Al Frente contra la restauración neoliberal

En la mejor tradición política de Nuestra América, los movimientos nacionales y populares han adoptado en mayor medida la forma de organización política frentista. Así ha sido, por citar solo unos pocos ejemplos, con el cardenismo en México, el varguismo en Brasil, el MNR en Bolivia, Velazco Alvarado en Perú, Jacobo Árbenz en Guatemala, Sandino y el sandinismo nicaragüense, y más acá el chavismo o Evo Morales en Bolivia. Y, por supuesto, en el caso argentino con el peronismo.

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La unidad del Peronismo

No hace falta tener las últimas encuestas en la mano para darse cuenta de que la actual división entre peronistas nos resta posibilidades de triunfar en las próximas elecciones. Si finalmente deciden ir por fuera quienes hoy disienten con la conducción del Partido Justicialista –incluyendo no sólo al llamado “peronismo disidente” sino también a quienes llamándose peronistas apoyan a Proyecto Sur o expresiones partidarias similares– no sólo perderán irremisiblemente, sino además serán eventualmente responsables del triunfo de una reedición de la malograda Alianza de 1999.

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Sin unidad de concepción e identidad no hay unidad del peronismo

El Peronismo ha revivido varias veces en su historia a las dos crisis más severas que puede tener una fuerza política: las de unidad y de identidad. Cada vez que pierde unas elecciones se recluye en su mantram preferido: “unidad, unidad, unidad”. Mientras vivió Juan Domingo Perón esa unidad se simplificaba en el encolumnamiento de los sectores tras su figura, aun con todas sus discrepancias. La palabra de Perón era santa, y todos la acataban. Desde que murió el líder en 1974, el Peronismo vivió acunado en una permanente atomización y todos los esfuerzos de unidad fueron ficticios, resultado de conglomerados más o menos vinculados por fuertes intereses personales, cuyo único objetivo siempre fue llegar al poder. En el mejor de los casos la unidad fue –pese a ser advertidos por el propio Perón– un “amuchamiento”, apenas útil para poner en funcionamiento al Partido Justicialista y enfrentar circunstancias electorales. En 1983, de forma amañada, ese partido decía que tenía más de dos millones de afiliados. La abultada cifra impresionaba, pero no impidió la derrota electoral. Sin embargo el “amuchamiento”, un mecanismo imperfecto, fue repetido hasta el hartazgo.

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¿Unidad de concepción en el peronismo actual?

“Juan Perón decía que la unidad del justicialismo sólo se podía lograr gracias a una concepción común acerca de la validez de la doctrina, y no resolviendo en elecciones limpias quién tiene más votos: la unidad de concepción es el origen de la unidad de acción. El único fundamento de la unidad políticamente efectivo y moralmente justificable es la afirmación de ideales compartidos. Esta es la solución para resolver a la vez las dos crisis crónicas del peronismo: la de unidad y la de identidad”(Antonio Cafiero, 2010).

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El pueblo en tiempos de un nueva oleada individualista

El concepto de pueblo ha sido tematizado por numerosos autores inscritos en el “pensamiento nacional”, tradición reflexiva de inspiración nativista que en nuestro país se ha caracterizado por un auténtico proceso de reelaboración y sistematización conceptual.[i]Dicha tradición, para Alcira Argumedo, se instituye en una matriz teórico-política constituida a partir de“la articulación de un conjunto de categorías y valores constitutivos que conformaron una trama lógico-conceptual básica específica y establecieron los fundamentos de una determinada corriente de pensamiento” (Argumedo, 2006).Por su parte, para Gerardo Oviedo (2005), la idea un pensamiento nacional implicará el desarrollo de un estado crítico de autorreflexión sobre los destinos emancipatorios de la Argentina y del resto de las naciones nuestroamericanas, circunstancia que implicó entre otros factores “una cierta conciencia de sí,(…) una autorreflexión histórico-intelectual,(…) no ya solo como un modo de encarar la prosecución de una tradición, sino como práctica para esbozar un horizonte de comprensión sobre nuestras expectativas vitales como mundo cultural y comunidad política”.

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De aquellos polvos vienen estos lodos

Guillermo O’Donnell caracterizó regímenes políticos abordándolos en su inicio o plenitud. Siendo su discípulo contrera,hice al revés. Busqué caracterizar al sistema político argentino estudiando sus crisis. En primer término lo hice con el golpe de 1955 y luego con el de 1976. Luego haría lo mismo con la crisis del 2001-2003.Este enfoque me llevó a entrevistar a muchos que trataron de evitar la pérdida del poder en 1955 y en 1975-1976.Esto resultó en una veta realmente rica y sugerente que me lleva así a conceptualizar características del sistema político argentino que afectan a instituciones tales como la Presidencia, el Congreso y el Poder Judicial, y la adopción –sinbeneficio de inventario– del mito de que la división de poderes es democrática en su origen y funcionamiento, además delas falencias de los partidos, especialmente el partido-movimiento que fundó Perón. En esta ocasión me concentraré en la falenciao característicadel movimiento peronista, tan renuente a amoldarse a las prácticas de un partido político propiamente dicho, como dice Maurice Duverger. Las falencias de la Presidencia, el Congreso y el Poder Judicial solo serán enumeradas. No hay tiempo ni espacio para todo.

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