Bramuglia, el canciller equilibrista en tiempos de tormenta

Durante estos últimos días, en el mundo de la militancia se encendió el debate sobre las últimas decisiones del gobierno nacional en relación a política internacional. Parte de la base que apoya al frente gobernante criticó el voto de la Cancillería argentina vinculado a la resolución sobre Derechos Humanos en Venezuela impulsada por Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Posteriormente, a través de diferentes voceros, el gobierno explicó y fundamentó su posición. Las tensiones al interior del mundo de la militancia nos llevan inmediatamente a reflexionar acerca de la política internacional durante el primer peronismo. En ese marco surgía la figura de Bramuglia. El presente artículo tiene como objeto principal describir el paso de Juan Atilio Bramuglia como el primer canciller del peronismo, y como objetivo secundario, describir el contexto de toma de decisiones y equilibrios geopolíticos durante la década peronista.

 

Juan Atilio Bramuglia y la táctica internacional

Bramuglia puede ser considerado como un animal político. Desde joven se vinculó con la militancia y fue “peronista” desde la primera hora. Digirió su primer trago amargo cuando se decidió que el candidato a la gobernación de la provincia Buenos Aires fuera Domingo Mercante, a pesar de que Bramuglia había desarrollado una muy buena labor como interventor federal en dicha provincia. A la hora de la organización del primer gabinete esperaba ser ministro del Interior, lugar ocupado finalmente por Ángel Borlenghi. De acuerdo a la investigación de Raanan Rein, este último ministerio era el más deseado para desarrollar un perfil político, y evidentemente Bramuglia tenía perfil y ambición para conducirlo. El otro ministerio que generaba disputas era la flamante cartera de Trabajo, a la que Bramuglia tampoco tuvo acceso. Sin embargo, Perón lo designa ministro de Relaciones Exteriores y Culto: era un Ministerio que en nuestro pasado semicolonial era utilizado para despuntar el tiempo en cenas de gala y cócteles, y profundizar la entrega de nuestra soberanía. Con lo cual la decisión de Perón cubre un doble objetivo: en primer lugar, jerarquizar la cartera con un hombre de peso político fuerte; en segundo lugar, implicó un cambio de paradigma en nuestras relaciones internacionales.

En materia internacional, Perón debía gobernar con la sombra de la Conferencia de Yalta y de Chapultepec. Para él, la primera significaba la firma del conformismo imperialista. Estados Unidos comenzaba a querer hacer pie en su patio trasero, descuidado a partir de la década del treinta, producto del contexto internacional que lo obligaba a concentrar sus fuerzas en los sucesos del hemisferio norte. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos asiste a tres grandes tropiezos en la región: falla en la instalación de bases militares en el Uruguay; fracasa la estrategia de Braden como el gran articulador de la Unión Democrática; y se malogra un intento de golpe de Estado a Getulio Vargas.

Sin embargo, Chapultepec es el primer intento por retomar la senda del Panamericanismo. En esa conferencia se destaca la actividad de un tal Rockefeller, quien invita a las repúblicas sudamericanas a darle igual tratamiento a los productos manufacturados norteamericanos que a las industrias locales, una invitación que, de concretarse, implicaría la quiebra de las incipientes fábricas que crecieron al calor del proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Ese escenario instaba a ser cauto en materia de política internacional. Era un panorama incierto, en un mundo partido en dos bloques y con una amenaza de guerra latente, con una reconfiguración también por parte de Estados Unidos para con la región, situación que ameritaba un análisis en las decisiones de política internacional.

Perón comenzó su gobierno bajo la lupa inquisitoria de los Aliados. Éstos le habían exigido al gobierno revolucionario de 1943 la declaración de guerra al Eje, y Argentina mantuvo su neutralidad hasta casi finalizada la guerra. En ese marco, Perón, una vez electo, decidió promover una fuerte campaña en política internacional para mostrar una imagen ajena a los regímenes totalitaristas derrotados. Por ese motivo se decidió por Juan Atilio Bramuglia, quien, desde los primeros acercamientos a Perón, mostró un perfil pragmático en las diferentes tareas que le tocó desempeñar. Con este perfil Perón desarrolla una estrategia de acercamiento con Estados Unidos.

