunas familias –la de los nacionalistas, por ejemplo– en las que la cultura de los libros contribuye a solidaridades más perennes.

La intención de captar la atención del peronismo proscripto le vuelve a traer dificultades ni bien comienzan con su salida. Azul y Blanco publica en abril de 1957 un recuadro denunciando esas “condiciones”: “Nuestro colega Mayoría prosigue en su heroica lucha contra la falta de papel y su director, Tulio Jacovella, es procesado por el famoso delito ideológico instaurado con el decreto 4161, buscado por la policía, detenido y luego puesto en libertad condicional”.

Mayoría permaneció particularmente atento a todo lo que sucediera en la fuerza proscripta, aun antes de que los resultados de la elección de julio del año 1957 colocaran al peronismo en la posición de árbitro de una salida política. Luego de dicha elección, los gestos se multiplicaron y, en un camino de cortejo más o menos oblicuo, no dejaron de colaborar en el señalamiento de una presencia que a su historial de integración social acababa de añadir el de un abismo que estaba signado por la presencia de mártires y perseguidos. En el camino fueron parte de una historia, como hoy lo son de un registro, de un juego de resignificaciones que terminaron constituyendo y expresando, voluntariamente o no, la ya larga historia de la Argentina peronista.

El trabajo en el ámbito periodístico en la búsqueda de un público, el desarrollo de un producto novedoso, así como el sonado éxito que conoció Esto Es y la repercusión política de Mayoría como parte de la prensa opositora, no inhibieron, sino que más bien constituyeron un requisito para la ambición de trascender políticamente que, en una y otra época, sus gestores pusieron en evidencia. Las tribulaciones que atravesaron, soportando intervenciones indirectas y luego la expropiación del medio, como así también la aplicación de formas de censura y limitación a su circulación –amén de la nunca resuelta cuestión de la escasez de papel– hablan de experiencias que se ponen en movimiento en coyunturas con menores o mayores márgenes de libertad.

Medios de prensa modernos, con vocación de sostenerse en las ventas merced a no abandonar su pretensión de brindar “información general”, pero inscriptos en una indisimulada pretensión de intervenir en la política, fueron claramente, para esta época, Qué y Azul y Blanco. En esa senda, como muchos otros de mayor definición política como Palabra Argentina o Rebeldía, Mayoría ensayó respuestas en las que rivalizaban la necesidad de sobrevivir en la vía pública y la aspiración a hacer de sus páginas el vehículo de una alternativa en que la oportunidad permanecía más o menos cercana a las creencias políticas. Al fin y al cabo, con un estilo singular y con una tradición periodística mayor que algunos de los medios que hemos analizado, su circulación y posicionamientos constituyeron respuestas a las circunstancias complejas y a la creciente animadversión que toman hacia sus espacios y representaciones los elencos que se suceden en el mando de la denominada “Revolución Libertadora” (Melon Pirro, 2018).

Amén de que la empresa estaba signada por la vocación de su director, la experiencia del gobierno militar, con Aramburu, empujó a Mayoría a la solidaridad de hecho con las realidades que experimentaba el peronismo en derrota. Desde su mismo título, según sus promotores claramente político, abrazarán sus motivos y recogerán a muchos de los escritores-periodistas de ese espacio que habían quedado en la bancarrota tras las denuncias del año 1955. Así como el peronismo había conseguido apoyo y simpatías de los compañeros de ruta de la “izquierda nacional”, ahora concitaba la solidaridad, no exenta de cálculos, de sectores que se habían alejado de la constelación gubernamental y lo habían combatido duramente en las horas postreras de su gobierno. Esos mismos sectores buscarían ser claves para el reposicionamiento conceptual del peronismo, y por tanto de su nueva historia, en el escenario nacional.

 

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[1] Varios autores se han interesado en esta prensa y en sus promotores. Uno de los esfuerzos más atentos a la trayectoria de estos directores-gestores fue objeto de la tesis de Laura Ehrlich (2010). Ver también Gorza (2017) y Galván (2012).

[2] Resulta llamativa la ausencia de trabajos sistemáticos sobre la trayectoria de estas figuras del periodismo y del nacionalismo de mediados del siglo XX (Pulfer, 2015).

[3] Así lo afirma Tulio en reiteradas oportunidades (Jacovella, 1990).

[4] Con motivo de la visita de Jacques Maritain a Buenos Aires el diario critica duramente al autor por haber hablado en la Sociedad Hebraica y por haber condenado el antisemitismo en los Cursos de Cultura Católica. En nota titulada “El judío es el enemigo del pueblo cristiano”, del 13 de octubre de 1936, Bruno Jacovella decía: “el enemigo por excelencia del pueblo cristiano en el plano histórico nacional es el pueblo judío” (citado por Lvovich, 2003: 325).

