El peso de la ley está de nuestro lado

El 29 de diciembre fue un momento de celebración. También un enorme desahogo. El Senado aprobaba finalmente la ley de interrupción voluntaria del embarazo y la militancia feminista cumplía con uno de sus principales objetivos. La lucha por el aborto legal, seguro y gratuito llevaba décadas en nuestro país, pero fue en estos últimos años que el feminismo dejó de ser un planteo teórico para transformarse en un espacio de lucha masivo y popular. Una movilización incontenible dijo “ni una menos”, para dejar en claro que la violencia de género no era un tema privado que había que callar, sino un problema público que debe ser denunciado y condenado como tal. Y que luego se constituyó como una marea verde para hablar de salud pública y del derecho a decidir de las mujeres y, sobre todo, para dejar atrás una enorme hipocresía en la que vivía nuestra sociedad.

Esa marea nunca se resignó. Al contrario, militó la causa en cada espacio posible y fue así que el tema estuvo presente en la campaña política, en los medios, en las redes y en las calles. En tiempos de pandemia, incluso, con bicicleteadas o acciones online. Por eso es natural que luego de la efervescencia propia de que exista esta ley –que como tal es todo un logro– surja entre las compañeras el interrogante: ¿por qué luchamos ahora? ¿Qué proyecto de ley hay que defender? Ante estas preguntas me surge el estribillo de aquella célebre canción de Bob Dylan: la respuesta está acá mismo, está soplando en el viento.

Como militantes feministas y peronistas, hoy más que nunca no podemos permitirnos perder esa potencia revolucionaria. Y con esa misma energía tenemos que militar en cada barrio, en cada escuela y en cada sitio en el que se vulneren nuestros derechos. Tenemos las leyes, es el momento de que nos apropiemos de ellas.

En los últimos 15 años nuestro país ha logrado avances muy importantes en materia de legislación con perspectiva de género. En 2006, con la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral, y en 2010, cuando Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en reconocer el derecho a matrimonio entre personas del mismo sexo. Luego, la Ley de Identidad de Género en 2012, que es pionera en el mundo porque respeta la identidad autopercibida de las personas sin necesidad de un consenso médico o del fallo de un juez. También la Ley de Protección Integral, de 2009, para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, que luego fue ampliada en 2019 e incorporó a la violencia en el espacio público –conocida como acoso callejero– y la incluyó como delito dentro del Código Penal.

Las leyes fijan normas de convivencia, hacen a las políticas públicas y, además, educan. Claro que esto ocurre si se cumplen. De otro modo, son letra vacía que se pierde en el tiempo. Por supuesto que hacer cumplir las leyes es parte del rol del Estado, pero ya aprendimos que la equidad de género es un largo camino y que las batallas por la igualdad de derechos se dan todos los días y en todos los espacios.

“El feminismo en cuanto movimiento colectivo está hecho de eso que nos mueve a hacernos feministas en el diálogo con otras personas. Un movimiento requiere que nos movamos”, dice la escritora y académica independiente Sara Ahmed en su libro Vivir una vida feminista, y desarrolla: “Un movimiento es también un refugio. Nos reunimos; tenemos una convención. Un movimiento viene a existir para transformar lo que hay. Un movimiento necesita suceder en algún lugar. Un movimiento no es meramente o solamente un movimiento; hay algo que necesita permanecer quieto, que le sea dado un espacio, si algo nos mueve a transformar lo que existe”. Dice también que “el feminismo tiene que estar en todas partes, porque el feminismo no está en todas partes”.

Nosotras, las mujeres peronistas, sabemos muy bien de qué trata un movimiento. Y que nuestra presencia militante es necesaria, porque son muchos los espacios en que debemos pelear por la igualdad y la justicia social.

Hoy declararse feminista es lograr una militancia organizada que eduque sobre salud integral y acompañe a una mujer que decide abortar en un contexto en que se lo niegan o le ponen trabas; que proponga talleres de Educación Sexual Integral y haga comunidad con las escuelas de su territorio; y que también se pare junto a una joven que tiene miedo porque fue violentada y amenazada, para que su voz sea respetada y su denuncia se escuche amplificada por mil.

Por primera vez en la historia, el peso de la ley está de nuestro lado. Así que, para nosotras, las peronistas feministas, hay mucho por luchar y mucho que defender. Está todo ahí, soplando en el viento.

 

Mara Brawer es diputada nacional por el Frente de Todos.

Share this content:

Deja una respuesta