Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s): El Grasita

En la reconstrucción que venimos realizando de los primeros meses de la “resistencia” a la “revolución libertadora” hemos visto la corta supervivencia de El Líder, De Frente y Norte y la efímera vida de El 45, Federalista y Lucha Obrera. También que, entre las múltiples manifestaciones, surgen El descamisado y El proletario, orientados por Aníbal Leal. En esta oportunidad aludiremos a la aparición, aún más espontánea, de El Grasita, un medio que no llega a categoría de periódico,[1] pero que hace las veces de tal y procura expresar el más prístino espíritu peronista.

 

El Grasita

Orientado por Enrique Oliva,[2] contó con la colaboración de otros militantes de base. Su producción fue artesanal y su salida irregular. La distribución estaba ligada a una forma organizativa creada con anterioridad y denominada “Comandos Coronel Perón volviendo a las Bases”, cuyo propósito era el de multiplicarse a lo largo del país. Entre las actividades de dicho agrupamiento, del cual el “periódico” sería expresión, estaban las relacionadas con el objetivo de lograr de una forma –digamos– más “orgánica” la difusión de volantes, las pintadas con tiza y carbón, y desde el principio, la difusión de las célebres Directivas de Perón en el exilio. Entre los méritos que se le atribuyen está la temprana instalación de la consigna “Perón vuelve”.

El nombre está inspirado directamente en el lenguaje de Eva Perón, quien, invirtiendo la carga afectiva antiperonista del término, solía hablar públicamente de sus “grasitas”.

En lo que sigue expondremos los antecedentes y la trayectoria de su director, trataremos de explicar su posicionamiento político y luego haremos una breve revista de algunos de sus contenidos.

 

El director: notas sobre su trayectoria

Enrique Oliva nació en Chacras de Coria, provincia de Mendoza, el 29 de junio del año 1923 (Chávez, 2003: 99). Con dieciocho años fue alumno de Perón en Tropas de Montaña. Después de concluir sus estudios secundarios se trasladó al litoral y vivió el 17 de octubre de 1945 en la ciudad de Rosario. En la Universidad Nacional del Litoral obtuvo una Licenciatura Diplomático-Consular y luego el Doctorado en Ciencias Políticas en 1949. A los 25 años ocupó en su Mendoza natal el cargo de secretario general de la Universidad, durante el rectorado de Ireneo Fernando Cruz. En 1949 presenció en la Universidad de Cuyo el desarrollo del I Congreso Nacional de Filosofía. En el año 1951 participó de la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, del cual fue asesor hasta el año 1955.

La caída del peronismo lo empujó hacia la “resistencia”, en la que desempeñó un papel significativo en las organizaciones de base que surgían para rechazar a la dictadura militar. A fines del año 1955 creó el primer Comando “Coronel Perón”, y luego tomó contacto con Perón a través de la política chilena María de la Cruz, quien ya estaba en comunicación con el presidente derrocado. Antes del levantamiento de Juan José Valle fue detenido junto a numerosos peronistas, merced al descubrimiento de documentos en poder de César Marcos y Raúl Lagomarsino, dirigentes del Comando Nacional.[3]

En este lapso se registró la primera salida de El Grasita, una hoja de la que solo han quedado registros y referencias fragmentarias, y cuyos restos físicos seguimos intentando recuperar y completar.

 

Los colaboradores

En la confección de El Grasita, aunque no figuraban sus nombres, colaboraron varios militantes. María Elena Vázquez, maestra de sobrenombre “Porota”, fue la proveedora de la primera tecnología: un reproductor a gelatina que utilizaba en la docencia. También se menciona a su cuñado, de apellido Stagnaro, a un tal López, ingeniero de Tucumán, al ex diputado nacional Gallo y a un militante de apellido Manso. Otros colaboradores según el propio Oliva eran los empleados de teléfonos que se insertaban en la red de producción de la publicación: “Como en esos tiempos no había llamadas automáticas, los telefonistas constituían un comando. Nos hacían conexiones múltiples a varias provincias, para hacer llegar información o instrucciones. Y no las facturaban” (Cichero, 1993: 188).