[5] Nació en Tucumán en 1906. Realizó estudios en Filosofía y Letras. Comenzó a publicar poesía en 1925, con La locura de mis ojos. En 1928 aparece Achalay, su poemario más conocido, que obtuvo el primer premio municipal. En 1939 ocupó la cátedra de Folklore en el Conservatorio Municipal de Buenos Aires. Dirigió la sección Folklore de la Universidad de Tucumán y el museo folklórico de la misma universidad. Organizó el museo de arte popular “José Hernández” de la ciudad de Buenos Aires en tiempos del primer peronismo (Pulfer, 2016).

[6] Dice Zuleta Álvarez (2002: 19): “Con esta posición, Jacovella se acercó al que he llamado ‘Nacionalismo republicano’, representado por Rodolfo y Julio Irazusta, Ernesto Palacio, Raúl Guillermo Carrizo, Carlos M. Dardán y otros agrupados en dos periódicos: Nuevo Orden y La Voz del Plata, publicados entre 1940 y 1943. He llamado republicano a este sector porque pretendía terminar con la dependencia económica de Gran Bretaña, pero dentro del sistema tradicional de la República, la Constitución de 1853 y el sistema electoral de la Ley Sáenz Peña. Rechazaban la apelación al golpe militarista y reclamaban la formación de un partido político que actuara dentro del sistema democrático”.

[7] Jacovella (1963: 33). Carrizo (1953: 25) atribuye esta iniciativa a Carrillo.

[8] Carrizo nació en la localidad de Piedra Blanca, en Catamarca, en 1895. Maestro de enseñanza primaria. Con apoyo de la gobernación de Tucumán de E. Padilla y del Consejo Nacional de Educación, realizó la recolección, sistematización y estudio del acervo popular de las provincias del Norte argentino, que plasmó en una serie de monumentales cancioneros y en volúmenes críticos. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras (Chávez, 2003: 29).

[9] Las referencias existentes a esta revista se concentran en Luna (1993, III: 155), Ulanovsky (1997: 102), Pulfer (2019) y Armida y Filiberti (2007).

[10] En la historia del periodismo argentino está pendiente el estudio pormenorizado de diversas publicaciones de esta orientación para el período 1930-1960: Nuevo Orden, Política, Ajhijuna, Fortaleza, Firmeza, Renovación y Mayoría, entre otras.

[11] Luna (1993: 154): “en esos meses todo indicaba la perpetuación del régimen justicialista… A principios de 1954, los efectos de la ley de amnistía había vaciado casi las cárceles”.

[12] Concentramos la atención en el período correspondiente al peronismo clásico.

[13] Este éxito editorial puede explicar su “intervención” en la segunda etapa de la “Revolución Libertadora”, manteniendo el formato y el nombre de la publicación y cambiando diametralmente la orientación.

[14] En la Número 1 aparece la nota “Cómo se gestó la pacificación política” en página 4. En el número 2, “Opiniones y silencios sobre la pacificación política”. En el número 3 se desplaza la nota política a la página 8, con una cobertura titulada “Intransigentes y unionistas: hermanos díscolos en el radicalismo”. En el número 4 se ocupan de “Intimidades del debate sobre la Ley de Amnistía” en la página 4.

[15] En el número 3 aparece Frondizi en tapa, y en el número 5, Perón con Milton Eisenhower.

[16] “La Argentina era un país casi completamente alfabetizado hacia 1940. Esto quería decir, sectores populares capaces de integrarse en el mercado laboral, en el sindicalismo, en las asociaciones de la esfera pública y la política… Ser argentino implicaba trabajar, leer y escribir, votar. Ser argentino también significaba un imaginario articulado por principios de orgullo nacional, posibilidades de ascenso social y relativo igualitarismo” (Sarlo, 2002: 28).

[17] Están referidas a la distensión con radicales y conservadores de la segunda mitad del año 1953, recordando que en abril de ese año se produjeron las bombas en el acto de Plaza de Mayo.

[18] “Tales vacaciones, traducidas al lenguaje directo y sin imágenes, quieren decir: prensa libre, constructiva y responsable, oposición libre, constructiva y responsable, economía libre, constructiva y responsable” (“Editorial”, Esto Es, 9, 27-1-1954: 3).

[19] En un número se preguntan si la pacificación llegará al Jockey. En otra hacen el mismo interrogante para el CUBA.

