A 380 años del combate de Mbororé, donde jesuitas y guaraníes vencieron a los bandeirantes esclavistas del Brasil colonial

Un amigo, Ernesto Dufour, me recomendó un libro extraordinario: El humanismo en la Argentina indiana (2011) de Graciela Maturo. Su autora en las primeras páginas escribe: “La vida indiana, sus hombres y creaciones, no forman parte ya del imaginario social, y sólo son redescubiertos por investigadores aislados. […] Es raro encontrar a un adolescente que pueda dar cuenta de nuestros primeros poetas, historiadores y narradores”.

Uno de los acontecimientos que han quedado en el olvido es el combate de Mbororé del 11 de marzo de 1641. De un bando se encontraban los guaraníes con los misioneros jesuitas, del otro, los bandeirantes esclavistas portugueses. ¿Qué sentido tuvo este enfrentamiento? En los primeros años del siglo XVII los jesuitas comenzaron a llegar a las regiones del río Paraná, del Guayra, zonas pobladas por las y los guaraníes. El objetivo era la fundación de misiones para evangelizar, conocer las costumbres, difundir sus conocimientos y proteger a aquellos pueblos. En pocos años los jesuitas, entre otros aportes, aprendieron más de diez lenguas nativas y dejaron valiosísimos testimonios al elaborar decenas de diccionarios bilingües.

Hacia la misma época, el deseo de riqueza y el afán de lucro generaron la competencia por la extracción de recursos entre holandeses y portugueses. La piratería holandesa impidió la llegada de esclavos del África al Brasil, en una estrategia por debilitar el dominio lusitano en América. Sin esclavos, los fazendeiros (hacendados) portugueses impulsaron la formación de grupos de exploración y caza de indígenas para convertirlos en esclavos, los bandeiras.

El conflicto entre estas dos maneras de interpretar el mundo era inevitable. En las cercanías del cerro Mbororé, hace 380 años, la cosmovisión humanista, sincretista y católica chocó con la cosmovisión mercantil, liberal y esclavista, una vez más. El combate, que terminó con la derrota de las bandeiras, posibilitó el asentamiento de treinta reducciones jesuitas guaraníes más, además de iniciar un enfrentamiento entre dos cosmovisiones que se extendió hasta la expulsión definitiva de los jesuitas en 1768.

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