 

El contacto y sus derivaciones inesperadas

Los comandos Coronel Perón se desarrollaron en la base y, en las condiciones impuestas por el golpe militar, no había un liderazgo político claro en el país. Así es que el grupo decidió tomar contacto directo con Perón. Cuenta Oliva: “El único que lo conocía al General era yo. Lo había conocido siendo chico, él me enseñó a esquiar. Estuvimos vinculados por razones deportivas hasta que trabajé en la Secretaría de Presidencia durante su gobierno. El que debía ponerme en contacto con él era yo. Entonces viajé a Chile. Busqué a la senadora María de la Cruz que era amiga de Perón y le dije que quería conversar con él. Ella me dijo que por teléfono era imposible pero que le escribiera: ella me garantizaba que le haría llegar la carta” (Cichero, 1993: 188). De este modo fue que redactaron un informe relatando la situación, la organización que habían generado con los Comandos, la creación de la consigna “Perón Vuelve”, la ausencia de referencia y conducción, y la solicitud para que Perón los dirigiera a la distancia, descontando su lealtad.

María de la Cruz le avisó a Oliva que a través de un gerente de Lan Chile le llegarían noticias de ellos. Fue así que pronto recibió un grueso sobre: “Encontré varias páginas de Perón dirigidas a mí. Primero exponía nuestros errores: cómo caímos, cómo debíamos actuar. Y luego venían las Instrucciones Nº 1 para la Resistencia Peronista. Todas las páginas firmadas. Una carta era para mí. Y había otras. Eran hojas escritas a mano que decían: ‘Panamá’, la fecha, ‘Al dirigente que está al frente de la CGT’, ‘Al dirigente que está al frente del Partido’, al de la Juventud, a la de la Rama Femenina… Tristísimo. Todas así: donde los saluda, les da instrucciones y los autoriza a actuar en nombre suyo. Eran no menos de cinco cartas, y en la carta dirigida a mí me pedía: ‘A estas cartas póngales usted el nombre que le parezca más conveniente’. Eso quería decir que yo era el primer peronista de base o de la resistencia que me había puesto en contacto con él luego de varios meses de la caída de su gobierno” (Cichero, 1993: 189).

Perón le indica a otros grupos que tomen contacto con Oliva y su grupo. Así lo buscan Rodolfo Traversi de la primera juventud peronista y Raúl Lagomarsino del Comando Nacional. Perón les indica que corroboren si Oliva había sido profesor de la Universidad de Cuyo, para asegurarse que se trataba de la misma persona, teniendo en cuenta la fragilidad de los lazos que se constituían en ese momento de clandestinidad. Para asegurar las comunicaciones con el líder inventan, junto a los miembros del Comando Nacional, un sistema de claves que requería el uso de dos diccionarios iguales, anotando entre paréntesis el número de la página y el número de la línea donde estaba la palabra, y le enviaron un diccionario a Perón. Entre esos mensajes cifrados llega uno de Perón en el que les pide que organicen la liberación de Cooke y Antonio del penal de Rawson (Melon, 2018: 254). Las Directivas y comunicaciones circulaban, pues, entre los Comandos, aunque efectivamente Oliva parece haber sido su introductor inicial por su contacto en Chile, María de la Cruz.[4]

La valoración positiva que implicaba la elección del término “comandos” refiere a una época de enfrentamientos en la que el adversario era percibido como enemigo y la política era interpretada en términos bélicos. Esto explica la aparente sinonimia respecto de los términos utilizados por quienes –remedando el lenguaje de quienes enfrentaron al fascismo en Europa– se habían percibido a sí mismos como “resistentes” democráticos al peronismo. La resistencia peronista adoptó rápidamente ese nombre que circulaba en el lenguaje político desde la segunda postguerra, y hasta podríamos sugerir la hipótesis que algunos grupos de activistas se denominarían “comandos” en analogía o contraposición a los “comandos civiles” de la “Revolución Libertadora”. Aunque consideramos más probable que dicha denominación de origen castrense fuera inspirada en realidad por los Comandos Tácticos y Estratégicos que acompañaron la centralización después del primer mandato de Perón.[5] Luego del derrocamiento, la categoría fue usada por el mismo Perón. Como sabemos, luego de que comenzaron a proliferar en el país denominaciones como “Comando Nacional”, “Comandos Coronel Perón”, etcétera, Perón designó de modo similar a los “Comandos” de exiliados, al “Comando Adelantado en Chile”, etcétera, y habló de “Comando Táctico” para referirse a las fuerzas actuantes en el país, reservándose la denominación de “Comando Superior” para él y para quien eventualmente compartiera la firma de los documentos orientadores del peronismo proscrito.