[20] Eduardo Astesano, en los números 1, 4 y 7 desarrolla una serie de notas sobre las migraciones internas. Reaparece en la número 75. Estas intervenciones son simultáneas a la publicación de su obra El justicialismo a la luz del materialismo histórico (1953) y a una Introducción al Capital (1954). José Portogalo escribe por entonces en el Suplemento Cultural de La Prensa orientado por Tiempo. En los números 10 y 19 realiza una serie de notas sobre el tango. Luis Soler Cañas es un escritor iniciado en el periodismo nacionalista que adopta la identidad peronista, participando en Latitud 34, Poesía, etcétera, y colabora en el ámbito del Ministerio de Educación. Es el animador del sector crítica literaria y realiza entrevistas hasta el número 20. Pavón Pereyra es un escritor de simpatías nacionalistas que deviene peronista, constituyéndose en el biógrafo de Perón a partir de 1952. En el número 10 escribe una nota sobre Dorrego. Mariano Montemayor escribe en el número 17 una nota sobre los nacionalistas y luego realiza coberturas en el extranjero: 18 (Chile) y 25 (Paraguay). Entre los números 27 y 30 publica una serie de notas sobre las contribuciones del ejército al desarrollo nacional. Enrique Silberstein es economista y publica “¿Qué es la convertibilidad?” (30) y una serie de notas bajo el título “Charlas económicas”: “Convenios bilaterales” (38); “Inflación” (40); “Estatización de la economía” (44); “¿Qué es el control de cambios?” (46); y “¿Qué es el salario?” (52). Años más tarde serán publicadas en un libro por Peña Lillo con ese título.

[21] David Viñas dirige por entonces la revista Contorno. En el número 15 realiza una entrevista a Crisólogo Larralde para las elecciones a vicepresidente del año 1954. El novel escritor Germán Rozenmacher publica notas sobres las costumbres judías (sobre la pascua en el número 20 y sobre el año nuevo en el 46) y cubre una nota sobre el Canal de Suez (39). Rogelio García Lupo, según Ulanovsky (1997: 102), se inicia con una investigación acerca de las condiciones de trabajo en los ingenios azucareros de Salta y Jujuy, que está publicada en la Número 55, pero sin firma. Luego de la intervención de la publicación, en abril de 1956, continúa colaborando y realiza una nota a Emilio Gutiérrez Herrero, dirigente nacionalista exiliado en Uruguay, con el que guardaba relación desde los tiempos de militancia juvenil en el nacionalismo.

[22] Abogado y, para esa época, presidente de la Juventud Radical de la Capital Federal, enrolado en la línea intransigente.

[23]Falcionelli, teórico del nacionalismo militarista enrolado en la Guerra Fría y en los planteos de “guerra contrarrevolucionaria” será, más adelante, director de la revista Ulises.

[24] Prolífico escritor proveniente del grupo “Martín Fierro”. Portador de una trayectoria en el nacionalismo elitista de los 30 y cerradamente antiperonista.

[25] En el número 20, de abril de 1954, comienza una serie de “Estampas históricas” que se superpondrá con las “Estampas prehistóricas” iniciadas en el 23. A partir del 28, de junio de 1954, desarrolla “Estampas zoológicas”. En el 37 inicia “Estampas deportivas”, en el 39 escribe “Estampas salvajes” y en el 44, “Estampas de exploradores”.

[26] Life circulaba en Buenos Aires en una edición internacional y en una edición en español. Las similitudes se aprecian, también, en los recuadros, los resaltados y en cierta medida en el riguroso editorial de actualidad a cargo de la dirección.

[27] Aparecen comentarios por diferentes notas o intervenciones de lectores, como la de un joven García Lupo que critica la falta de imparcialidad y objetividad, de la que la revista presume, en la presentación de Rodolfo Puiggrós –a quien se presenta “joven, valiente y gallardo”, contrastado con R. Ghioldi, presentado como “antipático e intratable”– y pide recordar “los periódicos Balcón, Presencia, excelentes publicaciones que dirigiera el padre Meinvielle” y reivindica la agrupación y el periódico orientado por Emilio Gutiérrez Herrero exiliado en Uruguay.

[28] Estas versiones provienen de tiempos de la “Revolución Libertadora”, cuando el medio es intervenido desde el Ministerio del Interior y por el que Jacovella va a ser acusado de mantener una relación de cercanía con Juan Duarte y recibir apoyo de Jorge Antonio. Por la provisión y uso de papel aparece una incriminación en la Comisión Investigadora 21 actuante sobre la Subsecretaría de Prensa y Difusión (Vicepresidencia de la Nación, 1958: 548).

