La construcción del poder hegemónico

A la pregunta “qué es el poder” solo se le puede contestar que no es una cosa, sino que es una práctica: no se tiene, sino que se ejerce. Desde un punto de vista ético, “el poder en sí mismo no es bueno ni malo; en sí mismo es neutro; es lo que el hombre hace de él: en manos de un hombre bueno, es bueno; es malo en manos de un hombre malo” (Schmitt, 2010: 40).1 Así, entendemos por “poder” una acción, no un argumento. No es solo la decisión de actuar, sino que es la manifestación del acto mismo. El poder es la capacidad de poner en movimiento la realidad,2 cosa que la idea no puede hacer de por sí, a menos que un hombre o un colectivo la encarne y la ponga en acción, transformando la realidad y creando nuevas perspectivas. Tal como sostuvo José Ortega y Gasset, el valor de la idea está dado por la calidad humana del sujeto que la encarna.

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Acerca de la unidad del campo nacional y popular

La unidad de la oposición es una idea recurrente en la escena política argentina. En general, está asociada a la necesidad de vencer al oficialismo en una coyuntura electoral.

Desde Colectivo S vemos con beneplácito todos los esfuerzos tendientes a derrotar al proyecto neoliberal expresado hoy en Cambiemos. No obstante, entendemos que la definición de un mecanismo que permita dirimir una fórmula presidencial competitiva puede ser útil en algún momento, pero no constituye el principal elemento de un proceso de unidad del campo opositor.

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Sindicalismo y política: consideraciones teóricas e históricas

La relación de los sindicatos con la política constituye una cuestión de largo debate en la extensa historia del movimiento obrero mundial. Hoy casi nadie discute ya la necesidad y la legitimidad de esa relación, pero, sin embargo, sigue abierta la polémica acerca de los alcances –o los límites– de la misma. En esta polémica, precisamente, queremos incursionar a través del presente documento.

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El retorno peronista

Ante el fracaso político-económico de la actual gestión neoconservadora del Presidente Macri, el gorilismo tardío vigente en los intersticios sociales del país señala que “el peronismo huele sangre” y se prepara para volver en 2019. Y es cierto, se huele que este período está terminando con sangre, sudor y lágrimas, a pesar del enorme apoyo geopolítico que está logrando el gobierno en especial por el préstamo del FMI (Estados Unidos), el G-7 en Canadá y la declaración de “país emergente” en estos días. Ello ocurre a pesar de que casi todos los indicadores socioeconómicos son negativos. Nuevamente la población no politizada está buscando una alternativa seria, creíble y comprometida que permita encontrar un rumbo medianamente coherente, y el único movimiento (¿espacio?) que tiene bases de un Plan Estratégico Nacional es el Peronismo en las entrañas de su concepción de la historia y su filosofía de Nación.

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La unidad hoy – Homero. R. Saltalamacchia

Con una conciencia mayor o menor, o con diferencias de juicio al respecto, todos podemos repetir que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época mundial. Esto importa, pues la política ahora, si bien seguirá desplegándose con peculiaridades nacionales, es cada vez más dependiente de la capacidad de las fuerzas en oposición de establecer unidades trasnacionales (Vitali, Glattfelder & Battiston, 2011).

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