Al decir de Oliva, ellos eran un “comando” de vocación más “grasita” (Cichero, 1993: 188), y de allí el nombre elegido para la hoja de comunicación en la clandestinidad peronista.

 

El ámbito territorial y el sueño del periódico propio

El Grasita responde al patrón señalado para las acciones de “resistencia”, con una fuerte orientación de trabajo en lo territorial: “El otro ámbito fue el barrio en la ciudad de Buenos Aires, en el conurbano y en las ciudades más importantes del interior del país. Nuevos y viejos militantes se reunían en el café, en el club, en casas de familias, apareciendo en estas reuniones clandestinas estructuras informales que se irían preparando para la acción. Primero será la reiteración del objetivo principal: ‘el retorno incondicional de Perón a la Patria’, luego el análisis político de la situación, se pasará después a la confección de una hojita volandera, que se transformará en alguna publicación efectuada en alguna imprenta clandestina” (Chávez, 1993: 106).

Al estar conformados como grupo, comienzan a confeccionar volantes a través de la tecnología del reproductor a gelatina, y luego pasaron a una estructura, artesanal, pero superior: “publicamos una revistita mimeografiada que se llamaba El Grasita” (Cichero, 1993: 188). “El nombre de El Grasita fue muy usado en los primeros grupos de la resistencia, para identificarse claramente con las bases humildes, adoptándose esa expresión tan cariñosamente repetida por Evita. Era una forma de volver a las fuentes. Con la misma intención se crearon los Comandos Coronel Perón, destacando lo de ‘Coronel’ para evocar los sentimientos revolucionarios que inspiraron los comienzos del peronismo. En los primeros momentos posteriores al golpe de 1955, las bases se encontraron solas. Sus dirigentes estaban detenidos, escondidos y hasta algunas figuras habían desertado. Se comprendió la obligación de actuar de cualquier forma, por cualquier medio. Así, en fábricas y barrios de todo el país, entre amigos y vecinos, surgieron espontáneamente los primeros comandos. Desde las bases venía la principal presión para estimular y sostener el fuego popular peronista y su determinación de lucha para alcanzar la única solución posible: el regreso incondicional de Perón. No se disponía del apoyo ni la comprensión de los medios de difusión, sino todo lo contrario, llegando hasta el ensañamiento más vil. El decreto 4161 consideraba subhumanos a los peronistas, despojándolos de los derechos más elementales, con la complicidad de todos los partidos políticos ‘democráticos’ y de los ‘constitucionalistas’, que legalizaban cuanto atropello se decretaba contra trabajadores y afiliados. Ante las calumnias en los barrios surgió una frase: ‘puto y ladrón nos quedamos con Perón’. Había que sintetizar y la imaginación popular creaba respuestas a todas las arremetidas de la antipatria. Un barrio carenciado de Rosario puso un cartel: ‘A los militares los reconocen ocho países. Villa Manuelita no’. En tales condiciones se impuso el método de escribir consignas con tiza y carbón y en especial los nombres de Perón y Evita y la famosa V con la P encima. Los primeros panfletos que circularon fueron pedazos de papel escritos a mano, sin importar mucho la ortografía. El estilo era intimista, con lenguaje popular. Luego se pasó a los precursores del mimeógrafo, los reproductores de jalea que utilizaban las maestras. Una docente, modelo de militancia y solidaridad, la desaparecida María Elena ‘Porota’ Márquez, organizó una eficaz red de impresión y distribución, alcanzando a todo el país. A fines de 1955 El Grasita, nombre ya utilizado en panfletos, se convirtió en unas hojitas abrochadas, como vocero de los trabajadores humildes. De director figuraba ‘Juan Grasa’, un nombre colectivo inventado que los representaba a todos, pues muchos grupos de la Resistencia, como los ‘Comandos Coronel Perón’, desde sus comienzos no personalizaban méritos, aunque se conocían todos. Por eso la consigna de la primera página decía: ‘Órgano de los Soldados Anónimos del Movimiento Peronista’… El Grasita dio grandes satisfacciones porque fue útil, apreciado en todos los lugares donde llegaba. El General Perón lo empezó a recibir en Panamá” (Enrique Oliva, en Moyano Laissue, 2000).