De haber existido, una versión señala que, la ruptura con Antonio se produce en julio de 1955.

[29] Del Banco Nación, en el número 6 de enero de 1954.

[30] Distribuidora provincial, Bioden, BOAC (British Overseas Airwys Corporation), Cometa, Ken Brown, Canale, Panair do Brasil, Peleterías Rose Marie, Philips, Old Smugler, Halifax, Lavarropas Darkel, Doble V, etcétera.

[31] El precio del ejemplar se mantiene inconmovible en 3 pesos desde diciembre de 1953 hasta la intervención de abril de 1956.

[32] En tapa hay una foto de Getulio Vargas. Vuelven sobre el tema en el número 40 (31-8-1954). En tapa aparece una manifestación en Brasil y le dedican las páginas 4 a 6 a la cobertura.

[33] Es muy probable que se conocieran del ámbito del periodismo nacionalista. Soler Cañas trabajaba en el Ministerio de Educación y desarrollaba la crítica literaria en varios medios de época, como Comentario, Lyra o Dinámica Social (Hernández, 1996).

[34] El conflicto y el desplazamiento de Soler Cañas puede producirse debido a un comentario de Enrique Vanoli y a la existencia de un plagio en el concurso en el que el jurado había fallado sin percatarse del fraude.

[35] La anuncian en el número 32 y la comentan en el 37.

[36] La relación del espacio nacionalista con Mario Amadeo signa estas salidas que dan continuidad al apoyo a la “Revolución Libertadora” en su etapa lonardista.

[37] Esto Es, 53, 30-11-1954. El reportaje lo realiza Ricardo Curutchet.

[38] Peña Lillo (1986) relata los pedidos del autor para retirar de las librerías los ejemplares por las referencias al lugar del escritor y sus posicionamientos en torno al año 1945.

[39] Escritor relacionado con el oficialismo cultural del peronismo con vinculaciones en el ámbito de la izquierda comunista.

[40] Preguntan: “¿Cree usted que la polémica sobre temas históricos es conveniente y contribuye a exaltar el espíritu patriótico? ¿Existe una historia argentina completa que permita conocer el verdadero desarrollo político, social y económico de nuestro país? Si existe, ¿cuál es? Y si no, ¿por qué no se escribe? ¿Los manuales destinados a la enseñanza llenan la finalidad de proporcionar a los estudiantes una buena formación histórica? ¿En qué libro puede informarse un argentino sobre lo ocurrió entre 1853 y 1900? ¿Qué opina usted sobre el revisionismo? ¿En qué puntos cree usted que se finca fundamentalmente la divergencia entre la corriente liberal y la revisionista de la historia argentina? ¿Cree usted que el pueblo argentino posee los elementos para adquirir una formación histórica de sentido verdaderamente nacional?”.

[41]Esto Es, 37, 10-8-1954: 32-33. “La Historia de la Argentina de Ernesto Palacio corona nuestra encuesta” (Pulfer, 2015).

[42] El editor Peña Lillo (1986) señala la importancia de este “envión” para el éxito editorial del libro.

[43] La primera noticia aparece en Esto Es, 37, 10-8-1954: 13. En la segunda intervención propugnan en el editorial del número 39, del 24 de agosto, una “Conciliación histórica integral que incluya a Rosas con motivo de la entrega de los trofeos de guerra al Paraguay”. La encuesta será lanzada a partir del número 45 (5-8-1954: 8). Una aproximación al tema en Pulfer (2015).

[44] En el año 1953 Jorge Abelardo Ramos había publicado “Redescubrimiento de Ugarte” como prólogo del libro El porvenir de América Latina (1953).

[45] Manzi en el número 23 (4-5-1954).

[46] Yupanqui en el número 18 (30-3-1954).

[47] Autor destacado por el Premio Emecé a la novela. Participa de ADEA y del Sindicato. Agustín Casa es de origen militar y revista entre los intelectuales afines al peronismo.

[48] Esto Es, 5, 30-12-1953: 23. Interrogan: “¿Cree usted que la mujer ha sufrido una alteración substancial en su modalidad íntima? ¿Que si se hiciera un balance de las ventajas e inconvenientes de esta incorporación de la mujer a la vida activa, el saldo sería positivo? ¿Que la mujer debe continuar en este camino de progresiva emancipación social o conviene que recupere la posición que tradicionalmente ocupaba? ¿Que la mujer es ahora menos respetada por el hombre? ¿Que la mujer de hoy es más feliz que la de antes?”.