Sin embargo, la tarea de Bramuglia no era sencilla, sobre todo en el frente interno. Dentro de la base electoral que formaba al primer peronismo se encontraba la “pata nacionalista” que siempre mostró su rechazo a la política internacional de los imperialismos democráticos. En este punto, igualaban a Francia y Gran Bretaña con Estados Unidos. Esa lectura desencadenó el primer enfrentamiento dentro del elenco gobernante, al que Bramuglia debió enfrentar con astucia. En ese marco, al ratificarse desde el Congreso el acuerdo realizado en la Conferencia de Chapultepec, organizaciones como la Alianza Libertadora Nacional promovieron una manifestación bajo la consigna “Patria sí, colonia no”. En ese momento hay una apuesta táctica por mantener buenas relaciones con Estados Unidos. Esta lectura se da en un período ventana de transición imperial, donde Gran Bretaña como metrópolis comienza a retirarse, dándole el pase a Estados Unidos en el juego imperialista. Sin embargo, es un momento donde Estados Unidos aún no es una potencia consolidada, como lo será más adelante.

Para calmar la ira del nacionalismo, la propuesta de Bramuglia era pendular entre la estrategia oficial desarrollada por Perón de la Tercera Posición y el pragmatismo negociador. Al perfil neutralista de los hombres de la Revolución de 1943 se le sumaba la tradición de nuestra política internacional, reacia históricamente a Estados Unidos. Con lo cual Bramuglia no tenía un terreno sencillo para su obra. En paralelo, debió construir una relación con el nuevo embajador de Estados Unidos en Argentina, George Messersmith, sucesor a quien Braden le había dejado como informe de gestión el Libro Azul contra Perón. Pronto, Bramuglia se convertirá en una persona de consenso para la diplomacia norteamericana, que observaba con preocupación posiciones nacionalistas marcadas por parte de otros hombres.

Sin embargo, como dice el refrán, el infierno está lleno de buenas intenciones, y lo mismo cabría a las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Hacia este período se asiste a un momento trascendental que es la instalación del Plan Marshall en Europa, cuadno Estados Unidos estableció que los dólares invertidos en las devastadas naciones europeas no podrían utilizarse para la compra de productos argentinos. Esto derivó en la primera derrota diplomática de Bramuglia, situación que profundizará la escasez de divisas internacionales. Estados Unidos comenzaba a desarrollar una de sus armas imperiales más eficaces: asfixiar a los países dependientes en la búsqueda de divisas, y de esta manera se estancaba el proceso de industrialización, y con esto se bloqueaba el proyecto económico de Perón.

 

Juan Perón, entre la estrategia y la doctrina

En paralelo, Perón desarrollaba con vocación estratégica la doctrina de la Tercera Posición. Ya desde 1946 comenzaba a trazarla, para anunciarla unos años después. Más allá de que Perón no acuñó el concepto, fue quien le dio entidad y visibilidad en el escenario internacional. Era mucho más que distancia entre opuestos: la Tercera Posición estaba respaldada por todo un desarrollo filosófico y una cosmovisión situada, donde lo popular adquiría una dimensión diferente y se centraba en un profundo humanismo cristiano.

Perón aprovecha sus viajes para exponer públicamente los beneficios de la Tercera Posición. En ámbitos internacionales el presidente argentino se dirige a los ciudadanos del mundo, enfatizando la grave situación en la que quedó el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. En ese marco se dirigió en clave de paz, convocando a las naciones que quedaron fuera del acuerdo de Yalta. Desarrolló un documento llamado Por la cooperación económica y la paz mundial, donde el mismo Bramuglia tendrá un rol central en su presentación ante el Vaticano.

El peronismo despertó entusiasmo en los pueblos oprimidos, en diferentes políticos de la región seducidos por la agenda emancipadora de Perón, y en militantes gremiales, cansados de estar sujetos a las directivas de los partidos que tenían su casa central en Moscú. No es casualidad que tanto Juan Perón como Eva generaran una fuerte empatía y ebullición popular en sus diferentes giras internacionales. También serán interesantes los aportes de Perón a los vínculos con Juan José Arévalo en la defensa de la soberanía de Guatemala frente a la política interventora de Estados Unidos; la entrega de los trofeos de guerra al Paraguay, producto del enfrentamiento fratricida de la Triple Alianza; la política de unificación aduanera desarrollada en la propuesta del ABC que vinculaba de forma tripartita al Brasil y Chile con nuestro país; y la promoción de la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS) que significó un intento de organizar las centrales obreras hermanas con vocación latinoamericana.

En este breve recorrido hemos descripto no solo dos formas de encarar la política internacional, sino también dos roles: los de Juan Atilio Bramuglia y Juan Domingo Perón, que en realidad no son más que las dos caras de la misma moneda, que expresan una forma de comprender la política internacional. En la Argentina peronista, las decisiones en materia de política internacional no se sustentan en el deseo. Muchas dan cuenta de pragmatismos necesarios para mantener cierta estabilidad en el escenario mundial. Pero hay algo de lo estratégico que se ubica por encima de los pragmatismos, que es la decisión de un proyecto de país donde la Patria deberá avanzar en un camino cada vez más libre, cada vez más justo y cada vez más soberano.

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