El fin de El Grasita coincide con la prisión de su director, inmediatamente antes del levantamiento de Valle. Meses después, Oliva tuvo la opción de salir del país y se exilió en España. Viajó luego a Venezuela, donde compartió un mes con Perón en el exilio. Oliva será en dicha oportunidad el transcriptor del Pacto Perón-Frondizi.

El Grasita, no obstante, tendrá una segunda época luego de las elecciones de febrero de 1958, e incluso se dedicó a participar, atento, en la compleja evolución del peronismo bajo las nuevas circunstancias. Pese a la semi-legalidad de quienes de todos modos seguían proscriptos, el responsable y director siguió firmando, sencillamente, “Juan Grasa” y el medio, consecuentemente, continuó considerándose “Órgano de los soldados anónimos del movimiento peronista”.

Oliva, que también siguió siendo su principal redactor, es ya un hombre informado de los pormenores de la vida interna del movimiento, alguien que ha participado de la resistencia y que, como hemos dicho, fue testigo privilegiado del pacto, al punto que tanto él como Miguel Unamuno han referido su participación en el tipeado de las distintas versiones del documento.[6]

En agosto de 1958 da la noticia de que, por necesidades del movimiento, “El Hombre” (es decir, Perón) ha disuelto el Comando Táctico, esto es, la dirección local del peronismo, con Cooke a la cabeza. Oliva, quien siguió admirando a Cooke durante toda la vida, habló siempre, aun en la disidencia, de su extraordinario “coraje físico” y valor intelectual, alguien para quien “no cabía” aquel dicho de Jauretche de que “los intelectuales empujan para que los hombres peleen”.[7] La instancia de disolución del Comando Táctico, que implicó el comienzo del fin del delfinado de Cooke, es reconocida en las siguientes palabras: “debemos hacerle justicia al cuerpo y reconocer que al pobre le tocó bailar con la más fea”. No se refiere a la dura resistencia, sino particularmente al pacto: “¡Lindo encarguito le dieron de aconsejar el voto al narigón!”. Solo espera que quienes se quedaron fuera –el nuevo cuerpo, la Delegación Nacional del Comando Superior incluía a 15 miembros, siempre menos que los aspirantes– “se la sepan aguantar piola y no se encabriten”, ya que “el que chille se deschava fiero y merecerá el repudio del graserío” (El Grasita, 7-8-1958: 1).

En Oliva la apelación a un lenguaje popular con prevalencia por momentos del lunfardo aparece como mucho más auténticamente peronista y potencialmente más eficaz que las propiciadas por Leal al trocar el nombre de El Descamisado por El Proletario (Pulfer y Melon Pirro, 2019).

Una serie de notas de color, plenas de ironía, humor y provocación directa, nutren las páginas del medio de expresión peronista por entonces. Notas como “Una preguntita a los yanquis” llaman a pensar en qué pasaría si el peronismo apoyara o diera cabida al comunismo; “Libertad de prensa o contrabando”, o afirmaciones contundentes sobre los precios de artículos de primera necesidad, componen el cuadro de interpelación popular peronista propio de sus siempre rústicas hojas.

El Grasita, tanto en su primera como en su segunda época, como el mismo Oliva en su trayectoria, parecieron siempre inspirados en filiarse en un centro de lealtad peronista que, independientemente de los avatares del contexto, no es sino la lealtad a Perón. En la coyuntura de agosto de 1958 –la del último ejemplar de que disponemos– considera que la nueva Delegación del Comando Superior Peronista tiene claras instrucciones y plazos para realizar la afiliación y para elegir a los convencionales que “darán una organización piola al Movimiento”, y habla de cuatro meses para que Perón disponga de “una organización política de fierro”. Advierte constantemente contra eventuales “macaneos y vivos”, y declara suprimir varias “bombas” previstas para este número contra “personajes” del Movimiento, a quienes han decidido darles “una oportunidad más”.

Como ha sido aclarado en trabajos que hemos realizado hace poco, la constitución de la Delegación, primero, y la conformación del Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo, después, relegaron la figura de Cooke (Melon Pirro y Pulfer, 2019). No obstante, en pleno proceso y en congruencia con la amistad y admiración que, como vimos, tributó siempre, Oliva le dedica una bienvenida oficial que expresa en los siguientes términos: “En pocos días más los grasitas podremos recibir al tordo Cooke que regresa al país conjuntamente con su entusiasta jermu, la compañera Alicia Eguren… El Grasita les desea un feliz reencuentro con la patria de los peronistas. El dogor Cooke viene a encabezar la Delegación del Comando Superior Peronista y le cabe una enorme responsabilidad ante el graserío esperanzado en que la nueva Delegación prepare el camino para el pronto retorno del Potro” (“Viene el tordo Cooke”, El Grasita, 7-8-1958: 8).