[49] Esto Es, 36, 3-8-1954: 10-11. Dan lugar a cartas enviadas por Luis M. Astigueta y Jorge Castillo.

[50] Esto Es, 39, 24-8-1954: 18. La opinión en favor del divorcio de quien estuviera casada con una figura del nacionalismo (Arturo Palenque Carreras) es contrastada con un reportaje retrospectivo a G.K. Chesterton.

[51] Tulio Jacovella refiere para mayo de 1954 una detención por desacato a la Policía. Esto Es, 100, 15-11-1955.

[52] Para el mes de enero se registra otro incidente, según Tulio Jacovella, cuando la revista publica una foto de la Plaza de Mayo llena de concurrentes a la Misa del día de la Inmaculada Concepción y la enmarcan en la “historia grande”, contrastándola con la “historia menuda” en la que aparece Perón en un duelo de esgrima.

[53] Esto Es, 85, 18-7-1955. En ese número destacan la figura de León Bouché para contrastarlo a Apold. Esto refiere a la libertad de prensa, de opinión y también a las políticas de distribución de papel.

[54] Esto Es, 86, 25-7-1955. En este número se menciona explícitamente la provisión del papel.

[55] Esto Es, 89, 15-8-1955: 4. Abren una encuesta anunciando la participación de Eloy Camus, O. Bidegain, O. Alende, F. Liceaga, E. Rumbo y Silenzi de Stagni.

[56] Entrevistado por Ricardo Curuchet (Sánchez Sorondo, 1996).

[57] Esto Es reanuda su salida con el número 93, correspondiente a la semana del 27 de septiembre al 3 de octubre de 1955.

[58] Introducen esta perspectiva en el número 100 y continúan hasta el 102.

[59] “La Revista Argentina Esto Es, incautada por el Gobierno. Su director y algunos de sus redactores han sido destituidos” (Diario ABC, 11-4-1956).

[60] Ulanovsky (1997: 102): “Investigadores de la Libertadora ordenan la liquidación de la revista Esto Es y acusan de peronista a su director propietario, Tulio Jacovella” (Vicepresidencia de la Nación, 1958, II: 548).

[61] Diario ABC, 11-4-1956. En el inicio de la nota, el diario dice: “El Gobierno argentino ha suspendido recientemente la publicación de la gran revista Esto Es que se ha caracterizado siempre por su acendrado hispanismo y la defensa que ha hecho de España en las campañas dirigidas contra nuestro país durante los últimos lustros”.

[62] Se trata de una práctica común para ese momento. Sabato se desempeña como interventor en Mundo Argentino. Barreiro se desempeña en el conjunto del grupo Haynes (empresa privada).

[63] El registro del nombre Azul y Blanco para una publicación había sido cedida por T. Jacovella a Marcelo Sánchez Sorondo oportunamente.

[64] Ver nuestras notas en esta misma revista, dedicadas a Palabra Argentina y a Revolución Nacional, ya citadas en este texto. La primera nota había aparecido en Propósitos, un semanario político de izquierda dirigido por Leónidas Barletta, pero su continuidad en seis entregas de Revolución Nacional tuvo una extraordinaria repercusión.

[65] Mayoría, desde el 27 de mayo al 15 de julio de 1957, en los números 8 al 15 y los apéndices siguientes.

[66] La identificación de Perón con Rosas fue realizada por la misma “Revolución Libertadora” y, de hecho, el informe de la Comisión Nacional de Investigaciones se editó en 1958 como el Libro negro de la Segunda Tiranía. En el ámbito académico o intelectual muchos nacionalistas simpatizaban con el revisionismo –los casos más destacados posiblemente sean los de la muy editada obra de Ernesto Palacio, o los textos y conferencias que elaboraba y dictaba contemporáneamente José María Rosa. Fue en el exilio cuando Perón se acercó públicamente más claramente a estos puntos de vista sobre el pasado nacional. Ver Quattrochi-Woisson (1995), Cattaruza (1993), Goebel (2013).

[67] Mayoría, 13-1-1958. Quien hacía estas reseñas era el mismo Fermín Chávez, por otra parte animador de las Columnas y partícipe en varios medios de prensa peronistas del período. Con el seudónimo de Juan Cruz Romero señalaba respecto de Imperialismo y cultura algo parecido a lo que había dicho de un libro de Puiggrós: “no ha obstaculizado en modo alguno la formación marxista el desarrollo de una tesis tan entrañable a lo argentino”, a la vez que se aceptaba su valoración de la herencia del nacionalismo “despojada de su teoría del poder político”.

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