Antonio Cafiero, un gran patriota y demócrata argentino, y su relación con Raúl Alfonsín: una visión desde el radicalismo

Se cumplen cien años del nacimiento de un dirigente de una gran trayectoria política, Antonio Cafiero, un peronista de la Renovación, de pensamiento socialcristiano, y en consecuencia muy cercano al de la socialdemocracia. Como radical, no puedo dejar de advertir que ese rasgo ideológico –amén de su profunda vocación democrática– lo acercó a otro grande de la política argentina, Raúl Alfonsín, al punto que bien puede decirse que juntos fueron los artífices del retorno del país a la estabilidad institucional argentina lograda desde fines del siglo XX.

Antonio Cafiero nació el 12 de septiembre de 1922 en la ciudad de Buenos Aires, aunque es bien conocido su afincamiento en su madurez en la localidad de San Isidro, en la Provincia de Buenos Aires, donde se le recuerda como un vecino ilustre. Comenzó su militancia peronista en la Universidad de Buenos Aires y fue un reconocido dirigente estudiantil, desde su pertenencia también a la Acción Católica Argentina. En 1948 se graduó de Contador Público Nacional y alcanzó el máximo grado académico de doctor en Ciencias Económicas en 1948. Ocupó diversos cargos de distinta jerarquía en los gobiernos justicialistas de 1946, 1952 y 1973. Como embajador en la Santa Sede regresó voluntariamente al país luego del golpe militar de 1976 e inmediatamente sufrió prisión por casi un año, bajo falsas acusaciones de las que –como no podía ser de otro modo– fue absuelto.

Con la retirada del gobierno militar y el retorno de la democracia en 1983 impulsó y lideró la denominada “renovación peronista”, en una búsqueda por rescatar los valores del pensamiento social del justicialismo con los de la democracia y la institucionalidad plena. Ya siendo primera figura de la oposición, llegó en 1987 a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Poco antes, en los momentos más difíciles de la Semana Santa de ese año, en ocasión del levantamiento “carapintada”, asumió un rol significativo en la defensa del gobierno democrático y se puso al lado del presidente Raúl Alfonsín para defender las instituciones republicanas en Argentina.

En algún momento declaró: “Tuve dos maestros en la vida; uno se llamó Perón, el otro Alfonsín”. Dejó claro así que su huella quedó marcada en las dos grandes veredas de la política argentina de su tiempo. Todos los hechos y circunstancias difíciles que tuvieron lugar en esos años de restauración democrática generaron entre Cafiero y Alfonsín una sincera confianza mutua que llegó al terreno de la amistad, y así se constituyó esa relación en una base sólida para que esos dos hombres pensaran –y en cierto modo materializaran– el encuentro de los argentinos y las argentinas, más allá de intereses personales. Este hecho quedó evidenciado en el acercamiento de Cafiero a la residencia de Olivos para apoyar al Gobierno de Alfonsín en su última etapa, cuando los problemas de la economía obligaban a sostener el orden democrático desde todos los sectores. Para muchos, ese gesto le valió perder apoyos para la futura campaña presidencial dentro de su partido, el Justicialista. Puede que esa apreciación sea exagerada, pero en cualquier caso no deja de ser cierto que Cafiero no dudó en dejar de lado cualquier egoísmo político para jugarse a favor del sistema democrático.

Una prueba del altruismo de Cafiero y de su entendimiento con Alfonsín la dieron las internas del Partido Justicialista de 1988, que desembocarían en la candidatura de Carlos Menem por sobre la del gobernador bonaerense, quien, siendo por entonces presidente del Partido Justicialista, se comprometió a garantizar una elección transparente, debiendo advertirse que nunca después hubo internas para seleccionar el binomio presidencial del PJ. Para garantizar esa transparencia, Cafiero debía recurrir a una tercera entidad que –por su institucionalidad y capacidad– asegurara la distribución, guarda, apertura y escrutinio normal de las urnas en todo el país. Para ello le solicitó a Alfonsín que el Correo Argentino prestara ese servicio electoral, al igual que lo hacía –y lo viene haciendo– con las elecciones generales nacionales. Por supuesto, Alfonsín accedió de inmediato. Cafiero perdió esa interna, pero dio un gran testimonio democrático hacia su propio partido y hacia la República. En el homenaje que le hizo la Legislatura de La Plata a Raúl Alfonsín en 2008, Cafiero fue, junto con el homenajeado, el gran orador de aquella tarde. Calificó a su amigo de “hombre de la democracia” y “héroe de la política nacional, la expresión más genuina de lo que es un político. (…) Los argentinos siempre lo recordarán como uno de los grandes constructores de la democracia argentina”. A su vez, Alfonsín se refirió a Cafiero como un “luchador incansable de la democracia” con el peronismo renovado. También afirmó que, si Cafiero hubiese sido presidente en 1989, otra y mucho mejor habría sido nuestra historia. Al año siguiente, en la partida de su amigo Raúl Alfonsín a la eternidad, Cafiero lo despidió con aquella frase que muchos recuerdan: “Nació con una misión a cumplir y no rehusó cumplirla. (…) Alfonsín es de todos”.

En 2005 Antonio Cafiero fue elegido presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), cargo que aceptó a condición de incluir la Unión Cívica Radical en esta prestigiosa institución, con la participación de Raúl Alfonsín. Realizó allí y hasta su muerte en 2014 un gran trabajo para la América Latina, que se benefició con su visión estratégica de armar una Reunión Birregional con los países de Asia-Pacífico: China, Vietnam, Filipinas, Pakistán, Japón e India, donde hoy se advierte el mayor desarrollo económico del siglo XXI.

Antonio Cafiero ha sido sin duda alguna una gran personalidad política argentina, un auténtico demócrata de pensamiento progresista y también un visionario. Debe ser reconocido como uno de los pilares del definitivo retorno de la democracia en la Argentina. Es por todo ello que, parafraseando al líder justicialista de los 80, los radicales podemos decir en su memoria que Cafiero es de todos.

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