 

 

Enrique Oliva, periodista, docente y escritor argentino, mucho más conocido en el ámbito periodístico por el seudónimo de François Lepot, bajo el cual actuó como corresponsal en Francia durante la última dictadura militar, falleció en Buenos Aires, a los 86 años, el 27 de febrero de 2010. Tuvo una importante participación política en la historia del peronismo, especialmente relevante en los primeros años de la proscripción. Preso en 1956 y expulsado del país en 1957, siempre activo y en contacto con la resistencia, al regresar en 1960 permaneció detenido más de tres años. Doctor en Ciencias Políticas, fue docente y directivo de la Universidad Nacional de Cuyo y participó luego de la creación de la delegación Neuquén, de la que fue su primer responsable, así como de la fundación del primer Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Fue miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo y del Instituto Nacional de Estudios Históricos “Juan Manuel de Rosas”. Autor de varios libros sobre temas tan diversos como sus intereses intelectuales, fue cronista de la caída del Muro de Berlín, cubrió la guerra Irak-Irán en 1980 y realizó numerosas misiones periodísticas en Asia. Entre sus trabajos no estuvo ausente la cuestión Malvinas, ya que fue autor de un libro sobre el tema y, en 1986, el primer periodista argentino en volver pisar esa parte del territorio nacional. Como se explica en el texto de esta nota, en 1956 fue portador de las primeras “Directivas” de Juan Domingo Perón y hasta 1958 artífice principal de El Grasita.

 

Bibliografía

Chávez F (1999): “Introducción”. En Columnas del nacionalismo marxista. Buenos Aires, El Calafate.

Chávez F (2003): Alpargatas y libros. Diccionario de peronistas de la cultura. Buenos Aires, Theoría.

Melon JC (2018): “Enrique Oliva. Resistencia Peronista, cárcel y exilio”, entrevista realizada el 24 de enero de 2002. En En primera persona. Testimonios para la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX: peronismo, política, sindicalismo y prensa. Mar del Plata, Eudem.

Cichero M (1993): Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta.

Amaral S y W Ratlif (1991): Cartas del Exilio. Buenos Aires, Legasa.

Chávez F (1993): Historia Argentina. Buenos Aires, Oriente, Tomo XV.

Moyano Laissue A (2000): El periodismo de la resistencia peronista. Buenos Aires, Asociación Amigos de la Resistencia Peronista.

Pulfer D y J Melon Pirro (2019): “Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s). El descamisado y El proletario”. Movimiento, 9.

Melon Pirro J y D Pulfer (2019): Cooke en 1958. Del centro a los márgenes. En Cooke. Buenos Aires, UNGS (en prensa).

[1] Por esta razón o por desconocimiento, El Grasita no fue incluido en la Exposición Prensa de Liberación realizado en el Sindicato de Sanidad en el año 1973, ni su director nombrado entre los periodistas homenajeados (Las Bases, 45, 24-5-1973: 22-23).

[2] Chávez (1999) incluye a Oliva entre los protagonistas del “periodismo semiclandestino y clandestino” de la “primera resistencia”, aunque no cita la publicación.

[3] Mientras algunos señalan como fuente de la redada de peronistas en todo el país una carpeta hallada en poder de Lagomarsino, Oliva alude a un “diario” de la resistencia que portaba César Marcos (Melon, 2018).

[4] La correspondencia entre Perón y la ex senadora chilena María de la Cruz ha sido editada en Cartas del Exilio (Amaral y Ratlif, 1991).

[5] Los Comandos Estratégicos y los Comandos Tácticos aparecieron en 1951. Estaban integrados por representantes del Partido Peronista masculino, del Partido Peronista femenino y de los sindicatos. Sus funciones no eran demasiado precisas, pero estaban concebidas desde la necesidad de garantizar el orden y el respeto a las autoridades constituidas.

[6] Entrevista a Miguel Unamuno, Buenos Aires, agosto de 2000.

[7] “Era un revolucionario. Hombre de la rara virtud de pluma y valor… A él le gustaba la pelea, el riesgo” (Melon, 2018: 253).

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