
Del monte vengo y al monte voy
Él la tenía en sus brazos seguros, suaves y templados. La miraba y echaba su aliento noble que unía su carne rota con sus huesos astillados. La acunó y vivió. Entonó la zambita, después la chacarera, y finalmente, al atardecer, con la salida del lucero, la baguala. Venus vigila, semblantea y aguarda. El fresco del…