16 de Junio, bombardeo a la Ciudad de Buenos Aires: los responsables

El Peronismo y en particular el general Juan Perón, católico, miembro de una orden Mercedaria, tuvo desde el principio una buena relación con la Iglesia y dispuso la enseñanza religiosa en las escuelas. En 1954, el Peronismo propuso el reconocimiento de los hijos “naturales” nacidos fuera de matrimonio, para que tuvieran similares derechos que el resto de los nacidos, entre otros, los de herencia. Los intereses existentes en familias adineradas fueron instrumentados religiosamente, junto a la ley de divorcio vincular. La jerarquía eclesiástica, en ese tiempo muy reaccionaria,  se opuso y empezó una campaña que llevó al enfrentamiento que se transformó en una campaña destituyente de gran impacto, que cohesionó a los sectores conservadores de las fuerzas armadas que organizaron un golpe de Estado, ligados a los mandos gorilas que quedaban desde antes.

El 11 de junio de 1955 la Iglesia convoca a la procesión de Corpus Christi, a la que se suma toda la oposición política, incluso la izquierda y el Partido Comunista, reconocidos anticlericales. Participan unas 200.000 personas. Los monseñores Tato y Novoa azuzan la rebelión desde la Catedral. La manifestación marcha desde la Catedral al Congreso. Ahí arrancan dos placas de bronce puestas en homenaje a Eva Perón, arrían la bandera argentina y suben la del Vaticano. Con la bandera argentina intentan apagar la llama de la lámpara votiva que se encontraba en la fachada del Congreso en homenaje a Evita, produciendo su quemazón.

Esa noche, la turba ataca diez iglesias del centro de la ciudad, se producen importantes incendios en las de San Francisco y Santo Domingo, e importantes daños en la Catedral y en la casa de la Curia. Lo llamativo es que en los barrios, donde el peronismo controla el territorio, no se produce ningún atentado.

El 16 de junio se produce un bombardeo sobre la Casa de Gobierno, la Plaza de Mayo, la CGT, la Residencia Presidencial y la Jefatura de Policía, entre otros lugares. El centro de la sublevación está en la Marina de Guerra. El contralmirante Samuel Toranzo Calderón aparece como el jefe de la conspiración junto al capitán de navío Arturo Rial, que habría sido designado maestro 33 de la Masonería, y el comandante en jefe de la Infantería de Marina Benjamín Gargiulo. El jefe de los aviadores, capitán de fragata Néstor Noriega, encabeza el bombardeo de los 34 aviones participantes que arrojaron sobre la ciudad 14 toneladas de bombas. Los aviones partieron de la Base Aérea de Punta Indio. El ataque terrestre sobre la Casa de Gobierno, que partió de la sede del Ministerio de Marina, en las avenidas Madero y Corrientes con unos 300 efectivos, fue comandada por el capitán de navío Juan Carlos Argerich, que fue contrarrestado por la custodia de la Casa de Gobierno, el Batallón de Granaderos a Caballo. Los “Comandos Civiles”, por su parte, tuvieron la jefatura de Miguel Ángel Zavala Ortiz, que participó personalmente del bombardeo, Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo, todos los cuales debían colaborar con la infantería rebelde. Estos finalmente se ausentaron, por creer que se había suspendido el golpe.

La CGT convocó a la militancia obrera y muchos, con palos y algún arma menor, rodearon a los gritos el Ministerio de Marina. El ministro insubordinado preguntó: ¿Que dicen? “La vida por Perón, le contestaron”. “Les daremos el gusto”, respondió.

A las 15:20 horas se rindió la Marina. Pero luego de eso, el último avión que pasó por Plaza de Mayo, antes de escapar a Uruguay, tiró sus bombas y el combustible del avión, como si fuera napalm. Los marinos del Ministerio retiraron su bandera blanca y siguieron el tiroteo una hora más, hasta rendirse al general Juan José Valle. El almirante Benjamín Gargiulo se suicidó, único gesto de ética. Los demás complotados fueron presos y los tres jefes de los Comandos Civiles luego de septiembre fueron designados embajadores.

Más de 300 muertos, unos 2.000 heridos, muchos ellos mutilados, fue el luctuoso saldo, más los daños y destrucciones.

Si el magnicidio se producía y la subversión triunfaba, estaba previsto que asumiría el gobierno un triunvirato compuesto por Miguel Ángel Zavala Ortiz, de la UCR; Adolfo Vichi, conservador de Mendoza; y Américo Ghioldi, socialista democrático.

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